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Comunicación no violenta o cómo desarrollar la consciencia a través del lenguaje

El lenguaje es lo que nos ha permitido delimitar la realidad y comprenderla. Sin el lenguaje el mundo sería incuestionable. No obstante, quedarse anclado en ciertos usos del lenguaje es un escollo que boicotea el desarrollo de la consciencia.

Lorena perdía a menudo los estribos con su hija adolescente. Cuando lo relataba decía que su forma de dirigirse a ella “le ponía de los nervios”. Objetivamente, existen formas de hablar odiosas, formas de hablar exquisitas y una infinitud de tonos entre ambas. Sin embargo, ¿Es verdad que a Lorena le ponía de los nervios su hija? Si observamos de cerca la realidad nos daremos cuenta que a Lorena no le ponía de los nervios su hija, sino que era Lorena misma la que se ponía de los nervios, cuando reaccionaba de cierta forma al comportamiento de su hija.

Mientras sostenemos en nuestros pensamientos formas de describir la realidad articuladas dando la culpa al otro de lo que ocurre en nuestro interior, nos alejamos de la realidad. ¿Cómo sería si cuando te das cuenta de que te estás poniendo de los nervios al hablar con tu hija, te dijeras que no es ella la que lo causa sino tu misma? Le pregunté en sesión.

(Mario Purisic, UNSPLASH)

La expresión “me pone de los nervios” corría un tupido velo en la consciencia de Lorena, dejándola con una única vía: perder los estribos, reforzando erróneamente la culpabilidad de su hija, justificando y aumentando de este modo su animosidad contra ella.

Creo que si en el momento me diera cuenta de que soy yo la que me pongo de los nervios a mi misma reaccionando así…pues no me nacería el impulso a castigarla que nos hace escalar el conflicto, y supongo que me ayudaría a calmarme. Tal vez, luego podríamos hablar como personas, me compartía.

Cambiar la forma de articular la propia experiencia mediante el lenguaje es poderoso porque nos ayuda a afinar el foco de la atención. Con este pequeño cambio, el foco de Lorena ya no estaba en su hija, en lo mal que le hablaba o lo irrespetuosa que era, echando más leña al fuego de su pelea. Al articular en su pensamiento diciendo soy yo misma la que me estoy poniendo de los nervios reaccionando a sus formas, Lorena lograba mantener la atención en su interior, aunque fuera por unos breves segundos, en los que conectar con la realidad de forma genuina y entonces ¡bam! aparecía como por arte de magia la capacidad de elección. Lorena podía elegir si seguir escalando el desencuentro, o si retirarse de la escena, tomar unas respiraciones, bajar revoluciones y retomar el contacto con su niña dentro de un rato.

Con la práctica del lenguaje consciente o comunicación no violenta, Lorena aprendió que su forma de articular la realidad en sus pensamientos tenía una potencia formidable: convertirla en víctima de su circunstancia o bien todo lo contrario, despertarla a su capacidad de agencia con un indiscutible margen de maniobra.

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¿Te cuestan ciertos eventos sociales? 5 claves para navegarlos con arte

Ayer en el Laboratorio del ser, un espacio relacional que facilito semanalmente, surgió el tema de la pesadez o el incordio mayúsculo de algunos compromisos sociales.

Independientemente de nuestro grado de fluidez social, existen actos y actos. Y algunos actos son un tostón. ¿Es eso verdad? ¿Existen actos que son objetivamente un tostón? Mi argumento es que no. No existen actos que sean objetivamente aburridos. Cuando nos enfocamos en el acto diciéndonos que es un tostón y no en nuestra capacidad de actuar, estamos relegando la responsabilidad sobre nuestra vida a los guiones sociales preestablecidos y eso se llama echar pelotas fuera. Eso se llama hacerse la víctima. Aunque los guiones sociales y normas culturales tengan mucha fuerza, siempre, absolutamente siempre tenemos margen de maniobra para ser fieles a nosotros mismos.

(Antenna, UNSPLASH)

Existen miles de ejemplos en los que las personas hacen uso de este margen de maniobra en las más adversas circunstancias.

Un caso extremo es el del grupo de intelectuales que se estaban a punto de morir en el gulag, un atroz campo de trabajo soviético, según la crónica de Aleksandr Solzhenitsyn en El archipiélago gulag. En lugar de lamentarse o caer en el sentimentalismo, lo que decidieron hacer fue darse clases de su especialidad por turnos, mientras sus vidas se iban apagando.

Otro caso parecido es el de los músicos del Titanic. Mientras el transatlántico se estaba hundiendo, en lugar de caer presos del pánico, decidieron seguir tocando para calmar a los pasajeros. No cesaron de tocar hasta que el barco les sumergió mar adentro.

Testimonios como estos en circunstancias límite, ponen de relieve el siempre existente margen de maniobra en nuestra vida. Frente a ellos, navegar con gracia un evento social indeseable debería ser pan comido. Si todavía no lo ves claro, te dejo unas pautas que te ayuden a ello:

  1. CONSIDERA NO IR. Esta opción puede parecer cobarde, pero no tiene porque serlo. Para dilucidar si un no es la mejor opción, plantéate las razones por las que no quieres ir. Luego imagina las consecuencias a corto, medio y largo plazo. Si te sientes en paz con ello, adelante, excúsate del encuentro. Si después de valorar lo anterior, decides ir, te animo a seguir leyendo.
  2. OLVÍDATE DE QUE “TIENES QUE PASÁRTELO BIEN”. Esta idea no está fundamentada. En la vida hay momentos en los que uno se lo pasa bien y otros en los que no. Creer que te mereces ser feliz o disfrutar es un problema. Si vas a los encuentros sociales con la presión de pasártelo bien, esta jugará en tu contra, pues sin querer, estarás pendiente de esta infundada expectativa.
  3. MANTENTE CONECTADO CONTIGO MISMO. A menudo, los eventos sociales nos diezman cuando nos dejamos llevar por el guión social de lo que se supone que debemos hacer. El antídoto consiste en mantenerte en todo momento conectado contigo mismo, respondiendo internamente a estas preguntas: ¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué me apetece? ¿Qué opciones tengo en este momento? Se trata de mantenerte conectado a tu estado interior, para que de este modo puedas actuar en consecuencia, en la medida de lo posible.
  4. SIGUE TU CURIOSIDAD. La curiosidad es uno de los motores de la vida. ¿Quién te genera curiosidad? ¿Qué te genera curiosidad de la persona de al lado? ¿Qué te gustaría conocer? Tira del hilo de la curiosidad y entrarás en el terreno de la presencia.
  5. MUÉSTRATE. En mi consulta de coaching he constatado que cuando pensamos en ser auténticos tendemos a irnos a los extremos: O sigo las normas sociales al pie de la letra o les mando a todos al carajo. Este enfoque no ayuda. El crecimiento pasa por seguir el camino del medio, sosteniendo la tensión de ser auténticos y respetar en lo posible los códigos sociales. En la tensión está el crecimiento personal. Y en la tensión, también está la transformación social, porque al tensar las normas sociales, también las transformamos.

Como tantas cosas en la vida, aplicar estas pautas no es algo que se hace una vez y ya. La recomendación es convertirlas en una práctica. Con ella serás cada vez más auténtico y fiel a ti mismo. Participar así en la vida es extraordinario.

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Kintsugi relacional o cómo reparar el daño en tus relaciones

En mi último post hablaba de cómo a veces, y no me cansaré de remarcar que solamente a veces, es necesario olvidarse de las formas o pasarse de la raya. Cuando lo hacemos es posible lastimar algunas sensibilidades. Sin embargo, el hacer daño a otros no pasa solamente por perder las formas. Es la dinámica de las relaciones en sí misma, nuestros modelos mentales y diferencias que propician el inevitable y necesario rifi-rafe relacional.

Si eres una persona perfecta, que siempre está en lo justo y acertado y logra ir por la vida sin herir a nadie, no sigas leyendo este post. Si en cambio eres como la mayoría de la humanidad, un ser imperfecto, que ama, que siente y que de vez en cuando hiere a los demás, este post es para ti.

Quien bien te quiere, te hará sufrir, reza el refrán. Y por las mismas, si quieres bien a alguien, date por seguro que en algún momento le harás sufrir. Cuando esto ocurra no es preciso que te sientas la peor persona del mundo, ni tampoco que te ahogues en un mar de vergüenza, dolor y arrepentimiento, aunque si necesitas probar cualquiera de estas medicinas, adelante, puede que te hagan bien. En cualquier caso, si la persona y la relación te importan, no puedes quedarte ahí. Tienes que dar otro paso y este paso se llama REPARAR.

(Simon Lee, UNSPLASH)

Reparamos el coche, reparamos el lavaplatos, reparamos un jarrón. En cambio, cuando se trata de relaciones, parece que no existe lo de reparar. O todo va bien o rompemos. Falta un verbo cuando se trata de reparar relaciones, cuando se trata de reparar el daño emocional, de reparar la comunicación, de reparar el vínculo.

Reparar el daño que hemos hecho a otros asemeja a curar la relación. Existe una herida y necesita cuidados. Una vez te determines a dar el valiente paso de reparar, ahí van unos pasos no lineales, para orientarte en el proceso:

  • SIN DEFENSAS. Cuando te orientas a reparar una relación te acercas a un territorio devastado después de una guerra. Por ello te animo a disponerte al encuentro sin defensas ni expectativas. No esperas nada del otro, especialmente no esperas que comprenda tu punto de vista, ni que reciba tu intención de reparar. Si te llega alguna bala o estalla alguna granada olvidada en el campo de batalla, no te defiendas sino que recibe la metralla con toda la calma de que dispongas.
  • RECONOCE EL DAÑO. Un paso fundamental es reconocer en palabras que – al margen de nuestras intenciones – hemos hecho daño al otro, a la relación. Esta parte facilita que el otro se sienta visto en su dolor y le anima a compartirlo.
  • ESCUCHA lo que la otra persona tiene que decir. Este es el momento de abrirse a la magnitud de la herida del otro: lo que ha supuesto para él, cómo se siente, dónde lo siente…
  • RECIBE EL DOLOR del otro que viene de ser expresado. Cuando la otra persona expresa su dolor en palabras y gestos, es necesario parar y respirar. Sentir su dolor en nosotros como si fuese nuestro, porque de hecho lo es. A veces puede ser útil expresarlo con nuestras propias palabras, para asegurar que le hemos entendido, dejándonos corregir en caso contrario.
  • EXPRESA EL AMOR que sientes por el otro y pregúntale: ¿hay algo que pueda hacer para reparar lo ocurrido? Si la respuesta es factible, pues manos a la obra.
  • SIGUE ADELANTE. Sea cual sea el resultado de tu acción reparadora, sea un acercamiento y curación de la herida, un irreversible desangre, o cualquier situación entre ambas, tienes que seguir adelante. Seguir adelante significa desapegarte de lo ocurrido y centrar tu atención en el fluir de la vida.

El arte japonés del kintsugi consiste en aplicar pasta de oro en las grietas donde una pieza cerámica se rompió, volviéndola así más bella. Las relaciones no son distintas, y por eso, a través del delicado arte de repararlas, cada tropiezo, cada grieta, cada rotura de una relación es una oportunidad de oro para embellecerla, fortalecerla y despertar al valor de la misma.

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El príncipe Harry, sacar los trapos al sol y la paz mental

Para el regocijo de la prensa amarilla, Harry el príncipe inglés exiliado en California se está desquitando. Después de una jugosa entrevista con Oprah, la serie documental con su mujer Meghan Markle en la que se explaya sobre su vida y experiencias, acaba de publicar sus memorias “En la sombra”. Es posible que si no todo, la mayoría de lo que relata sea verdad. ¿Sin embargo, cual es su intención al hacerlo? Tal vez sea ajustar cuentas con su padre y su hermano. Quizás sea enfatizar las raíces coloniales y racistas del imperio británico. Puede que quiera demostrar al mundo quién realmente es. Tal vez su intención sea ponerse en el punto de mira, convirtiendo así a su libro y sus otros productos en fenómenos súper ventas. No hay manera de saberlo con seguridad. A raíz de sus formas, hay algo que seguramente no está buscando: la paz mental.

¿Qué valor cultural y social le damos a la paz mental? poco. Sin embargo la paz mental es fundamental porque es lo que nos permite estar cómodos en nuestra piel y cultivar relaciones sanas. La paz mental nos permite la concentración. La paz mental nos permite navegar los altibajos de la vida sin que se nos lleven por delante.

Por otro lado, decir lo que uno piensa muchas veces empeora las cosas. Hablar nos complica la existencia porque en una aplastante mayoría de las veces, nuestras percepciones son sesgadas. Entonces, aunque creemos comunicar la verdad, no lo hacemos. De esta forma, con nuestro compartir sesgado y carga emocional negativa generamos más conflicto del que existía antes, en una cadena de acción-reacción de consecuencias imprevisibles.

Enrique, duque de Sussex, sigue el cortejo fúnebre durante el funeral de su abuela, la reina Isabel II.EP

Otro inconveniente de sacar cosas del pasado y removerlas en público, es que al hacerlo nos mantenemos atados al pasado. Si guardas temas del pasado, airearlo a las personas a quienes haces responsable de ello no te libera, sino que a menudo hace todo lo contrario: refuerza tu sentimiento de víctima.

No existe una receta infalible para saber qué es lo apropiado en cada momento, si hablar y sacar los trapos al sol o callar y optar por un trabajo interior. Por mi experiencia como coach, lo que atestiguo es que el trabajo interior siempre es recomendable. ¿Cómo? Pues escribiéndolo en un diario, con sesiones de coaching, haciendo arte terapia…Considerar el filtro de las tres puertas también te puede ayudar. Es probable que durante el proceso decidas que ya no necesitas compartirlo con otras personas. Y si aún así decides hacerlo, lo harás desde un espacio más centrado y menos reactivo, lo que siempre es favorable.

Antes de compartir o airear algo espinoso considera tu paz mental y la posibilidad de hacer trabajo interior. Sobre todo, no te inspires en el príncipe Harry.

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Sobrevivir a las celebraciones familiares y de cualquier tipo

En plena celebración familiar sobreviene a Antonia una tristeza sin nombre. De pronto se siente fuera de lugar, como si no perteneciera. Extraña al esfuerzo de todos por estar alegres, el comentario burlón de su cuñada la pilla desprevenida y reacciona con toda su mordacidad. La otra se rebota y se empiezan a gritar. Antonia se va tras dar un sonoro y doloroso portazo que impacta a todos, a ella la primera, arruinando la celebración.

De forma similar, a las pocas horas de una celebración familiar, Fina se siente incómoda. La matriarca de la familia ha mandando cantar villancicos. Ella siente un profundo rechazo hacia el tono de la invitación, pues suena más a obligación que a otra cosa. Sin embargo, como practicamos en sesión, Fina no mira hacia a su suegra sino hacia adentro. Entonces aprovecha para buscar cierta soledad, busca una excusa, sacar al perro. Ahí conecta con su pena y la respira. Se da una tregua. Vuelve a casa y siguen cantando. Le apetece otra cosa. Toma unas cartas e invita a sus sobrinos a jugar. Ha sorteado el bache respetándose a sí misma y creando un espacio en el que ella y una parte de su familia se divierten.

Pasado el gordo de las fiestas navideñas todavía quedan algunos coletazos significativos. Todavía pueden saltar chispas. La sangre puede llegar al río. Todavía podemos vivir una celebración más como si nos tragásemos una amarga píldora. O podemos capearlas como expertos navegantes, disfrutando al hacerlo.

Las fiestas navideñas, como cualquier reunión familiar contienen algunos de los ingredientes que favorecen el conflicto: más tiempo de convivencia; la idea de que “tenemos que pasarlo bien”, lo que añade tensión y facilita que reprimamos emociones que contradicen la alegría; y tradiciones que de mantenerse inflexibles pueden resultar opresivas.

(Nicole Michalou, PEXELS)

Una forma de navegar las fiestas o cualquier encuentro social con soltura es mantenerse conectado con uno mismo. Darte cuenta de lo que sientes y lo que necesitas en cada momento no solo para que la reactividad no te juegue una mala pasada, sino para que el autoconocimiento y la curiosidad te guíen allá donde está tu energía vital y la de los demás.

Una barrera a escucharte internamente es dejarte dominar por la presión inconsciente a conformarte al grupo. Es el miedo atávico a ser abandonado por la tribu, lo que comprometía nuestra supervivencia. Ahora ya no. Así que cuando lo sientas, no te dejes dominar por él y sigue tu intuición de acorde a lo que necesitas, desde el respeto y con amabilidad hacia todos.

Cuando damos espacio a lo que necesitamos desde el respeto hacia nosotros mismos y el sistema en el que nos encontramos, fluimos socialmente con gracia. La mayoría de las veces. Y cuando no sea así, allí aplican los versos del poeta y su inexcusable apelación: “cualquier cosa o persona que no te haga sentir vivo es demasiado pequeño para ti1”.

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(1) “Anything or anyone that does not bring you alive, is too small for you.” David Whyte del poema Sweet Darkness.