Archivo de enero, 2024

¿Te han engañado? Descubre las orientaciones clave para gestionarlo

Hace poco he recibido una buena taza del agrio caldo del engaño, y todavía lo estoy gestionando. Que nos engañen es algo a lo que inevitablemente tenemos que enfrentarnos por el hecho de ser humanos. Si no te engañan nunca es tal vez porque no haces nada, asumir riesgos no forma parte de tus capacidades o simplemente estás viviendo a medias.

El cristianismo, al igual que el budismo contiene una sabiduría sobre la vida y su orden implicado, que la humanidad – a la luz de cómo nos va- está muy lejos de aprender. Fijémonos en sus enseñanzas sobre el engaño. La historia de Jesús de Nazareth – Lucas 22– encapsula uno de los mayores engaños que se puedan concebir. En su trama a la mejor persona, Jesús, le pasa lo peor. Esto la hace significativa porque describe la naturaleza injusta de la vida y sus lecciones aplican a todo tipo de engaños.

Frente al engaño, es natural sentir animosidad hacia el que nos ha engañado, querer devolver el tanto y vengarse. Sin embargo, seguir este curso de acción nos aboca a una espiral destructiva. La alternativa que elige Jesús y que también apunta el budismo es perdonar, entendida como la capacidad de no vengarse, ni guardar resentimiento en uno. Aunque nuestro orgullo y otros nos digan que perdonar es una decisión de blandos o temerosos, es todo lo contrario: una determinación sabia y valiente.

(Hua Ling, UNSPLASH)

LA VALENTÍA DE PERDONAR

Valiente porqué lo fácil es ceder al impulso destructivo de devolver la ofensa. Casi siempre tenemos la capacidad de hacer daño al otro y para refrenar esta capacidad y transmutar la poderosa energía de la revancha hace falta una determinación de titanes. No vengarse y soltar la animosidad no significa que sigamos en la relación como antes, lo que a mi entender es imposible. Tomar distancia psicológica y/o física de la persona que nos ha engañado es necesario y recomendable.

Perdonar también es de sabios porque el que perdona sabe que devolver la ofensa o guardarla en uno mismo en forma de resentimiento es atarse a la cadena del odio con quien nos ha engañado. Aquella que transporta a los grupos mafiosos a los infiernos, constantemente asesinándose los unos a los otros. Aquella que condena por generaciones a estados que con sus guerras sacrifican a sus gentes. Aquella que nos enferma por guardar resentimiento hacia el que nos falló.

IMPUNIDAD VERSUS KARMA

Algo que suele alterarnos es pensar en la impunidad de la persona que nos traicionó. Es creer en la ilusión de que nosotros pagamos el pato mientras que el otro sigue como si nada. Sin embargo, aunque pueda parecerlo, nunca es así. Como constato cada día en mi práctica de coaching y en mi propia vida, la ley del karma – la ley budista de la causa y efecto – es implacable pero no lineal. Si engañas, tarde o temprano las consecuencias de este engaño te llegarán: puede que de la persona a quien has engañado, de otra persona o de tu interior en forma de malestar psicológico o enfermedad. Desde este conocimiento, saber que el que te ha engañado está cavando su propia tumba, puede ser suficiente para abandonar la hostilidad y desearle el bien. Si esto te suena a ciencia ficción y te sientes incapaz de perdonar, entonces prueba de simplemente a olvidar. Evita nombrar lo ocurrido, deja de regocijarte en ello, no lo revivas. Olvidar es una forma de perdonar. Con el olvido, lo ocurrido se reconfigura en nuestro interior para un día cercano o lejano, brotar a la consciencia sin rastro de animosidad y puede que hasta con gratitud.

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¿Y si tu mochila estuviese mucho más cargada de lo que crees?

Uno de mis maestros, el coach y practicante zen Rob McNamara, me dijo una vez que me hallaba en dificultades:  recuerda que siempre cargas con mucho más de lo que crees o sabes. Lo consciente, es decir lo que sabemos que nos pasa, es solo una pequeña parte de lo que realmente sucede, nos preocupa, nos angustia. También es así con lo que nos entusiasma, lo que queremos, lo que anhelamos. Lo consciente es como la parte exterior de un iceberg, mientras que la gran masa sumergida lo ocupan lo subconsciente y lo inconsciente.

Para conocer la parte sumergida del iceberg tienes que fijarte en el cuerpo.¿Qué síntomas te da el cuerpo? La semana pasada estuve con un dolor sin nombre en el lado derecho del cuerpo, seguido por una fuerte contractura en las cervicales. No recordaba haber hecho ningún mal gesto ni movimiento brusco. Simplemente mi mochila vital estaba hasta arriba y al no darme cuenta, mi cuerpo lo mostraba.

Otros síntomas de inconsciencia sobre lo que sostenemos son nuestras reacciones. Si notas que saltas a la mínima o que  respondes de forma más intensa que de costumbre, puede que estés cerca de fundir tus fusibles vitales. Para hacerte consciente de tu carga real puedes meditar, escribir flujo de consciencia, o practicar algún tipo de práctica contemplativa. Para ahondar en la importancia de la contemplación recomiendo la lectura de Vida contemplativa de Byung-Chul Han.

(UNSPLASH)

El simple hecho de tomar consciencia sobre nuestra situación, transforma nuestra relación con ella. Es el proceso de acercarnos al peso cargado que nos ayuda a aceptarlo. Sin embargo, aproximarse desde el rechazo a nuestra mochila con la intención de vaciarla es un acto agresivo y que no suele funcionar. En cambio, cuando nos acercamos con curiosidad, afabilidad y amabilidad hacia nuestra situación, la relación con nuestra circunstancia muta sutil o dramáticamente. Aunque nuestra carga no se pueda reducir, ni tampoco sea deseable – es precisamente la magnitud de lo que cargamos que nos fortalece y nos ayuda a crecer -, una vez integrada la situación emergerán opciones que antes se mantenían ocultas, tales como reajustar nuestra alineación respecto al peso, o soltar lastre de cosas innecesarias. Se manifiesta entonces que no hay nada que hacer, más allá de seguir estando presentes, con una actitud amable hacia todo lo que existe, empezando por uno mismo.

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Wish o la importancia de luchar por tus deseos

El domingo pasado fui con la familia a ver Wish: el poder de los deseos, la última película de Disney. Aunque los dibujos animados no me enloquecen y hubiese preferido ir a ver Napoleón, en la balanza personal pesó más el compartir.

La historia tiene lugar en una isla griega donde sus habitantes son muy felices porque todos sus deseos son escuchados por un guapo y benévolo rey. Sin embargo las apariencias engañan – ¡atención spoiler!: cuando a través de una ceremonia el rey recibe los deseos de los ciudadanos nada más cumplir dieciocho años, los embolsa en un conjuro mediante el cual los dueños de los deseos se olvidan de ellos y no consiguen cumplirlos. La heroína descubre la patraña y, enfrentándose a poderosas fuerzas oscuras, derrota al tirano, estableciendo un nuevo orden. Un arquetípico viaje del héroe que apunta a importantes reflexiones.

EN LA ADULTEZ EMPIEZA EL JUEGO

No es casual que en la película los deseos se entreguen al llegar al umbral de la adultez. La adultez, sea a los dieciocho o más adelante es el tiempo de dar espacio a nuestros deseos. No significa querer cumplirlos de inmediato o crear un drama si no lo logramos. Consiste en no olvidarse ellos por mucho que nuestro camino se tuerza. Si nuestros sueños fueran un hilo, el poema de Stafford Tal como es ilumina la trascendencia del proceso y la actitud a adoptar:

Hay un hilo que sigues. Avanza entre las

cosas que cambian. Pero el hilo no cambia.

La gente se pregunta qué persigues.

Les hablas del hilo.

Pero a los otros les cuesta verlo.

Mientras sujetas el hilo es imposible perderte.

Se producen tragedias; la gente se lastima

o muere, y tú sufres y envejeces.

Nada de lo que hagas puede detener el paso del tiempo.

Nunca sueltas el hilo.

Imagen promocional de Wish / Disney

EL PRECIO DE OLVIDAR TUS DESEOS

Mientras que reunir el coraje para apostar por los deseos propios, aquellos que parecen estar marcados en el ADN de uno, a menudo asemeja a dar un salto al vacío, el precio de olvidarlos es mucho más grande. En la película, las personas que han olvidado sus deseos estan a medias en la vida, han perdido parte de su presencia, de su luz y parece que una nube de confusión les acompaña. Es la narrativa del perdedor, de la persona que dice yo quería pero he tenido mala suerte, no pude terminar los estudios y ahora es demasiado tarde, tampoco encontraría un trabajo decente, puedo dedicarme a mis deseos en mi tiempo libre, etcétera.

Por otra parte, decidir ir a por nuestros deseos, no nos garantiza que vayamos a cumplirlos o que no fracasemos en el empeño. Lo único que nos asegura es vitalidad por estar en el buen combate, una vida con sentido y llegar al final con la consciencia tranquila.

Si has olvidado tus sueños no te agobies, estás a tiempo de recuperarlos. Encuentra la fuerza e inspiración para retomarlos en mi último libro: Da vida a tus sueños. Doce caminos para crecer y despertar.

 

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La parquetematización del mundo

Estas fiestas paseando por el centro de mi ciudad, a través del montaje navideño de figuras de luces y colores me sorprendió la música a un considerable volumen, villancicos por supuesto. Por un momento tuve la impresión de estar en un parque temático, luego volví a la realidad.

El día de fin de año por la mañana nos fuimos a pasear por unos bellos jardines modernistas. Una gran extensión de árboles de variada procedencia, proyectos de conservación de tortugas y aves en peligro de extinción, un aviario, ciervos y una gran población de pavos reales que campan libres. Esta vez se encontraban un gran número de ellos congregados en una explanada, habría unos cincuenta entre machos, hembras y otra especie de pavos blancos. Cinco de ellos tenían la cola desplegada mientras daban vueltas exhibiendo su colorido plumaje, en un espectacular baile de apareamiento.

(Matt Bowden, UNSPLASH)

Otra de las maravillas del lugar es un estanque con tortugas, peces y muchos patos. El estanque cuenta con un embarcadero, puentes colgantes, misteriosas cuevas y una glorieta desde la que se divisa la propiedad. ¿Mamá, dónde están los patos? No lo sé, vamos a verlo…Del estanque retumbaba la música de villancicos a todo dar, y de nuevo tuve el flash de parque temático. No había rastro de los patos ¿Qué habrá sido de ellos? ¡Mira, aquí hay dos! Oh vaya…entonces en un gran mangle divisamos a toda la colonia de ánades. Estaban entre las raíces fuera del agua, quietos como estatuas. Parecían adormecidos por el frío o tal vez aturdidos por la bulla de los altavoces.

Alguien de la gestión de la propiedad había llegado a la conclusión que la exuberante arquitectura, la rica vegetación y la presencia de los animales no bastaban para generar una experiencia suficientemente impactante en los humanos post-modernos. Había que hacer algo para que todo fuese más intenso, más fuerte, como destruir la paz y musicalidad natural del lugar con sonido a todo dar. Aunque significara cercenar la magia del lugar, aunque implicase molestar a los animales, aunque violase la quietud que muchas personas iban a buscar justamente allí.

La parquetematización del mundo se apropia de espacios vitales, erosiona el silencio y mediatiza nuestra experiencia, empobreciéndonos.

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