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¿Cómo afrontar la tormenta imperfecta de las vacaciones? La paciencia como aliada

En conversación con Ana, una amiga que justo había regresado de un viaje de un mes con su pareja en Australia, me decía, verás, durante el año, somos como dos barcos que navegan cada uno por sus aguas. Nos encontramos en el puerto de las comidas, las cenas y alguna actividad. El resto del tiempo, vamos a nuestro aire. De modo que este viaje podría haber sido un infierno, ya nos conoces…sin embargo, estuvo genial, decía sorprendida, como si juntos hubiesen batido un record olímpico.

¿Cómo te explicas que fuera tan bien? le pregunté. Bueno, pues creo que tiene que ver con el trabajo introspectivo y la meditación. Me han ayudado a a desarrollar la paciencia y esto lo cambia todo.

Al igual que para Ana, para algunos de nosotros se avecinan días de vacaciones y con ellos la tormenta imperfecta de los conflictos familiares. ¿Y si la paciencia fuese una aliada? La paciencia como cualidad humana suena anticuada y aburrida. ¿Quién quiere ser paciente en tiempos líquidos, en tiempos de fast and furious, en tiempos de lo quiero, lo tengo? Una interpretación superficial y equivocada de la paciencia, es tomarla como la virtud de los débiles, de los sumisos, de los pasivos. En contraste, en su libro Paciencia, Gabriella Caramore traza los vínculos entre la paciencia, el coraje y la esperanza desvelando dimensiones activas y poderosas de la misma.

LA PACIENCIA NO SE TIENE, SE CULTIVA

En el caso de la paciencia el lenguaje no ayuda, pues parece que o bien uno nace con paciencia, o no hay remedio que valga. Siempre me había dicho a mi misma que no tenía paciencia. Hasta que con la maternidad me di cuenta que más me valía desarrollarla por mi bien y el de todos. Entonces sustituí el “no tengo paciencia” por el “bebo de un pozo de paciencia infinita”. A la semana, mi pareja lo notó, vaya, veo que tienes mucha más paciencia con la niña. ¡Funcionaba! De modo que un primer paso para empezar a cultivar la presencia es cambiar la narrativa que tienes respecto a ella. Si has vivido bajo la maldición de decirte que eres impaciente, puedes romper el hechizo dando la vuelta a esa creencia, sustituyéndola por una que te anime a practicar esta estoica virtud.

NO VA SOBRE TI

Al examinar escritos clásicos y textos sagrados, Caramore pone de relieve que es el arduo cultivo de la paciencia lo que tienen en común Ulises, Moisés, Abraham, Job, Krishna y por supuesto Jesús. La paciencia de cada uno de ellos se forja en las circunstancias más difíciles: a las puertas de la muerte, a punto de entrar en el campo de batalla, en medio de la enfermedad, en plena traición de quienes se hacían llamar amigos… y tiene un motor común: se enfoca en el bien superior por encima de las propias preferencias.

PACIENCIA Y SUFRIMIENTO

Es ése sentido expandido del yo lo que nos conecta a las necesidades del otro o del sistema, en contraste con lo que a uno le viene en gana, lo que nos da la motivación, el temple y la fuerza para ser pacientes. Sin embargo, la paciencia no es un rendirse a las necesidades del bien común o del otro de forma ciega. Las palabras de Shantideva sobre la paciencia – kshanti en sánscrito -, una de las seis paramitas o perfecciones budistas apuntan más allá:

No debo ser impaciente,

con el calor y el frío, el viento y la lluvia,

la enfermedad, el cautiverio y las palizas;

ya que si lo soy, el daño que me causan aumentará.

Según Shantideva la impaciencia aumenta el daño de las condiciones que causan sufrimiento. Esto es así porque en la impaciencia hay un resistir, un rechazo a lo que es. En cambio en la paciencia habita la confianza de que todo lo que sucede, todo lo que nos ocurre puede ser recibido y aceptado.

(Adam Kring, UNSPLASH)

PACIENCIA BAJO LA TORMENTA

La paciencia es la actitud que permite según Rilke1 “llevar algo dentro hasta su conclusión y luego darlo a luz; dejar que cualquier impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio entendimiento, hasta quedar perfectamente acabado”. Aunque Rilke habla del proceso creativo, su enfoque se puede aplicar a cualquier experiencia: a la relación con un hijo, a una crisis de pareja, a una enfermedad, a una transición profesional… En estos casos no se trata tanto de hacer o no hacer, sino de poner en práctica una actitud de escucha curiosa pero sin agenda que nos permita intimar con la situación recibiéndola con amabilidad. Recibiéndola con amabilidad “como el árbol que no apremia a su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca llegue otro verano. A pesar de todo el verano llega, pero solo para quienes saben tener paciencia y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad”.

 

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(1) Cartas a un joven poeta. Rainer María Rilke

¿Eres presa de la ecoansiedad? Algunos apuntes para gestionarla

Lorena recayó en una depresión, a raíz de obcecarse en pensamientos angustiosos sobre el futuro del planeta y el de sus hijos pequeños. Sofía, persona altamente sensible, tiene que andarse con mucho cuidado antes de exponerse a noticias similares, pues tiene comprobado que debilitan su estado de ánimo.

La ecoansiedad es cada día más un factor desestabilizante de la salud mental, como señalan estudios recientes y como constato a menudo en mi práctica de coaching. Una forma de entender la ecoansiedad es considerarla  una transferencia de poder personal a los problemas del mundo, con lo que estos consumen a la persona, generando síntomas (depresión, ansiedad, adicciones…) que la inhabilitan para precisamente hacerles frente y por descontado, vivir con normalidad.

Hace años que reflexiono sobre de qué forma el dolor por el planeta nos afecta, y cómo gestionarlo, no solamente para sobrevivir, sino para vivir una vida plena y vibrante.

NORMALIZAR EL DOLOR

Para empezar, es importante normalizar el dolor que sentimos cuando tomamos consciencia del estado de las cosas. Formamos parte de la vida, somos los órganos sintientes de la biosfera y estamos todos conectados. De modo que sentir el dolor por el daño que el planeta está sufriendo, la supervivencia propia y de la especie, el impacto de la sexta extinción masiva, la creciente contaminación, el calentamiento global, etcétera,  no es una señal de que algo está mal en nosotros, sino todo lo contrario, ¡estamos vivos y por esa misma razón sentimos!

Sin embargo, dar espacio a este sentimiento, a este dolor, no es tan sencillo puesto que nuestra sociedad fundamentada en la ciencia privilegia el pensamiento y margina a las emociones, diciéndonos que lo que sentimos no es importante. En este sentido, me resulta inspiradora la filosofía de Édouard Glissant a la que llama “pensamiento del temblor”. Según Glissant, el temblor es el terror de nuestra vulnerabilidad que sentimos por lo que ocurre y es precisamente este temblor lo que nos facilita la conexión con el otro. Al aunar pensamiento y emoción, Glissant rompe la falsa y dañina dicotomía del pensamiento occidental.

(Oscar Keys, UNSPLASH)

RECIBIR LA EMOCIÓN

La clave para afrontar la ecoansiedad es dar espacio al sentir subjetivo, a las emociones que nos invaden ¿De qué emociones se tratan? Terror, ansiedad, miedo, rabia…¿Dónde las sentimos? Detectar la parte del cuerpo en la que manifiestan nos permite entrar en diálogo con ellas. Contar con soportes para dar cauce a la emoción de forma creativa también nos puede ayudar.

Recibir el dolor es también una tarea que puede, y es muy recomendable, realizarse de forma colectiva, participando en algún movimiento en forma de voluntariado, activismo o creatividad en la esfera que más le interese a uno. El proceso deviene entonces una práctica cultural, entendida como un espacio participativo en el que expresar nuestra subjetividad (con ecoansiedad o sin ella)  metabolizando las emociones y aumentando nuestra vitalidad, en palabras del filósofo Andreas Weber.

ENTRE EL PESIMISMO Y EL OPTIMISMO

La expresión y participación no nos garantiza que los hechos que nos llevan a la ecoansiedad se solucionen. De hecho, nada se soluciona nunca. La vida es caótica y no tiene solución puesto que termina con la muerte. Sin embargo, lo prodigioso de la participación es que nos mantiene entre la utopía y la distopía. Nos aleja de la distopía a la que conduce instalarse en la ecoansiedad. Y también nos aparta de la utopía puesto que la propia mortalidad e inercia de los retos son imbatibles. Es el espacio, entre la utopía y la distopía, entre el optimismo y el pesimismo, donde es posible conectar con el momento presente del que brota la gratitud por la vida y por poder participar, como articula la activista medioambiental Joanna Macy en El trabajo que reconecta. La gratitud es el gran transmutador de la ecoansiedad en energía para la expresión y creatividad para la acción, a la vez que genera sentido personal y vivifica.

LA AUTOGESTIÓN Y LA CATÁSTROFE INEVITABLE

Si sabes que tienes tendencia a la ecoansiedad, como en mi caso, puedes tomar medidas al respecto. Por ejemplo puedes elegir conscientemente los momentos para bucear en la actualidad, aprender a modular tu estado de ánimo, a través de prácticas de consciencia y también puedes buscar apoyo cuando sientas que algo te ha desestabilizado seriamente.

En paralelo, mantenerse en contacto con la naturaleza catastrófica de la vida es un buen antídoto para la ecoansiedad. Consiste en llevar a la consciencia la muerte – propia y de todo lo que te rodea, el hecho que las cosas tienden a desintegrarse y que la única constante en la vida es el cambio.

La participación cultural y la práctica de la consciencia nos ayudan a navegar la ecoansiedad integrando las contradicciones de vivir, lo que en palabras de Glissant redunda en “un mundo en el que todos los seres humanos y los animales y los paisajes y las culturas y las espiritualidades se iluminan mutuamente”. Un mundo, un yo, un nosotros nunca resueltos, pero temblorosamente vivos y en constante evolución.

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Cada día es tiempo de elecciones

Apenas nos hemos recuperado de unas elecciones que nos lanzan otras. Con ellas la maquinaria informativa se revoluciona, corren ríos de opiniones, se difunden infinitos actos de propaganda y una miríada de acciones destinadas a captar votos en un sentido u otro hasta desembocar en el señalado día, el 23-J. Sin embargo, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana, cada mes es tiempo de elecciones en en el ayuntamiento de tu casa, en la república interdependiente de tu ser. Lo es porque siempre estamos eligiendo, incluso cuando no elegimos.

Prepararse para votar a representantes públicos exige informarse, crearse una opinión propia sobre la gestión de gobierno de cada partido, sus programas electorales y buscar afinidad con los propios valores y visión. De la misma guisa, prepararse para elegir la vida que uno quiere vivir hace necesario considerar cómo hemos vivido hasta el momento.

Una vida sin examinar no merece ser vivida decía Sócrates, según Platón hace más de 2400 años. Por esta misma razón, la abstención de voto en la propia vida no es recomendable, pues nos llevará al final de la vida con el reproche más común de los moribundos – según B. Ware – : haber vivido según las expectativas de los otros, sean estos tus familiares, la sociedad o cualquier otra persona o ente. Una trampa de la mente que constato a menudo en mi práctica de coaching es decirte a ti mismo que no tienes tanto por elegir. Mas si piensas esto, te estás engañando pues siempre existe margen de maniobra para elegir por pequeño que sea: ¿Eliges perseguir tus sueños o hacer como si no los vieras? ¿Eliges el tipo de relaciones que deseas cultivar o te dejas llevar? ¿Eliges tener una buena relación con tus hijos o te resignas a las dinámicas existentes?

Manos y urna

(Arnaud Jaegers, UNSPLASH)

Lo bueno de las elecciones propias es que no tienes que estudiarte el programa, ni seguir la actualidad con atención, sino simplemente conectar con aquello que te da vida. Te comparto algunos casos reales:

  • Lorena decidió abrirse empezar a aceptar invitaciones de sus círculos sociales que hasta ahora había declinado por estar excesivamente centrada en su trabajo lo que la había llevado al borde del burnout.
  • Jesús, padre de cuatro hijos decidió por real decreto que las comidas en casa se harían en silencio. Esto transformó el habitual jaleo de la hora de la comida en un espacio de consciencia y apreciación por los alimentos que compartían.
  • Juan eligió dejar de fumar, se apuntó a un grupo de apoyo y empezó a hacer deporte, dando un giro positivo a su vitalidad y salud.
  • Luisa decidió tomarse cada cierto tiempo un fin de semana sin su familia para estar con ella misma.
  • Esteban se apuntó a una plataforma para la defensa del delta cercano a su localidad, sumando esfuerzos para proteger el valioso ecosistema amenazado por fuerzas mercantilistas.

En definitiva, tú tienes la capacidad legislativa – es decir la facultad de regular la materia de tu vida –  sobre lo que piensas, lo que sientes, tu propósito en la vida, las acciones que llevas a cabo, cómo las llevas a cabo, el tipo de relaciones que cultivas, como inviertes tus recursos de tiempo, dinero y en qué espacios te mueves. La buena noticia es que tienes las elecciones ganadas, porque escucha bien, por si no te habías dado cuenta…¡ya eres el presidente de tu vida! ¡Tú y nadie más! Y si lo haces fatal no pasa nada. No solamente no te van a echar, sino que puedes volver a presentarte. Ganarás seguro y con la práctica cada vez se te dará mejor.

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¿Te preguntas qué hay más allá de Netflix? Te estás haciendo la pregunta correcta

Regreso de unos días en los Pirineos llenos de senderismo, lectura y tiempo en familia. En siete días hemos visto una película juntos. El último día queríamos premiar a mi hija con otra peli, pero me dijo, lo siento mamá prefiero irme a jugar, la vemos otro día ¿vale? Sus palabras me hicieron recordar a las de mi abuela cuando al independizarme decidí no tener tele. Ella me dijo, bien hija, tu no necesitas tele porque estás viviendo la vida de verdad, la tele es un sucedáneo. Mi hija tampoco necesitaba el sucedáneo.

A menudo me siento tentada a ver contenidos audiovisuales antes de acostarme aunque solo sea por compartir en familia. Luego recuerdo sus efectos: tensión física, preocupación o simplemente activación mental. La mayoría de veces logro conectar con lo que me va bien antes de acostarme: mantenerme en una actitud relajada, ligeramente reflexiva, leer un poco o meditar.

Pantalla de tele

(Mollie Sivaram, UNSPLASH)

En la vida de cada persona existen dos sentidos fundamentales. El sentido externo, de relaciones, acción, trabajo, ocio…Y el sentido externo de silencio, soledad, introversión, reflexión. Ambas dimensiones necesitan ser cultivadas y equilibradas. El problema de nuestra cultura es el desmesurado énfasis en el exterior. La parte exterior es necesaria, pero cuando no deja espacio a la parte interior nos convertimos en alienígenas en nuestra propia piel. Estando todo el rato en los otros, en lo de afuera, en la evasión, desconectamos de nuestro ser, lo que cuando no tiene consecuencias devastadoras (como problemas de salud mental, etc.) , en el mejor de los casos redunda en felicidad superflua. La felicidad superflua es como el fast-food. Te llena pero no te alimenta.

En cambio, cuando equilibramos nuestra vida con tiempo de calma, silencio e introspección ganamos sentido existencial. El sentido existencial es como la comida de la abuela: te alimenta, te fortalece y te ayuda a evolucionar.

Más allá de Netflix -o de cualquier pantalla – no está otra plataforma. Más allá de Netflix está el silencio, la soledad, la introspección. Más allá de Netflix estás tú.

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Por qué entrenar tu atención te puede ayudar a salir de la ansiedad o la depresión

Llevo unos pocos meses aprendiendo a montar a caballo. Lo doy todo en cada sesión y termino hecha polvo. Algo que estoy disfrutando es la relación que se genera con el caballo. La yegua Catalana tiene catorce años es astuta, sensible y bella. Si tiro demasiado de las riendas, trota más en lugar de pararse. Si en lugar de tener los brazos pegados al cuerpo los levanto, ella va incómoda y no trota bien. Después de lograr mantener los pies en los estribos de forma correcta y descubrir que tengo unos músculos que se llaman abductores, tengo claro que el siguiente paso es la relación con Catalana.

Hace unos días que ando preocupada por un tema familiar. Si no voy con cuidado, la preocupación me domina y pierdo las riendas de mis pensamientos al igual que cuando no pongo atención a la forma de comunicarme con Catalana.

Lidiar con la mente de forma armoniosa, al igual que comunicarse con un caballo, no es fácil, como constato a diario en mi práctica de coaching. Si te digo, no pienses en un prado verde, ¿a que estás pensando justamente en esto? Por eso, la habitual estrategia de “no voy a pensar” o “elijo no obsesionarme” no funciona. Al igual que si me digo, no voy a tirar de las riendas fuerte, tampoco funciona porque no se trata de no hacer, sino de hacer de una determinada forma. Al igual que un caballo lleva las riendas en conexión con el cuerpo del jinete, la mente también tiene sus riendas, que no es más que la atención. Según a qué orientemos nuestra atención, nuestra mente se desbocará o de lo contrario va a calmarse y a centrarse en lo que nosotros elijamos.

Triángulo de la atención

Una forma sencilla de encuadrar la atención es a través del triángulo de la atención, utilizado en el mindfulness. A grosso modo, existen tres fenómenos en los que podemos centrar nuestra atención: pensamientos, emociones y sensaciones. La mayor parte del tiempo estamos centrados en nuestros pensamientos. Los pensamientos van desde una simple idea, a una sofisticada historia. Los pensamientos son información con una carga energética y otra somática o de sensaciones. La carga energética son las emociones que activan la acción del cuerpo. Por ejemplo se despierta la sensación física de hambre, pienso en una fruta, la encuentro y me la como. El pensamiento se disipa y la sensación también. En cambio, imagina que estoy a dieta. Tengo la sensación de hambre, pienso en comida pero no como. Cada vez pienso más en comida. No puedo parar de pensar en comida. Pero sigo sin comer. La comida se convierte en una obsesión. Cuando me doy permiso para comer, me desboco y como demasiado. Así es como fracasan muchas dietas restrictivas, generando apego justamente hacia aquello que queremos modular.

Algunos trastornos mentales como la depresión o la ansiedad se pueden entender como resultado de instalarse en ciertos tipos de pensamientos, emociones y estados físicos durante demasiado tiempo. Si realmente fuese así, bastaría con trabajar la atención de cierto modo para poder salir de estos estados. Pues eso es lo que justamente demuestra un estudio pionero en el que se han comparado los resultados de tratamientos de personas con desórdenes de ansiedad por una parte con fármacos, y por otra, a través de un programa de mindfulness de ocho semanas, es decir un entrenamiento práctico de la atención. El entrenamiento de la atención se está demostrando beneficioso no solo para desórdenes de ansiedad sino también para curarse y no recaer en trastornos depresivos.

Entrenar la atención se puede hacer de múltiples formas y no hace falta tener ningún trastorno mental para hacerlo. La clave para reequilibrar la mente es dejar de poner la atención en los pensamientos y llevarla a las sensaciones físicas: respiración, tacto, olor, ruidos, sabores… sea lo que sea que estás haciendo. Enfocar la atención en las sensaciones afloja el vigor de los pensamientos, con lo que cada vez resulta más fácil observarlos como meros objetos de la consciencia, y lo mismo ocurre con las emociones. Con la práctica uno aprende a calmar la mente, descubriendo en ella una aliada, con quién cabalgar con gracia los altibajos vitales.

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Dani Alves y las culturas de violencia

Este artículo no es únicamente de Dani Alves. Aunque las pruebas que se han filtrado a la prensa sobre la presunta agresión sexual del futbolista brasileño apuntan a su culpabilidad, habrá que esperar al juicio para salir de dudas.  Con independencia de su culpabilidad o inocencia, nada más salir la noticia, algunos de los comentarios de sus defensores iban en la linea de un tipo como él, que puede tener a cualquiera, no necesita hacer eso. Mas esta afirmación erra el tiro, porque las agresiones sexuales no son de personas necesitadas de sexo.

Al igual que el acoso laboral no es de alguien que necesita ser un hijo de puta en el trabajo. Ni tampoco el perpetrador de bullying o acoso escolar no acosa porque no sabe hacer otra cosa. Tanto las agresiones sexuales, como el acoso laboral o el acoso escolar tienen una pauta en común: los acosadores acosan porque pueden. Porque han hecho un uso abusivo de su poder y nadie les ha parado los pies. Plácido Domingo empezó a abusar, no pasó nada y siguió haciéndolo durante años. El patrón del abuso de poder siempre es el mismo: de alguien más fuerte frente a alguien más débil. El más fuerte lo puede ser por distintas razones: por ser más fuerte físicamente, por tener más dinero – ambas características confluyen en Alves – por ser más popular, tener más status, por ser el jefe, etcétera. El abusador deshumaniza al otro colgándole una etiqueta: de diferente, de maricón, de puta, de carne de cañón escolar…lo que legitima la agresión.

(Marco Bianchetti, UNSPLASH)

Cualquier acosador necesita de una cultura que arrope la realización de sus acciones. La cultura encarnada por las personas que rodean a acosadores y abusados, normaliza la violencia de cierto tipo de persona a cierto tipo de otra. Normaliza el hecho que la posible víctima es alguien de quien se puede abusar, por el hecho de ser mujer, tener un físico particular, hablar con cierto acento, cierta orientación sexual y un interminable etcétera. Por esta razón, lo preocupante de Alves, más allá de los hechos de la discoteca Sutton si el juez así lo confirma, es ¿a cuántas mujeres habrá agredido sexualmente sin que se hayan atrevido a denunciar? ¿Cuántos deportistas de élite habrán hecho lo mismo inmersos en una cultura de abuso y violencia sexual?

Tristemente, hoy día existen muchas culturas de violencia y van más allá de lo sexual. Por ejemplo son los casos de acoso laboral, en la que una persona es manipulada a través de mentiras, medias verdades y gran persuasión, lo que genera un impacto demoledor en la salud mental de la víctima, como constato a menudo en mi práctica de coaching.

De índole especialmente preocupante, por afectar a seres en desarrollo son los casos de acoso escolar que pasan inadvertidos en las escuelas porque sus responsables miran hacia otro lado, hasta que es demasiado tarde, como fue el caso de Kira López, la joven barcelonesa que se suicidó en 2021 con tan solo quince años. Las culturas escolares de violencia se ven hoy día amplificadas por las redes sociales a las que están sometidos los jóvenes, en las que la violencia verbal y psicológica florece descontrolada. Por fortuna la mayoría de casos de acoso escolar no terminan en suicidio, sin embargo, los supervivientes al mismo cuentan con un riesgo aumentado de sufrir como adultos problemas de salud mental, como ansiedad generalizada, ataques de pánico, agorafobia, depresión…

Un caso demoledor del impacto de una sobreexposición a culturas de violencia es el de la influencer Olympe. La joven cuenta con un pasado muy traumático,  marcado por el abandono de sus padres, abusos sexuales, violaciones, bullying…que ha derivado en una miríada de enfermedades mentales, llevándola a una situación en la que el sufrimiento de seguir en vida es demasiado grande, por lo que desea poner fin a su vida a través de la eutanasia asistida.

La responsabilidad para erradicar las culturas de violencia, sea en el ámbito que sea, es de todos. De las autoridades para crear marcos legislativos adecuados y hacer valer las leyes, de las organizaciones de ciudadanos para organizarnos y explicar cómo actuar en estos casos. Hace poco tuve el privilegio de asistir a una formación para padres para prevenir el bullying, a cargo de Carmen Cabestany de No al acoso escolar, y me fascinó el maravilloso trabajo que llevan a cabo.

Y por supuesto, la responsabilidad de erradicar las culturas de violencia está en mis manos, está en las tuyas. Cada vez que evites mirar a otro lado cuando te topes con cualquier manifestación directa o indirecta de estas culturas y hagas todo lo que esté a tu alcance para neutralizarla, estarás erradicando una parte del mal que de no hacerlo, camparía a sus anchas. Estarás sumándote a la corriente global comprometida en hacer de este mundo, un lugar para todos.

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Un antídoto frente a lo irreversible

En la película Irreversible, Monica Bellucci representa junto a su entonces pareja Vincent Cassel, a una joven pareja enamorada. Ella está embarazada, aunque todavía no se le nota. Salen de fiesta y ella decide volver sola, a lo que es brutalmente violada. Lo que más me impactó de la película fue el ir y venir del director, del futuro al pasado y otra vez al futuro. Su punto: la irreversibilidad de lo que nos ocurre.

Hace un par de días que a raíz de un accidente familiar, reflexiono sobre la irreversibilidad de la vida. Es fácil tener la sensación que la vida es un camino lineal que podemos recorrer hacia adelante, y si se nos olvida algo podemos volver atrás. Sin embargo, casi todo lo que nos ocurre en la vida o lo que hacemos, tanto lo bueno, como lo difícil es irreversible. Te detectan un cáncer y te tienen que extirpar un pecho para salvarte. Tu cuerpo ya no volverá a ser como antes. Estalla la guerra en tu país, como ocurre en Ucrania, pierdes tu trabajo, tu casa, tus posesiones y te ves forzado a empezar de nuevo como refugiado en otro país. Pasarán años antes de que puedas volver y cuando lo hagas nada será igual. Tu pareja te ha sido infiel lo que es irreversible. Puedes decidir obsesionarte en lo injusto que es, o seguir con la vida, dejándole o perdonándole. A raíz de cualquier shock es fácil quedarse anclado en lo ocurrido, en el pasado. Y mientras nos quedamos allí, en lo que  nos pasó, la vida nos pasa…de largo.

Si pudiera volver atrás y cambiar esto o aquello. Pero no, no podemos. En el espejismo del tiempo, la vida solo va hacia adelante. Y cuando un golpe muy grande nos enroca en «lo que pasó», respirarlo, integrarlo y volver a fluir con el río de la vida es lo más sabio que podemos hacer. Para saber si estás enrocado es muy fácil: tu mente está dando vueltas a lo que pasó, porque pasó, como pudiste haberlo evitado, o cualquier versión de esto,  mientras que parte de tu cuerpo está bloqueado. Para volver al río de la vida es preciso relajar el cuerpo para soltar el trauma, y dejar de pensar en aquello, llevando la atención al momento presente. Hacerlo no una vez, sino las que haga falta siempre con amabilidad, como nos recuerda el mindfulness.

La irreversibilidad de la vida se me antoja como un escritor chiflado que nos tatúa a fuego lo que nos va ocurriendo, en nuestros cuerpos y en nuestras mentes. No podemos elegir el dibujo de los tatuajes pero podemos elegir el significado que les damos y la forma en cómo los llevamos. Pongamos por caso lo ocurrido a la víctima de la presunta agresión sexual de Dani Alves. En caso de ser verdad la agresión, la joven no va a poder cambiar lo ocurrido. Su cuerpo y su mente pueden sanar y curarse pese a la agresión pero no la olvidarán. Sin embargo, haciendo valer la verdad frente a lo ocurrido, con ánimo de que se haga justicia y rechazando la indemnización de la defensa para comprar su silencio, la joven ha tomado valientemente su inalienable poder. Al hacerlo se ha convertido en un agente de cambio, inspirando así a otras personas que han sido agredidas.

La irreversibilidad de la vida como un escritor chiflado que nos tatúa lo que ocurre en el cuerpo y la mente (Kristian Angelo, UNSPLASH)

Pero no solo lo malo nos puede atrapar cual telaraña maldita. También lo bueno. En mis programas de coaching a menudo acompaño a personas que se han quedado ancladas en la época dorada de un puesto de trabajo, una relación sentimental o cualquier otro momento vital que ya no existe. Y la trampa es la misma. Nos dejamos secuestrar inconscientemente por lo bueno que nos pasó como excusa para no estar presentes a lo que somos, a lo que sentimos, a lo que nos llama, a lo que ocurre ahora.

El antídoto de nuevo es soltar. Bendecir y soltar. Aceptar y soltar. Curarse lo suficiente y soltar. Plantándonos así en el fuego del momento presente, en el que a pesar del dolor, las injusticias o las bendiciones recibidas, como escribía Martí y Pol, todo está por hacer y todo es posible.

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Kintsugi relacional o cómo reparar el daño en tus relaciones

En mi último post hablaba de cómo a veces, y no me cansaré de remarcar que solamente a veces, es necesario olvidarse de las formas o pasarse de la raya. Cuando lo hacemos es posible lastimar algunas sensibilidades. Sin embargo, el hacer daño a otros no pasa solamente por perder las formas. Es la dinámica de las relaciones en sí misma, nuestros modelos mentales y diferencias que propician el inevitable y necesario rifi-rafe relacional.

Si eres una persona perfecta, que siempre está en lo justo y acertado y logra ir por la vida sin herir a nadie, no sigas leyendo este post. Si en cambio eres como la mayoría de la humanidad, un ser imperfecto, que ama, que siente y que de vez en cuando hiere a los demás, este post es para ti.

Quien bien te quiere, te hará sufrir, reza el refrán. Y por las mismas, si quieres bien a alguien, date por seguro que en algún momento le harás sufrir. Cuando esto ocurra no es preciso que te sientas la peor persona del mundo, ni tampoco que te ahogues en un mar de vergüenza, dolor y arrepentimiento, aunque si necesitas probar cualquiera de estas medicinas, adelante, puede que te hagan bien. En cualquier caso, si la persona y la relación te importan, no puedes quedarte ahí. Tienes que dar otro paso y este paso se llama REPARAR.

(Simon Lee, UNSPLASH)

Reparamos el coche, reparamos el lavaplatos, reparamos un jarrón. En cambio, cuando se trata de relaciones, parece que no existe lo de reparar. O todo va bien o rompemos. Falta un verbo cuando se trata de reparar relaciones, cuando se trata de reparar el daño emocional, de reparar la comunicación, de reparar el vínculo.

Reparar el daño que hemos hecho a otros asemeja a curar la relación. Existe una herida y necesita cuidados. Una vez te determines a dar el valiente paso de reparar, ahí van unos pasos no lineales, para orientarte en el proceso:

  • SIN DEFENSAS. Cuando te orientas a reparar una relación te acercas a un territorio devastado después de una guerra. Por ello te animo a disponerte al encuentro sin defensas ni expectativas. No esperas nada del otro, especialmente no esperas que comprenda tu punto de vista, ni que reciba tu intención de reparar. Si te llega alguna bala o estalla alguna granada olvidada en el campo de batalla, no te defiendas sino que recibe la metralla con toda la calma de que dispongas.
  • RECONOCE EL DAÑO. Un paso fundamental es reconocer en palabras que – al margen de nuestras intenciones – hemos hecho daño al otro, a la relación. Esta parte facilita que el otro se sienta visto en su dolor y le anima a compartirlo.
  • ESCUCHA lo que la otra persona tiene que decir. Este es el momento de abrirse a la magnitud de la herida del otro: lo que ha supuesto para él, cómo se siente, dónde lo siente…
  • RECIBE EL DOLOR del otro que viene de ser expresado. Cuando la otra persona expresa su dolor en palabras y gestos, es necesario parar y respirar. Sentir su dolor en nosotros como si fuese nuestro, porque de hecho lo es. A veces puede ser útil expresarlo con nuestras propias palabras, para asegurar que le hemos entendido, dejándonos corregir en caso contrario.
  • EXPRESA EL AMOR que sientes por el otro y pregúntale: ¿hay algo que pueda hacer para reparar lo ocurrido? Si la respuesta es factible, pues manos a la obra.
  • SIGUE ADELANTE. Sea cual sea el resultado de tu acción reparadora, sea un acercamiento y curación de la herida, un irreversible desangre, o cualquier situación entre ambas, tienes que seguir adelante. Seguir adelante significa desapegarte de lo ocurrido y centrar tu atención en el fluir de la vida.

El arte japonés del kintsugi consiste en aplicar pasta de oro en las grietas donde una pieza cerámica se rompió, volviéndola así más bella. Las relaciones no son distintas, y por eso, a través del delicado arte de repararlas, cada tropiezo, cada grieta, cada rotura de una relación es una oportunidad de oro para embellecerla, fortalecerla y despertar al valor de la misma.

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Aprender algo nuevo: por qué ser un petardo en algo sienta fenomenal

Este año estoy aprendiendo a montar a caballo y a jugar al ajedrez. Soy una petarda en ambas disciplinas pero me lo paso genial. Aprender algo nuevo es maravilloso. Recuerdo cuando entré a fondo con la acuarela. Hacerlo cambió para siempre mi forma de mirar, de percibir la luz y los matices de las formas. También mi relación con el agua. Porque con la acuarela cuando uno pinta no pinta solo, pinta con el agua. Ella tiene su agenda, sus formas y sus dones ocultos, por lo que estar en diálogo con ella es imprescindible.

Las personas que aprenden nuevas disciplinas son las que se mantienen más jóvenes de espíritu como constato en mi práctica de coaching, por eso es una práctica que recomiendo a cualquier edad. Julia de diecinueve años está aprendiendo alemán con Duolingo. César de casi sesenta está redescubriendo la fotografía como una práctica de consciencia plena. Diego en plena transición profesional se resiste a aprender algo nuevo y es precisamente esa resistencia la que le bloquea en considerar un cambio radical de trabajo, por lo que la exploramos en sesión.

BUENO PARA REDUCIR EL STRESS Y PARA EL CEREBRO

Varios estudios demuestran que aprender algo nuevo ayuda a reducir el stress, promueve la generación de nuevas conexiones neuronales activando nuestro cerebro y neutraliza la pérdida de capacidades cerebrales que tienen lugar con la edad, como la pérdida de memoria a corto y largo plazo.

(Leigh Nels, PEXELS)

DINAMITA PARA EL EGO

Sin embargo, uno de los impactos más beneficiosos de aprender algo nuevo es que molesta a nuestro ego. Lo incomoda porque lo destierra de su zona de confort. El ego quiere controlarlo todo, quiere que todo sea previsible y quiere quedar bien. Sin embargo, cuando estamos aprendiendo algo de cero, es imposible controlar nada y ahí radica la gracia del asunto: situarnos en la mente del principiante. En ella no hay nada que demostrar. Estamos abiertos, receptivos, atentos. Seguramente seamos un petardo al principio…¿Y qué? Iniciarnos en algo nos facilita estar plenamente presentes…¡igual que los niños!

UNA NUEVA MIRADA

Practicar una nueva disciplina, un nuevo idioma, un nuevo deporte, un nuevo arte…tiene la capacidad de abrirte los ojos al hecho que todo es nuevo cada momento. No volverás a cortar las mismas verduras otra vez. La cena de hoy será única en su contenido, estado de ánimo y personas que te acompañarán – puede que sean las mismas pero serán diferentes. No habrá otro enero como este, ni una luna llena como la de este mes. Esta consciencia te permite despertar del letargo de tu cinismo. Esta consciencia te permite despertar de la anestesia del “sé como son las cosas”. Esta consciencia te permite recibir la vida como lo que verdaderamente es: un regalo.

Sea cual sea tu edad o circunstancia, que no te importe ser un petardo aprendiendo algo nuevo. Te sentará fenomenal.

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El príncipe Harry, sacar los trapos al sol y la paz mental

Para el regocijo de la prensa amarilla, Harry el príncipe inglés exiliado en California se está desquitando. Después de una jugosa entrevista con Oprah, la serie documental con su mujer Meghan Markle en la que se explaya sobre su vida y experiencias, acaba de publicar sus memorias “En la sombra”. Es posible que si no todo, la mayoría de lo que relata sea verdad. ¿Sin embargo, cual es su intención al hacerlo? Tal vez sea ajustar cuentas con su padre y su hermano. Quizás sea enfatizar las raíces coloniales y racistas del imperio británico. Puede que quiera demostrar al mundo quién realmente es. Tal vez su intención sea ponerse en el punto de mira, convirtiendo así a su libro y sus otros productos en fenómenos súper ventas. No hay manera de saberlo con seguridad. A raíz de sus formas, hay algo que seguramente no está buscando: la paz mental.

¿Qué valor cultural y social le damos a la paz mental? poco. Sin embargo la paz mental es fundamental porque es lo que nos permite estar cómodos en nuestra piel y cultivar relaciones sanas. La paz mental nos permite la concentración. La paz mental nos permite navegar los altibajos de la vida sin que se nos lleven por delante.

Por otro lado, decir lo que uno piensa muchas veces empeora las cosas. Hablar nos complica la existencia porque en una aplastante mayoría de las veces, nuestras percepciones son sesgadas. Entonces, aunque creemos comunicar la verdad, no lo hacemos. De esta forma, con nuestro compartir sesgado y carga emocional negativa generamos más conflicto del que existía antes, en una cadena de acción-reacción de consecuencias imprevisibles.

Enrique, duque de Sussex, sigue el cortejo fúnebre durante el funeral de su abuela, la reina Isabel II.EP

Otro inconveniente de sacar cosas del pasado y removerlas en público, es que al hacerlo nos mantenemos atados al pasado. Si guardas temas del pasado, airearlo a las personas a quienes haces responsable de ello no te libera, sino que a menudo hace todo lo contrario: refuerza tu sentimiento de víctima.

No existe una receta infalible para saber qué es lo apropiado en cada momento, si hablar y sacar los trapos al sol o callar y optar por un trabajo interior. Por mi experiencia como coach, lo que atestiguo es que el trabajo interior siempre es recomendable. ¿Cómo? Pues escribiéndolo en un diario, con sesiones de coaching, haciendo arte terapia…Considerar el filtro de las tres puertas también te puede ayudar. Es probable que durante el proceso decidas que ya no necesitas compartirlo con otras personas. Y si aún así decides hacerlo, lo harás desde un espacio más centrado y menos reactivo, lo que siempre es favorable.

Antes de compartir o airear algo espinoso considera tu paz mental y la posibilidad de hacer trabajo interior. Sobre todo, no te inspires en el príncipe Harry.

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