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Entra en mi vida sin anunciarte. Cómo relacionarte con tu nuevo ciclo

Joe Biden deja su candidatura, es oficial. La política está hecha de declaraciones oficiales, pues en este ámbito, si las cosas no se declaran no existen. Sin embargo, la existencia es independiente de a lo que los humanos decidamos dar voz. Lo mismo ocurre con tu vida. Puedes declararte a ti mismo que esta semana vas a empezar dieta. Puedes anunciar a los cuatro vientos que empiezas una nueva etapa. Puedes publicar en las redes sociales que vas a hacer esto o lo otro. O simplemente puedes dar espacio al cambio. Sin bombo ni platillo, sin declaraciones, sin reivindicaciones.

SIN DECLARACIÓN OFICIAL

La mayoría de cambios profundos llegan sin una declaración oficial: la llegada de la  adolescencia, enamorarse, envejecer. Esto es así porque a nivel corporal o somático, el cuerpo decide primero o mejor dicho, sabe. Como el universo, si le dejamos, el cuerpo da espacio a lo que todavía no tiene nombre. Sin embargo, lo sin nombre necesita una tregua de la mente para poder emerger. Al principio es una sensación. Un deseo, un anhelo que no sabemos bien como encaja. Algo toma las riendas y no somos nosotros, o la versión de nuestro ego al que estamos acostumbrados.

(Jan Tinneberg, UNSPLASH)

DETECTAR EL NUEVO CICLO

Nuestra naturaleza interior no es distinta de los ritmos que rigen el universo. Las masas celestes giran y giran. La que es hoy la estrella polar, por estar alineada con el eje de rotación de la tierra, dentro de catorce mil años dejará de serlo, cediendo su lugar a Vega, la estella más brillante de la constelación de Lyra. El movimiento es la constante de la evolución. Pero nuestro ego se resiste a los nuevos ciclos porque le gusta lo estable, lo predecible. Por ello en su esfuerzo de controlar impone un ritmo particular que bloquea el flujo vital, se desajusta del todo y retrasa la evolución. Cuando esto ocurre perdemos un ciclo, una oportunidad. Seguramente habrá otras, pero aquella ya no volverá a existir.

Para detectar lo nuevo fíjate en aquello que haces o sientes distinto de lo habitual y que te brinda vitalidad. Resulta que solías aburrirte en las típicas comidas familiares y en la última estuviste muy a gusto. ¿Qué lo facilitó? ¿Qué hiciste de diferente? ¿En qué te fijaste? Nunca conseguías desconectar del trabajo durante tus vacaciones y resulta que esta vez lo lograste, no te echaron y te sientes fenomenal. ¿Qué nueva forma de trabajar es posible desde esta confianza? ¿Cómo lo viven los demás?

Como en la canción Santa Lucía de Miguel Ríos, tu nuevo ciclo quiere entrar sin anunciarse. No esperes más, abre la puerta.

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Transforma tu sufrimiento con el milagro de la aceptación

Uno de los mejores veranos de mi vida fue en los Pirineos aragoneses, en una tienda de campaña al pie de las majestuosas montañas. Cada día una cima, cada día una nueva ruta. Llegar cansados y hambrientos, comer, jugar, mirar las estrellas. Un día cogimos el coche y cruzamos la frontera. Vimos el cartel hacia Lourdes y decidimos parar. No hicimos cola ni entramos a la gruta. Sin embargo, me impresionó la multitud de peregrinos. Muchos enfermos, todos devotos, esperando… un milagro. Años más tarde aprendí la historia del lugar.

BERNADETTE

En febrero de 1958, Bernadette Subirous, una niña con retraso mental, salió de casa a recoger palos a la orilla del río Gave porque su familia era demasiado pobre para usar carbón para el fuego. Su casa era más bien una choza, pues vivían en una antigua prisión en desuso.

Bernadette caminaba por la orilla del río con su hermana y hermano hasta llegar al canal. A La hora de cruzar el río, a Bernadette le dio apuro por lo fría que estaba el agua. Riéndose de ella, sus hermanos la dejaron atrás. Fue entonces cuando agachándose para quitarse las medias escuchó el ruido del viento en los árboles y al alzar la cabeza vio a la Virgen María en la gruta. A partir de aquel momento la Virgen se le apareció dieciocho veces y le dio varios mensajes. Le dijo que deseaba que la gente viniera a visitarla allí en procesión y penitencia para ellos mismos y para otros. Le dijo que cavara un agujero en la tierra y de allí brotó agua.

(Casey Horner, UNSPLASH)

Desde entonces, miles de peregrinos van cada año a Lourdes. Aunque alguno de ellos se cura de su enfermedad, la mayoría regresan a casa con su misma condición, al igual que Bernadette, que vivió la mayor parte de su vida enferma de tuberculosis, sometida a un gran dolor hasta el final de sus días. Sin embargo, para muchos de estos, al igual que Bernadette, aunque su enfermedad no cure, sí que se cura su alma. Lo hace con la aceptación.

EL VERDADERO MILAGRO

Lo común es relacionarse con la enfermedad de uno, o el sufrimiento del tipo que sea como si fuera una maldición. Rechazamos el sufrimiento, rehusamos nuestra condición, pensando que si esto no existiera, nuestra vida sería mejor. Esta forma de relacionarnos con el malestar es agresiva y genera una tensión adicional que agudiza el sufrimiento. En cambio, con la aceptación dejamos de tratar el sufrimiento como si fuese un invitado molesto y podemos recibirlo como un miembro más de la familia que necesita nuestra atención. Aunque esta orientación es aplicable a la mayoría de las circunstancias, en el caso de la enfermedad y el dolor es cuando más difícil resulta. Y al mismo tiempo, si logramos aplicarlo a estas situaciones, la transformación que se dará en nosotros será profunda, tomando forma de una milagrosa curación.

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Cómo afrontar el (seguro) desencuentro de verano con tu pareja

Llevamos dos días en Beijing y todo va como una seda. No puedo evitar preguntarme ¿Cuándo llegará el desencuentro? Está cerca, muy cerca, casi puedo olerlo…sigiloso como un zorro audaz, a punto degollar gallinas y devorar huevos sin despeinar un pelo de su poblada cola.

Se acumula el cansancio del viaje, el estrés de lo imprevisto, los niños con su especial sentido de oportunidad, y con todo ello…¡el cóctel está servido! Palabras como navajazos, reproches viperinos, miradas criminales. Frente a ello, la Gran Muralla China, la única obra de arquitectura humana que se puede ver desde el espacio, queda en segundo plano como si fuese la anodina calle al lado de mi casa, esa que cada día cruzo para salir al mundo.

Cuando estalla la crisis aparecen pensamientos del tipo “se supone que tendríamos que estar disfrutando y mira, aquí estamos amargándonos la existencia”. Otro pensamiento común es el que se preocupa por lo que vendrá con algo del estilo de “ahora vamos a estar de morros dos días y ya casi será tiempo de volver, ¡qué infierno!”. Sin embargo, el más peligroso de todos por ser el más destructivo es el que te dice algo como: “esto no funciona, no puede ser que volvamos a enfadarnos, tal vez tengamos que separarnos.”

(Paolo Nicolello, UNSPLASH)

Con este pensamiento, la mente en su escalada sin control saca las cosas de madre, cuestionando nada más ni nada menos la relación entera. En conflicto, lo difícil es no dejarse llevar por los pensamientos. Sí, la metedura de pata o salida de tono es real, sin embargo considera también que lleváis muchas horas juntos, estáis agotados, los niños más aún, hace un calor de mil demonios, la cola es interminable, el servicio es una mierda, el vuelo sale con retraso y mil otras circunstancias. Recuerda lo mucho que amas a tu pareja y toma entonces la intención de desescalar el conflicto, bajar revoluciones y mantener el agua de la relación en su cauce. Existen varias formas de hacerlo:

  • No hacer nada. Darse espacio a uno mismo y dar espacio al otro. Del budismo aprendí que si algo existe en abundancia es el espacio interior. La puerta a ese espacio es el dejarse en paz a uno, dejar en paz al otro y respirar. No intentar estar de acuerdo, no intentar convencer, no intentar nada. Simplemente ser.
  • Hacer algo. Preguntar al otro, ¿qué puedo hacer para solucionar esto? Escucharle y si es factible, hacerlo. La respuesta puede ser algo tan simple como un abrazo, un lo siento o cualquier otra cosa. También puede ser útil darte un paréntesis y quedar dentro de veinte minutos, después de un paseo, un whisky o un helado.
  • Pedir disculpas. Si has conectado con la parte de ti que ha contribuido al conflicto, sientes el daño que les hecho al otro, eres capaz de asumirlo y verbalizarlo, entonces estás preparado para pedir disculpas. Hazlo sin esperar nada.

Cualquiera de estas prácticas te puede ayudar a reconducir la situación para seguir disfrutando de tus vacaciones. Mas no te engañes, el conflicto seguirá en la vuelta de la esquina. Por ello, cuando el enfado vuelva a aparecer, no te fustigues y date cuenta de cómo lo recibes. El arte consiste en recibir el conflicto cada vez mejor, es decir, aprender a enojarse cada vez con un ápice más de paciencia, con un soplo más de respeto, con una pizca más de gracia.

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¿Sabes escuchar sin dar soluciones?

Me estoy preparando para participar en una mesa redonda sobre nuevos liderazgos, en calidad de experta en desarrollo personal. Una de las preguntas que me lanzan es qué faceta del liderazgo está menos desarrollada, según mi experiencia acompañando a líderes.

Todos somos líderes de nuestras vidas. Y de forma temporal o permanente recae sobre nosotros el liderazgo de nuestra família, de una organización, de un movimiento social o de una situación que inesperada: una enfermedad, un accidente, una crisis, una pérdida, un nuevo enfoque vital.

Cuando pienso en liderazgo, la imagen que aparece es una persona con una luz al que todos siguen. Moisés guiando al pueblo judío a la tierra prometida. Nelson Mandela guiando a un país más allá del apartheid. Madre Teresa de Calcuta guiando a personas a acompañar a seres desvalidos desde el amor. La dimensión de guía del líder, el que da una visión que invita a caminar en cierta dirección es fundamental. Sin embargo, está coja sin otra faceta: la capacidad de escuchar al otro, de verle, de recibirle, sin ofrecerle una solución sus problemas.

(UNSPLASH)

A los directivos, desarrollar esta capacidad les resulta especialmente difícil. Con una elevada inteligencia están acostumbrados a ver la jugada del otro por lo que dan soluciones y marcan la senda a seguir de los que acuden buscando su apoyo. Sin embargo, cualquier persona o líder que solo sabe dar respuestas desempodera a los otros, que desconectados de su propio potencial, se convierten en meras manos del directivo.

En cambio, escuchar sin dar soluciones puede ser revolucionario. A menudo olvidamos el poder de prestar atención al otro sin ninguna agenda concreta. Esto es especialmente difícil cuando la persona nos comparte sufrimiento, porque estar con el dolor del otro es incómodo y dar soluciones es una forma de evitar sentirlo. Más si escuchamos plenamente al otro sin juzgar ni dar soluciones, la otra persona se siente vista, recibida, aceptada. Bajo el amable fuego de nuestra atención se siente inspirada para hacer lo que tiene que hacer y encuentra la fuerza para llevarlo a cabo. Y esto, entre otras cosas, es lo que logran los grandes líderes.

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¿A qué vas a jugar este verano?

Llega el verano y a medida que suben las temperaturas algo extático se refleja en la naturaleza, llega una intensidad que acentúa las ganas de cambiar de ritmo, de descansar, de jugar.

Lo bueno del juego es que está disponible en todas partes: en el trabajo, en la vida familiar, en la consulta del médico, en el transporte público, en la cama. La película La vida es bella es un ejemplo extremo de juego en las más difíciles circunstancias. También del modo en como el juego puede estar al servicio de valores elevados, evitando el trauma de un campo de concentración a un niño pequeño.

(UNSPLASH)

Los niños aprenden con el juego físico, el manipulativo, el juego imitativo, el juego de reglas…En cambio como adultos, rodeados de abrumadoras responsabilidades y preocupados por el estado del mundo, nos es fácil pensar en el juego como una pérdida de tiempo. Sin embargo nada más lejos de la realidad, puesto que jugar es una valiosa práctica de presencia que nos brinda alegría, bienestar, a la vez que refuerza el vínculo con nuestros familiares y amigos.

¿A qué te gustaría jugar este verano?

Según tus preferencias, considera dos o tres posibilidades que incluyan algún juego no competitivo y luego invita a otros a jugar. Cuando juegues, adopta una actitud relajada y déjate sorprender. Tómatelo como si nada más existiese en el mundo en ese momento y el juego fuese lo más importante. El spot de Estrella Damm de este año está de acuerdo y tu niño interior, también 😉

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Revisitar el pasado para seguir creciendo

Con la última mudanza de mis padres, regresaron a mi diarios personales de cuando tenía dieciocho años en adelante. Por precaución, quise destruirlos todos, pero antes de hacerlo decidí releer el más antiguo. Para mi sorpresa, su lectura me capturó, pues aquello que pensaba que creía saber cómo había ocurrido, tenía matices e interpretaciones nuevas. Lo que más estoy disfrutando – voy por el cuarto – es de lo entrañable que me resulto, con mis interpretaciones sesgadas, aciertos, meteduras de pata, coraje, pequeños y grandes dramas. Es como si pudiera susurrar a mi yo de veintipocos años diciéndole: no te preocupes, todo irá bien.

El pasado no es algo que pasó y ya. El pasado sigue vive en nosotros, sobretodo cuando encapsula sufrimiento no resuelto. Es como si nuestros yoes que tuvieron problemas en la infancia, adolescencia u otras épocas, siguieran vivos dentro de nosotros, reclamando ser vistos, solicitando nuestra ayuda. Estas partes de nosotros toman energía y por eso cuando nos reclaman, hay que dedicarles atención.

(Hadiya, UNSPLASH)

Sin embargo no es posible curar el pasado de un golpe. Es más un proceso de revisitar cíclicamente los momentos cruciales de nuestra vida, explorarlos bajo una nueva luz, aumentando la comprensión, la aceptación y el perdón. Puede tratarse de la relación con tu madre, de tu divorcio, de cuando tuviste un aborto o cuando buscabas desesperadamente tu lugar en el mundo profesional.

Al revisar el pasado es fundamental una cuestión. Hay que evitar por todos los medios fijarnos únicamente en lo malo que sucedió y vernos como víctimas. De hacerlo, corremos el riesgo de quedar apresados por el conjuro de la negatividad, caer en el pozo del victimismo y perder fuerzas como constato a menudo en mi práctica de coaching. La historia bíblica de Idit va precisamente de esto.

Lot, su mujer Idit y sus dos hijas escapaban de la ciudad de Sodoma a punto de ser destruída. Las indicaciones de los ángeles habían sido claras: en ningún momento miréis atrás. Sin embargo, Idit desobedeció y se volvió hacia la ciudad ardiendo. Al hacerlo se convirtió en estatua de sal. Idit, al mirar atrás, se identifica con Sodoma y por ello fue destruída. Una lección de este pasaje es que mirar atrás para regocijarnos en el infierno que una vez transitamos es un error.

Por ello, cuando mires por la mágica ventana de tu pasado, hazlo con los ojos del corazón. Fíjate en tu fortaleza, en tu persistencia, en tu coraje. Sin demorarte en ningún lugar, atraviesa el pasado como un jinete al galope. Agradécelo todo pues sin este camino no podrías estar aquí.

 

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El camino al quirófano

No era la primera vez, ni la segunda que pasaba por quirófano. De hecho faltaban quince días para su operación pero esta vez no lo afrontaba de la misma forma que en las anteriores. Había algo en él que presentía lo peor. No, no temía que la operación fuese a ir mal, o que el cirujano no pudiese quitarle el quiste del hígado. Más bien era otra cosa lo que le angustiaba. Su temor era no despertarse después de la anestesia y que el fin de sus días llegara en aquella mesa de operaciones. No osó comentarlo a su esposa ni a sus hijos, le hubiesen tildado de escabroso, irracional o exagerado. No obstante, a medida que se acercaba el día, aumentaba inexplicablemente su certidumbre.

Bien pensado tampoco era una mala muerte, más bien todo lo contrario, un trance suave, dulce, sin dolor. No con la mejor compañía ni en el mejor contexto, pero no se puede tener todo. Al mirar atrás en los años, se le antojaba que había honrado bastante su vida, había arriesgado, había amado, se había entregado a su profesión…Se sentía agradecido por las bendiciones, mas de sus entrañas nacía un gesto, un grito, una expresión rotunda que decía: ¡todavía no quiero morirme!

Insistente, una voz en su mente le decía que no importaba lo que el quisiera, pues ya estaba decidido. Con la persistencia de esta premonición, se desplegaron dos semanas hasta el crítico día. En el trabajo, él siempre tan enfocado en los resultados, cada interacción cobró una dimensión inusitada. Veía a las personas bajo una luz distinta. En la comida con su hermana, le enternecía ver en ella a la niña con quien había crecido y a la mujer en quien se había convertido. En el vermut con los amigos del sábado parecía que el sol de noviembre brillara más de lo normal a través de las nubes y los chistes malos mezclados con risotadas se le antojaban como la mejor música. Las competiciones de tenis de sus hijos adolescentes que tanta pereza le daban, esta vez le habían resultado apasionantes, y ellos ya tan mayores. Aquella noche en vísperas de la operación, el cuerpo aterciopelado de su mujer le meció suavemente en el éxtasis de ambos.

El hilo que cosía sus días antes del quirófano, era que en cada encuentro, en cada desenlace, sentía que sería la última vez. Muchas veces quiso decir te quiero, te aprecio, es maravilloso haberte conocido, o simplemente «gracias» a las otras personas. Y lo hizo pero no con palabras, sino con el gesto, con el pensamiento, con la intención.

Junto con la mayor intensidad de su experiencia, coexistía la constatación de que nadie ni nada le necesitaba para continuar. Sin lugar a dudas aportaba a la vida de los otros y formaba parte de distintos sistemas. Mas sabía que todo seguiría adelante sin él, lo que le entristecía y reconfortaba a partes iguales.

(Olga Kononenko, UNSPLASH)

Los planetas giraron, las horas pasaron, llegó el día y empezó el ritual. Le recibieron en el templo del hospital. La enfermera sacerdotisa le describió lo que iba a ocurrir y lo que se esperaba de él. Fue al baño, se desnudó y se puso la bata. Después de un doloroso pinchazo fallido, le pusieron una vía en la vena. Le rasuraron la zona a operar. Tomó la pastilla que le dieron para quitarle los nervios. Se despidió de su mujer y se lo llevaron en silla de ruedas. Al llegar al quirófano le estaban esperando. Le acompañaron a levantarse y a tumbarse en la mesa sacrificial. No pudo hacer otra cosa. Luego, un velo denso lo cubrió todo.

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Cómo vacunar a nuestras hijas de la epidemia trans

Aunque dediqué todo un año de mi vida a estudiar género y políticas sociales en una prestigiosa universidad, no había prestado demasiada atención al movimiento trans hasta hace bien poco. A priori las leyes trans me sonaban exageradas, pero pensaba que por el hecho de proteger a una minoría eran buenas. Luego empecé a ver casos de cerca. Amigos de amigos tenían hijos que les amenazaban con suicidarse si no apoyaban su transición médica. Una amiga me consultaba sobre un padre angustiado por el bullying y la depresión de su hija trans…Entonces decidí indagar, empecé a tirar del hilo. Leí leyes, informes, libros, vi documentales. Y tomé consciencia de la envergadura del fenómeno trans y sus graves implicaciones sociales.

La disforia de género se caracteriza por una disconformidad grave y persistente con el sexo biológico según DSM-IV-TR. Suele comenzar el la niñez y aunque puede agravarse en la adolescencia, en la mayoría de casos – casi el 70% – la disforia de género infantil se resuelve1 por si sola después de la adolescencia. Históricamente afectaba a una fracción de la población (alrededor del 0,01 por ciento) y casi en exclusiva a chicos. Sin embargo en la última década en el mundo occidental son chicas de nacimiento las que se identifican como trans, grupo que presenta un crecimiento más dramático, también en nuestro país, según los datos del informe Las leyes trans y el “modelo afirmativo” en España. El informe pone de manifiesto que cada vez son más chicas, cada vez son más jóvenes y que a través de los recorridos trazados por leyes y apoyo institucional se embarcan en tratamientos que causan daños irreversibles (infertilidad, osteoporosis, enfermedades cardiovasculares…), no curan su supuesto malestar y las convierten, en el mejor de los casos, en pacientes de por vida.

Varias cosas confluyen en el deseo de ser trans de una corriente masiva de chicas presas del contagio social, como lo analiza con maestría Abigail Shrier en su libro Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras chicas: el poder de las redes sociales y los influencers en las mentes de los jóvenes; una cultura que denigra a las mujeres a través de la pornografía y la hipersexualización; el activismo trans que ha impuesto el enfoque afirmativo para tratar la disforia de género; médicos que se han subido al carro de tratamientos con graves secuelas; y leyes aprobadas por políticos que lo han legalizado todo, lavándose las manos frente a uno de los mayores escándalos médicos de occidente.

(Joshua Rawson Harris, UNSPLASH)

Como padres y madres, a raíz de de esta tendencia y sus apabullantes cifras, si pensamos que esto no va con nosotros, nos estamos engañando. Nos toca entonces informarnos sobre el tema y, como siempre, asumir la responsabilidad. En este sentido recomiendo el documental sueco El tren trans (I), El tren trans (II), El tren trans (III), el documental Detrans y el ya citado libro Un daño irreversible de Abigail Shrier. De este último, a raíz de su exhaustiva investigación la autora destila siete recomendaciones para inocular a nuestras hijas de esta epidemia social, que reproduzco de forma resumida:

1- No le compres un smartphone a tu hijo

Casi todos los nuevos problemas a que se enfrentan los adolescentes se remontan al año 2007 y el lanzamiento de iPhone por parte de Steve Jobs: acoso, cortes, anorexia, depresión, aumento de la repentina identificación transgénero.

Muchos padres y madres ya se han dado cuenta y están demostrando que no solamente es posible, sino absolutamente necesario posponer el uso de los dispositivos móviles para una paternidad responsable.

2- No renuncies a tu autoridad como padre

Muchos padres con los que hablé, me dijeron que cuando, por ejemplo, su hija de trece años anunció que era lesbiana, la apoyaron de inmediato. (···) Pero el hecho es que una chica de trece años, ya sea lesbiana o heterosexual, sólo tiene trece años. Sois el padre y la madre por una razón. No temáis cuestionar la postura de vuestro hijo. Vuestro adolescente sabrá soportarlo. Los adolescentes tienen que enfadarse y emocionarse. Los padres deben establecer límites. Si de lo contrario, mediante un acuerdo y el apoyo infinito eliminas todo conflicto, puede que sólo la estés animando a subir el nivel de exigencia.

3- No apoyes la ideología de género en la educación de tu hijo

Las epidemias sociales son una realidad y abarcan desde la bulimia, hasta el suicidio, la depresión y los cortes. Y ahora con la identificación trans. En todos los centros hay un número de estudiantes de género confuso o disfórico de género. Si lo conviertes en objeto de una asamblea, propagarás la confusión, por ello hay que castigar el acoso escolar sin dar relevancia a la ideología de género.

4- Reintroduce la privacidad en el hogar

Deja el hábito de compartir cada parte de tu vida (y la de tus hijos) en internet. Para casi todos los padres con los que hablé el hecho que sus hijas anunciaran su identidad de género en las redes sociales supuso un punto de inflexión. Un adolescente puede creer que solo está anunciando su condición de persona adulta, pero también está enviando un señal a los adultos de verdad que se pondrán en contacto de inmediato y predispuestos a sacar partido le ofrecerán su “apoyo”.

 5- Considera la idea de dar grandes pasos para separar a tu hija del daño

En varias de las historias que escuché en boca de padres que lograron cierto éxito a la hora de ayudar a sus hijas a dar marcha atrás de sus nuevas identidades trans hay un hilo común: estas familias se esforzaron mucho para alejar físicamente a sus hijas de las escuelas, de los grupos de pares y de las comunidades on-line que fomentaban sin cesar las decisiones autodestructivas de las niñas.

Si encuentras a tu hija aferrada a una ideología de género con todas sus compañeras, haz lo que sea necesario para separarla y llevártela de allí. Si todavía vive contigo, mudarse parece muy eficaz. Si ya está en la universidad, traétala a casa. De todos los padres con los que hablé, los pocos que trasladaron a toda la familia a pesar de los considerables inconvenientes fueron los que tuvieron mayor éxito. En casi todos los casos, la joven desisitió. Ninguna de las familias se arrepiente de haberlo hecho.  

6- Deja de tratar la niñez como una patología

La adolescencia es especialmente dura para las chicas. Efervescentes de emoción, corcovean y relinchan como caballos salvajes. Aunque como padres suele ser un reto navegar todas estas emociones, si no hay un problema de salud mental grave, como padre no debes esforzarte en eliminar todos los altibajos de tu hija.  

7- No tengas miedo de admitirlo, es maravilloso ser una chica

Cualquiera que sea el tipo de mujer en que las jóvenes se conviertan, todas ellas deberían escuchar a las feministas de épocas anteriores y dejar de tomarse en serio los estereotipos sexuales. Una joven puede ser astronauta o enfermera; una chica puede jugar con camiones o con muñecas. Y les pueden atraer los hombres o las mujeres. Nada de eso la hace ser menos chica ni menos apta como mujer. Hoy día, las mujeres jóvenes tienen más opciones educativas y profesionales que nunca. Recuérdaselo a tu hija. Explícale también que puede que la capacidad más singular de una mujer – parir – sea la mayor bendición de la vida.

Pero cualquier cosa que le enseñes a tu hija, recuerda incluir algo más. Díselo porque a menudo la cultura lo niega. Díselo porque la gente tratará de convertirla en víctima. Díselo porque dudar es algo normal. Sobre todo, díselo porque es cierto. Dile que es afortunada. Es especial. Nació niña. Y ser mujer es un regalo que contiene demasiadas alegrías para renunciar a ellas. 

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(1) Ver publicaciones de Kenneth J.Zucker y J.Ristori y T.D.Steensma

Los males del movimiento trans y el silencio político

Hace un tiempo que sigo el desarrollo del movimiento transgénero, su alcance político y sus consecuencias sociales. Originado en EEUU e Inglaterra, este movimiento se ha introducido en las políticas públicas y las leyes de casi todos los países occidentales. España no es una excepción, con la aprobación e implantación de la Ley trans en el 2023. Sin embargo, en nombre de la inclusión de personas trans – algo legítimo y deseable socialmente-, la implantación de las leyes trans en su forma actual atacan a la infancia, promueven violencia y vulneran los derechos de las mujeres.

CRÍMENES CONTRA LA INFANCIA

Los ataques a la infancia se producen a través de las políticas de afirmación que promueve la ideología transgénero. Estas políticas obligan a profesionales de la sanidad– bajo amenaza de querer perpetrar terapias de conversión -, progenitores y entorno a afirmar algo tan complejo como la identidad sexual a personas menores de dieciocho años. Se promueve el uso de bloqueadores de pubertad de consecuencias nefastas para la salud, así como operaciones que convierten a niños y niñas en enfermos de por vida, robándoles su fertilidad y aumentando la probabilidad que tengan otros tipos de enfermedades. Poco a poco van surgiendo personas que dan voz a esta carnicería como Keira Bell en Inglaterra, Chloe Cole en EEUU y Susana en España. Estos casos, al igual que una gran mayoría según el Informe Cass, encajarían en un diagnóstico de disforia equivocado. En su lugar habría una orientación sexual homosexual, como en el caso de Keira. En muchos otros casos se trata enfermedades mentales como el autismo de Susana y Chloe, cuyo abordaje según expertos es fundamental, previo a cualquier diagnóstico de disforia.

VIOLENCIA

La violencia que promueve el movimiento trans nace a través de actuaciones inquisitoriales hacia cualquier persona que discrepe del argumentario transgénero. Un ejemplo de ello es la violencia verbal contra J.K.Rowling, objeto de todo tipo de amenazas a su persona por su activismo, o hacia las autoras francesas Dora Moutot y Marguerite Stern del libro Transmanía, amenazadas de ser ahogadas en el fondo del Rhin en manifestaciones recientes. También existe la violencia perpetrada por mayormente hombres que se hacen llamar mujeres trans, como el caso del joven trans que agredió sexualmente a una niña en los lavabos de varios institutos de Loudoun county, o los casos de hombres identificados como mujeres trans que han ido a prisiones de mujeres y han agredido y violado a otras mujeres como en cárceles del estado de Washington.

(Delia Giandeini, UNSPLASH)

BORRADO DE LOS DERECHOS DE MUJERES

El discurso trans y su activismo equipara el concepto de género – la construcción social de la feminidad y masculinidad- con la realidad biológica del sexo. Con ello borra legalmente la diferencia biológica entre hombres y mujeres causando todo tipo de injusticias como en el caso de competiciones deportivas. Hombres que decidieron cambiar de sexo para ganar en ligas femeninas, como Quima D. en Barcelona o el caso olímpico de Valentina Petrillo. Para corregir estos abusos, instituciones internacionales como la Federación Internacional de Atletismo han decidido vetar la entrada a personas trans en sus competiciones, al igual que la federación internacional de rugby y la de natación.

Frente a tal magnitud de consecuencias nefastas, algunos países ya están rectificando, como Inglaterra, Suecia y Escocia. El partido laborista, en concreto el lord Keir Starmer a la cabeza de la sanidad pública ha afirmado que el sexo lo define la biología, por tanto, una mujer es aquella que nace mujer. La sanidad pública británica va a reformar su constitución para afirmar que “el sexo es una cuestión biológica”. El posicionamiento de laborismo escocés también va en la misma linea, en palabras recientes del político Anas Sarwar.

Al igual que Inglaterra, Suecia y Escocia están aprendiendo de los errores y rectificando, España también lo hará. Cuantos antes suceda, cuanto antes se rompa el macabro silencio político y mediático que alimenta los males del movimiento trans, menos niños van a sufrir, se reducirá la violencia y los derechos de las mujeres serán restaurados.

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¿Te sientes culpable por estar enfermo? Transforma tu actitud con estas pautas

Cuando nos ponemos enfermos o lesionamos existen dos formas comunes de reaccionar. La primera, es sentir cierto sentido de culpabilidad, al estilo de “he hecho algo mal”. Y sí, a veces nos hemos equivocado, es decir, fumas como un carretero y tienes suerte de contraer solo una bronquitis; o haces pesas de cualquier manera y te lesionas la espalda. En estos casos existe una relación bastante lineal. Sin embargo, en muchos casos la causa y efecto se se mezclan con el azar, y en otros tantos la enfermedad es completamente aleatoria, por lo que sentir culpa es un empeño fútil.

Otra forma común de reaccionar es ofendiéndonos, como si de la nada alguien nos hubiera dado un puñetazo. Esto me recuerda la historia budista de un monje de quien decían que estaba iluminado. Un estudiante que dudaba de la iluminación del asceta, decidió darle un puñetazo para probarle. Cuando lo hizo el monje no se inmutó. Entonces corrió la voz que el estudiante había pegado al monje y los aldeanos quisieron ajustar cuentas con el estudiante también con los puños. Al enterarse, el maestro se interpuso evitándolo y dando una lección a todos. Llevando este ejemplo a un estado de enfermedad o dolor, ofenderse por su aparición es como devolver emocionalmente un imaginario revés, lo que nos contrae y genera resentimiento.

(UNSPLASH)

La vida está compuesta de periodos de salud y otros de enfermedad. La salud permanente no existe. Para nadie. Entonces, con la visita de la enfermedad o la lesión, en lugar de sentirnos culpables u ofendidos, podemos abrirnos a lo que ocurre, sabiendo que es parte del juego de estar vivo. Esto quitará drama al asunto, y nos ayudará a aceptar nuestra condición, algo favorable para navegar la enfermedad y curarse.

Aunque nos cueste verlo, la enfermedad trae muchos regalos. Uno de ellos es hacer añicos ilusiones de invencibilidad, poniéndonos de bruces con nuestra propia vulnerabilidad y el hecho que estamos en la misma liga que todos los mortales. También nos informa de la fragilidad de la vida, la medida de nuestra interdependencia y la fortuna de tener salud, cuando la gozamos. La enfermedad también nos hace parar. No nos pregunta ¿quieres parar? sino que nos obliga a hacerlo y eso puede ser una bendición.

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