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¿Conoces la fuerza que encapsula la historia de tu vida? Conecta con ella en tres sencillos pasos

Cuentan la historia de que en una tribu africana, cuando nace un niño, crean una canción única para él o ella y se la cantan. A medida que crece, continúan cantándosela. Cuando esta persona se hace adulta y se mete en problemas, todos los miembros de la tribu la rodean y le cantan la canción, recordándole de forma amorosa quién es y lo que ha venido a hacer.

Cada uno de nosotros tiene una canción única que se escucha a través de nuestra historia. Por esta razón, en los talleres de liderazgo CIYO hacemos un ejercicio que se llama Línea de vida. En el ejercicio, cada participante toma cinco o seis hechos significativos que más le han marcado en su vida y los representa cronológicamente de forma gráfica en un papel o con símbolos. Luego por grupos, en espacio de cinco minutos, cada participante relata su historia, ante la escucha atenta de las otras personas, que al acabar le comparten aquello que han apreciado.

Contar nuestra historia a otros y dejar que nos vean bajo esta luz es recordarnos. En inglés remembering ourselves, es decir remembrarnos, tomar a nuestros miembros vitales, trozos de nuestra historia que han quedado arrinconados u olvidados y recordarlos, etimológicamente llevarlos de nuevo al corazón, integrándolos en un todo.

(Mantas Hesthaven, UNSPLASH)

Lo contrario de permanecer en relación con tu historia es caminar disperso entre distracciones, entretenimientos y rutinas varias. Cuando no recuerdas tu canción, tu historia, la actualidad vociferada por internet, redes sociales y medios de comunicación te fragmenta en mil pedazos. Según Byung-Chul Han, cuando tu vida empieza a orbitar en torno a la información y no en torno a la narración, tu sentido del yo se vacía, tu experiencia es relegada y con ello, tu capacidad de entenderla y darle un sentido. Alejarte de tu historia también es perder vitalidad, ya que una vida sin dirección deshincha al cuerpo en un anodino ahora.

En Tu vida épica animo a los lectores a verse como protagonistas de su propia historia. Doy pautas sobre cómo relacionarse con la propia vida como una aventura que merece ser entendida, aceptada, apreciada y proyectada para darle un sentido profundo. Cuando lo logres, caminarás al ritmo de la felicidad que abarca toda la melodía de tu vida y no solo el instante de una selfie. Te invito a ponerte en camino, con estos en tres sencillos pasos:

  • Resérvate una hora sin distracciones ni interrupciones de ningún tipo. Toma papel blanco y lápices o rotuladores de colores. Divide tu vida en segmentos de 7 años: de los 0 a los 7 de los 8 a los 15, etcétera. Por cada segmento, toma un evento particular que te marcara particularmente. Pon nombre al período como si fuese el título de una película. Haz algún dibujo o símbolo que lo represente.
  • Ahora “lee” cada capítulo como si fuese una historia y tú su protagonista. Toma nota de cómo te sientes. Adopta una actitud de agradecimiento hacia todos los acontecimientos y tu rol en ellos por el hecho de permitirte llegar hasta el momento presente. Si te sientes inclinado a ello, compártelo con alguien de confianza.
  • Pregúntate: ¿Qué tendría sentido y te llenaría de vitalidad que sucediera en el próximo capítulo de tu vida – sabiendo que es imposible saber cuantos capítulos te quedan?

Inspírate con mi nuevo libro: Da vida a tus sueños. 12 caminos para crecer y despertar.

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Wish o la importancia de luchar por tus deseos

El domingo pasado fui con la familia a ver Wish: el poder de los deseos, la última película de Disney. Aunque los dibujos animados no me enloquecen y hubiese preferido ir a ver Napoleón, en la balanza personal pesó más el compartir.

La historia tiene lugar en una isla griega donde sus habitantes son muy felices porque todos sus deseos son escuchados por un guapo y benévolo rey. Sin embargo las apariencias engañan – ¡atención spoiler!: cuando a través de una ceremonia el rey recibe los deseos de los ciudadanos nada más cumplir dieciocho años, los embolsa en un conjuro mediante el cual los dueños de los deseos se olvidan de ellos y no consiguen cumplirlos. La heroína descubre la patraña y, enfrentándose a poderosas fuerzas oscuras, derrota al tirano, estableciendo un nuevo orden. Un arquetípico viaje del héroe que apunta a importantes reflexiones.

EN LA ADULTEZ EMPIEZA EL JUEGO

No es casual que en la película los deseos se entreguen al llegar al umbral de la adultez. La adultez, sea a los dieciocho o más adelante es el tiempo de dar espacio a nuestros deseos. No significa querer cumplirlos de inmediato o crear un drama si no lo logramos. Consiste en no olvidarse ellos por mucho que nuestro camino se tuerza. Si nuestros sueños fueran un hilo, el poema de Stafford Tal como es ilumina la trascendencia del proceso y la actitud a adoptar:

Hay un hilo que sigues. Avanza entre las

cosas que cambian. Pero el hilo no cambia.

La gente se pregunta qué persigues.

Les hablas del hilo.

Pero a los otros les cuesta verlo.

Mientras sujetas el hilo es imposible perderte.

Se producen tragedias; la gente se lastima

o muere, y tú sufres y envejeces.

Nada de lo que hagas puede detener el paso del tiempo.

Nunca sueltas el hilo.

Imagen promocional de Wish / Disney

EL PRECIO DE OLVIDAR TUS DESEOS

Mientras que reunir el coraje para apostar por los deseos propios, aquellos que parecen estar marcados en el ADN de uno, a menudo asemeja a dar un salto al vacío, el precio de olvidarlos es mucho más grande. En la película, las personas que han olvidado sus deseos estan a medias en la vida, han perdido parte de su presencia, de su luz y parece que una nube de confusión les acompaña. Es la narrativa del perdedor, de la persona que dice yo quería pero he tenido mala suerte, no pude terminar los estudios y ahora es demasiado tarde, tampoco encontraría un trabajo decente, puedo dedicarme a mis deseos en mi tiempo libre, etcétera.

Por otra parte, decidir ir a por nuestros deseos, no nos garantiza que vayamos a cumplirlos o que no fracasemos en el empeño. Lo único que nos asegura es vitalidad por estar en el buen combate, una vida con sentido y llegar al final con la consciencia tranquila.

Si has olvidado tus sueños no te agobies, estás a tiempo de recuperarlos. Encuentra la fuerza e inspiración para retomarlos en mi último libro: Da vida a tus sueños. Doce caminos para crecer y despertar.

 

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Navidad es hacer algo más para alguien

En una comida de trabajo navideña se comentaba la pérdida generalizada de valores. Los valores se pierden con la ausencia de práctica religiosa, espiritual o de otro tipo que los encarne a nivel comunitario. La Navidad es una ocasión para ahondar en los valores propios a través de la tradición cristiana. En el artículo anterior exploraba la generosidad, la sencillez y la gratitud. En este artículo sigo con la solidaridad, la paz y la confianza.

SOLIDARIDAD

La solidaridad es la capacidad de adherirse a una causa común, más allá de aquello que nos atañe directamente a nosotros o a nuestro clan familiar y de amigos. En la Navidad fueron solidarios los Reyes Magos, iniciando un largo viaje desde sus lejanas tierras y también los pastores. De modo que la solidaridad la encarnan tanto personas ricas como pobres. Es fácil decirse, yo aquí no puedo aportar nada. Sin embargo, la solidaridad nos hace ver que cuando somos capaces de ponernos en el sitio del otro y empatizar con su situación, nuestra presencia y apoyo moral marcan la diferencia.

(Gareth Harper, UNSPLASH)

PAZ

Jesús nace en medio de paz, trae paz, es un símbolo de paz. La paz de la que derivan todas las paces y que está en nuestras manos es la paz interior. La paz interior puede ser alterada por muchos factores. El budismo apunta a cinco frenos a la paz mental: deseo sensual, ira, pereza, inquietud y duda. Cada uno de estos frenos dinamita nuestra paz interior con sus destructivas consecuencias. Familiarizarnos con los frenos que más nos dominan es una forma de practicar la paz interior y llevarla a nuestro entorno.

CONFIANZA

En la Navidad, en el momento de mayor oscuridad llega la luz. La confianza es la convicción profunda que no importa lo que nos llegue en la vida, tenemos los recursos para recibirlo y gestionarlo para bien. La confianza consiste en aceptar lo que hay sabiendo que en cualquier caso es pasajero y que, aunque a veces cueste verlo, la vida está de nuestro lado.

La confianza no es algo que se tiene o no, sino que es una práctica a renovar. Una forma de hacerlo es construir una visión positiva de nuestras vidas, y traerla a la consciencia una y otra vez. Es la práctica de la oración.

Para Charles M. Schulz, el dibujante estadounidense, la “Navidad es hacer algo más para alguien.”. La práctica de la generosidad, la sencillez, la gratitud, la solidaridad, la paz y la confianza nos pone en camino para lograrlo.

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¿Cansado de ser miembro de la liga anti-Navidad? Sal de ella con estas pautas

Betina a quien acompañé a través del coaching al acercarse estas fechas me decía toda seria y con un toque de indignada que se profesaba miembro de honor de la liga anti-Navidad. Betina odiaba la Navidad y evitaba todo lo relacionado con ello, especialmente las lucecitas, las comilonas y la histeria consumista. Era alérgica a la caricatura de la Navidad, la imagen que la cultura dominante nos quiere vender de ella. Sin embargo, podemos inventar nuestra propia versión de la Navidad, sin necesidad de hacernos miembros de la liga.

Mi versión preferida de la Navidad es la de los árboles de hoja caducos. En su radical desnudez, sueltan todo lo muerto, mientras descansan en el frío y la creciente oscuridad. Soltar lo que sobra, vaciarme para mirar adentro, dar espacio a la quietud invernal con su peculiar tristeza, descansar y pasar tiempo con los más cercanos. Contemplar la tradición cristiana me ayuda a enraizarme en el gran arco de generaciones del que formo parte. La fiesta más grande del Cristianismo nos incita a encarnar valores como la generosidad, la sencillez, la gratitud, la solidaridad, la paz y la esperanza.

GENEROSIDAD

La Navidad invita a extender nuestra generosidad con las personas de nuestro entorno y más allá. Todos tenemos alguna forma preferida de tacañería o muchas a la vez. Podemos ser tacaños con el dinero, con nuestro tiempo, con las cosas que hacemos por los demás, con lo que acumulamos…La tacañería nos contrae como al Scrooge de Cuento de Navidad, cerrándonos el corazón. Prueba a extender tu generosidad a través de gestos que normalmente no haces: dejar una buena propina, regalar un aguinaldo a alguien que no lo espera, dar tu tiempo a alguien que lo necesite, regalar palabras apreciativas que normalmente callas, dar largos abrazos….

(PIXABAY)

SENCILLEZ

La figura de Jesús y su entorno son un testimonio de sencillez. Nace en la periferia, sus padres son pobres, el día de su nacimiento solo les queda alojarse en un establo, su cuna es un comedero para animales… La austeridad en las formas de la llegada de Jesús no es casual. Señala que lo importante no es lo material. Hace un par de días cené con una amiga en un restaurante al que no había ido nunca. Lo busqué por internet y resultó ser algo muy distinto de lo que decían las reseñas. Las dos íbamos con una idea en mente de lo que sería la comida que resultó equivocada. Sin embargo, darnos cuenta de ello, nos permitió fijarnos en la verdadera razón del encuentro: celebrar nuestra amistad. Con la comida fuera de la ecuación, esta verdad brilló intensamente porque la sencillez magnifica lo importante.

GRATITUD

Una figura que ejemplifica una gratitud profunda es María, la madre de Dios. Embarazada fuera del matrimonio, pobre, en tránsito, sin un techo firme bajo el que dar a luz,…y sin embargo rebosante de gratitud por haber recibido el milagro de la vida. La gratitud nos pone en contacto con la gratuidad de la vida: respiramos, nos relacionamos, nos caemos, nos levantamos, aprendemos…Es fácil sentir gratitud por las bendiciones, pero ¿y por las dificultades? Es justo preguntarse: ¿Como puedo sentir gratitud por los abusos sexuales que sufrí de pequeño, cómo puedo sentir gratitud por la pérdida de mi madre a raíz de una enfermedad, cómo puedo sentir gratitud por el hecho de estar en el paro, cómo puedo sentir gratitud por el dolor de espalda que no se va? Pues porque el resentimiento – lo contrario a la gratitud-  por cualquiera de estas circunstancias nos convierte en víctimas, estrechando nuestro flujo vital y empeorando todavía más las cosas. No importa cuán difícil sea nuestro momento, siempre hay por lo que estar agradecido y la Navidad nos invita a hacerlo de forma radical.

Continúo con la solidaridad, la paz y la esperanza en el próximo post.

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El arte de esconderse o por qué tu timidez es un valor al alza

Personas cercanas y no tan cercanas a menudo me recriminan no tener el móvil siempre encendido. Eres de las personas menos disponibles…Claro, te llamo y raramente respondes. Al principio me defendía diciendo que siempre respondo a la llamada cuando la veo, sin embargo, hace ya tiempo que dejé de hacerlo. Me di cuenta que no estar disponible en la sociedad de la transparencia y la productividad es contracultural.

La accesibilidad en las comunicaciones ha facilitado la eliminación de distancias relacionales. La distancia relacional se erosiona cada vez que al conocer a alguien, te busca por redes y empieza a chatear contigo como si fueseis amigos de toda la vida. Se genera entonces una forzada intimidad que a menudo es atractiva por una parte, pero indeseada por la otra.

Te contacta un conocido de la facultad al que no has visto en veinte años, con el que hablaste contadas veces. Te interpela como si el tiempo no hubiese pasado. La parte que toma la iniciativa espera, casi exige, que se le responda de inmediato. Y tú, te sientes mal, casi con la obligación de ser educado, pobre, que no se ofenda. Sin embargo él no se plantea si está siendo invasivo o agresivo. Ante esta situación, te queda seguir con el código de la transparencia, diciendo que no te sientes cómodo, o escuchar a tu timidez.

(Crazy Cake, UNSPLASH)

En nuestros días, la timidez es un raro valor al alza. La timidez nos invita a velar la transparencia y volvernos invisibles durante unas horas, unos días. No compartir, no decir, no opinar de forma pública, en la red y tal vez de ninguna otra forma. La timidez es la guardiana del espacio interior, del tiempo de soledad para saber quien eres, lo que te da sentido y cómo llevarlo a cabo. La timidez es la que te permite decir hola al miedo real de perderte en lo exterior, sea lo exterior las relaciones con otros, lo virtual, un exceso de información o de pantallas. Al recibir al miedo, puedes honrar su inteligencia y tomar cartas en el asunto. La timidez es la puerta de la espiritualidad. Aquello que nos permite contactar con lo trascendente y llevarlo con nuestro gesto a la luz del mundo.

Mientras que la transparencia afirma que todas las cosas son iguales, todo tiene el mismo valor y tienes que estar abierto las veinticuatro horas del día, la timidez con su sabiduría es la maestra de los matices: esta relación es importante y esta no tanto; esto te hace vibrar, esto te deja indiferente; para esto tienes energía, para esto otro muy poca…

Aunque siempre hayas escuchado lo manido anda no seas tímido, no te engañes, la timidez is the new black. No dejes que te la arrebaten 😉

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Las pantallas y tú. ¿Lo virtual te llena o te vacía?

La revolución digital está alterando nuestra forma de ser y relacionarnos de formas insospechadas, casi sin darnos cuenta de ello. Con la digitalización, a grosso modo existen dos fuerzas contrapuestas. La primera es la fuerza que nos aísla los unos de los otros, aumenta el ruido interior y erosiona nuestra capacidad colectiva a través de dispositivos de distracción masiva. Esta fuerza nos convierte en adictos a las pantallas y a sus comunicaciones despersonalizadas, como articula Byung-Chul Han en su brillante ensayo En el enjambre.

Por otra parte, la digitalización facilita conectar con otros, compartir información y organizarse en grupos con una intención compartida, como por ejemplo el recién emergido movimiento Adolescencia libre de móviles.

La pregunta, ¿Cuál de las dos fuerzas gana, la de la distracción y la fragmentación o la fuerza de la conexión con los otros y con uno mismo? Es una pregunta que cada uno debe responder y que varía en función del momento personal y ciertamente colectivo. Robert D. Putnam advertía hace ya más de dos décadas en su célebre estudio, la tendencia a la reducción de todas las formas de contacto personal en EEUU, algo que dañaba la movilización social necesaria para una democracia sana. La digitalización con su inherente disminución del contacto personal nos empuja aún más al empobrecimiento colectivo.

En este sentido, no es casualidad que en una gran mayoría de mis programas de coaching, cuando la persona lleva la luz de la consciencia a su vida, emerjan de forma espontánea ganas de reducir el tiempo a actividades virtuales: paso demasiado tiempo en twitter, esto me altera y quiero dejarlo; me gustaría retomar la lectura en lugar de ver series cada noche, etcétera, son expresiones que escucho a menudo y sobre las que animo a tomar cartas en el asunto.

El profundo impacto de lo virtual se explica mediante dos vectores. El primero es la calidad de lo que ingerimos a través de las pantallas. El segundo es que el tiempo que pasamos en ellas.

(Alexander Grey, UNSPLASH)

Lo consumido a través de pantallas asemeja a lo que comemos. Hay comida que nos sienta bien y otra que daña nuestro organismo. Y de igual forma, dependiendo de la cantidad consumida y del momento, tendrá un efecto u otro. No es lo mismo comerse un plato de fabada antes de ir a dormir que hacerlo un domingo para comer. Sustituye la fabada por una película de horror y aplica lo mismo. Sin embargo, a otro nivel que con la comida, los contenidos que consumimos a través de pantallas comparten una intención: hacernos consumir más. No es un secreto que lo virtual tenga en su ADN un programa diseñado por expertos en persuasión conductual para engancharnos a sus contenidos.

Por otro lado, el tiempo que pasamos en actividades virtuales nos resta tiempo para hacer otras cosas, casi siempre más saludables y enriquecedoras, como compartir tiempo con personas queridas, hacer deporte, aprender algo, practicar una afición…

Hacerse consciente del impacto de lo virtual en la vida de uno y en los que le rodean es una de las cuestiones que, parafraseando al poeta Martí Pol, tenemos que afrontar por ser del tiempo en el que nos ha tocado vivir. Una lucha que, orgullosos o cobardes, no podemos desertar, pues tu lugar, no puede ocuparlo nadie más que tú.

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El éxtasis de un ayuno de noticias    

Aunque estar al día de la actualidad es algo que forma parte de mi, tras un empacho de noticias, llevo dos semanas sin twitter ni medios digitales – hace años que decidí no tener tele. Mientras que estar informada me ayuda a saber el estado del mundo, consumir demasiada información me perturba mentalmente, me genera tensión en el cuerpo y altera mi estado de ánimo, algunos de los síntomas de sobrecarga informativa o infoxicación.

Exponernos a información constantemente es como estar con el volumen de la música a todo trapo. Mientras que – una gran mayoría – no soportamos la música a todo volumen demasiado tiempo, con la información sucede lo contrario, nos genera adicción con el gancho de lo rabiosamente actual, el appeal del sensacionalismo, la persuasión de lo inaudito.

(Pexels)

La información no es neutra: tiene una carga positiva o negativa. Y lo que se considera noticia es en una aplastante medida negativo. Consumir información negativa nos genera, por supuesto, ¡negatividad! Sin embargo, la solución no está en esconder la cabeza bajo el ala y olvidarnos de la actualidad. Sino en darnos cuenta cuando la información a través de cualquier artefacto mediático nos somete a su consumo sin tregua.

No es la primera vez que hago un ayuno de noticias y no va a ser la última. Mas siempre me sorprenden sus efectos. Me siento más encarnada y a la vez muy ligera como si me hubiesen levantado una pesada losa de encima. Me invade una extática sensación de libertad como si el espacio-tiempo se expandiera. Como un caballo bien domado, la mente está tranquila, enfocada en el aquí y el ahora. Las prioridades se ordenan y aumenta la claridad sobre qué hacer. Desaparecen sueños apocalípticos, mejora el descanso, la concentración y la productividad. Mis relaciones son más reales, más intensas, más sabrosas. Ah y todo ello…¡gratis! Apuesto que que no hay tip de desarrollo personal tan poderoso y lowcost como el que te acabo de compartir 😉

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No es la edad, es el karma

El concepto budista de karma encapsula el poder de nuestras acciones para condicionar nuestro presente y futuro. A grosso modo, al karma lo caracterizan dos tipos de acciones. Acciones puntuales, algo que hicimos en un momento dado, cuyas consecuencias positivas o negativas se manifiestan más tarde. Por ejemplo, pongamos que mentiste una vez a tu pareja y cuando esta mentira vio la luz, vuestra relación se hizo trizas. Sin embargo, tú no eres un mentiroso compulsivo.

El otro tipo de karma, mucho más común, es el karma de nuestros hábitos. Aquellas acciones positivas, neutras o negativas que hacemos de forma repetida. Se puede tratar de una forma de pensar, un tipo de conducta o un modo de hablar. Por ejemplo tomemos el hábito de Luis Rubiales de querellarse con periodistas y medios contrarios a él, según informa El Confidencial. Mientas que este hábito no le causó mayor problema durante bastante tiempo, después del beso a Hermoso, este forma de hacer  puso de relieve su tendencia al acoso, contribuyendo al hundimiento de su posición.

Los hábitos son fuerzas creadoras formidables, pues al repetirlos cada día generan enormes consecuencias. Fijémonos por ejemplo en el hábito de mantener cierta postura corporal. El hecho de encarnarla durante innombrables horas afecta al estado de nuestro cuerpo, forma de hacer y actitud ante la vida.

(Manan Chhabra, UNSPLASH)

Al considerar un cambio de hábito podemos enfocarnos en dejar de hacer, lo que nos conecta con la privación y nos pone en lucha contra una parte de nosotros. Este enfoque a menudo crea un efecto rebote, cuando después de unos días de gran restricción como por ejemplo en la dieta, volvemos desbocados a lo de antes.

Una forma más efectiva consiste en iniciar un nuevo hábito que remplace progresivamente al antiguo. Por ejemplo, si quieres dejar el hábito de criticar a todos y a todo, puedes plantearte desarrollar el hábito de apreciar. Al empezar a apreciar situaciones, personas y cosas, la mirada crítica seguirá emergiendo, sin embargo si perseveras, la mirada apreciativa poco a poco irá tomando espacio, transformando así tu forma de ser.

Crear un nuevo hábito tiene que ver con generar cambios neuronales profundos, por lo que resulta un proceso arduo. Sin embargo, si queremos evolucionar no nos queda otra puesto que “somos lo que hacemos repetidamente” como decía Aristóteles. La cuestión entonces se convierte en ¿Qué hábito necesitas iniciar para ser la mejor versión de ti mismo? Y ponerte manos a la obra 😉

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Cómo afrontar el nuevo curso en 4 pasos

Termina el verano y empieza un nuevo curso. Como en cualquier transición vital, tenemos la oportunidad de revisar nuestras prioridades y realinearnos con lo que nos da sentido. Las transiciones se caracterizan porque algo muere y algo nuevo emerge. Para atravesar cualquier transición con gracia te invito a considerar lo siguiente:

1- BENDECIR Y SOLTAR

El verano ha sido lo que ha sido. Algunas cosas han ido bien, otras desastrosamente, algunas sin hacerse notar. Una forma pasar página con gracia consiste en bendecir. Bendecir se trata de mirar con apreciación todo lo que ha sido, aceptándolo, dándolo por bueno, incluidos errores, meteduras de pata y confusiones. Sin bendecir no es posible soltar, ya que la crítica y la negatividad nos mantienen atados al pasado.

2- NO SABER

Si algo caracteriza las transiciones es el no saber. La vida siempre es diferente y aunque pisemos terreno conocido el paso de un periodo a otro se caracteriza por la incertidumbre. En esta fase puede que nos sintamos desorientados, sin estar muy seguros de hacia donde ir, ni cómo actuar. Esta desorientación, lejos de ser un impedimento, es una invitación a abrirse y a escuchar, parafraseando a Parker Palmer, lo que la vida quiere de ti.

(PEXELS)

3- ESCUCHA DESDE LA APERTURA

Como en todo, hay mil formas de escuchar. Puedes escuchar desde la razón que todo lo sabe y que proyecta sus juicios aprisionando al futuro. Puedes escuchar desde el cinismo, cerrando tu corazón a cualquier información que provenga de este canal. Puedes escuchar desde el miedo, centrándote en todo aquello que no quieres que ocurra. Ninguno de estos modos de escuchar te convienen, pues están condenados a repetir patrones del pasado.

La escucha a la que te invito necesita quietud interior para – usando el marco de Teoría U – abrir la mente, el corazón y la voluntad. Esta apertura es la que te permite escuchar a tu yo superior, a la vida o a Dios – según tu referente no egoico o trascendental.

4- TOMA NOTA Y CÉNTRATE EN EL PRÓXIMO PASO

Una vez empiecen a llegar respuestas, toma nota. Considera lo inmediato, las orientaciones a medio plazo y el propósito del curso. Entonces, céntrate en lo inmediato. Nuestra vida se teje en el día a día. Si te ocupas del día, te estarás ocupando de tu vida entera y el futuro tomará cargo de sí mismo.

 

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Intimar con el final para no forzarlo

Al grupo de poesía del que formo parte, a menudo nos solicitan actuaciones variopintas. La última fue el encargo de una performance sobre el suicidio.

El suicidio en España sigue una preocupante tendencia al alza durante los últimos cuarenta años: 4003 personas se quitaron la vida en 2021, comparadas con las 1652 de 1980. En este periodo, la tasa de suicidio se ha casi doblado, estando los adolescentes entre los grupos de más en riesgo. Estos datos alarmantes convierten al suicidio en un problema de salud pública al que hacer frente desde múltiples ámbitos, en nuestro caso, desde el arte y la cultura.

Hace un par de días nos reunimos para terminar de dar forma al acto. Aunque ninguno de nosotros tenía un familiar o amigo directo que se hubiese suicidado, todos habíamos experimentado la muerte por suicidio de personas cercanas. Compartimos la forma en como el suicidio es el fin del sufrimiento para quien lo realiza y muy a menudo un calvario para los que siguen vivos, pues sus ondas de pena reverberan a lo largo y ancho de generaciones.

(Paola Chaaya, UNSPLASH)

La muerte de un poeta por suicidio que más me impactó fue la de Patricia Heras, que conocí por la prensa y por el documental Ciutat Morta, sobre los escalofriantes hechos del caso 4F. Mas el suicidio no es un fenómeno raro entre poetas, como muestran las vidas de Alejandra Pizarnik, Marina Tsvetàieva, Serguéi Yesenin, Silvia Plath entre muchas otras.

La carta del suicidio se esconde en el laberinto físico-mental de una persona para quien la muerte se conceptualiza como una salida, una escapatoria, un punto final al sufrimiento insoportable de la vida. Esta visión cohabita con otra visión dominante en la sociedad que teme a la muerte y la evita todo lo que puede. Son dos extremos que se tocan: no la quiero ni ver, o me escapo a través suyo. Pero existen otras formas de relacionarse con la muerte. Una que esbocé en mi post anterior procede de la tradición celta y contempla la muerte como una presencia clave a la que conocer de cerca. Hacerse amigo de la muerte es necesario para justamente poder vivir la propia vida con plenitud y sin forzar el inevitable final. El poema – bendición Para la muerte de John O’Donohue desarrolla bellamente esta idea:

 

Desde el momento en que naciste,

tu muerte ha caminado a tu lado.

Aunque raramente muestra su cara,

todavía sientes su tacto vacío

cuando el miedo invade tu vida,

o aquello que amas se pierde

o te lastimas por dentro.

 

Más cuando el destino te lleva

hacia estos espacios de pobreza,

y tu corazón se mantiene generoso

hasta que alguna puerta se abre a la luz,

estás serenamente haciéndote amigo de tu muerte;

de forma que no tendrás que temer

cuando llegue tu momento de dar media vuelta y partir.

 

Que la presencia silenciosa de tu muerte

lleve atención a tu vida,

te despierte a cuán escaso es tu tiempo

y a la urgencia de hacerte libre

así como a la llamada de tu destino.

 

Que tomes posesión de ti mismo

y decidas con cuidado

cómo puedes vivir ahora

la vida que amarías

contemplar

desde tu lecho de muerte.

 

¿Cómo te relacionas con tu muerte? ¿Es para ti una amiga, una enemiga o algo que no quieres ni pensar? ¿Cómo puedes vivir ahora la vida que amarías contemplar desde tu lecho de muerte?

 

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