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El arte de esconderse o por qué tu timidez es un valor al alza

Personas cercanas y no tan cercanas a menudo me recriminan no tener el móvil siempre encendido. Eres de las personas menos disponibles…Claro, te llamo y raramente respondes. Al principio me defendía diciendo que siempre respondo a la llamada cuando la veo, sin embargo, hace ya tiempo que dejé de hacerlo. Me di cuenta que no estar disponible en la sociedad de la transparencia y la productividad es contracultural.

La accesibilidad en las comunicaciones ha facilitado la eliminación de distancias relacionales. La distancia relacional se erosiona cada vez que al conocer a alguien, te busca por redes y empieza a chatear contigo como si fueseis amigos de toda la vida. Se genera entonces una forzada intimidad que a menudo es atractiva por una parte, pero indeseada por la otra.

Te contacta un conocido de la facultad al que no has visto en veinte años, con el que hablaste contadas veces. Te interpela como si el tiempo no hubiese pasado. La parte que toma la iniciativa espera, casi exige, que se le responda de inmediato. Y tú, te sientes mal, casi con la obligación de ser educado, pobre, que no se ofenda. Sin embargo él no se plantea si está siendo invasivo o agresivo. Ante esta situación, te queda seguir con el código de la transparencia, diciendo que no te sientes cómodo, o escuchar a tu timidez.

(Crazy Cake, UNSPLASH)

En nuestros días, la timidez es un raro valor al alza. La timidez nos invita a velar la transparencia y volvernos invisibles durante unas horas, unos días. No compartir, no decir, no opinar de forma pública, en la red y tal vez de ninguna otra forma. La timidez es la guardiana del espacio interior, del tiempo de soledad para saber quien eres, lo que te da sentido y cómo llevarlo a cabo. La timidez es la que te permite decir hola al miedo real de perderte en lo exterior, sea lo exterior las relaciones con otros, lo virtual, un exceso de información o de pantallas. Al recibir al miedo, puedes honrar su inteligencia y tomar cartas en el asunto. La timidez es la puerta de la espiritualidad. Aquello que nos permite contactar con lo trascendente y llevarlo con nuestro gesto a la luz del mundo.

Mientras que la transparencia afirma que todas las cosas son iguales, todo tiene el mismo valor y tienes que estar abierto las veinticuatro horas del día, la timidez con su sabiduría es la maestra de los matices: esta relación es importante y esta no tanto; esto te hace vibrar, esto te deja indiferente; para esto tienes energía, para esto otro muy poca…

Aunque siempre hayas escuchado lo manido anda no seas tímido, no te engañes, la timidez is the new black. No dejes que te la arrebaten 😉

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Conversaciones difíciles (II): dar la bienvenida a la incomodidad

Continuando con el tema de las conversaciones difíciles del artículo anterior, ayer tuve oportunidad de practicar en una reunión que se preveía guerrera y lo fue. Cuando esto ocurre, como decía una ex colega, no queda otra que prepararse para una buena lucha. Al igual que en las artes marciales, discutir o enfrentar conversaciones difíciles también puede convertirse en un arte. Para lograrlo, te animo a considerar cinco orientaciones:

  1. BIENVENIDA INCOMODIDAD. No, las conversaciones difíciles no son agradables. No lo son porque somos seres tribales y el conflicto nos conecta con el riesgo ancestral de ser excluidos de la tribu, lo que significaba la muerte. Por ello, lo normal es sentir tensión en el cuerpo y ganas de resolver el tema con rapidez. Reconocer estas tensiones sin pretender cambiarlas es un paso necesario para no dejarnos llevar por ellas. De lo contrario, si negamos nuestra incomodidad es probable que intentemos desviar la atención hablando, queriendo ir muy deprisa o hacer cualquier otra cosa para no sentir. Si este es tu caso, te animo a dejar de hacerlo, dando espacio al silencio.

(Nik Shuliahin, UNSPLASH)

  1. ESCUCHA ACTIVA. Una vez empezamos a conversar, es fundamental asegurar que entendemos lo que la otra persona está diciendo. Una forma de lograrlo consiste en aplicar la escucha activa, es decir repetir lo que la otra persona ha dicho en nuestras palabras y preguntarle si es eso lo que ha querido comunicarnos. Si nos dice que no, escuchamos sus matices y volvemos a exponerlo hasta que nos diga, sí, esto es exactamente lo que quiero decir. Una de las dificultades para la escucha activa en nuestra cultura es la falta de respeto por los turnos de habla y las interrupciones constantes. Cuando esto ocurre, no toca otra que tener paciencia, reclamar el turno de habla y respetar el turno del otro.

 

  1. TRANSPARENCIA. Aunque pueda sonar contracultural, para desarrollar el arte de discutir te recomiendo comunicarte de la forma más transparente posible. La candidez que no inocencia, tiene un gran valor en las conversaciones difíciles porque nos pone en contacto con la verdad: la verdad de los hechos, de las emociones, de las interpretaciones… Una forma de hacerlo es usando marco de comunicación no violenta. Preparar de antemano una conversación con este método aumentará nuestra claridad interna lo que favorecerá la comunicación.

 

  1. NOTAR LO QUE CAMBIA. A medida que la conversación avanza, lo común es que emerjan cambios en la forma de entender el asunto por ambas partes. Poner la atención en estas mutaciones es muy importante, porque revelan una tendencia al acercamiento o al alejamiento de posiciones. Notar lo que cambia implica dar un paso atrás y poner nombre a lo que vemos que está ocurriendo en nosotros y en el otro, a modo de balance. Si el otro comparte este análisis, estaremos tejiendo realidad compartida, que no significa acuerdo, sino continuar la conversación desde un nuevo punto de partida.

 

  1. LLEGAR A UN ACUERDO O ACORDAR EL NO ACUERDO. Aunque nuestra preferencia sea la de llegar a un acuerdo, si esto no se consigue, acordar que no se está de acuerdo reconociendo la posición del otro es un éxito de proceso. Darse una pausa para volver a la conversación en unas horas o unos días puede contribuir a que las emociones se calmen, emerjan nuevas posibilidades o una mayor claridad, facilitando tal vez el acuerdo.

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Conversaciones difíciles: estar de acuerdo en no estar de acuerdo

En dos programas de coaching de esta semana ha emergido el tema de las conversaciones difíciles. En el caso de Marga, la necesidad de una conversación con la pareja sobre su propia visión y deseos a medio plazo, distintos de los del otro. En el caso de Daniel, directivo en una ONG internacional, necesita desarrollar su capacidad de afrontar conversaciones difíciles para mejorar su liderazgo. Pero un momento, ¿Qué es una conversación difícil?

El grado de dificultad de cualquier conversación está en relación a nuestra habilidad. Sin embargo, es posible generalizar que algunas conversaciones se hacen cuesta arriba: tener que dar una mala noticia, despedir a alguien del trabajo, compartir emociones negativas, comunicar información que alterará la relación con el otro, discutir con la pareja sobre los fundamentos de la relación, etcétera.

(CANVA)

Más allá de nuestra habilidad conversacional, una conversación es difícil cuando algo valioso para nosotros está en riesgo. Por eso, antes de afrontar una conversación de este tipo es importante preguntarse: ¿Qué está en riesgo? Considerar si es la misma relación, un proyecto profesional, la confianza en la otra persona…

Otra pregunta fundamental es: ¿Cuál es mi intención con esta conversación? Es decir, ¿qué es lo que quiero conseguir? A menudo operamos bajo la creencia inconsciente de conseguir llegar a un acuerdo. Cuando esto es así para la mayoría de las conversaciones es muy probable que estemos operando de forma socializada, es decir que nuestro ego necesite la aprobación de los otros, especialmente de las personas cercanas, lo que limita nuestra habilidad conversacional.

Por esta razón, examinar esta creencia y suspenderla es un poderoso primer paso para aprender a comunicarnos de forma explícita. Mientras que la necesidad de acuerdo añade presión innecesaria en la conversación, soltar la intención de llegar a un acuerdo, nos permite enfocarnos en el proceso. Para enfocarte en el proceso te animo a hacerlo con una orientación y pasos concretos que te comparto en mi próximo post.

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El príncipe Harry, sacar los trapos al sol y la paz mental

Para el regocijo de la prensa amarilla, Harry el príncipe inglés exiliado en California se está desquitando. Después de una jugosa entrevista con Oprah, la serie documental con su mujer Meghan Markle en la que se explaya sobre su vida y experiencias, acaba de publicar sus memorias “En la sombra”. Es posible que si no todo, la mayoría de lo que relata sea verdad. ¿Sin embargo, cual es su intención al hacerlo? Tal vez sea ajustar cuentas con su padre y su hermano. Quizás sea enfatizar las raíces coloniales y racistas del imperio británico. Puede que quiera demostrar al mundo quién realmente es. Tal vez su intención sea ponerse en el punto de mira, convirtiendo así a su libro y sus otros productos en fenómenos súper ventas. No hay manera de saberlo con seguridad. A raíz de sus formas, hay algo que seguramente no está buscando: la paz mental.

¿Qué valor cultural y social le damos a la paz mental? poco. Sin embargo la paz mental es fundamental porque es lo que nos permite estar cómodos en nuestra piel y cultivar relaciones sanas. La paz mental nos permite la concentración. La paz mental nos permite navegar los altibajos de la vida sin que se nos lleven por delante.

Por otro lado, decir lo que uno piensa muchas veces empeora las cosas. Hablar nos complica la existencia porque en una aplastante mayoría de las veces, nuestras percepciones son sesgadas. Entonces, aunque creemos comunicar la verdad, no lo hacemos. De esta forma, con nuestro compartir sesgado y carga emocional negativa generamos más conflicto del que existía antes, en una cadena de acción-reacción de consecuencias imprevisibles.

Enrique, duque de Sussex, sigue el cortejo fúnebre durante el funeral de su abuela, la reina Isabel II.EP

Otro inconveniente de sacar cosas del pasado y removerlas en público, es que al hacerlo nos mantenemos atados al pasado. Si guardas temas del pasado, airearlo a las personas a quienes haces responsable de ello no te libera, sino que a menudo hace todo lo contrario: refuerza tu sentimiento de víctima.

No existe una receta infalible para saber qué es lo apropiado en cada momento, si hablar y sacar los trapos al sol o callar y optar por un trabajo interior. Por mi experiencia como coach, lo que atestiguo es que el trabajo interior siempre es recomendable. ¿Cómo? Pues escribiéndolo en un diario, con sesiones de coaching, haciendo arte terapia…Considerar el filtro de las tres puertas también te puede ayudar. Es probable que durante el proceso decidas que ya no necesitas compartirlo con otras personas. Y si aún así decides hacerlo, lo harás desde un espacio más centrado y menos reactivo, lo que siempre es favorable.

Antes de compartir o airear algo espinoso considera tu paz mental y la posibilidad de hacer trabajo interior. Sobre todo, no te inspires en el príncipe Harry.

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Cuando para ayudar, tienes que olvidarte de ayudar

Ayer en sesión de coaching la persona a quien acompaño me explicaba su experiencia como mentor de un chico de etnia bereber, a raíz de un programa de voluntariado en el que se ha embarcado. Me explicaba de qué forma le resultaba un reto esta relación, puesto que veía muchas cosas que podía hacer para ayudarle pero que a menudo, las reacciones del joven le desconcertaban. A lo que le pregunté ¿Cómo sabes que le estás ayudando? Buena pregunta me dijo, no lo sé. Le compartí mi experiencia de este verano de acoger a una niña saharaui de ocho años, en el marco del programa Vacaciones en Paz. Al encontrarnos con otras familias de acogida, nos sorprendió que a algunos les había movido la voluntad de ayudar. No fue la nuestra.

Querer ayudar a otra persona es uno de los impulsos más nobles del ser humano. Sin embargo, ayudar es una tarea delicada, y el mero hecho de querer ayudar puede erigirse como una barrera. ¿Por qué? Pues porque nos sitúa sin querer en una posición de superioridad frente al ayudado. Nosotros tenemos algo, o cierta experiencia o capacidades que la otra persona no. Desde este punto de vista, ayudar sería como algo meramente transaccional. Uno entrega al otro lo que necesita y ya.

En la práctica, la verdadera ayuda no funciona así. Además, aunque nos dé la impresión de que este tipo de ayuda funciona, puede tener un efecto perverso. El de desempoderar a la persona que “recibe” la ayuda, alienándolo de su propio poder y capacidades, convirtiéndole en dependiente de nuestra “ayuda”.

En cambio, la verdadera ayuda nunca va en un solo sentido. Las dos partes implicadas reciben los frutos de una relación, en la que los papeles de ayudado y ayudador se difuminan.

Dos manos cogidas

(Tabitha Turner, UNSPLASH)

Los primeros días de la llegada de Maia – un nombre ficticio – fueron complicados. De casi ocho años, Maia no hablaba nada de español, a penas podía comunicarse y extrañaba a horrores de su familia. Queríamos ayudarla, pero no podíamos, por mucho que nos esforzásemos en animarla con juegos, preparando platos de comida que le gustaban y películas de dibujos, entre otras cosas. Realmente, lo único que podíamos hacer era acompañarla en su pena estando a su lado cuando se ponía triste, facilitarle que hablase con su familia y seguir con el día a día del verano. Pasaron los días y aunque nada parecía cambiar, todo estaba cambiando. Maya seguía llorando a ratos y también riéndose a otros. En paralelo a todo eso eso, de forma invisible algo se estaba tejiendo: nuestro vínculo.

Una de las metáforas visuales del vínculo que más me impactaron, apareció en la película Avatar, el clásico de James Cameron. La escena en la que Jake y la nativa Neytiri se disponen a montar a un Ikran – una especie de dragón volador bastante feroz. Después de varios intentos, el protagonista ha conseguido montar a uno, entonces Neytiri le grita: «¡rápido crea el vínculo!», lo que consiste en conectar la antena del dragon con la propia trenza del jinete. Cuando esto ocurre, los dos extremos se unen. Porque siguiendo esta imagen – dejando a parte la violencia de la escena-, vincularse es crear un cordón energético entre dos personas. Este cordón es el sustrato de la relación que determinará lo que puede darse en ella. Los vínculos fértiles, al igual que la tierra, requieren dos cosas: interacciones y tiempo. Cada interacción revela nuestras intenciones hacia la otra persona, que en nuestro caso no era más que acoger a la niña en el seno de nuestra familia desde el respeto y apertura. Y cuantas más interacciones se dan, más se revelan nuestras intenciones que de coincidir, van tejiendo un vínculo sano.


Vincularse es una danza cuyo primer paso es la curiosidad genuina. Esta curiosidad nace del no saber. De no conocer a la otra persona, desconocer lo que necesita, lo que le gusta, sus formas de ser y hacer. Cuando me relacionaba con Maia desde esta curiosidad a menudo me sentía vulnerable y a veces incómoda. Lo contrario a esta curiosidad es proyectar lo que uno cree en el otro. Pero proyectar en el otro es un gesto agresivo, que nos sitúa en la ilusión de falsa superioridad. En cambio, en la vulnerabilidad del no saber, uno se muestra al otro de forma auténtica. La otra persona puede entonces tener el coraje de mostrarse también. Y tal vez a continuación aceptar una invitación a la danza.

Cada vínculo es la música de una danza que nunca antes has bailado. Y en el baile de la cual, aunque al principio te sientas torpe e inadecuado, puedes redescubrirte y redescubrir al otro sin precedentes. Vuestro baile plantará semillas en la relación. Lo que germine será la prueba de vuestra ayuda mutua. Y entonces tal vez, olvidándote de ayudar, habrás ayudado.

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El coraje de mostrarse vulnerable, curioso y auténtico

Estoy en el hospital para que me saquen sangre. Ya en la consulta, me saluda sin mirarme una joven a rozar de la treintena, de apariencia andrógina, pelo corto y mechas blancas. Su tono es amable. Como te llamas le digo, Lucía, me responde sorprendida, como si esta pregunta no entrara en el guión de la obra. ¿A ver tus venas? Sí, están bien, me dice. Me ata la goma al brazo y me dice de apretar el puño. No, no tengo miedo al pinchazo, pero transpiro vulnerabilidad.

Mientras sus manos me preparan para el pinchazo, sus tatuajes en el brazo me llaman a gritos. Ambos contienen letras pero no consigo leerlas. Te puedo preguntar qué dicen los tatuajes, le digo a media voz. Claro, uno es el nombre mi hermana, Iris, la persona a quien más quiero en el mundo. La intensidad de su expresión y la fuerza de sus palabras me conmueven. Me cuenta que fue su hermana la que por sorpresa, se tatuó primero el nombre de ella. A raíz de eso, decidió imitarla grabándose para siempre su nombre en la piel.  El otro dice deseo de libertad en inglés, me relata. En inglés porque le gustaba cómo sonaba. El tatuaje no necesita explicación, dice la mirada de complicidad que nos junta: ¿Quién no desea ser libre?

(Armand Khoury, UNSPLASH)

Su compartir honesto, a raíz de mi curiosidad han creado un espacio íntimo entre nosotras. Ya no somos dos extrañas, realizando procedimientos anodinos e impersonales. Somos dos seres humanos que han coincidido unos minutos en este planeta, durante su única y efímera vida. Y en ese encuentro, hemos visto la humanidad en la otra.

¿Qué facilitó esta experiencia? Varios factores y todos tienen un denominador común: el coraje. El coraje de mostrarse vulnerable, sabiéndonos frágiles y mortales. El coraje de dejarse guiar por la curiosidad genuina más allá de guiones sociales preestablecidos. Y el coraje de compartirse auténticamente, sin caretas ni filtros.

Si te preguntas para qué sirve hacerlo, ponlo en práctica y lo descubrirás.

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Tu sombra dorada. Cómo detectar e integrar esa exquisita desconocida

Este es el quinto post de la serie dedicada a la sombra humana. En el primero exploré el problema de creernos que somos lo que queremos ser. En el segundo te di una pauta básica para detectar la sombra psicológica. Y en el tercero te facilité tres pautas para un primer nivel de integración.Y en el cuarto te compartí una pauta para procesar la culpa y la vergüenza subproductos naturales de arrojar luz a tus sombras.

NO SOLO ERES OSCURIDAD

Cuando descubrí el trabajo de la sombra fue como encontrar una pieza perdida de mi puzle interior. ¡Esto explicaba tanto sobre mi! Después de ahondar en mis sombras me alivié de encontrar no solo tinieblas. También de luz, mucha luz. Una luz que negaba poseer.

Tu sombra dorada consiste de aspectos positivos de tu personalidad de los que niegas su existencia. Puede tratarse de tu capacidad analítica, una gran sensibilidad, o cualquier otra capacidad. Pueden ser de aspectos de tu personalidad que ya muestras pero que no admites, y también de aspectos de tu personalidad durmientes, sin manifestar.

Estátuas doradas

(James Resly, UNSPLASH)

¿COMO DETECTAR TU SOMBRA DORADA?

Tu sombra dorada se detecta fijándote en las cualidades de las personas que admiras. Porque como explica Peter Senge1, no conocemos aquello que vemos sino que vemos aquello que conocemos. Por esta razón, es imposible apreciar nada en otra persona si no lo poseemos ya en nosotros mismos.

A nivel práctico, te propongo un sencillo ejercicio. En conversación con una persona cercana o escribiéndolo:

  • ALGUIEN A QUIEN ADMIRES. Toma una persona que admires profundamente. Intenta que sea alguien que conozcas personalmente, pues si se trata de famosos la versión que tengas de ellos puede estar distorsionada.
    • En mi caso voy a tomar cosas que admiro de mi amiga Ana, a quien dicho sea de paso, echo mucho de menos.
  • DESCRIBE LO QUE VALORAS DE ÉL/ELLA. Describe las cualidades que más valoras de ella. ¿Cuáles son? ¿Qué impacto tienen en tu vida? ¿Qué hacen posible para ti y otras personas?
    • Algo que admiro de Ana es su espontaneidad. Su capacidad de afrontar cada situación que le plantea la vida con autenticidad y receptividad. Es un poco despistada, lo que hay que decir que se suma a su frescura ;). También admiro su bondad y entrega a su propósito de forma desinteresada. Ana aporta a mi vida la conciencia de que todos estamos conectados más allá de aquello que aparentemente nos separa. Ana hace posible que siga con mi camino de forma confiada y determinada a pesar de cualquier dificultad.
  • PONLO EN PRIMERA PERSONA. Ahora toma lo que has dicho y ponlo en primera persona. Soy una persona….Mis cualidades son….El impacto que tengo en la vida de otros es….Y hago posible en la vida de otros…
    • Soy una persona espontánea. Cuento con la capacidad de afrontar cada situación que me plantea la vida con autenticidad y receptividad. Soy un poco despistada, lo que hay que decir que se suma a mi frescura ;). También soy bondadosa y me entrego a mi propósito de forma desinteresada. Aporto a los otros la conciencia de que todos estamos conectados más allá de lo que nos separa. Hago posible que los otros sigan con su camino de forma confiada y determinada a pesar de cualquier dificultad.

Ahora recibe esas partes que también son tuyas, por derecho y por deber. Respíralas profundamente. Dales permiso para tomar espacio y expresarse. Deja que su luz se expanda dentro de ti, y a través tuyo, en el mundo.

 

(1) “La Quinta Disciplina: Cómo Impulsar el Aprendizaje en la Organización Inteligente.” Peter Senge.

 

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No eres tan mala persona. Cómo procesar la vergüenza y la culpa fruto de tu sombra

Este es el cuarto post de la serie dedicada a la sombra humana. En el primero exploré el problema de creernos que somos lo que queremos ser. En el segundo te di una pauta básica para detectar la sombra psicológica. Y en el tercero te facilité tres pautas para un primer nivel de integración.

HOLA VERGÜENZA

Una vez dado el paso de reconocer que también encarnas aquello que detestas en el otro – quejica, chismoso, acaparador, envidioso, orgulloso, malévolo, etcétera -, entrarás en contacto con la vergüenza. La vergüenza1 es una variante de la rabia, pero dirigida hacia ti mismo por haber actuado mal. La vergüenza sin procesar te cierra al mundo – te sientes demasiado malo para participar. En cambio la vergüenza procesada e integrada te hace consciente de que tú, al igual que todos estás roto y eres imperfecto, lo que te acerca a la humanidad.

Mujer tapándose la cara

(Tabitha Turner, UNSPLASH)

HOLA CULPA

Junto con la vergüenza emerge también la culpa. La culpa no entendida como emoción, “sentirte culpable” sino como estado “saberte culpable”. Te sabes culpable por haberte comportado de forma injusta y equivocada con otra persona, guiado por una proyección. Tal vez con muchas personas. Tal vez por mucho tiempo.

PROCESO 1,2,3,1

Si no quieres dejar el proceso a medias, no puedes dejar de procesar tu culpa y vergüenza. Te propongo realizarlo con el enfoque denominado 1,2,3,1. Lo hago tomando el ejemplo del primer artículo:

1) Primera persona: “ (Yo Noemí) Me siento fatal por haberle hablado a mi madre con mal tono y sin respeto, cuando insistía en que no puedo seguir así con mi trabajo”

2) Segunda persona: “Noemí, no tenías mala intención al hablar a tu madre de ese modo aunque tus palabras no fueran acertadas. Puedes aprender de ello y tener paciencia con ella la próxima vez. Además sabes que tiene algo de razón con lo de tu trabajo.”

3) Tercera persona: “Noemí se sintió atacada por su madre cuando esta le dijo que trabajaba demasiado y le habló de malas maneras. Noemí es consciente de su impulso defensivo y la rabia de sus palabras y la próxima vez tendrá más paciencia.”.

1) Primera persona: “Soy una persona íntegra, con luces y con sombras. Cometí un error y he aprendido de él”.

Procesar la culpa y la vergüenza culminan el trabajo de la sombra lo que te permite conocerte mejor y un cambio de rumbo fundamental: empezar a guiarte por la verdadera naturaleza de las cosas y no por tus proyecciones.

 

(1) Según Karla McLaren en The Language of Emotions: What Your Feelings Are Trying to Tell You.

 

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Esta sombra es mía. Cómo hacer las paces con los aspectos de ti que preferirías no ver

Este es el tercer post dedicado a la sombra humana. En el primero exploraba el problema de creernos que somos lo que queremos ser. En el segundo te daba una pauta básica para detectar la sombra psicológica. Una vez detectaste que estás bajo los efectos de tu sombra, te invito a considerar un sencillo proceso para arrojar luz a la misma e integrarla en tu ser.

En una ocasión, después de haber pasado la tarde con mi hija, llegué a casa y a la pregunta de mi pareja de qué tal la tarde, respondí, “bien, pero me ha puesto de los nervios que todo el rato quiere salirse con la suya”. A lo que él respondió, “Magda, tú también eres así, por eso esta parte de su carácter te molesta”. Tengo que decir que la coach soy yo y no él. En cualquier caso, me miré y me di cuenta de que había dado en el clavo: se trataba de un caso de sombra psicológica.

Chica de perfil

(Casper Nichols, UNSPLASH)

Para integrar tu sombra, es decir para neutralizar aquellos comportamientos de otros que te sacan de quicio y evolucionar, te propongo un proceso adaptado de Integral life que siempre funciona. Se llama 3, 2, 1 y trata de construir frases sobre lo que sucede en tercera persona del singular, en segunda persona y en primera, sin necesidad de compartirlas. En cada fase, date cuenta de cómo se transforman tu estado anímico y tensión corporal al pronunciarlas. En el caso del ejemplo sería:

3- LA PROYECCIÓN: El otro tiene la culpa: “Me cabreo porque todo el rato quiere salirse con la suya” o más en general sería “no soporto esto de ella”. Con esta frase, el mindset o actitud mental que se crea convierte a la persona que nos despierta la sombra en el “otro”, en el culpable de todo. Esta frase es la voz de la sombra y también nuestro punto de partida.

2- LA CONEXIÓN: Lo que haces me afecta: “Me siento irritada porque todo el rato quieres salirte con la tuya y yo me siento obligada a hacerlo”. Con esta frase nos conectamos con el otro compartiendo aquello que nos afecta, al tiempo que mostramos nuestra vulnerabilidad. Usando esta construcción gramatical, internamente el otro se convierte en un humano al que estamos hablando de igual a igual.

1- LO QUE OCURRE: Estoy proyectando en ti: “Me observo y me doy cuenta de que soy yo quien quiere salirse con la suya y por eso tu comportamiento me afecta y me altera.” En esta fase tomamos consciencia de que estamos proyectando esta forma de ser en el otro. Asumimos responsabilidad sobre la proyección integrando una parte de nuestro carácter que antes negábamos.

Una vez aprendas estas sencillas pautas puedes ponerlas en práctica en cualquier lugar y situación: mientras conduces y el coche de delante se salta un ceda,  con tus hijos en cualquier momento que te saquen de tus casillas, en el trabajo mientras tu colega chismorrea por teléfono y no te deja concentrar…

Al integrar tu sombra una y otra vez – te advierto que es un proceso que da para toda la vida -, te quedarás con dos subproductos comunes: la vergüenza y la culpa. Procesar ambas fruto del trabajo de la sombra es otra historia. Te cuento cómo hacerlo en mi próximo post.

 

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El otro no te saca de quicio, eres tú: Cómo detectar tu sombra


En mi post anterior explicaba porque es esencial que hagas el trabajo de la sombra, y de qué forma esta dimensión es imprescindible en mis programas de coaching.

En él, describía de qué forma Noemí, una de las personas a quienes acompaño reaccionaba de forma desproporcionada a los comentarios de su madre. No es casual, puesto que las relaciones íntimas son espacios ideales para la emergencia de la sombra, y particularmente las relaciones materno-filiales. Nuestros padres fueron las primeras fuerzas que nos empujaron a ocultar dimensiones de nuestro carácter a la sombra. Y nuestros hijos con sus comportamientos nos invitan a desenterrar estas facetas por nuestro bien. El sistema es impecable, si sabemos aprovecharlo, aunque el proceso sea harto doloroso.

¿Cómo sabemos que se trata de sombra? La regla del algodón es discernir si algo TE INFORMA o TE AFECTA:

 

 LO QUE SUCEDE TE INFORMA TE AFECTA (SOMBRA)
  • Un amigo se pone a criticar a un amigo en común.
  • Tomas nota y le explicas serenamente que no estás de acuerdo con su acción.
  • Te sientes violentado y te enfadas con él sin mostrarlo.
  • Tu hijo de cinco años no saluda a nadie cuando os encontráis a alguien por la calle.
  • Tomas nota de su creciente timidez, le quitas peso al tema y decides afrontarlo cuando el momento sea propicio.
  • Te ensañas con él y le dices que la próxima ve que repita este comportamiento se quedará sin ver dibujos.
  • Tu madre se queja a menudo de sus achaques de salud – bajo seguimiento médico.
  • Das cuenta de su edad avanzada, y la acentuación de su carácter y no le das más importancia.
  • Te indignas diciéndote que estás hasta el gorro, que a todos nos duelen cosas cuando envejecemos, diciéndote que tu madre es insoportable.

Cuando los comportamientos de los otros nos afectan, es decir, nos alteran generándonos emociones negativas tenemos un conflicto. Pero la culpa no es de tu hijo, de tu madre, ni del vecino. El conflicto no es con el otro, sino contigo mismo. El otro hace meramente de espejo de tus formas de ser no integradas, o lo que es lo mismo de tus sombras.

En el próximo post te explico un sencillo proceso para llevar luz a estos aspectos oscuros, y liberar toda la energía que contienen.

 

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