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¿Eres presa de la ecoansiedad? Algunos apuntes para gestionarla

Lorena recayó en una depresión, a raíz de obcecarse en pensamientos angustiosos sobre el futuro del planeta y el de sus hijos pequeños. Sofía, persona altamente sensible, tiene que andarse con mucho cuidado antes de exponerse a noticias similares, pues tiene comprobado que debilitan su estado de ánimo.

La ecoansiedad es cada día más un factor desestabilizante de la salud mental, como señalan estudios recientes y como constato a menudo en mi práctica de coaching. Una forma de entender la ecoansiedad es considerarla  una transferencia de poder personal a los problemas del mundo, con lo que estos consumen a la persona, generando síntomas (depresión, ansiedad, adicciones…) que la inhabilitan para precisamente hacerles frente y por descontado, vivir con normalidad.

Hace años que reflexiono sobre de qué forma el dolor por el planeta nos afecta, y cómo gestionarlo, no solamente para sobrevivir, sino para vivir una vida plena y vibrante.

NORMALIZAR EL DOLOR

Para empezar, es importante normalizar el dolor que sentimos cuando tomamos consciencia del estado de las cosas. Formamos parte de la vida, somos los órganos sintientes de la biosfera y estamos todos conectados. De modo que sentir el dolor por el daño que el planeta está sufriendo, la supervivencia propia y de la especie, el impacto de la sexta extinción masiva, la creciente contaminación, el calentamiento global, etcétera,  no es una señal de que algo está mal en nosotros, sino todo lo contrario, ¡estamos vivos y por esa misma razón sentimos!

Sin embargo, dar espacio a este sentimiento, a este dolor, no es tan sencillo puesto que nuestra sociedad fundamentada en la ciencia privilegia el pensamiento y margina a las emociones, diciéndonos que lo que sentimos no es importante. En este sentido, me resulta inspiradora la filosofía de Édouard Glissant a la que llama “pensamiento del temblor”. Según Glissant, el temblor es el terror de nuestra vulnerabilidad que sentimos por lo que ocurre y es precisamente este temblor lo que nos facilita la conexión con el otro. Al aunar pensamiento y emoción, Glissant rompe la falsa y dañina dicotomía del pensamiento occidental.

(Oscar Keys, UNSPLASH)

RECIBIR LA EMOCIÓN

La clave para afrontar la ecoansiedad es dar espacio al sentir subjetivo, a las emociones que nos invaden ¿De qué emociones se tratan? Terror, ansiedad, miedo, rabia…¿Dónde las sentimos? Detectar la parte del cuerpo en la que manifiestan nos permite entrar en diálogo con ellas. Contar con soportes para dar cauce a la emoción de forma creativa también nos puede ayudar.

Recibir el dolor es también una tarea que puede, y es muy recomendable, realizarse de forma colectiva, participando en algún movimiento en forma de voluntariado, activismo o creatividad en la esfera que más le interese a uno. El proceso deviene entonces una práctica cultural, entendida como un espacio participativo en el que expresar nuestra subjetividad (con ecoansiedad o sin ella)  metabolizando las emociones y aumentando nuestra vitalidad, en palabras del filósofo Andreas Weber.

ENTRE EL PESIMISMO Y EL OPTIMISMO

La expresión y participación no nos garantiza que los hechos que nos llevan a la ecoansiedad se solucionen. De hecho, nada se soluciona nunca. La vida es caótica y no tiene solución puesto que termina con la muerte. Sin embargo, lo prodigioso de la participación es que nos mantiene entre la utopía y la distopía. Nos aleja de la distopía a la que conduce instalarse en la ecoansiedad. Y también nos aparta de la utopía puesto que la propia mortalidad e inercia de los retos son imbatibles. Es el espacio, entre la utopía y la distopía, entre el optimismo y el pesimismo, donde es posible conectar con el momento presente del que brota la gratitud por la vida y por poder participar, como articula la activista medioambiental Joanna Macy en El trabajo que reconecta. La gratitud es el gran transmutador de la ecoansiedad en energía para la expresión y creatividad para la acción, a la vez que genera sentido personal y vivifica.

LA AUTOGESTIÓN Y LA CATÁSTROFE INEVITABLE

Si sabes que tienes tendencia a la ecoansiedad, como en mi caso, puedes tomar medidas al respecto. Por ejemplo puedes elegir conscientemente los momentos para bucear en la actualidad, aprender a modular tu estado de ánimo, a través de prácticas de consciencia y también puedes buscar apoyo cuando sientas que algo te ha desestabilizado seriamente.

En paralelo, mantenerse en contacto con la naturaleza catastrófica de la vida es un buen antídoto para la ecoansiedad. Consiste en llevar a la consciencia la muerte – propia y de todo lo que te rodea, el hecho que las cosas tienden a desintegrarse y que la única constante en la vida es el cambio.

La participación cultural y la práctica de la consciencia nos ayudan a navegar la ecoansiedad integrando las contradicciones de vivir, lo que en palabras de Glissant redunda en “un mundo en el que todos los seres humanos y los animales y los paisajes y las culturas y las espiritualidades se iluminan mutuamente”. Un mundo, un yo, un nosotros nunca resueltos, pero temblorosamente vivos y en constante evolución.

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Guerra, cambio climático, crisis económica… ¿Qué hacer antes de que el karma te atrape?

Los occidentales nos alzamos sobre las cenizas de la colonización. Somos herederos de la expoliación de pueblos, su opresión y exterminio. La herencia sobre la que caminamos toma forma de un karma colectivo cargado de negatividad. Existe el karma individual, que no es más que el efecto de nuestras propias acciones individuales y luego existe el karma colectivo, que es el resultado de las acciones tomadas por las organizaciones a las que pertenecemos y los políticos que nos representan.

Pensando en términos de nuestra pequeña vida, es fácil que al preguntarte ¿qué culpa tienes tú de qué Occidente cerrara los ojos a la opresión soviética de sus pueblos y al régimen que la sucedió durante tantos años? ¿Qué culpa tienes tú del exterminio de pueblos indígenas en el nuevo mundo? ¿Qué culpa tienes tú de que se siga explotando a minorías étnicas a través del neocolonialismo de grandes multinacionales españolas que contaminan regiones y enferman a las personas que viven allí?, respondas que tú no tienes nada que ver con todas estas injusticias.

(Saad Chaudhry, UNSPLASH)

Pero esto no es así. Por indeseable que sea la herencia, aunque no estemos de acuerdo, aunque hayan pasado muchos años, aunque nos parezca que no podemos hacer nada, estas injusticias sobre las que nos alzamos tienen todo que ver con nosotros. Alguien siempre acaba asumiendo la responsabilidad o dicho de otra forma, pagando el pato. Si no somos nosotros los responsables ¿quién va a ser?

La prueba de nuestra responsabilidad es que las consecuencias de nuestras acciones, individuales y colectivas siempre llegan. Tardarán más o menos pero se van a presentar y ya lo están haciendo. Lo hacen en forma de una guerra inesperada, de la subida de la luz, del cambio climático, de un ataque terrorista, de una crisis económica o de cualquier otro entramado de formas. Si no las recibimos nosotros, lo harán las generaciones futuras.

Y mientras tanto ¿qué puedes hacer con todas estas semillas de negatividad plantadas en nuestro espacio colectivo? Atención: puedes hacer MUCHO. ¡Puedes hacer tanto! Puedes convertirte en agente purificador de karma colectivo, liberándote y liberando a las generaciones venideras de su tóxica losa y ¡atención!: puedes disfrutar haciéndolo. Te doy algunas ideas:

  1. INFÓRMATE. Infórmate y deja que la información relativa a tu karma colectivo te afecte, no para encerrarte en tu cinismo, sino para hacerte más humano, abriéndote el corazón.  Pídele a Dios que el dolor no te sea indiferente. Ensancha así comprensión de tu entorno y del maldito fardo que cargas, que cargamos. Asúmelo como tuyo.
  2. SÉ CRÍTICO CON TUS GOBERNANTES. Por ejemplo El PSOE dijo en su último programa electoral que respetaría el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Pues mintió. Cuando algo así ocurra con cualquier partido político, pues expresa tu desacuerdo y no les vuelvas a votar. Si muestras neutralidad frente a injusticias, estás como decía Desmond Tutu, poniéndote al lado del opresor.
  3. NO TRABAJES PARA EL MAL. Si la organización por la que trabajas explota a seres humanos, contamina, destruye o genera cualquier tipo de mal, no lo dudes, cambia de trabajo.
  4. CONTRIBUYE con lo que puedas. Habla de ello con tu entorno. Solidarízate con la causa que más te mueva. Dedica tiempo, energía y dinero, el que puedas pues ¡todo suma!
  5. SIENTE LAS EMOCIONES. Cuando te acerques a las injusticias, reconócelas y siente lo que emerja. Aunque pueda sonar a poco no lo es. Recuerdo que en la etapa del camino de Santiago desde Pamplona a la cuesta del Perdón, me entraron unas repentinas ganas de llorar sin saber porqué. Dejé brotar las lágrimas durante un buen rato, y al reprender la marcha encontré un cartel indicando que en aquél lugar habían sido fusilados una veintena de personas durante la Guerra Civil. Este post no da para explicarlo, pero cada vez que sientes emociones que no pudieron ser expresadas por las personas que recibieron el trauma, estás liberando a la vida misma de las cadenas causadas por acciones negativas1.

Te animo a ser consciente del karma colectivo, para que cuando llegue y te ponga de rodillas2, no te sorprendas demasiado. Muy pronto vas a estar muerto, así que ponte las pilas y conviértete en un agente purificador de karma. Brillarás y puede que sea lo que más sentido dé a tu fulgurante vida.

(1) Para más información, te recomiendo el trabajo de Thomas Hübl.

(2) De la canción Instant Karma de John Lennon.

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