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El regalo que el miedo esconde

Una vez un hombre caminaba de noche por un sendero. De pronto vio una serpiente enroscada y decidió dar media vuelta. A la mañana siguiente, al volver al mismo camino descubrió que en realidad la serpiente no era tal, sino una cuerda enroscada. Esta parábola de la filosofía Vedanta ilustra cuán errada puede ser nuestra percepción y en consecuencia nuestras acciones.

Esta semana ha sido una semana de miedos grandes, en relación a temas personales y colectivos. El miedo me contrae y me hace respirar de forma superficial. El transcurrir del momento cobra matices de película de suspense, mientras a mi alrededor se arman desesperadas tramas.

Aunque hace unos años, dando por reales mis interpretaciones, habría pasado a la acción de inmediato, en esta ocasión pude enfocarme en la historia que contaban mis miedos. Respirar hondo, no hacer nada aparte de descansar en la incertidumbre, y pedir lo contrario a la historia del miedo a través de la oración.

(Michael Dziedzic, UNSPLASH)

Mientras que el miedo susurraba todo aquello que no quería que pasara, es decir una visión terrible, era precisamente esa visión la que me informaba de lo que realmente quería. Aquello que nos da miedo que ocurra si le damos la vuelta, nos informa de aquello que deseamos, de nuestros sueños.

Es entonces cuando miedo, visión y oración se encuentran. El miedo informa de lo que tiene valor, la visión es la realidad positiva al otro lado de la proyectada por el miedo y la oración consiste en centrarse en esa visión, una y otra vez, generando así las condiciones para darle vida.

A los pocos días descubrí que uno de mis miedos no era una serpiente, sino una cuerda enroscada. Mi cuerpo se deshinchó como un balón. Me sentí un poco ridícula por el agudo sesgo de mis percepciones y también agradecida por el regalo que esconde el miedo: una visión a cultivar.

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¿Atrapado por la obsesión? Sal de ella con esta orientación de base

¿A quién no le ha asaltado por sorpresa una preocupación sobre un problema, una relación o una posibilidad futura? A menudo en estos casos, la mente desarrolla un mundo alrededor del problema y cuando nos damos cuenta ya nos hemos perdido en él. Estamos en las garras de la neurosis, de la obsesión, del laberinto de los pensamientos en bucle. La obsesión raramente nos visita cuando estamos serenos y relajados. Más bien se manifiesta cuando nuestro vida está repleta, los niveles de estrés son elevados y nuestro cuerpo es una maraña de tensión. Es entonces, cuando parecía que ya no podía ocurrir nada más, que a nuestra mente se le ocurre aferrarse a algo y cuál perro de presa, no soltarlo.

Los pensamientos obsesivos consumen mucha energía, porque generan ansiedad, dificultades de concentración e incluso nos pueden llegar a quitar el sueño. Las obsesiones nos secuestran llevándonos a un plano infernal creado por nuestra imaginación. La clave es: ¿cómo salimos de ahí? Una forma de afrontarlo es como si se tratara de un hábito, con lo que aplicaríamos estos tres pasos: reconocer la neurosis, no hacer lo habitual sino algo distinto y practicar el punto uno y dos el resto de nuestras vidas.

(Ahmed M Elpahwee, UNSPLASH)

Sin embargo, a veces la energía de la preocupación es tan fuerte que por mucho que intentemos hacer algo distinto, no lo conseguimos. Esto ocurre porque experimentamos nuestra vida tras los barrotes del ego: mi problema, mi trabajo, mi familia, mi carrera, mi casa, mi, mi, mi…Cuando me encuentro en esta situación acudo a la base del dharma budista expresado de innumerables formas. Tomemos por ejemplo la del aforismo Lojong: Todo el dharma está de acuerdo en un punto. Todas las instrucciones budistas se enfocan en reducir el grado de ensimismamiento en uno mismo, lo que reduce el sufrimiento y aumenta la felicidad.

La cuestión entonces es ¿cómo disminuyes tu autocentramiento? Pues de forma sencilla: olvidándote de ti e interesándote por los demás. ¿Cómo están? ¿Qué les ocurre? ¿Cómo les puedes ayudar? Ponerte al servicio de los otros sin esperar nada a cambio, neutralizará tus tendencias obsesivas, devolviéndote suavemente al descentrado centro, tu verdadero lugar.

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¿La ecoansiedad te domina? 4 aspectos a examinar

La playa en la que veraneo ha retrocedido unos diez metros en dos años. Tal vez no sea casualidad. Está siendo un verano de inundaciones en Zaragoza, tornados en la República Checa, de un posible paro del AMOC y un largo e inquietante etcétera. Motivos para sentir ansiedad frente a los cambios planetarios tenemos de sobra. ¿La cuestión es hasta que punto te domina esta emoción? Mientras que en un artículo anterior te daba pautas para gestionarla, en éste te invito a crecer a través de la consciencia.

Si te domina la ecoansiedad puede que seas presa de sesgos de percepción, creencias debilitantes o simplemente ignorancia. En este artículo voy a examinar a cuatro dimensiones comunes: estar desconectado de tu origen, creer que te mereces ser feliz, no haber confrontado a los tres terribles y no tener un propósito más grande que tú. Cada uno de estos aspectos mina tu fortaleza mental aumentando las posibilidades de que el miedo, en este caso la ecoansiedad te ataque fatalmente.

ESTAR DESCONECTADO DE TU ORIGEN

Tu origen es el de los homínidos que sobrevivieron la última glaciación, es el de la estirpe que se sobrepuso a esclavitudes y tiranías. Tal vez tus ancestros resistieron a la Inquisición, quizás salieron con vida de campos de concentración. Seguramente llevas sangre de supervivientes de una guerra fratricida. Provienes de la línea de vida que ha triunfado a pesar de todo, éste y no otro es tu verdadero origen.

(8machine, UNSPLASH)

CREER QUE TE MERECES SER FELIZ

Vivimos en una sociedad hedonista, en la que el discurso de los derechos nos ha convencido de que merecemos ser felices. Si has comprado esta historia es muy probable que te sientas víctima de la vida. Las víctimas son débiles, sus desgracias se acumulan y no están en contacto con su verdadero poder.

NO HABER CONFRONTADO A LOS TRES TERRIBLES

Si no has confrontado a los tres terribles: la maldad, la muerte y la tiranía, vives como un niño que ha declinado crecer. Aunque no lo sepas, eres Peter Pan y este personaje si bien está equipado para vivir en el país del nunca jamás, se pierde por completo en la vida real.

NO TENER UN PROPÓSITO MÁS GRANDE QUE TÚ

Si no tienes un propósito ambicioso, algo en lo que centrarte, darlo todo y hacerlo tu prioridad número uno, lo más probable es que estés confundido. Esta confusión emerge de querer hacer muchas cosas, sin centrarte en ninguna de veras. Cuando caes en esta trampa tu energía se diluye y tu mente se debilita.

En cambio, si te fijas un propósito retador, contactarás con la verdadera fuerza que hay en ti, aquella que encontró Viktor Frankl y otros supervivientes de los campos de exterminio. Tener un propósito fortalecerá tu mente y con ello sortear la ecoansiedad será coser y cantar.

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¿Eres presa de la ecoansiedad? Algunos apuntes para gestionarla

Lorena recayó en una depresión, a raíz de obcecarse en pensamientos angustiosos sobre el futuro del planeta y el de sus hijos pequeños. Sofía, persona altamente sensible, tiene que andarse con mucho cuidado antes de exponerse a noticias similares, pues tiene comprobado que debilitan su estado de ánimo.

La ecoansiedad es cada día más un factor desestabilizante de la salud mental, como señalan estudios recientes y como constato a menudo en mi práctica de coaching. Una forma de entender la ecoansiedad es considerarla  una transferencia de poder personal a los problemas del mundo, con lo que estos consumen a la persona, generando síntomas (depresión, ansiedad, adicciones…) que la inhabilitan para precisamente hacerles frente y por descontado, vivir con normalidad.

Hace años que reflexiono sobre de qué forma el dolor por el planeta nos afecta, y cómo gestionarlo, no solamente para sobrevivir, sino para vivir una vida plena y vibrante.

NORMALIZAR EL DOLOR

Para empezar, es importante normalizar el dolor que sentimos cuando tomamos consciencia del estado de las cosas. Formamos parte de la vida, somos los órganos sintientes de la biosfera y estamos todos conectados. De modo que sentir el dolor por el daño que el planeta está sufriendo, la supervivencia propia y de la especie, el impacto de la sexta extinción masiva, la creciente contaminación, el calentamiento global, etcétera,  no es una señal de que algo está mal en nosotros, sino todo lo contrario, ¡estamos vivos y por esa misma razón sentimos!

Sin embargo, dar espacio a este sentimiento, a este dolor, no es tan sencillo puesto que nuestra sociedad fundamentada en la ciencia privilegia el pensamiento y margina a las emociones, diciéndonos que lo que sentimos no es importante. En este sentido, me resulta inspiradora la filosofía de Édouard Glissant a la que llama “pensamiento del temblor”. Según Glissant, el temblor es el terror de nuestra vulnerabilidad que sentimos por lo que ocurre y es precisamente este temblor lo que nos facilita la conexión con el otro. Al aunar pensamiento y emoción, Glissant rompe la falsa y dañina dicotomía del pensamiento occidental.

(Oscar Keys, UNSPLASH)

RECIBIR LA EMOCIÓN

La clave para afrontar la ecoansiedad es dar espacio al sentir subjetivo, a las emociones que nos invaden ¿De qué emociones se tratan? Terror, ansiedad, miedo, rabia…¿Dónde las sentimos? Detectar la parte del cuerpo en la que manifiestan nos permite entrar en diálogo con ellas. Contar con soportes para dar cauce a la emoción de forma creativa también nos puede ayudar.

Recibir el dolor es también una tarea que puede, y es muy recomendable, realizarse de forma colectiva, participando en algún movimiento en forma de voluntariado, activismo o creatividad en la esfera que más le interese a uno. El proceso deviene entonces una práctica cultural, entendida como un espacio participativo en el que expresar nuestra subjetividad (con ecoansiedad o sin ella)  metabolizando las emociones y aumentando nuestra vitalidad, en palabras del filósofo Andreas Weber.

ENTRE EL PESIMISMO Y EL OPTIMISMO

La expresión y participación no nos garantiza que los hechos que nos llevan a la ecoansiedad se solucionen. De hecho, nada se soluciona nunca. La vida es caótica y no tiene solución puesto que termina con la muerte. Sin embargo, lo prodigioso de la participación es que nos mantiene entre la utopía y la distopía. Nos aleja de la distopía a la que conduce instalarse en la ecoansiedad. Y también nos aparta de la utopía puesto que la propia mortalidad e inercia de los retos son imbatibles. Es el espacio, entre la utopía y la distopía, entre el optimismo y el pesimismo, donde es posible conectar con el momento presente del que brota la gratitud por la vida y por poder participar, como articula la activista medioambiental Joanna Macy en El trabajo que reconecta. La gratitud es el gran transmutador de la ecoansiedad en energía para la expresión y creatividad para la acción, a la vez que genera sentido personal y vivifica.

LA AUTOGESTIÓN Y LA CATÁSTROFE INEVITABLE

Si sabes que tienes tendencia a la ecoansiedad, como en mi caso, puedes tomar medidas al respecto. Por ejemplo puedes elegir conscientemente los momentos para bucear en la actualidad, aprender a modular tu estado de ánimo, a través de prácticas de consciencia y también puedes buscar apoyo cuando sientas que algo te ha desestabilizado seriamente.

En paralelo, mantenerse en contacto con la naturaleza catastrófica de la vida es un buen antídoto para la ecoansiedad. Consiste en llevar a la consciencia la muerte – propia y de todo lo que te rodea, el hecho que las cosas tienden a desintegrarse y que la única constante en la vida es el cambio.

La participación cultural y la práctica de la consciencia nos ayudan a navegar la ecoansiedad integrando las contradicciones de vivir, lo que en palabras de Glissant redunda en “un mundo en el que todos los seres humanos y los animales y los paisajes y las culturas y las espiritualidades se iluminan mutuamente”. Un mundo, un yo, un nosotros nunca resueltos, pero temblorosamente vivos y en constante evolución.

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Por qué entrenar tu atención te puede ayudar a salir de la ansiedad o la depresión

Llevo unos pocos meses aprendiendo a montar a caballo. Lo doy todo en cada sesión y termino hecha polvo. Algo que estoy disfrutando es la relación que se genera con el caballo. La yegua Catalana tiene catorce años es astuta, sensible y bella. Si tiro demasiado de las riendas, trota más en lugar de pararse. Si en lugar de tener los brazos pegados al cuerpo los levanto, ella va incómoda y no trota bien. Después de lograr mantener los pies en los estribos de forma correcta y descubrir que tengo unos músculos que se llaman abductores, tengo claro que el siguiente paso es la relación con Catalana.

Hace unos días que ando preocupada por un tema familiar. Si no voy con cuidado, la preocupación me domina y pierdo las riendas de mis pensamientos al igual que cuando no pongo atención a la forma de comunicarme con Catalana.

Lidiar con la mente de forma armoniosa, al igual que comunicarse con un caballo, no es fácil, como constato a diario en mi práctica de coaching. Si te digo, no pienses en un prado verde, ¿a que estás pensando justamente en esto? Por eso, la habitual estrategia de “no voy a pensar” o “elijo no obsesionarme” no funciona. Al igual que si me digo, no voy a tirar de las riendas fuerte, tampoco funciona porque no se trata de no hacer, sino de hacer de una determinada forma. Al igual que un caballo lleva las riendas en conexión con el cuerpo del jinete, la mente también tiene sus riendas, que no es más que la atención. Según a qué orientemos nuestra atención, nuestra mente se desbocará o de lo contrario va a calmarse y a centrarse en lo que nosotros elijamos.

Triángulo de la atención

Una forma sencilla de encuadrar la atención es a través del triángulo de la atención, utilizado en el mindfulness. A grosso modo, existen tres fenómenos en los que podemos centrar nuestra atención: pensamientos, emociones y sensaciones. La mayor parte del tiempo estamos centrados en nuestros pensamientos. Los pensamientos van desde una simple idea, a una sofisticada historia. Los pensamientos son información con una carga energética y otra somática o de sensaciones. La carga energética son las emociones que activan la acción del cuerpo. Por ejemplo se despierta la sensación física de hambre, pienso en una fruta, la encuentro y me la como. El pensamiento se disipa y la sensación también. En cambio, imagina que estoy a dieta. Tengo la sensación de hambre, pienso en comida pero no como. Cada vez pienso más en comida. No puedo parar de pensar en comida. Pero sigo sin comer. La comida se convierte en una obsesión. Cuando me doy permiso para comer, me desboco y como demasiado. Así es como fracasan muchas dietas restrictivas, generando apego justamente hacia aquello que queremos modular.

Algunos trastornos mentales como la depresión o la ansiedad se pueden entender como resultado de instalarse en ciertos tipos de pensamientos, emociones y estados físicos durante demasiado tiempo. Si realmente fuese así, bastaría con trabajar la atención de cierto modo para poder salir de estos estados. Pues eso es lo que justamente demuestra un estudio pionero en el que se han comparado los resultados de tratamientos de personas con desórdenes de ansiedad por una parte con fármacos, y por otra, a través de un programa de mindfulness de ocho semanas, es decir un entrenamiento práctico de la atención. El entrenamiento de la atención se está demostrando beneficioso no solo para desórdenes de ansiedad sino también para curarse y no recaer en trastornos depresivos.

Entrenar la atención se puede hacer de múltiples formas y no hace falta tener ningún trastorno mental para hacerlo. La clave para reequilibrar la mente es dejar de poner la atención en los pensamientos y llevarla a las sensaciones físicas: respiración, tacto, olor, ruidos, sabores… sea lo que sea que estás haciendo. Enfocar la atención en las sensaciones afloja el vigor de los pensamientos, con lo que cada vez resulta más fácil observarlos como meros objetos de la consciencia, y lo mismo ocurre con las emociones. Con la práctica uno aprende a calmar la mente, descubriendo en ella una aliada, con quién cabalgar con gracia los altibajos vitales.

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Por qué tu salud mental te agradecerá limitar tu exposición a los medios. Pautas básicas para conseguirlo

En un programa reciente Pablo Motos le preguntaba a la cantante Valeria Castro sobre el estado de la Palma, isla en la que reside. Pablo explicaba “que al volcán de la Palma lo tapó la Omicron, a Omicrón la tapó la crisis del PP, a la crisis del PP la tapó la guerra, y así vamos.

Vivimos en un permanente estado de alarma sostenido por la industria de los medios de comunicación.

Esto no significa que las crisis no sean reales, ni graves. El problema emerge cuando por sobreexponernos a las noticias de determinada realidad, nuestra salud mental se ve afectada. Gómez y Berrio, investigadoras de la Universidad de Barcelona documentaban de qué forma exponernos a noticias de la crisis del covid estaba dañando nuestra salud mental. Yo misma lo he constatado en las personas que han acudido a mi consulta de coaching durante este periodo, muchas marcadas por un estado de ánimo depresivo y apático.

Salimos de una pandemia de dos años durante la que el miedo al contagio, a la muerte y al colapso del sistema sanitario nos ha acompañado. Ahora acaba de empezar el grave conflicto de la guerra ruso-ucraniana acaparando la mayoría de espacios mediáticos.

Ante cualquier situación de crisis es normal que surjan sentimientos de ansiedad y miedo. La clave está en cómo los gestionamos. Algunas personas intentan calmar su ansiedad consultando de forma compulsiva los medios de comunicación sobre el tema. Esto fija su atención en el problema y agudiza su ansiedad, pudiendo desencadenar en desórdenes mentales.

Manos de persona con ipad

(Taras Shypka, UNSPLASH)

La influencia de los medios de comunicación es fuerte pero no todopoderosa y es importante darse cuenta de ello. Tu vida está en tus manos y por esta razón puedes tomar medidas para proteger tu salud mental de las consecuencias de la infoxicación. Te doy unos tips para conseguirlo:

1-    MODIFICA TU EXPOSICIÓN A LOS MEDIOS de comunicación y observa cómo afecta a tu estado de ánimo. Por ejemplo, si los miras cada vez que no sabes que hacer, prueba a hacerlo tres veces al día por ejemplo y observa de qué forma cambia tu estado de ánimo cuando lo haces.

2-    PREPÁRATE ANTES DE EXPONERTE. Toma unos segundos antes de ver los medios para conectar con algo más grande que tú. Expande tu conciencia y considera que lo que vas a ver es un duro y complejo episodio de la humanidad de entre los muchos que ha habido.

3-    SUELTA LA CARGA después de exponerte a los medios de comunicación. A veces es necesario gritar, moverse, garabatear en un papel o ir dar un paseo para sacudir de tu cuerpo las emociones de aquello a lo que has estado expuesto. Si lo sientes así, hazlo.

4-    PROTEGE TU DESCANSO. La exposición a dispositivos electrónicos antes de ir a dormir está asociado a un empeoramiento del descanso y a una alteración del ciclo de sueño/vigilia. Limitar tu exposición a la tele, móvil, ordenador a partir de cierta hora por la tarde puede ayudarte a descansar mejor, lo que es fundamental para tu salud mental.

5-    CAMBIA DE TEMA en conversación. El usual monotema (covid, la guerra,…) se apropia de las reuniones sociales ante nuestra impávida indefensión aprendida. Practica el arte de cambiar de tema para evitar dejarte arrastrar a espirales negativas o angustiantes, o simplemente levántate y sal a tomar el aire.

Cultivar un estado de ánimo saludable, centrado y positivo no solamente no es un acto egoísta, sino que constituye una de las mayores responsabilidades que tenemos como adultos. Cuando lo haces, contribuyes silenciosamente al bienestar de todos lo que te rodean.

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Si puede, no vaya al médico. ¿En serio?

SI PUEDE, NO VAYA AL MÉDICO. ¿EN SERIO?

En su último libro Si puede, no vaya al médico, el cirujano Antonio Sitges Serra alerta en palabras de Huxley, respaldadas por 40 años de práctica, que con todos los avances médicos, pronto estaremos todos enfermos.

HIPOCONDRÍACOS EN SERIE

Con puntos en común al libro Curación Cuántica de D. Chopra, Sitges explica cómo la tecnología, los medios de comunicación y el personal médico se confabulan para convertirnos en hipocondríacos en serie. El autor describe que somos bombardeados constantemente sobre los peligros de enfermar, nos sentimos empujados a preocuparnos, a ir al médico, a hacernos pruebas, tests, controles,…y con tanto buscar algo encuentran. Y, añade, una vez lo hacen, el riesgo de entrar en una espiral degenerativa de intervenciones innecesarias, pruebas, stress emocional y demás factores nos puede llevar al desastre.

Persona con estetoscopio

(Online marketing, UNSPLASH)

PSICOSIS COVID

En plena psicosis por la covid, estamos más pendientes de nuestra salud que nunca. Entonces ¿qué hacemos? ¿Pasamos de todo y nos olvidamos de ir al médico? ¿O lo contrario, nos observamos constantemente, rozando la hipocondría con sus nocivos efectos y saturando las consultas médicas?

LOS LÍMITES DEL MIEDO

Detrás de estar muy pendiente de la salud de uno, está el miedo a enfermar. Y en un plano más o menos cercano, el miedo a morir. La emoción del miedo nos avisa del peligro. Anticipa un escenario adverso y su inteligencia nos habla de cautela. Con este mensaje se activa la alerta en nuestro cuerpo, preparándonos para la lucha, la huida o la congelación. A veces el miedo nos puede salvar la vida. Sin embargo, vivir permanentemente presos del miedo – o su variante, la ansiedad – no es recomendable, puesto que la misma emoción nos consume.

DESCÉNTRATE

Un antídoto a la excesiva preocupación por la salud de uno mismo consiste en descentrarse. Tengo cierta tendencia a la hipocondría y mi profesión, basada en acompañar a otras personas a desarrollarse a través del coaching es el antídoto perfecto para descentrarme y ponerme en mi sitio. Al crecer te enseñaron a estar centrado, pero ¿que tal si te descentras un poco o del todo? Dejas de pensar en ti, por unas horas o por unos días y te centras en otra persona, en otro tema, en otro proyecto. Al hacerlo la garra del miedo aflojará, creando espacio para experiencia nueva.

ACEPTAR EL ERROR

En cualquier caso, tanto si dejas que el miedo a enfermar se apropie temporalmente de tu salud, como si evitas ir al médico cuando deberías ir, date un respiro. Nuestra capacidad de errar es marca de la casa de la estirpe humana. Médicos incluidos. Ellos por supuesto, también se equivocan.

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