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Miedo amigo (II): mostrarse uno mismo

La carta a la ciudadanía del presidente del gobierno español Pedro Sánchez anunciando un periodo de reflexión sobre si continuar en el cargo y sus motivos puede interpretarse de muchas formas. Algunos la señalan como una mera maniobra política. Otros la interpretan como un síntoma de alguien que intenta jugar limpio en una democracia enferma. Muchos han sido los que se han puesto las manos en la cabeza por el contenido de la carta, en concreto por el penúltimo párrafo: «Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día si y día también.»

Estamos tan poco acostumbrados a que los políticos muestren su humanidad como ha hecho Sánchez nombrando el amor que siente por su su mujer, que una mayoría no ha dudado en atacarlo por ello. Uno de los frenos a mostrarse es la cultura dominante. La cultura marca sin palabras lo que es posible hacer o decir y cuando uno se plantea salir del guión cultural nace el miedo a mostrarse.

Juan, empresario y padre de familia – protagonista de una de las historias reales de Da vida a tus sueños-, se sentía inadecuado igual que Moisés, referido en mi post anterior. Tenía miedo de que si se mostraba tal y como era, su fuerza avasallaría a su equipo. Por esta razón su estilo de comunicación era amigable y siempre intentaba que nadie se sintiera incómodo. Cuando en el trabajo por discrepancias surgía tensión en una conversación, Juan la reducía con su sentido del humor, boicoteando su rol de directivo.

El miedo a mostrarse viene acompañado de estar demasiado centrado en uno mismo. Es una combinación de tomarse demasiado en serio, querer encajar con la cultura establecida y tener cierto complejo de inferioridad. El miedo a mostrarse se trasciende por la vía del medio. Sin necesidad de endiosarnos, ocupamos nuestro lugar con confianza y la mejor intención, sabiendo, que somos seres falibles y que no todo está en nuestras manos. Esta orientación nos permite dar un paso, luego otro y aprender en el camino.

Y eso es precisamente lo que hizo Juan, poco a poco empezó a mostrarse más en su rol de líder de la organización, lo que propició profundas transformaciones tanto en la organización como en su vida privada.

El miedo a mostrarse también se detecta por la incapacidad de marcar límites o las dificultades en decir que no. Cuando este miedo me arrastra, me encuentro siguiendo la corriente de agendas y proyectos que no tienen que ver conmigo. Es como representar el papel que esperan los otros de ti, diciendo que sí a sus propuestas sin haberlo consultado con el jefe, es decir, tú mismo. Cuando siento que he caído en la trampa, al igual que Sánchez, me tomo tiempo para reflexionar y la claridad de la respuesta no se hace esperar. A veces es un no rotundo. En otras ocasiones es un sí, pero más adelante. Sin el miedo a mostrarnos, podemos exponer con respeto pero sin tapujos nuestras condiciones.

Chica desenfocada

(Matias North, UNSPLASH)

Cuando trascendemos el miedo, nos damos cuenta que encarnar la verdad y mostrarnos son las fuentes de poder positivo más elevadas de que disponemos. Marianne Williamson lo expresa con elocuencia en Nuestro miedo más profundo– mi traducción:

 

Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.

Nuestro miedo más profundo se debe a que somos inmensamente poderosos.

Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta.

 

Nos preguntamos:

¿Quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso, maravilloso?

En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?

Eres un hijo de Dios.

Hacerte pequeño

no le sirve al mundo.

No hay nada valioso en encogerte

para que otras personas no se sientan inseguras a tu alrededor.

 

Todos estamos destinados a brillar,

como hacen los niños.

Nacimos para manifestar

la gloria de Dios que está dentro de nosotros.

 

Esto no les ocurre solamente a algunos de nosotros; sino a todos.

Y al dejar que nuestra luz brille,

inconscientemente damos permiso a los demás para que hagan lo mismo.

Al liberarnos de nuestro propio miedo,

nuestra presencia automáticamente libera a otros.

 

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Miedo amigo (I): afrontar la verdad

El miedo a morir es un miedo fundamental a examinar para no quedar paralizado en su red. Se viste de muchas formas: miedo a volar, miedo a la enfermedad, miedo a la pérdida de un ser querido y en su base está la falta de confianza en la vida. Una forma de trabajarlo es domando la mente a través de intimar con la emoción y sus creencias subyacentes.

En este post quiero examinar otro de los miedos comunes que encuentro en mi práctica de coaching y que bloquean el potencial de las personas. Se trata del miedo a decir la verdad y vivir de acorde a ella.

Cuando Ana– testimonio real de mi último libro – vino a mi consulta de coaching, lo hizo cargando el peso de dos secretos. Tenía miedo a que decir la verdad y actuar de acorde a ella acabara con su carrera y sus relaciones más importantes. Sin embargo, era precisamente sostener estos secretos lo que estaban minando a Ana por dentro.

Encarnar la verdad en el seno de uno suele ser complejo. A nivel personal una forma en como la verdad me confronta es cuando hay un tema que me interpela a escribir pero al mismo tiempo me da respeto ahondar en él. Al principio me siento torpe y a menudo preferiría no hacerlo, sin embargo, sé que si no honro esta llamada, mi flujo creativo se bloquea.

(UNSPLASH)

El miedo a encarnar la verdad haciendo aquello a lo que estamos llamados puede venir acompañado de tristeza, rabia o frustración. Puede ser que el problema sea demasiado grande y que nos sintamos inadecuados. Una historia que encapsula esta dinámica es la del arbusto en llamas del Antiguo Testamento. No se trata de un bosque entero ardiendo lo que ve Moisés, pues entonces lo vería todo el mundo, sino algo pequeño, una mata en llamas pero que no se consume. Al acercarse al matojo escucha la voz de Yahvé que le encomienda liberar al pueblo judío del yugo egipcio. Al escuchar la misión, Moisés duda, se siente inseguro, argumenta que no es capaz. Yahvé le insiste y acaba cediendo, abrazando su verdad, no sin pocas dificultades.

Por abrumador y dificultoso que sea abrazar nuestra verdad, no seguir su llamado o negarla nos sitúa en la mentira. El autoengaño de mantenerse en lo conocido, lo cómodo, lo previsible empequeñece nuestra vida y nos resta vitalidad.

Una vez nos convencemos que lo único que vale la pena es vivir de acorde a la verdad, ¿Cómo lo hacemos? El poema Lanzar los dados de Charles Bukowski da una orientación:

 

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.

De otra forma ni siquiera comiences.

 

Si vas a intentarlo,

ve hasta el final.

 

Esto puede significar perder novias,

esposas, parientes, trabajos y, quizá tu cordura.

 

Ve hasta el final.

 

Esto puede significar no comer por 3 o 4 días.

Esto puede significar congelarse en el banco de un parque.

Esto puede significar la cárcel.

Esto puede significar burlas, escarnios, soledad…

 

La soledad es un regalo.

Los demás son una prueba de tu insistencia, o

de cuánto quieres realmente hacerlo.

 

Y lo harás,

a pesar del rechazo y de las desventajas,

y será mejor que cualquier cosa que hayas imaginado.

 

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.

 

No hay otro sentimiento como ese.

Estarás a solas con los dioses

y las noches se encenderán con fuego.

 

Hazlo. Hazlo.

Hazlo. Hazlo.

 

Hasta el final.

Hasta el final.

 

Llevarás la vida directamente a la perfecta carcajada.

Es la única buena lucha que existe.

 

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Todo lo que quieres está al otro lado del miedo

Llevo unos días en los que el miedo está presente. Se acerca una circunstancia compleja lo que despierta en mi todo tipo de fantasmas. El magnetismo del miedo se revela cuando logra reclutar a otros miedos a su alrededor, montando, si me descuido, una terrorífica juerga.

Fue después de vivir un terremoto de fuerza ocho en Perú que empezó mi miedo a volar. A la mínima turbulencia de vuelo, mi cuerpo se ponía en estado de alerta, seguido por un miedo atávico y luego pánico en estado puro. Durante esta época de mucho viajar recuerdo las caras de las azafatas al darse cuenta de mi fobia: “pobrecita, solo le quedan doce horas por delante” parecían pensar. En una ocasión se sentó a mi lado un piloto de avión, que captó al instante mi estado emocional. Entablamos conversación y se me ocurrió preguntarle, “aunque pueda parecer que el avión se va a caer, ¿no hay para tanto verdad?”. “Bueno, unas turbulencias fuertes pueden llegar a romper el avión me dijo” con la seguridad de quien sabe de lo que habla. Justamente lo que necesitaba oír.

El miedo es una emoción paranoica, pues se preocupa por algo que todavía no ha ocurrido. En su mejor intención el miedo desea preservarnos, pues la posibilidad de que las cosas se tuerzan es real. El miedo entonces nos avisa con su mano helada para que estemos preparados.

(Kyle Trautner, UNSPLASH)

MIEDO & DESEO

El miedo está unido al deseo. Miedo a que ocurra algo o a que no ocurra. El miedo, sin examinar es un vector del apego, porque nos ata a una versión del devenir: lo que queremos evitar. Por esa razón el antídoto budista al miedo no es el coraje, sino el no apego. Cuando no estamos apegados a que las cosas sean de cierto modo, cuando hemos hecho las paces con nuestra condición de mortales e imperfectos, entonces el miedo se evapora. El camino que me mostró el miedo a volar era que yo no terminaba de confiar en la vida, sino que estaba apegada a una versión de la misma controlada por mi.

Algunos miedos se gestionan desde el ser. Otros necesitan del hacer. El budismo es una espiritualidad del ser, en lo que Ken Wilber denomina la corriente ascendente del espíritu, y su movimiento es el regreso al todo. Durante periodos intensos de meditación, lo superfluo desaparece y descanso en la plenitud del no hacer, de no buscar, de no aspirar. Fue así como mi miedo a volar se transformó en confianza.

Por otro lado, la corriente descendente del espíritu es la manifestación en el mundo del orden explicado de David Bohm. Al igual que una flor ansía abrirse, en nosotros existe una fuerza guía. En estos casos, el miedo es a la vez un indicador de lo que es importante y un bloqueo de esta corriente que precisa ser atravesado. Se transita a través de la acción consciente teñida de titubeos, torpeza, incomodidad, inseguridad, ridículo…para en el proceso revelar nuestro potencial.

En el próximo artículo te comparto algunos miedos frecuentes y cómo atravesarlos.

Nota: el título del artículo es una cita del autor Jack Canfield.

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¿Conoces la fuerza que encapsula la historia de tu vida? Conecta con ella en tres sencillos pasos

Cuentan la historia de que en una tribu africana, cuando nace un niño, crean una canción única para él o ella y se la cantan. A medida que crece, continúan cantándosela. Cuando esta persona se hace adulta y se mete en problemas, todos los miembros de la tribu la rodean y le cantan la canción, recordándole de forma amorosa quién es y lo que ha venido a hacer.

Cada uno de nosotros tiene una canción única que se escucha a través de nuestra historia. Por esta razón, en los talleres de liderazgo CIYO hacemos un ejercicio que se llama Línea de vida. En el ejercicio, cada participante toma cinco o seis hechos significativos que más le han marcado en su vida y los representa cronológicamente de forma gráfica en un papel o con símbolos. Luego por grupos, en espacio de cinco minutos, cada participante relata su historia, ante la escucha atenta de las otras personas, que al acabar le comparten aquello que han apreciado.

Contar nuestra historia a otros y dejar que nos vean bajo esta luz es recordarnos. En inglés remembering ourselves, es decir remembrarnos, tomar a nuestros miembros vitales, trozos de nuestra historia que han quedado arrinconados u olvidados y recordarlos, etimológicamente llevarlos de nuevo al corazón, integrándolos en un todo.

(Mantas Hesthaven, UNSPLASH)

Lo contrario de permanecer en relación con tu historia es caminar disperso entre distracciones, entretenimientos y rutinas varias. Cuando no recuerdas tu canción, tu historia, la actualidad vociferada por internet, redes sociales y medios de comunicación te fragmenta en mil pedazos. Según Byung-Chul Han, cuando tu vida empieza a orbitar en torno a la información y no en torno a la narración, tu sentido del yo se vacía, tu experiencia es relegada y con ello, tu capacidad de entenderla y darle un sentido. Alejarte de tu historia también es perder vitalidad, ya que una vida sin dirección deshincha al cuerpo en un anodino ahora.

En Tu vida épica animo a los lectores a verse como protagonistas de su propia historia. Doy pautas sobre cómo relacionarse con la propia vida como una aventura que merece ser entendida, aceptada, apreciada y proyectada para darle un sentido profundo. Cuando lo logres, caminarás al ritmo de la felicidad que abarca toda la melodía de tu vida y no solo el instante de una selfie. Te invito a ponerte en camino, con estos en tres sencillos pasos:

  • Resérvate una hora sin distracciones ni interrupciones de ningún tipo. Toma papel blanco y lápices o rotuladores de colores. Divide tu vida en segmentos de 7 años: de los 0 a los 7 de los 8 a los 15, etcétera. Por cada segmento, toma un evento particular que te marcara particularmente. Pon nombre al período como si fuese el título de una película. Haz algún dibujo o símbolo que lo represente.
  • Ahora “lee” cada capítulo como si fuese una historia y tú su protagonista. Toma nota de cómo te sientes. Adopta una actitud de agradecimiento hacia todos los acontecimientos y tu rol en ellos por el hecho de permitirte llegar hasta el momento presente. Si te sientes inclinado a ello, compártelo con alguien de confianza.
  • Pregúntate: ¿Qué tendría sentido y te llenaría de vitalidad que sucediera en el próximo capítulo de tu vida – sabiendo que es imposible saber cuantos capítulos te quedan?

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Wish o la importancia de luchar por tus deseos

El domingo pasado fui con la familia a ver Wish: el poder de los deseos, la última película de Disney. Aunque los dibujos animados no me enloquecen y hubiese preferido ir a ver Napoleón, en la balanza personal pesó más el compartir.

La historia tiene lugar en una isla griega donde sus habitantes son muy felices porque todos sus deseos son escuchados por un guapo y benévolo rey. Sin embargo las apariencias engañan – ¡atención spoiler!: cuando a través de una ceremonia el rey recibe los deseos de los ciudadanos nada más cumplir dieciocho años, los embolsa en un conjuro mediante el cual los dueños de los deseos se olvidan de ellos y no consiguen cumplirlos. La heroína descubre la patraña y, enfrentándose a poderosas fuerzas oscuras, derrota al tirano, estableciendo un nuevo orden. Un arquetípico viaje del héroe que apunta a importantes reflexiones.

EN LA ADULTEZ EMPIEZA EL JUEGO

No es casual que en la película los deseos se entreguen al llegar al umbral de la adultez. La adultez, sea a los dieciocho o más adelante es el tiempo de dar espacio a nuestros deseos. No significa querer cumplirlos de inmediato o crear un drama si no lo logramos. Consiste en no olvidarse ellos por mucho que nuestro camino se tuerza. Si nuestros sueños fueran un hilo, el poema de Stafford Tal como es ilumina la trascendencia del proceso y la actitud a adoptar:

Hay un hilo que sigues. Avanza entre las

cosas que cambian. Pero el hilo no cambia.

La gente se pregunta qué persigues.

Les hablas del hilo.

Pero a los otros les cuesta verlo.

Mientras sujetas el hilo es imposible perderte.

Se producen tragedias; la gente se lastima

o muere, y tú sufres y envejeces.

Nada de lo que hagas puede detener el paso del tiempo.

Nunca sueltas el hilo.

Imagen promocional de Wish / Disney

EL PRECIO DE OLVIDAR TUS DESEOS

Mientras que reunir el coraje para apostar por los deseos propios, aquellos que parecen estar marcados en el ADN de uno, a menudo asemeja a dar un salto al vacío, el precio de olvidarlos es mucho más grande. En la película, las personas que han olvidado sus deseos estan a medias en la vida, han perdido parte de su presencia, de su luz y parece que una nube de confusión les acompaña. Es la narrativa del perdedor, de la persona que dice yo quería pero he tenido mala suerte, no pude terminar los estudios y ahora es demasiado tarde, tampoco encontraría un trabajo decente, puedo dedicarme a mis deseos en mi tiempo libre, etcétera.

Por otra parte, decidir ir a por nuestros deseos, no nos garantiza que vayamos a cumplirlos o que no fracasemos en el empeño. Lo único que nos asegura es vitalidad por estar en el buen combate, una vida con sentido y llegar al final con la consciencia tranquila.

Si has olvidado tus sueños no te agobies, estás a tiempo de recuperarlos. Encuentra la fuerza e inspiración para retomarlos en mi último libro: Da vida a tus sueños. Doce caminos para crecer y despertar.

 

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El hambre es el antídoto

En el clásico para creadores El camino del artista de Julia Cameron, una de las ideas principales es que para crear tienes que pasar hambre, es decir, aburrirte, no consumir contenidos, tener espacio y tiempo sin llenar. El impulso creativo nace del interior de uno pero solo se puede escuchar y seguir si existe suficiente espacio interior.

Sin embargo, en la sociedad digital el espacio interior de cada uno se consume rápidamente por series, redes sociales, noticias, y un largo y virtual etcétera. Lo trágico es que el espacio interior no es solo necesario para crear, sino para cultivar relaciones significativas, criar hijos, distinguir lo prioritario, tener sentido crítico…es decir, para vivir una vida plena.

(Lachlan Gowen, UNSPLASH)

A raíz del movimiento Adolescentes libres de móviles en el que participo, comentábamos con otras familias que proteger a nuestros hijos de las pantallas hasta que puedan hacerlo por ellos mismos es una de las luchas que nos ha tocado por haber nacido en este espacio y tiempo. Sin embargo, más allá de los niños, esta batalla es también para todas las personas que viven en esta época. La contienda se organiza en dos claros frentes: uno se deja colonizar por lo virtual o no.

Cuando lo virtual nos consume, nuestra inconsciencia crece,  las relaciones personales se resienten, aumenta el miedo, empeora la salud mental. Darte cuenta de que estás eligiendo esto es el primer paso para tomar cartas en el asunto y ayunar de pantallas.

Y es justamente cuando el hambre de contenidos empieza a apretar en forma de aburrimiento, ansiedad o nerviosismo que se abre la oportunidad de escuchar qué es lo que quiere este hambre, es decir tus deseos, tus sueños, tus anhelos.

Para volver a la vida el hambre es el antídoto.

 

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El regalo que el miedo esconde

Una vez un hombre caminaba de noche por un sendero. De pronto vio una serpiente enroscada y decidió dar media vuelta. A la mañana siguiente, al volver al mismo camino descubrió que en realidad la serpiente no era tal, sino una cuerda enroscada. Esta parábola de la filosofía Vedanta ilustra cuán errada puede ser nuestra percepción y en consecuencia nuestras acciones.

Esta semana ha sido una semana de miedos grandes, en relación a temas personales y colectivos. El miedo me contrae y me hace respirar de forma superficial. El transcurrir del momento cobra matices de película de suspense, mientras a mi alrededor se arman desesperadas tramas.

Aunque hace unos años, dando por reales mis interpretaciones, habría pasado a la acción de inmediato, en esta ocasión pude enfocarme en la historia que contaban mis miedos. Respirar hondo, no hacer nada aparte de descansar en la incertidumbre, y pedir lo contrario a la historia del miedo a través de la oración.

(Michael Dziedzic, UNSPLASH)

Mientras que el miedo susurraba todo aquello que no quería que pasara, es decir una visión terrible, era precisamente esa visión la que me informaba de lo que realmente quería. Aquello que nos da miedo que ocurra si le damos la vuelta, nos informa de aquello que deseamos, de nuestros sueños.

Es entonces cuando miedo, visión y oración se encuentran. El miedo informa de lo que tiene valor, la visión es la realidad positiva al otro lado de la proyectada por el miedo y la oración consiste en centrarse en esa visión, una y otra vez, generando así las condiciones para darle vida.

A los pocos días descubrí que uno de mis miedos no era una serpiente, sino una cuerda enroscada. Mi cuerpo se deshinchó como un balón. Me sentí un poco ridícula por el agudo sesgo de mis percepciones y también agradecida por el regalo que esconde el miedo: una visión a cultivar.

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El arte de esconderse o por qué tu timidez es un valor al alza

Personas cercanas y no tan cercanas a menudo me recriminan no tener el móvil siempre encendido. Eres de las personas menos disponibles…Claro, te llamo y raramente respondes. Al principio me defendía diciendo que siempre respondo a la llamada cuando la veo, sin embargo, hace ya tiempo que dejé de hacerlo. Me di cuenta que no estar disponible en la sociedad de la transparencia y la productividad es contracultural.

La accesibilidad en las comunicaciones ha facilitado la eliminación de distancias relacionales. La distancia relacional se erosiona cada vez que al conocer a alguien, te busca por redes y empieza a chatear contigo como si fueseis amigos de toda la vida. Se genera entonces una forzada intimidad que a menudo es atractiva por una parte, pero indeseada por la otra.

Te contacta un conocido de la facultad al que no has visto en veinte años, con el que hablaste contadas veces. Te interpela como si el tiempo no hubiese pasado. La parte que toma la iniciativa espera, casi exige, que se le responda de inmediato. Y tú, te sientes mal, casi con la obligación de ser educado, pobre, que no se ofenda. Sin embargo él no se plantea si está siendo invasivo o agresivo. Ante esta situación, te queda seguir con el código de la transparencia, diciendo que no te sientes cómodo, o escuchar a tu timidez.

(Crazy Cake, UNSPLASH)

En nuestros días, la timidez es un raro valor al alza. La timidez nos invita a velar la transparencia y volvernos invisibles durante unas horas, unos días. No compartir, no decir, no opinar de forma pública, en la red y tal vez de ninguna otra forma. La timidez es la guardiana del espacio interior, del tiempo de soledad para saber quien eres, lo que te da sentido y cómo llevarlo a cabo. La timidez es la que te permite decir hola al miedo real de perderte en lo exterior, sea lo exterior las relaciones con otros, lo virtual, un exceso de información o de pantallas. Al recibir al miedo, puedes honrar su inteligencia y tomar cartas en el asunto. La timidez es la puerta de la espiritualidad. Aquello que nos permite contactar con lo trascendente y llevarlo con nuestro gesto a la luz del mundo.

Mientras que la transparencia afirma que todas las cosas son iguales, todo tiene el mismo valor y tienes que estar abierto las veinticuatro horas del día, la timidez con su sabiduría es la maestra de los matices: esta relación es importante y esta no tanto; esto te hace vibrar, esto te deja indiferente; para esto tienes energía, para esto otro muy poca…

Aunque siempre hayas escuchado lo manido anda no seas tímido, no te engañes, la timidez is the new black. No dejes que te la arrebaten 😉

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Las pantallas y tú. ¿Lo virtual te llena o te vacía?

La revolución digital está alterando nuestra forma de ser y relacionarnos de formas insospechadas, casi sin darnos cuenta de ello. Con la digitalización, a grosso modo existen dos fuerzas contrapuestas. La primera es la fuerza que nos aísla los unos de los otros, aumenta el ruido interior y erosiona nuestra capacidad colectiva a través de dispositivos de distracción masiva. Esta fuerza nos convierte en adictos a las pantallas y a sus comunicaciones despersonalizadas, como articula Byung-Chul Han en su brillante ensayo En el enjambre.

Por otra parte, la digitalización facilita conectar con otros, compartir información y organizarse en grupos con una intención compartida, como por ejemplo el recién emergido movimiento Adolescencia libre de móviles.

La pregunta, ¿Cuál de las dos fuerzas gana, la de la distracción y la fragmentación o la fuerza de la conexión con los otros y con uno mismo? Es una pregunta que cada uno debe responder y que varía en función del momento personal y ciertamente colectivo. Robert D. Putnam advertía hace ya más de dos décadas en su célebre estudio, la tendencia a la reducción de todas las formas de contacto personal en EEUU, algo que dañaba la movilización social necesaria para una democracia sana. La digitalización con su inherente disminución del contacto personal nos empuja aún más al empobrecimiento colectivo.

En este sentido, no es casualidad que en una gran mayoría de mis programas de coaching, cuando la persona lleva la luz de la consciencia a su vida, emerjan de forma espontánea ganas de reducir el tiempo a actividades virtuales: paso demasiado tiempo en twitter, esto me altera y quiero dejarlo; me gustaría retomar la lectura en lugar de ver series cada noche, etcétera, son expresiones que escucho a menudo y sobre las que animo a tomar cartas en el asunto.

El profundo impacto de lo virtual se explica mediante dos vectores. El primero es la calidad de lo que ingerimos a través de las pantallas. El segundo es que el tiempo que pasamos en ellas.

(Alexander Grey, UNSPLASH)

Lo consumido a través de pantallas asemeja a lo que comemos. Hay comida que nos sienta bien y otra que daña nuestro organismo. Y de igual forma, dependiendo de la cantidad consumida y del momento, tendrá un efecto u otro. No es lo mismo comerse un plato de fabada antes de ir a dormir que hacerlo un domingo para comer. Sustituye la fabada por una película de horror y aplica lo mismo. Sin embargo, a otro nivel que con la comida, los contenidos que consumimos a través de pantallas comparten una intención: hacernos consumir más. No es un secreto que lo virtual tenga en su ADN un programa diseñado por expertos en persuasión conductual para engancharnos a sus contenidos.

Por otro lado, el tiempo que pasamos en actividades virtuales nos resta tiempo para hacer otras cosas, casi siempre más saludables y enriquecedoras, como compartir tiempo con personas queridas, hacer deporte, aprender algo, practicar una afición…

Hacerse consciente del impacto de lo virtual en la vida de uno y en los que le rodean es una de las cuestiones que, parafraseando al poeta Martí Pol, tenemos que afrontar por ser del tiempo en el que nos ha tocado vivir. Una lucha que, orgullosos o cobardes, no podemos desertar, pues tu lugar, no puede ocuparlo nadie más que tú.

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Da vida a tus sueños aunque te llamen loco

Hoy te comparto un fragmento de Da vida a tus sueños. 12 caminos para crecer y despertar, mi nuevo libro recién publicado, en el que se articulan doce historias de desarrollo personal de personas a quien he acompañado a través del coaching.

Portada Da vida a tus sueños

Portada del libro Da vida a tus sueños. / Desclée De Brouwer

“Jorge, a mitad de la cuarentena, llegó a mi práctica de coaching al borde del colapso. En el trabajo en una consultora de recursos humanos de Vigo, su altiva jefa no solamente le ignoraba, sino que intentaba fastidiarlo a las mínimas de cambio. Jorge continuamente veía formas de mejorar las cosas, sin embargo, al hacer propuestas, todo lo que salía de él era rechazado, cuando no ridiculizado.

El gran compromiso de Jorge con su trabajo y el montón de horas dedicadas no parecían contribuir a mejorar la situación. Por si esto fuera poco, en casa las cosas tampoco funcionaban. A cargo de su hijo de trece años y con apoyo mínimo de su ex, los dramas se sucedían uno a otro. El chico apenas le hablaba, y cuando lo hacía era para reprocharle cosas o criticarlo. También se ponía insoportable cada vez que le hacía respetar el tiempo acordado de videojuegos en línea.

Jorge no podía más. Se sentía solo y no sabía hacia dónde tirar. No veía qué podía hacer para cambiar estas dinámicas. Observaba su vida y le era imposible no sentirse víctima de sus circunstancias. Se decía a sí mismo que él no tenía la culpa de tener una jefa borde e incompetente. Ni de que la madre de su hijo no fuera más capaz y que todo fuera de mal en peor. Tampoco estaba en sus manos que su hijo se volviera cada vez más insoportable, pues es «lo que tiene la adolescencia», me decía.

¿Era todo esto verdad? Por una parte sí, pero por otra, radicalmente no. O mejor dicho, había una verdad mayor que Jorge estaba ignorando.

La habilidad de crear ficciones por parte del homo sapiens nos caracteriza como especie. Distinguir comportamientos, sacar conclusiones, crear una trama. Tal vez deberíamos habernos llamado homo «cuentens» por la forma como nos llegan a gustar los cuentos. Mientras que contar historias nos ha civilizado, nos ha permitido destilar valores para funcionar en sociedades cada vez más complejas, a nivel personal las historias pueden convertirse en cárceles despiadadas.

Las historias te aprisionan cuando te las crees, convencido de que eres el protagonista, y el resto, actores secundarios de la misma trama. En este contexto, la pesada condena que te has creado es una vida neurótica y alejada de tu potencial.” – Fragmento de Da vida a tus sueños. 12 caminos para crecer y despertar.

Por el hecho de ser reales, la historia de Jorge y todas las historias del libro tienen el potencial de resonar contigo, con tu humanidad, y de ayudarte a evolucionar como persona. Es mi deseo que las enseñanzas del libro conecten con tu momento vital inspirándote a crecer y a despertar. Y que, parafraseando a Mario Benedetti, te decidas a dar vida a tus sueños aunque te llamen loco.

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