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Alfred López 15 de abril de 2019
El refrán ‘De noche, todos los gatos son pardos’ se trata de advertir de la facilidad que hay, en algunas ocasiones, de ser engañados por un impostor a quien podemos toma por otra persona y no percatarnos de sus malas intenciones.
La clara referencia a la noche, de esta locución venía a decir que, con el oscurecer de la noche, es difícil distinguir a unas personas de otras, a los que van con malas intenciones de los vienen con buenos propósitos.
La mayoría de historiadores apuntan que la mención que se hace al gato no es por referencia el animal felino, sino a los madrileños, debido a que los oriundos de esta ciudad son conocidos con dicho apelativo. Todo indica que se originó el refrán poco después de trasladarse a Madrid la capitalidad del Reino, convirtiéndola en Corte y Villa. Esto originó que fuesen numerosos los rufianes y malhechores nocturnos que por allí aparecieron.
Hay constancia de que la expresión era ampliamente conocida y utilizada hacia mediados del siglo XVI e incluso Miguel de Cervantes la utilizó para incorporarla en la ‘Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha’ publicada en el año 1615 (capítulo XXXIII):
[…]Tan buen pan hacen aquí como en Francia, y de noche todos los gatos son pardos, y asaz de desdichada es la persona que a las dos de la tarde no se ha desayunado, y no hay estómago que sea un palmo mayor que otro, el cual se puede llenar, como suele decirse, de paja y de heno[…]
También cabe destacar que existen referencias y citas al mencionado refrán (en sus diferentes variantes) varias décadas antes de aparecer en el Quijote. Esas otras formas de encontrar la expresión son, por ejemplo: ‘De noche los gatos, todos son pardos’, ‘Por la noche todos los gatos son pardos’, ‘Cuando oscurece, todos los gatos son pardos’, ‘En la noche todos los gatos pardos son’ o ‘De noche, a la vela, la burra parece doncella’.
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Alfred López 25 de marzo de 2019
El antiquísimo refrán ‘Si la envidia fuera tiña, ¡cuántos tiñosos habría!’ ha sido ampliamente utilizado a lo largo de varios siglos para indicarnos que el sentimiento de envidia en los seres humanos (deseo de algo que otra persona posee) está muy extendido entre la sociedad y, en caso de ser un trastorno, el planeta estaría repleto de enfermos por esa dolencia.
Y como ejemplo en el refrán se menciona la tiña, la cual es realmente una afección que consiste en una infección de la piel producida por ciertos parásitos que causa la aparición de unas erupciones cutáneas que llegan a ser altamente molestas (por el picor y escozor que produce) y que al rascarse provoca que queden ulceraciones y costras. También se la considera como altamente contagiosa a través del contacto directo, ya sea entre personas, animales de compañía (que también pueden padecerla) u objetos que hayan estado en contacto con alguien infectado (toallas, sabanas, ropa, peines, brochas de maquillaje…).
Al tratarse la tiña de una enfermedad que era muy común que fuese padecida por las clases más bajas y ante el prejuicio y convicción que existía, de que éstos eran por naturaleza envidiosos de lo que poseían los demás, surgió la analogía entre la enfermedad infecciosa (tiña) y el sentimiento de desear lo del prójimo (envidia).
Cabe señalar que el término tiña también existe como sinónimo de mugre o suciedad (se supone que proviene de quienes parecían la enfermedad, pues iban sucios y desaliñados) e incluso se utiliza como un equivalente a tinte o a algo que está teñido, por lo que son bastantes las personas que emplean el mencionado ‘tiñosos’ del refrán no para referirse a la infección sino al hecho de tener la piel teñida. Otras variantes del refrán son: ‘Si la envidia fuese tiña, ¡cuántos tiñosos habría!’, ‘Si la envidia tiña fuera, ¡qué de tiñosos hubiera!’.
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Alfred López 04 de diciembre de 2017
A través de la página en Facebook de este blog, Marian GF me consulta de dónde proviene la expresión ‘Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón’.
Este es uno más de las innumerables sentencias que el refranero español ha proporcionado. Se utiliza para disculpar una mala acción, la cual queda justificada al ser comparada con otra mucho más grave, de ahí que se haga la analogía entre ladrones.
No se sabe a ciencia cierta en qué momento se originó la expresión tal y como la conocemos hoy en día, aunque sí que hay constancia de que ésta fue evolucionando y cambiando a lo largo de los siglos.
Por ejemplo, una de las formas en que podemos encontrarlo es la de ‘Quien engaña al engañador cien años de perdón’ que aparece en parte (Quien engaña al engañador…) en la obra del siglo XV ‘Tragicomedia de Calisto y Melibea’ (popularmente conocida como ‘La Celestina’) de Fernando de Rojas. El famoso lexicógrafo español Sebastián de Covarrubias, en su libro sobre etimologías ‘Tesoro de la lengua castellana o español’ (1611) hace mención a esa misma forma de expresión.
Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (sXV) la utilizó de este modo: ‘Quien burla al burlador cien días gana de perdón’.
A inicios del siglo XVII, en la novela ‘La pícara Justina’ (atribuida a Francisco López de Úbeda) aparece una variante de la expresión en la forma ‘Quien hurta alladró gana cien días de perdón’ que, según un gran número de etimólogos, podría ser el origen de la forma actual.
Actualmente, la manera más común de encontrar o pronunciar la expresión es: ‘El que roba a un ladrón, tiene cien años de perdón’.
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Alfred López 04 de noviembre de 2016
‘Donde fueres, haz lo que vieres’ es un famoso consejo, en forma de refrán, que nos recomienda adaptarnos a las costumbres y hábitos de un lugar en el que estemos o viajemos (respetar sus normas, horarios, leyes, idiosincrasia de los habitantes…).
Posiblemente como refrán es uno de los que más variantes tiene y según la zona en la que te encuentres parece que tienen la costumbre de decirlo de un modo diferente, pudiéndonos encontrarlo (entre muchos) de los siguientes modos: Allí donde fueres, haz lo que vieres; Allí donde fueres, haz como vieres; Dondequiera que fueres, haz lo que vieres; Por donde fueres, haz como vieres; Donde quiera que fueres, haz como vieres; Al lugar que fueres, haz lo que vieres; En la tierra donde vinieres, haz lo que vieres.
Todo ello sin contar las diversas formas que tiene cada lengua para decirla.
La expresión original proviene del latín ‘Cum Romae fueritis, Romano vivite more’ (‘Cuando a Roma fueres, como romano vivieres’, que traducido a nuestra forma actual de hablar viene a decir: Cuando vayas a Roma, vive como un romano). Fue pronunciada por primera vez en el siglo IV por Ambrosio de Milán, considerado como uno de los padres de la actual Iglesia católica y uno de los personajes que más influyó para que el cristianismo se impusiera al paganismo del Imperio Romano, consiguiendo que el poder de la Iglesia acabara por encima del poder del Estado.
Pero con esta locución Ambrosio de Milán no pretendía dar consejos de cómo debían comportarse los ciudadanos a la hora de viajar a Roma, sino que originalmente la utilizó para adoctrinar a los fieles y señalarles cuál era el modo de seguir los mandatos de la Iglesia Romana por encima del ‘Arrianismo’, doctrina surgida en esa misma época (promovida por Arrio de Alejandría) y que negaba la divinidad de Cristo.
Así fue como, una exhortación advirtiendo que se debía seguir los mandatos de la Iglesia Romana y no la Arriana que provenía de Alejandría, acabó convirtiéndose en un popular refrán que utilizamos para recomendar que nos adaptemos a las costumbres y hábitos del país en el que nos encontramos, habiendo desaparecido de su intencionalidad el sentido religioso original.
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Alfred López 29 de abril de 2016
A través del apartado de contacto, recibo un correo de Nuria Delgado en el que me explica (y consulta) lo siguiente:
Recuerdo que, siendo niña, cuando en mi casa se compraba alguna cosa extra, que hasta entonces no habíamos tenido (por ejemplo nuestro primer televisor en color, el primer reproductor de vídeo o incluso el lavavajillas…), mi abuelo recriminaba ese gasto acusando a mis padres de ‘derrochadores’ y siempre decía una frase de manera contundente: ‘Labrador de capa negra, poco medra’. Siempre me quedé con la duda sobre qué quería decir con dicha expresión y qué relación existía entre malgastar y un labrador con capa negra.
El dicho por el que me pregunta la lectora se engloba dentro de lo que comúnmente se conoce como ‘refrán’, siendo la lengua española muy prolífica en ellos (los refranes son sentencias de carácter popular que contienen algún tipo de moraleja y que se expresan con la intención de dar algún tipo de consejo).
El refrán ‘Labrador de capa negra, poco medra’ es prácticamente desconocido para la mayoría de personas y actualmente apenas se utiliza (posiblemente por personas más mayores y a las que les tocó quizás vivir los años de posguerra y carestía). Su origen puede situarse alrededor del siglo XVI y su significado viene a indicarnos que aquel que malgasta y vive por encima de sus posibilidades difícilmente podrá prosperar. Solía utilizarse para señalar a aquellas personas que compraban ropas y enseres que por su condición no les hacía falta y que al endeudarse acostumbraban a arruinarse.
Antiguamente solía usarse una capa (vestidura que se pone sobre los hombros) la cual era de color pardo (marrón tirando a rojizo) si era usada por labradores y el pueblo llano en general. El color de la capa era debido al material tosco y rústico con el que estaban confeccionadas.
Por el contrario, los caballeros, hidalgos, cortesanos y todo aquel de cierta distinción, usaban unas delicadas y vistosas capas negras que solían estar hecha de paño, lana o seda delicada.
Cuando un hombre común hacía un gasto fuera de su alcance o estatus solía decírsele la frase ‘Labrador de capa negra, poco medra’ para indicarle que con ese dispendio (que no le correspondía a su condición) no prosperaría y acabaría arruinándolo; de ahí el término ‘medra’ el cual significa literalmente ‘mejora’, ‘progreso’ ‘aumento’ o ‘crecimiento’.
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Alfred López 10 de abril de 2014
A través del apartado de contacto, Ramón I. Sanz me hace llegar un correo en el que me consulta sobre la procedencia y significado de la expresión ‘El que no llora, no mama’.
La procedencia de la expresión ‘El que no llora, no mama’ debemos buscarla en los niños pequeños que todavía no hablan (sobre todo los bebés) y que reclaman su comida (el mamar la leche del pecho materno o biberón) a través del llanto.
Llorando es como se comunican y a través del los diferentes tonos del llanto los padres pueden distinguir si lo que tiene es hambre, sueño o alguna molestia o dolor. Por lo tanto, si un bebé no llorase cuando tiene hambre no podría recibir su ración de alimento.
Este es el motivo que dio origen a esta famosa expresión, que también podemos encontrarla en la forma de ‘quien no llora, no mama’ y que se utiliza comúnmente para indicar que si se quiere lograr algo, hay que pretenderlo e, incluso, solicitarlo repetidas veces o despertando la compasión; tal y como indica el Centro Virtual Cervantes.
Pero esta expresión no es exclusiva de nuestra lengua, encontrándonos que en otros idiomas también tiene sus propias analogías:
En inglés suele decirse: ‘The squeaking wheel gets the grease’ (La rueda que chirría recibe la grasa); en francés: ‘Qui ne demande rien, n’a rien’ (Quien no pregunta, no tiene nada); alemán: ‘Wer nichts verlangt, bekommt auch nichts’ (El que nada pide, nada recibe); euskera: ‘Arran mihi gabea ugarrak jan’ (El cencerro sin badajo lo come la roña).
En los idiomas italiano: ‘Chi non piange, non poppa’; portugués: ‘Quem não chora, não mama’; catalá: ‘Qui no plora, no mama’ y gallego: ‘O que non chora non mama’ tiene el mismo significado y se dice de la misma forma.
En algunos países hispanoamericanos lo encontramos en la forma: ‘Guagua que no llora, no mama’ siendo ‘guagua’ una forma cariñosa de referirse al bebé/niño (no confundir con el autobús, también llamado así).
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Alfred López 30 de diciembre de 2013
Actualmente muchas son las personas que utilizan el refrán ‘Hay más días que longanizas’ para señalar que hay mucho tiempo para llevar a cabo algún cometido, por lo que no es necesario tener ninguna prisa para hacerlo, pero, realmente, en sus origenes este dicho nada tenía que ver con el sentido que se le da hoy en día.
El refrán hacía alusión a aquellas personas que comían sin medida todo lo que tenían en sus despensas, sin tener en cuenta que podían quedarse sin alimentos para los siguiente días. De ahí que se utilizase las longanizas (muy común en todos los hogares de la época) como ejemplo de que se disponía de menos piezas de este embutido que jornadas (días) había a lo largo del año hasta conseguir nuevas piezas.
Por lo tanto el refrán ‘Hay más días que longanizas’ era un clara advertencia a ser precavido y mirar por los días venideros, con el fin de no quedarse sin reservas en la despensa; un sentido muy diferente al que hoy en día se le da al utilizarlo.
Ocasionalmente podemos encontrarnos con alguna persona que, erróneamente, utiliza el apellido ‘Díaz’ en lugar de ‘días’.
La primera referencia al refrán la encontramos en la obra ‘Refranes que dizen las viejas tras el fuego’ recogida por el Marqués de Santillana en el siglo XV y en la que aparece como ‘Mas ay dias que longanizas’ (literalmente escrito).
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Alfred López 12 de diciembre de 2013
El refranero español está repleto de grandes dichos populares que se utilizan, desde hace muchísimos siglos, para dar algún tipo de consejo, una predicción o una explicación de un suceso con moraleja incluida.
‘A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos’ es uno de esos refranes que con el paso del tiempo y el uso coloquial ha perdido el verdadero sentido de la sentencia, utilizándose en numerosas ocasiones de un modo erróneo y dándole un significado totalmente diferente al que pretende la expresión.
Muchas son las personas que creen (erróneamente) que esta frase viene a señalar que los hijos ajenos se sienten como propios cuando se pertenece a una misma familia o, también, a que la falta de hijos está compensada con la presencia de sobrinos, que al tratarse de niños de corta edad éstos son traviesos como pequeños diablillos. Pero no, nada tiene que ver con esos sentidos, todo lo contrario ya que el refrán (cuyo verdadero propósito viene a dar a entender los problemas por los que en alguna ocasión hay que pasar por causas ajenas a uno mismo) pretende dejar malparados a los sobrinos y lo que representaban antiguamente.
Siglos atrás se tenía la firme convicción de que, así como los hijos solían ser una bendición de Dios, los sobrinos eran el prototipo de herederos indeseados, estando muchos de ellos sólo cerca de sus tíos (ancianos y sin descendencia) en sus últimos años de vida, por el simple interés de heredar todas las posesiones tras el fallecimiento.
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