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¿Lo que vas a decir te fortalece o te debilita?

Cuenta una vieja historia jasídica que un aldeano tenía mala conciencia por el daño que sus chismes habían causado a su vecino. Acudió a su rabino en busca de consejo. El rabino le sugirió que fuera al pueblo, comprara un pollo y se lo trajera, y que al regresar lo desplumara por completo. Cuando el hombre regresó con el pollo sin plumas, el rabino le dijo que volviera sobre sus pasos y recogiera cada una de las plumas esparcidas. El hombre respondió que sería imposible, a estas alturas probablemente las plumas se habrían diseminado por los pueblos vecinos. El rabino asintió con la cabeza y el hombre comprendió: nunca podremos retractarnos de nuestras palabras.

Una de los principios del Noble camino óctuple es el habla hábil o hablar correcto. El Noble camino óctuple es la respuesta que Buda da al sufrimiento inherente a la vida. Es un código de conducta que minimiza el sufrimiento y potencia la evolución personal, llevando la atención a la forma en cómo vivimos, en el caso de este principio, a la forma en cómo hablamos.

El habla hábil nos anima a usar esta poderosa capacidad con responsabilidad. El habla es una herramienta de gran potencia por sus consecuencias sobre los otros, según como hablemos con ellos y de ellos, así como sobre nosotros, según como nos hablemos a nosotros mismos y lo que compartamos.

CONECTAR CON LA CRÍTICA O LA NEGATIVIDAD

Según Allan Lokos1el habla hábil comienza por abstenerse de mentir, calumniar, usar malas palabras y lenguaje duro. Debemos evitar el lenguaje grosero, abusivo, desagradable o malicioso, y debemos abstenernos de hablar tontamente, ociosamente, con balbuceos o chismes. Cuando lo logramos, lo que queda son palabras veraces, amables, gentiles, útiles y significativas. Nuestras palabras consolarán, elevarán e inspirarán, y seremos un gozo para quienes nos rodean”.

Entre las mencionadas, a menudo usamos dos formas contrarias al habla hábil con la intención de conectar con otros. La primera es la crítica a un tercero no presente, de consecuencias irreversibles tal y como enfatiza la historia del inicio. La segunda práctica es conectar mediante compartir la negatividad de nuestra vida: lo que nos duele, lo que no funciona, lo que nos falta… Ambas prácticas están muy difundidas en nuestra cultura y sin embargo, además de ser contrarias al habla hábil, si pones atención a como te sientes después de practicarlas, notarás que te debilitan, es decir, te dejan con menos energía que antes de practicarlas.

Una forma de entrenarse en el habla hábil es preguntarte antes de hablar: ¿lo que voy a decir me debilita o me fortalece? Si sientes que te fortalece una condición que puedes considerar es si cruzaría las tres puertas. Si puedes responder afirmativamente, entonces adelante, exprésate. De lo contrario, quédate en silencio – de palabra dicha y de palabra escrita.

(UNSPLASH)

CONEXIÓN EN SILENCIO

Cada mes nos encontramos con un grupo de compañeros a meditar y compartir. Cuando compartimos nuestro estado actual antes de meditar, siempre parece que nos falta tiempo. Sin embargo, cuando lo hacemos después de meditar en silencio, llegamos a las palabras con una gran sensación de espacio. Pocas cosas necesitan ser dichas y las que quieren ser pronunciadas encuentran la calidad de escucha necesaria para ser recibidas.

Nuestra cultura está sesgada hacia la expresión. Internet ha amplificado este fenómeno y parece que tenemos la obligación de comunicar y compartir en todo momento. Sin embargo ¿qué sentido o gracia tiene compartir si nadie escucha? El compañero del habla hábil es la escucha profunda y se practica en la intensidad del silencio.

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(1) Fuente: tricyle.org

¿Te preguntas qué hay más allá de Netflix? Te estás haciendo la pregunta correcta

Regreso de unos días en los Pirineos llenos de senderismo, lectura y tiempo en familia. En siete días hemos visto una película juntos. El último día queríamos premiar a mi hija con otra peli, pero me dijo, lo siento mamá prefiero irme a jugar, la vemos otro día ¿vale? Sus palabras me hicieron recordar a las de mi abuela cuando al independizarme decidí no tener tele. Ella me dijo, bien hija, tu no necesitas tele porque estás viviendo la vida de verdad, la tele es un sucedáneo. Mi hija tampoco necesitaba el sucedáneo.

A menudo me siento tentada a ver contenidos audiovisuales antes de acostarme aunque solo sea por compartir en familia. Luego recuerdo sus efectos: tensión física, preocupación o simplemente activación mental. La mayoría de veces logro conectar con lo que me va bien antes de acostarme: mantenerme en una actitud relajada, ligeramente reflexiva, leer un poco o meditar.

Pantalla de tele

(Mollie Sivaram, UNSPLASH)

En la vida de cada persona existen dos sentidos fundamentales. El sentido externo, de relaciones, acción, trabajo, ocio…Y el sentido externo de silencio, soledad, introversión, reflexión. Ambas dimensiones necesitan ser cultivadas y equilibradas. El problema de nuestra cultura es el desmesurado énfasis en el exterior. La parte exterior es necesaria, pero cuando no deja espacio a la parte interior nos convertimos en alienígenas en nuestra propia piel. Estando todo el rato en los otros, en lo de afuera, en la evasión, desconectamos de nuestro ser, lo que cuando no tiene consecuencias devastadoras (como problemas de salud mental, etc.) , en el mejor de los casos redunda en felicidad superflua. La felicidad superflua es como el fast-food. Te llena pero no te alimenta.

En cambio, cuando equilibramos nuestra vida con tiempo de calma, silencio e introspección ganamos sentido existencial. El sentido existencial es como la comida de la abuela: te alimenta, te fortalece y te ayuda a evolucionar.

Más allá de Netflix -o de cualquier pantalla – no está otra plataforma. Más allá de Netflix está el silencio, la soledad, la introspección. Más allá de Netflix estás tú.

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Propósito de año nuevo: ser

Si eres una persona de hacer propósitos de año nuevo seguro que ya tienes una lista. Y también seguro que lo que tienen en común los elementos de tu lista es que todos tienen que ver con hacer (o dejar de hacer) algo: empezar con una rutina de deporte, dejar de fumar, comer más sano…Sin embargo, es muy probable que en tu lista no figure espacio para simplemente ser.

Nuestra sociedad está orientada a la acción. Hacer, conseguir, ponerse metas, llegar, subir una montaña, luego otra. No hay nada malo en hacer. Sin embargo no somos hacedores humanos, somos seres humanos. Y cultivar el ser es imprescindible, si no queremos convertirnos en pollos sin cabeza que corren por la vida sin saber adónde van.

El ser tiene varios enemigos. Uno de ellos es que no está culturalmente valorado. A nadie le felicitan por estar varios días sin hacer nada. O por tomarse unos días para estar en soledad. O por dedicar el tiempo a escucharse interiormente. Internamente es fácil sentirse culpable, egoísta o simplemente vago cuando uno dedica tiempo a ser, sobre todo al principio. Sin embargo, con la práctica uno toma cuenta que cuanto más cerca del ser estemos, más buenas son nuestras relaciones y más sentido cobran nuestras acciones. El remedio a la nula reputación del ser está dentro de uno mismo. Consiste en darle valor al ser. Tenemos la capacidad de dar valor a lo que nos dé la gana y para hacerlo simplemente tienes que tomar la intención dentro de ti y posiblemente atravesar alguna resistencia.

(Katie Moum, UNSPLASH)

Otro de los enemigos del ser es que de no agendarlo, el hacer, como un río desbordado se come toda la cuenca vital, dejándonos sin espacios para simplemente ser. Por ello, ahora que el nuevo año está a punto de empezar, te propongo que agendes espacios (y tiempos) para el ser.

Primero plantéate ¿de qué forma te acercas al ser? Hay mil formas de hacerlo y la condición necesaria es que no tengas ningún objetivo más allá de simplemente ser. Cuando digo ninguno, es ninguno, ni tan siquiera el objetivo de pasarlo bien. Las prácticas pueden incluir: tiempo en soledad, journaling, meditación, tiempo en silencio, actividades creativas, paseos en la naturaleza, ciertas relaciones…

Una vez tengas claras tus prácticas, ya puedes planificar espacios y tiempos semanales, mensuales, trimestrales y anuales. Ahora llega el paso clave: blindarlos en tu agenda para que nada ni nadie puede sabotearlo. Hecho esto, olvídate de ello y deja que el nuevo año entre salvaje y descontrolado.

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¿Quieres mejorar tu autoestima? Empieza por el cuerpo

Una de las dimensiones clave cuando empiezo un programa de coaching es esclarecer cuál es la relación que tiene la persona consigo misma. Muchas personas a quienes acompaño no se gustan, no se perdonan y algunas se odian… Si tú estás entre ellas, Houston tenemos un problema de base. Ya puedes hacer cursos, talleres, terapia y demás, que si no das la vuelta a la relación más importante de tu vida, es decir a la que tienes contigo mismo, no hay progreso posible.

Amarse a uno mismo no es ser hedonista ni narcisista. Es sencillamente convertirse en responsable pleno de tu propia encarnación. Es tomarte en serio y honrar el pedazo del todo que se ha manifestado en tu forma.

Recuerdo una bronca monumental con mi pareja después de una cena con unos amigos durante un verano que pasé en Berlin. En plena pelea, bajé del coche dando un portazo y me fui a caminar por las calles desiertas. Al llegar a casa me di cuenta que no llevaba llaves y él no había regresado aún, así que mi cabreo y yo tuvimos que esperarle en el portal.

Es común achacar los problemas de autoestima de los occidentales a nuestra herencia cristiana. Como cristianos, creyentes o no, ya nacemos con culpa. Jesús asumiendo todos nuestros pecados se sacrificó para la humanidad y esto nos convierte en culpables, en deudores. En una lectura opuesta, es precisamente Dios quien nos absuelve y perdona de todo. Siempre. En cualquier caso el problema de la autoestima no es un problema de orientación espiritual o religiosa. Ni tan siquiera de inconsciente colectivo, aunque seguro influye. La raíz de una baja autoestima o mejor dicho de una mala relación con uno mismo tiene tres orígenes: el cuerpo, la mente y las relaciones.

(Jackson David, UNSPLASH)

Al día siguiente seguíamos enfadados. Me fui a dar una vuelta y mis piernas me llevaron a un parque. Sentía un gran rechazo hacia mi misma, rabia y culpa. Sin poder más, me tumbé en la hierba. Entonces de pronto sentí una energía que emanaba de la tierra. Mientras esta fuerza me sostenía, también neutralizaba mis remordimientos, mi culpa y mi rueda de hámster mental. Era amorosa y compasiva, no le importaba que hubieses sacado las cosas de madre, ni que fuese orgullosa y testaruda. Todo esto lo sentía mi cuerpo, mientras poco a poco me recomponía.

En la base de la autoestima está la conexión con tu cuerpo. Si estás desconectado de tu propio cuerpo – tu conexión con el todo y tu inteligencia intuitiva –  la mente toma el poder y es bien sabido que la mente es un buen siervo pero un mal amo.

Volví a casa y pude hacer las paces con mi pareja, porque ya las había hecho conmigo misma. Sin aceptar su propuesta de comer juntos, cogí la bici y me fui a uno de los mejores shawarmas del barrio de Kreuzberg. Tenía algo importante a celebrar: una nueva relación de amor incondicional conmigo misma. Y no se me ocurrió mejor forma de hacerlo que nutriendo a mi cuerpo con deliciosa comida.

Para desarrollar una buena relación contigo mismo es imprescindible empezar por el cuerpo. Pero tu cuerpo no es solamente tu cuerpo. También es el cuerpo de la tierra, el cuerpo del universo. Sin embargo para “saber” esto, tu cuerpo tiene que estar abierto y receptivo. Existen mil caminos hacia el cuerpo y también mil barreras. Entre las barreras están el ego, los traumas, el stress, la sobredosis digital, el ruido, la ausencia de espacio y tiempo…Y entre los caminos están una organización del tiempo y el espacio que faciliten hacer cosas que te gusten y te den placer, el descanso,  prácticas conscientes de ejercicio físico, alimentación, meditación, journaling o cualquier práctica realizada con consciencia, el silencio, el contacto físico, el contacto con la naturaleza por nombrar algunas.

Una buena autoestima tiene tres ejes: cuerpo, mente y relaciones. Te invito a empezar por tu cuerpo, no va a fallar.

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Los efectos del silencio: semillas para alinearte con la vida

Con el paso de las horas, la sombra psicológica, es decir lo inconsciente enterrado en el cuerpo continuaba a desvelarse, a modo de lo compartido en el post anterior. Dispares zonas del cuerpo despertaban con recuerdos traumáticos, pobladas de emociones de todos los colores: vergüenza, culpa, rabia, tristeza…De nuevo, el trabajo desde el mindfulness o desde el focusing – ambos usados en mis sesiones de coaching – consistía en recibir la emoción, la información, la textura y estar con ellas de forma amable para después ir a otra zona.

A medida que en mi interior se iban aflojando apegos a relaciones existentes, se reproducía una nueva fijación que parecía haber surgido de la nada. Esto es así porque al ego, no le gusta estar abierto y vacío – su muerte –  y por eso crea otra fijación, otro deseo. Porque sin apegos, sin la tensión del deseo, rechazo o ignorancia el ego no existe. Ser testigo de la rapidez con la el ego se reconfigura, ilustra bien los múltiples tropiezos y dificultades del camino de la consciencia.

Aunque al principio el lugar parecía poco relevante, con el paso de los días y bañada por el silencio interior se tejió una intimidad particular con el entorno. Ocurrió al contemplar los animales del sitio, el cachorro de labrador negro que no necesitaba palabras para ser achuchada y jugar, los pájaros, los gatos, los árboles que salpicaban el lugar y el bosque que lo circundaba. Escuchar el zumbido de las abejas, contemplar los campos labrados bajo la niebla. A medida que aumentaba la conexión con mi interior, también lo hacía la conexión con “lo exterior”.

Con los compañeros de retiro ocurría algo similar. El silencio iba tejiendo una sutil red de comunicación entre nosotros. Bastaba sentir la presencia del otro, para recibir cierta impresión sobre su estado interno y sobre de la cualidad de la conexión.

(Isaac Mitchell, UNSPLASH)

Más allá de los aprendizajes mencionados, la práctica del silencio, sea en solitario o compartido, siempre me brinda semillas. Algunas ya se revelaron, otras lo harán en su preciso momento. Semillas que al recibir atención, se convierten en formas de ser más alineadas con la vida.

El final del año es un momento maravilloso para la práctica el silencio. No hace falta que te vayas de retiro para ello, aunque si decides hacerlo valdrá la pena. Tan solo tienes que buscar espacios donde el silencio reine. Para sumergirte en el silencio necesitas soledad, cierta rutina y por supuesto olvidarte de tu yo digital. Si estás en la ciudad puedes probar en una iglesia, una biblioteca, un parque. Si la naturaleza no domesticada está cerca de ti, ése es el lugar. Cuando te encuentres en cualquiera de estos espacios date el tiempo del que puedas disponer y toma la intención de escuchar.

Tu práctica del silencio generará espacio interior. Tal vez, lo único imprescindible para vivir con plenitud.

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¿Qué esperar de un retiro de silencio?

Hoy después de un retiro de silencio de cinco días reconecto con el día a día, o más bien con el segundo a segundo, confundida, desconcertada y con altibajos emocionales.

Justo antes de irme al retiro parecía que la vida se aceleraba. Tenía el tiempo justo organizar las cosas y dejar varias sin hacer – entre otras escribir en este blog. Por esta razón, antes de empezar el retiro tuve que empezar a desprenderme. Soltar planes, dejar ir agendas. Y al hacerlo, abrazar con humildad mis limitaciones.

Al llegar al sitio me me invadía una sensación de anticipación y vértigo. Había realizado otros retiros similares pero este se me antojaba especialmente retador por el hecho de enfatizar la meditación en un lugar cerrado.

Cuando pensamos en silencio parece que tiene que ver con no hacer nada. Sin embargo, en un retiro es todo lo contrario. El retiro tiene una estructura exquisitamente diseñada, que genera una rutina. En mi caso consistía en meditación, desayuno, meditación, ejercicio, comida, descanso, meditación, charla del maestro, cena, meditación y a dormir. La estructura articula el hacer, facilitando que uno se relaje en simplemente ser y escuchar el propio interior.

(David Schultz, UNSPLASH)

Las reflexiones del maestro y sobre todo la meditación van poniendo presión en el ego. La presión facilita que afloren apegos e identificaciones conscientes e inconscientes almacenadas en el cuerpo. Por ejemplo, durante una meditación caminando, me di cuenta de que mientras caminaba estaba todo el rato mirando al punto de llegada en lugar de fijarme en el paso que estaba dando. También observé que mis piernas iban más rápido que la respiración. Al intentar que las piernas se movieran al ritmo de la respiración, surgía entonces la impaciencia, una actitud que conozco bien y que sirve de poco. Mi labor – y la de todos los participantes cada uno con su neura particular- desde el mindfulness consistía en acoger a la impaciencia con cariño, verla, sentir su textura y sobretodo, no intentar cambiarla, ni librarme de ella.

Intimar con la respiración fue tal vez uno de los mayores regalos del retiro. Durante una meditación de pie, me di cuenta que había algo forzado y controlador en mi forma de respirar. Había un esfuerzo para tomar el aire y también en el soltarlo. Cada vez me costaba más meditar. Entonces me dije, deja de intervenir y da paso simplemente a la respiración. Para ponerlo en práctica tuve que atravesar cierta resistencia. Al lograrlo algo cedió y mi estado dio un vuelco. El aire que entraba en cada respiración parecía alegrarse de ser visto por primera vez. Lo percibí como una presencia tierna y jubilosa que se ofrecía generosamente una vez y otra en cada respiración. Mi labor consistía simplemente en abrirme a ese misterioso flujo, cada vez más ligera y llena de luz.

Más en mi próximo post.

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Por qué buscar el silencio en la jungla del ruido

Entro al AVE destino Madrid para asistir a la Gala Creadores de 20Minutos. Después de escribir dos años en el medio, me hace mucha ilusión participar y conocer un poco más a las personas que le dan vida. Con mi tipo de billete no te sirven comida. Tampoco tienes más espacio de asiento. El plus que he pagado es por dejar de tener ruido, voy en el vagón Silencio. Bendigo al genio que decidió llevar esta opción de viaje a España, muy arraigada en otros países. Mientras busco mi asiento, me parece oír a alguien que habla por teléfono…suenan mis alarmas internas. No puede ser, me acerco a mi asiento y me doy cuenta que ¡está a mi lado! Es una chica de ventipocos con look millenial de libro, mallas, converse de colores y sudadera chic. Está sumida en un juego virtual a la vez que habla con alguien al otro lado de la pantalla.

Me siento y le digo, con toda la amabilidad que puedo que en este vagón no se puede hablar por teléfono. Sin casi mirarme, asiente muy segura que si hablas bajito sí que se puede. Su tono me dice de no esforzarme. Sigue hablando como si nada. Espero al revisor y cuando llega, le explico que la chica lleva quince minutos hablando por móvil. Me dice que no pasa nada porque este no es un vagón de silencio y que me ponga la mascarilla. Le digo que sí, que este vagón es de silencio, incluso viene escrito en los reposacabezas. Varios pasajeros insisten en ello, y el señor, despertando de su despiste finalmente asiente. Entonces se dirige a la chica y le dice que está terminantemente prohibido hablar por teléfono en este vagón. La sentencia cae a plomo en el aire. Ella termina la llamada consternada y los pasajeros que estaban al tanto y yo, suspiramos aliviados.

(Stayhereforu, PEXELS)

El silencio es un bien escaso en nuestros días. Estímulos de todo tipo nos rodean y por supuesto ruido. Sin embargo el ruido no es algo natural. En la naturaleza, nuestro entorno original, el silencio reina, mientras se desenvuelven la mayoría de procesos. El ruido o silencio externos importan porque están en íntima comunicación con nuestro interior. Nuestros cuerpos no están separados del exterior, sino más bien en comunicación constante con él a través de las porosas puertas de los sentidos. Por esta razón el ruido exterior, crea ruido interior y el silencio exterior nos invita a la calma interior.

Estar constantemente expuesto a ruidos es estresante para el cerebro. De ahí nace el concepto de contaminación acústica. Aunque no queramos el cerebro se esfuerza en procesar los ruidos de forma autónoma gastando energía al hacerlo. Estudios científicos demostraron que niños que nacen y crecen en entornos cercanos a aeropuertos con ruidos de aviones constantes tienen una inteligencia inferior a la media1. Así de importante es el ruido. Así de importante es el silencio.

Con todo, lo común es rehuir el silencio. Se nos ha enseñado a estar incómodos con él, rompiéndolo a la mínima de cambio. Y así el silencio se ha convertido en un extraño indeseable para muchos. Estar con él, sube el volumen de la jaula  de pensamientos sin control en la que están inmersos y por eso lo rehuyen a través de distracciones o pasatiempos. En relación, el silencio se siente como una losa que hay que hacer añicos cuanto antes a no ser que…nuestros cuerpos pronuncien aquello que las palabras no pueden decir. Me fascina la comunicación que se da sin esfuerzo al estar con otra persona en silencio. Inténtalo. El silencio aumenta la conexión y comunica por sí solo. Si lo practicas lo suficiente contigo mismo y también con otros, descubrirás que el silencio está de tu parte. Y entonces te acompañará adonde vayas, como tu aliento o un amigo fiel.

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(1) The brain that changes itself. Stories of Personal Triumph from the Frontiers of Brain Science (2012), Norman Doidge