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¿Cómo afrontar la tormenta imperfecta de las vacaciones? La paciencia como aliada

En conversación con Ana, una amiga que justo había regresado de un viaje de un mes con su pareja en Australia, me decía, verás, durante el año, somos como dos barcos que navegan cada uno por sus aguas. Nos encontramos en el puerto de las comidas, las cenas y alguna actividad. El resto del tiempo, vamos a nuestro aire. De modo que este viaje podría haber sido un infierno, ya nos conoces…sin embargo, estuvo genial, decía sorprendida, como si juntos hubiesen batido un record olímpico.

¿Cómo te explicas que fuera tan bien? le pregunté. Bueno, pues creo que tiene que ver con el trabajo introspectivo y la meditación. Me han ayudado a a desarrollar la paciencia y esto lo cambia todo.

Al igual que para Ana, para algunos de nosotros se avecinan días de vacaciones y con ellos la tormenta imperfecta de los conflictos familiares. ¿Y si la paciencia fuese una aliada? La paciencia como cualidad humana suena anticuada y aburrida. ¿Quién quiere ser paciente en tiempos líquidos, en tiempos de fast and furious, en tiempos de lo quiero, lo tengo? Una interpretación superficial y equivocada de la paciencia, es tomarla como la virtud de los débiles, de los sumisos, de los pasivos. En contraste, en su libro Paciencia, Gabriella Caramore traza los vínculos entre la paciencia, el coraje y la esperanza desvelando dimensiones activas y poderosas de la misma.

LA PACIENCIA NO SE TIENE, SE CULTIVA

En el caso de la paciencia el lenguaje no ayuda, pues parece que o bien uno nace con paciencia, o no hay remedio que valga. Siempre me había dicho a mi misma que no tenía paciencia. Hasta que con la maternidad me di cuenta que más me valía desarrollarla por mi bien y el de todos. Entonces sustituí el “no tengo paciencia” por el “bebo de un pozo de paciencia infinita”. A la semana, mi pareja lo notó, vaya, veo que tienes mucha más paciencia con la niña. ¡Funcionaba! De modo que un primer paso para empezar a cultivar la presencia es cambiar la narrativa que tienes respecto a ella. Si has vivido bajo la maldición de decirte que eres impaciente, puedes romper el hechizo dando la vuelta a esa creencia, sustituyéndola por una que te anime a practicar esta estoica virtud.

NO VA SOBRE TI

Al examinar escritos clásicos y textos sagrados, Caramore pone de relieve que es el arduo cultivo de la paciencia lo que tienen en común Ulises, Moisés, Abraham, Job, Krishna y por supuesto Jesús. La paciencia de cada uno de ellos se forja en las circunstancias más difíciles: a las puertas de la muerte, a punto de entrar en el campo de batalla, en medio de la enfermedad, en plena traición de quienes se hacían llamar amigos… y tiene un motor común: se enfoca en el bien superior por encima de las propias preferencias.

PACIENCIA Y SUFRIMIENTO

Es ése sentido expandido del yo lo que nos conecta a las necesidades del otro o del sistema, en contraste con lo que a uno le viene en gana, lo que nos da la motivación, el temple y la fuerza para ser pacientes. Sin embargo, la paciencia no es un rendirse a las necesidades del bien común o del otro de forma ciega. Las palabras de Shantideva sobre la paciencia – kshanti en sánscrito -, una de las seis paramitas o perfecciones budistas apuntan más allá:

No debo ser impaciente,

con el calor y el frío, el viento y la lluvia,

la enfermedad, el cautiverio y las palizas;

ya que si lo soy, el daño que me causan aumentará.

Según Shantideva la impaciencia aumenta el daño de las condiciones que causan sufrimiento. Esto es así porque en la impaciencia hay un resistir, un rechazo a lo que es. En cambio en la paciencia habita la confianza de que todo lo que sucede, todo lo que nos ocurre puede ser recibido y aceptado.

(Adam Kring, UNSPLASH)

PACIENCIA BAJO LA TORMENTA

La paciencia es la actitud que permite según Rilke1 “llevar algo dentro hasta su conclusión y luego darlo a luz; dejar que cualquier impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio entendimiento, hasta quedar perfectamente acabado”. Aunque Rilke habla del proceso creativo, su enfoque se puede aplicar a cualquier experiencia: a la relación con un hijo, a una crisis de pareja, a una enfermedad, a una transición profesional… En estos casos no se trata tanto de hacer o no hacer, sino de poner en práctica una actitud de escucha curiosa pero sin agenda que nos permita intimar con la situación recibiéndola con amabilidad. Recibiéndola con amabilidad “como el árbol que no apremia a su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca llegue otro verano. A pesar de todo el verano llega, pero solo para quienes saben tener paciencia y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad”.

 

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(1) Cartas a un joven poeta. Rainer María Rilke