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¿Quieres mejorar tu autoestima? Empieza por el cuerpo

Una de las dimensiones clave cuando empiezo un programa de coaching es esclarecer cuál es la relación que tiene la persona consigo misma. Muchas personas a quienes acompaño no se gustan, no se perdonan y algunas se odian… Si tú estás entre ellas, Houston tenemos un problema de base. Ya puedes hacer cursos, talleres, terapia y demás, que si no das la vuelta a la relación más importante de tu vida, es decir a la que tienes contigo mismo, no hay progreso posible.

Amarse a uno mismo no es ser hedonista ni narcisista. Es sencillamente convertirse en responsable pleno de tu propia encarnación. Es tomarte en serio y honrar el pedazo del todo que se ha manifestado en tu forma.

Recuerdo una bronca monumental con mi pareja después de una cena con unos amigos durante un verano que pasé en Berlin. En plena pelea, bajé del coche dando un portazo y me fui a caminar por las calles desiertas. Al llegar a casa me di cuenta que no llevaba llaves y él no había regresado aún, así que mi cabreo y yo tuvimos que esperarle en el portal.

Es común achacar los problemas de autoestima de los occidentales a nuestra herencia cristiana. Como cristianos, creyentes o no, ya nacemos con culpa. Jesús asumiendo todos nuestros pecados se sacrificó para la humanidad y esto nos convierte en culpables, en deudores. En una lectura opuesta, es precisamente Dios quien nos absuelve y perdona de todo. Siempre. En cualquier caso el problema de la autoestima no es un problema de orientación espiritual o religiosa. Ni tan siquiera de inconsciente colectivo, aunque seguro influye. La raíz de una baja autoestima o mejor dicho de una mala relación con uno mismo tiene tres orígenes: el cuerpo, la mente y las relaciones.

(Jackson David, UNSPLASH)

Al día siguiente seguíamos enfadados. Me fui a dar una vuelta y mis piernas me llevaron a un parque. Sentía un gran rechazo hacia mi misma, rabia y culpa. Sin poder más, me tumbé en la hierba. Entonces de pronto sentí una energía que emanaba de la tierra. Mientras esta fuerza me sostenía, también neutralizaba mis remordimientos, mi culpa y mi rueda de hámster mental. Era amorosa y compasiva, no le importaba que hubieses sacado las cosas de madre, ni que fuese orgullosa y testaruda. Todo esto lo sentía mi cuerpo, mientras poco a poco me recomponía.

En la base de la autoestima está la conexión con tu cuerpo. Si estás desconectado de tu propio cuerpo – tu conexión con el todo y tu inteligencia intuitiva –  la mente toma el poder y es bien sabido que la mente es un buen siervo pero un mal amo.

Volví a casa y pude hacer las paces con mi pareja, porque ya las había hecho conmigo misma. Sin aceptar su propuesta de comer juntos, cogí la bici y me fui a uno de los mejores shawarmas del barrio de Kreuzberg. Tenía algo importante a celebrar: una nueva relación de amor incondicional conmigo misma. Y no se me ocurrió mejor forma de hacerlo que nutriendo a mi cuerpo con deliciosa comida.

Para desarrollar una buena relación contigo mismo es imprescindible empezar por el cuerpo. Pero tu cuerpo no es solamente tu cuerpo. También es el cuerpo de la tierra, el cuerpo del universo. Sin embargo para “saber” esto, tu cuerpo tiene que estar abierto y receptivo. Existen mil caminos hacia el cuerpo y también mil barreras. Entre las barreras están el ego, los traumas, el stress, la sobredosis digital, el ruido, la ausencia de espacio y tiempo…Y entre los caminos están una organización del tiempo y el espacio que faciliten hacer cosas que te gusten y te den placer, el descanso,  prácticas conscientes de ejercicio físico, alimentación, meditación, journaling o cualquier práctica realizada con consciencia, el silencio, el contacto físico, el contacto con la naturaleza por nombrar algunas.

Una buena autoestima tiene tres ejes: cuerpo, mente y relaciones. Te invito a empezar por tu cuerpo, no va a fallar.

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La enfermedad como encrucijada

Después de los duros días tras una intervención, recuerdo el primer día que pude darme una ducha, sentarme en la mesa a desayunar, comer con ganas. Sin pensarlo me puse a tararear la canción “Ser humano otra vez”, de la película La Bella y la Bestia, en la que los habitantes del castillo han caído bajo un conjuro y se han convertido en cosas: una tetera, una taza, un candelabro, un reloj…Desde su condición de cosas, anhelan el momento en que podrán ser humanos de nuevo.

La enfermedad, al igual que un poderoso conjuro, tiene capacidad de despertarnos a nuestra verdadera naturaleza. Esto es así porque a nuestro ego le fastidia le cambio. Le gustaría tenerlo todo bajo control. Le encanta lo previsible, lo estancado… lo podrido. Sin embargo la naturaleza de la vida no le da respiro, y los cambios se suceden uno tras otro. Un cambio común es la enfermedad. Desde un simple resfriado a algo serio, la enfermedad – si nos abrimos a ella en lugar de resistirla– es una fenomenal disruptora del ego.

(Fernando Cferdo, UNSPLASH)

A menudo, cuando pensamos en despertar espiritual, es común fantasear con ideas de estar flotando como benditos en un espacio de éxtasis y gloria. Sin embargo, las puertas al despertar de la consciencia tienen infinitas formas, y muchas de ellas son absolutamente mundanas como enfermar.

De repente resulta que no puedes mover las cosas de un lado para otro. De repente no puedes ir al baño solo. De repente no puedes decir palabra. ¿Quién eres entonces cuando dejas de poder hacer aquello que hasta ahora hacías?

Sostener esta pregunta es parte de la respuesta. Si la sostienes el tiempo suficiente, te darás cuenta de que simplemente eres. No hace falta añadir nada a la frase. Y saber que eres, sin más, es el regalo de la enfermedad.

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¿Qué pensamientos y actitud cultivar mientras recuperas la salud?

Cuando pensamos en plasticidad neuronal, solemos pensar en lo maravilloso del cerebro humano. Mientras que hace unos años se creía que el cerebro adulto se quedaba tal y como estaba o degeneraba, hoy sabemos que no es así. Que el cerebro sea plástico significa que está en continua transformación, lo que nos permite adaptarnos a nuevas situaciones, aprender nuevas capacidades y en general expandir nuestro potencial. Esto es así porque, según la neurociencia, el cerebro es un órgano sensible que responde a lo que está expuesto1 y muy especialmente a nuestros pensamientos.

Sin embargo la plasticidad neuronal es una arma de doble filo. Si nuestros pensamientos pueden ayudar e incluso curar, también nos pueden enfermar, como lo demuestra el vínculo entre plasticidad neuronal y aflicciones como la depresión o el trastorno obsesivo-compulsivo. En cuanto más la persona se centra en sus síntomas a través de pensamientos insistentes, éstos se graban en sus circuitos neuronales2 cronificando la enfermedad. En estos tristes casos, la mente de la persona se entrena a sí misma – y a su cuerpo – a estar enferma. Hoy, continuando el artículo anterior, me centro en el impacto que tiene nuestra mente – entendida como aquello en lo que centramos nuestra atención a través de pensamientos, actitudes, creencias y actividades –  durante un período de especial vulnerabilidad: al recuperarnos de una intervención médica. En mi artículo anterior proponía dos enfoques distintos para orientarnos a este periodo.

El primero era afrontar la recuperación desde la mente reactiva. Desde esta posición, nos resistimos a nuestro estado actual, cultivando todo tipo de pensamientos obsesivos, la queja, y forzando al cuerpo a hacer cosas que no quiere. Desde esta actitud nos rebelamos contra las condiciones de dependencia durante el proceso curativo. El ego, el constructo mental que tenemos de nosotros mismos, no le gusta el cambio y se atrinchera contra la nueva situación. Lo hace de malhumor, protestando, sintiéndose traicionado por la vida, argumentando que no es justo e incluso cargando contra los beatos que le cuidan a uno. En esta lucha, uno se impacienta por curarse cuanto antes y no respeta los tiempos del cuerpo tensionándolo,  malgastando así valiosa energía que podría dirigirse a la curación.

Mujer en un camino

(Emma Simpson, UNSPLASH)

El segundo y el que te recomiendo es orientarte a la recuperación desde un estado mental calmado, abierto y libre de neuras. Es un momento para la apertura a lo que va a suceder, escuchando al cuerpo y respondiendo a sus necesidades a medida que van emergiendo. Te doy dos pautas para conseguirlo.

ESCUCHAR AL (NIÑO MIMADO) DEL CUERPO

Durante el último post-operatorio recuerdo una sed desesperada la noche después de la operación. Bebí y bebí aunque hacerlo me complicaba tener que ir al baño a menudo, dolida por los puntos como estaba. Aunque me habían recetado una pauta bastante fuerte de calmantes, a la que pude fui reduciéndolos y los dejé cuando todavía sentía dolor, lo que me permitía poder “escuchar” mejor la zona.

En el proceso de curación, el cuerpo es el que manda. Es como ocuparse de un niño consentido que necesita cubrir sus necesidades físicas y emocionales, aunque no encajen en lo que es “razonable” para los adultos. La idea es que el niño, es decir tu cuerpo, se sienta amado y mimado, lo que le permitirá poco a poco ir recuperando fuerzas.

Una forma de escuchar la zona en curación consiste en hacer lo siguiente. Lleva tu atención al cuerpo, no solo la parte con dolor, sino a cada una de sus partes y luego a la totalidad. Ahora, lleva tu atención a la parte que está sanando. Observa la frontera entre la parte de tu cuerpo sana y la que está sanando. Siente ese espacio y su comunicación con la parte en curación3. Descansa ahí sin hacer nada. Otra práctica útil es poner tus manos encima de la zona en recuperación. Imagina que tus manos son un vehículo de energía invisible que te ayuda a curar. Recibe de ellas durante unos instantes.

Cada cuerpo es distinto y por eso las recetas universales no existen. Durante la recuperación escuchar al cuerpo significa estar atento a sus necesidades de descanso, postura, alimentación, actividad y relaciones. A veces, puede significar no escuchar a tu médico, o contradecir a las personas que más te quieren.

LA MENTE, ESA SEÑORA GRAVE Y ALARMISTA

En mi caso la peor faceta de mi mente durante el post-operatorio toma forma de una señora grave y alarmista. Está convencida que los dolores serán porque el cirujano lo hizo mal. A cualquier tirón cree que ha saltado un punto. Se preocupa porque va demasiado al baño o demasiado poco y si me descuido se pone a buscar en internet cosas que no sabe comprender. Cuando aparece, la miro, la observo, le digo que gracias por preocuparse pero que todo está bien y que no tengo tiempo para ella. Vuelvo a lo mío. A leer, a mirar una peli o a trabajar si tengo fuerzas suficientes.

La naturaleza de la mente es pensar, preocuparse, elucubrar, conjeturar. Luchar contra ello no funciona. Lo que sí podemos hacer es hacernos conscientes de nuestros pensamientos, complejos y personajes que habitan en nuestro interior. Al observarlos, nos damos cuenta de que no somos ellos y que no tenemos porque creerlos, ni seguir su agenda. Entonces se abre un espacio de verdadera libertad: cuando elegimos conscientemente soltar la patraña, considerarla o cambiarla por otra.

Por otro lado, cuando nos estamos recuperando de una intervención es común tener un estado de ánimo bajo. Nuestro cuerpo está cansado, tal vez seamos muy dependientes y todo esto nos abruma. Rendirse a este estado de ánimo no solo es posible, sino necesario. A menudo encuentro que en el gesto de rendirme puedo conectar con la gratitud. Gratitud por seguir viva después de todo. Gratitud por los cuidados que recibo. Gratitud por el mero hecho de respirar. La gratitud transforma a un humor derrotado y resentido en uno felizmente rendido. La diferencia es leve pero abismal. Es la diferencia entre tener el corazón cerrado o abierto.

Lejos de ser pasivo, sanar es un proceso participativo en el que tu actitud, acciones y pensamientos juegan un rol fundamental. Aprende a convertirlos en tus aliados con las pautas anteriores y resurgirás de tus horas bajas como el ave fénix.

 

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(1)“El cerebro que se cambia a si mismo” de Norman Doidge (2008)

(2) “Train your mind, change your brain: How a New Science Reveals Our Extraordinary Potential to Transform Ourselves” de Sharon Begley (2007)

(3) Adapado de “Strenght to Awaken” de Rob McNamara (2012)

¿Estás de baja? Dos formas opuestas de afrontarla y sólo una te sirve para seguir adelante

Alina, a quien acompaño a través del coaching, se ha sometido a una operación. Alina se ha sometido. Someterse es un verbo que cuenta, según la RAE, con las siguientes acepciones: Sujetar, humillar a una persona, una tropa o una facción. Conquistar, subyugar, pacificar un pueblo, provincia, etc. Subordinar el juicio, decisión o afecto propios a los de otra persona, entre las más significativas.

La etimología de someterse también es reveladora. El verbo proviene del latín submittĕre, la partícula sub- significa inferior o por debajo, mientras que mittĕre significa echar. Someterse entonces significa echarse debajo. En el caso de Alina, se ha sometido voluntariamente a una operación quirúrgica, o lo que es lo mismo se ha puesto en las manos de un cirujano para que la curara.

En una cultura en la que el individualismo y la independencia reinan, someterse, en este caso a una operación médica, no se siente como algo natural, y eso mismo le pasó a Alina. Mientras los días de la operación se acercaban, iba creciendo en ella una ansiedad sin nombre. ¿Y si no iba bien?. ¿Y si el cirujano aquel día no estaba centrado? ¿Y si descubrían al abrirla un mal mayor? Algo en el seno de sí misma se revelaba en contra de lo que iba a suceder. Y al mismo tiempo sabía que era lo mejor para ella. Pasaron los días y llegó la hora de la verdad. La operación tuvo lugar, el equipo que la atendió fue de lo más profesional y ahora empezaba la baja, el periodo de recuperación.

(Kinga Cichewicz, UNSPLASH)

Estar de baja también recoge el espíritu de lo que ha precedido. Alina se había puesto «debajo» y ahora estaba «de baja». Cuando uno inaugura esta fase, y lo sé por experiencia, se encuentra de una vulnerabilidad enorme. Para Alina significaba necesitar ayuda para levantarse, para caminar, para ir al baño, para casi todo. Esta situación, como tantas otras, revela la verdadera naturaleza humana: vulnerable y dependiente. Esta naturaleza, aunque siempre está allí, nos negamos a verla, hasta que la vida misma nos pone frente a ella.

Durante el periodo de recuperación, a grandes rasgos, se abren dos actitudes u orientaciones psicológicas distintas, que uno puede elegir conscientemente o, si no pone atención, dejarse arrastrar por cualquiera de los dos.

La primera consiste enfrentarse a la situación desde la mente reactiva. Desde esta posición, nos resistimos a nuestro estado actual, cultivando todo tipo de pensamientos obsesivos, la queja, y forzando al cuerpo a hacer cosas que no quiere.

La segunda, y la que trabajamos con Alina, tiene que ver con aceptar la propia situación desde la apertura, escuchando al cuerpo y respondiendo a sus necesidades durante el periodo de recuperación. En este caso, el estado mental es calmado, abierto y libre de neuras.

Para salir adelante y por mucho que te cueste, te animo a cultivar la segunda. Te cuento más  sobre por qué elegirla y cómo ponerla en práctica en el próximo post.

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La persona que murió te dejó un legado. Recíbelo plenamente

Mi suegra Mercedes tenía una capacidad de estar con sus nietos maravillosa. Les tomaba en serio, les escuchaba y les daba el espacio que necesitaban. Sin prisas, exigencias, ni contrapartidas. Verla interactuar con ellos me fascinaba, literalmente podía ver las alas de sus niños crecer durante el tiempo que pasaba con ellos. Durante la desgarradora enfermedad que terminó con su vida, me dijo con pena, no voy a poder cuidar de tu niña. Le dije que no se preocupara, y también que intentaría hacerlo tan bien como ella me había enseñado, uno de los muchos legados que me brindaba haberla conocido.

Este post continúa la exploración del proceso de perder a una persona cercana, en concreto del post anterior ¿Cómo reconstruirte después de la pérdida de alguien cercano?

MATRIUSKAS RUSAS

Hace poco visité el Museo de la Miniatura de Andorra lleno de maravillas sorprendentes. Una de mis favoritas es una cabeza de alfiler tamaño normal con una pirámide, una palmera y tres camellos en su interior, desafiando sin palabras el proverbio bíblico. También cuenta con exquisitas colecciones de matriuskas rusas. Por alguna razón, de pequeña tuve en mis manos varias de esas enigmáticas muñecas. Al jugar con ellas me gustaba imaginar que yo era la pequeña de las matriuskas pues mi madre me había llevado en su vientre, y mi abuela a ella,…Sin embargo, observando de nuevo las colecciones con sus intrincados diseños, me di cuenta de que había otra forma de comprender el significado que albergaban: considerar que cada uno nosotros es una matriuska grande, con todos los ancestros dentro nuestro, hasta… el comienzo de la vida.

Desde esta perspectiva, cada vida como expresión única del universo, es sagrada. Al apagarse, esa vida deja un legado, que como libro abierto quiere ser leído y honrado.

Album fotos

(Laura Fuhrman, UNSPLASH)

RECIBIRLO TODO

Si ahondas en esta exploración, encontrarás belleza, dolorosos errores, aprendizajes, mensajes que van siendo revelados. Una buena amiga que perdió a su madre hace tan solo unos días, al preguntarle por ella, me relató entre sollozos: “me dio tanto…me dio todo su amor”. En ese momento íntimo y devastador, sus palabras hicieron mella en mi. Así de grande había sido esa mujer. Tanto, que sin haberla conocido, su historia y su vida me invitaban a “dar todo mi amor” .

Por esta razón, una vez encuentres cierta paz frente a tu pérdida, te invito a recibir el legado que la persona difunta dejó. ¿Qué puedes aprender de ella? ¿De qué fue testimonio su vida? ¿Qué vas a encarnar tú de ella? ¿Qué harás diferente?

 

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¿Cómo reconstruirte después de la pérdida de alguien cercano? Dos pautas para hacerlo con coraje y creatividad

En el post anterior te daba pautas para orientarte al duelo como un peregrinaje. Si ya transitaste este camino o deseas conocer los pasos a dar para remontar al otro lado del valle, en este post te lo explico.

Mientras que la ayuda terapéutica puede ser una línea de vida que nos acompañe durante todo el proceso del duelo, existen dos orientaciones muy efectivas que te animo a considerar:

CREA EL RITUAL

Los rituales marcan momentos importantes. Finales y nuevos comienzos. Ritualizar la pérdida es una forma de honrar la persona que ya no está y de abrir una nueva forma de relacionarnos con ella, con su recuerdo, con sus enseñanzas, con su amor. El velatorio y el entierro o cremación son rituales perfectamente válidos, sin embargo, puedes considerar otros. Ir a cierto lugar, dejar de hacer algo o empezar a hacerlo.

Esther que perdió a su hija Ámbar de diez años, en días de celebraciones o fiestas lleva con ella amuletos de ámbar. Los comparte con personas como un regalo especial. Con este gesto Esther celebra el amor a Ámbar y la vibración de la niña sigue resonando en los corazones de quienes reciben el presente.

Magdalena, -mi abuela materna que murió repentinamente cuando yo tenía catorce años- siempre tenía un jarrón con ramas de sálix de gato en su casa. Desde hace ya unos años, en mi pequeño altar luce un ramillete de sálix y con él puedo sentir su presencia cada vez me siento a meditar.

Piedras semi preciosas

(Sarah Brown, UNSPLASH)

PALABRAS EN RELACIÓN

Hace tiempo aprendí que una de las peores ofensas que puedes hacer a madres y padres que han perdido a un hijo es relacionarte con ellos como si la pérdida no hubiese tenido lugar. Porque cuando perdemos a alguien que amamos, obviar su pérdida es negar una parte de nosotros.

Por esta razón nombrar a la persona amada que te ha dejado es un ritual sanador. Nombrarla cuando estés con otras personas. Habla de ella, de cómo era, aquello que os gustaba hacer juntos, de qué forma enriquecía tu vida. Otra forma de poner en práctica este ritual es hablar con ella cuando sientas que lo necesitas. Lo puedes hacer con tu pensamiento o escribiendo. No es tan importante lo que le dices sino el hecho que estés en relación y que puedas expresarte.

Cualquier ritual que decidas poner en práctica no es un deber al que estás obligado, sino un gesto de devoción al que te sientes llamado internamente. Cuando sientas que ya no tiene sentido, habrá llegado el momento de dejar de practicarlo.

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5 pautas para vivir el duelo como un peregrinaje

Llevo dos semanas explorando la muerte de una persona cercana. Empecé esbozando el proceso básico que nos ocurre cuando perdemos a un ser querido. Y continué con las razones por las que no nos podemos saltar el proceso de duelo y las consecuencias de hacerlo.

El proceso de navegar el duelo por la pérdida de alguien cercano puede asemejar a bajar al fondo de un pozo. Según el imaginario colectivo el pozo al que vamos está repleto de lágrimas, es oscuro y tal vez no logremos salir de él nunca más. En contraste, yo te propongo que te orientes a caminar el duelo como un peregrinaje. Los peregrinos son personas movidas por un viaje interior que deciden caminar hacia el lugar que les llama, asumiendo riesgos y dificultades. Sí, puedes orientarte al duelo como a un peregrinaje. Estas son las pautas que te doy para hacerlo:

1-    Ten un  mapa del viaje del duelo y no lo tengas

Informarte de las fases del duelo y de lo qué puedes esperar del mismo puede ser útil. Al mismo tiempo sé consciente de que tu proceso de duelo es único y que como tal es imprevisible. Conocer las fases de duelo te puede ayudar, pero forzarte a caminar una fase tras otra no es una buena idea, pues se trata de un proceso orgánico que se irá desvelando a su ritmo.

2-    Recibe lo que sientes y acepta el ciclo

Recibe emociones, pensamientos, recuerdos,…tal vez contradictorios. Si las sientes plenamente, las emociones pasan. La tristeza también. Evocarla cuando se ha ido o forzarte a sentirla cuando ya no está asemeja golpearse una herida a medio curar. Aceptar el ciclo es ser testimonio de los paisajes del duelo, permitiéndonos el inevitable transcurrir de emociones, recuerdos y pensamientos.

Peregrino

(Jorge Luis Ojeda, UNPLASH)

3-    Trátate con amor y no te mires al ombligo todo el rato

Es importante que tengas paciencia contigo mismo, te des espacio y tiempo para sentir. Y al mismo tiempo, procura no caer en la trampa de mirarte al ombligo todo el rato. Compaginar momentos meditativos, con momentos activos en los que ocuparte y realizar algún tipo de actividad te ayudará a mantener cierto equilibrio mental y emocional.

4-    Encuentra apoyo y no rehúyas la soledad 

Contar con apoyo de familiares, amigos y/o profesionales es fundamental para todos los momentos de la vida. Durante un proceso de duelo todavía más. Y al mismo tiempo, mientras te dejas acompañar, es importante que no conviertas el acompañamiento en una excusa para no sentir el dolor. En algunos momentos del proceso, la soledad es el único camino para sanar y por ello transitarla es necesario.

5-    Siente el dolor y agradece el duelo

Sentir el dolor es fundamental. Y quedarte anclado en él te puede ahogar en el mar del drama y el victimismo. Por ello, al tiempo que sufres, mantente conectado con la gratitud. ¿Por qué te sientes agradecido? ¿Hacia quién? ¿Qué has aprendido? ¿Qué harás diferente de ahora en adelante? ¿Cómo vas a relacionarte? La gratitud es la gran alquimista que te permitirá transmutar el dolor y las dificultades en energía para vivir, para amar.

 

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3 razones + 1 para tocar fondo después de la pérdida de un ser querido


En el post anterior abordaba cómo gestionar el shock inicial frente a la pérdida de un ser querido. En el de hoy, exploro por qué es importante transitar el camino hasta el fondo de tu pérdida.

Si has vivido la pérdida de alguien cercano, tal vez te digas que ya has sufrido bastante y que lo único que quieres sea pasar página. Sin embargo, saltarse el duelo, es decir, no darse el tiempo y el espacio para recibir los estados emocionales que van aflorando puede ser problemático por varias razones:

1- El duelo no vivido puede convertirse en crónico en forma de depresión, resentimiento u otros estados emocionales

Cuando Juan empezó su programa de coaching, pronto descubrimos que no había sentido plenamente toda la rabia por perder a su madre en plena adolescencia. Esta rabia se había instalado en él, generándole una permanente disconformidad con todo y todos, incluso con los que amaba. De explorar esa dolorosa cicatriz juntos y las emociones que contenía, surgió un nuevo Juan, más abierto a la vida.

2- El dolor del duelo no experimentado reduce tu capacidad de sentir

Zoe había realizado dos abortos voluntarios de acuerdo con su pareja. Aunque a nivel mental su discurso era coherente, su expresión de lo ocurrido era fría y distante. No se había permitido sentir el dolor por la pérdida de dos vidas.

Reprimir el dolor emocional nunca funciona. Si lo haces dejas de sentir el dolor, pero también todas las emociones, incluida la capacidad de alegrarte o ilusionarte.

3- El duelo no vivido te cierra el corazón dificultándote conectar con los demás

Jorge había cerrado su corazón después de la infidelidad de su mujer que les llevó al divorcio. Mientras se aseguraba que nada parecido le volviera a ocurrir, también se privaba de conectar con los demás de forma auténtica y vulnerable.

Muchas cosas nos pueden cerrar el corazón y perder a alguien querido es una de ellas. El antídoto consiste en saber que tu corazón está hecho para lastimarse, sentir tremendo dolor y después volver a sentir, volver a abrirse.

4- El duelo no vivido se muestra en expresiones emocionales inoportunas

Al terminar una relación amorosa de varios años, Eva no se había permitido vivir plenamente el duelo. Cada vez que empezaba una nueva relación, le embargaba el miedo a ser abandonada llenando de gravedad las primeras veces, condenándolas así al fracaso.

Las naturaleza de las emociones es agresiva. Si no les damos el cauce necesario para que puedan expresarse e irse, estas nos visitarán en los peores momentos.

Si has leído hasta aquí, espero haberte convencido de la importancia de vivir plenamente el duelo. Descubre las pautas básicas para este viaje imprescindible en mi próximo post.

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Muerte inesperada de una persona cercana. ¿Cómo hacerle frente?

La covid y tantas enfermedades se siguen cebando con muertes en todo el planeta. El martes pasado se suicidaba el padre de la víctima del kamikaze de la M-50.  Mientras escribo este artículo dos personas de mi entorno cercano han muerto súbitamente contra pronóstico en pocos días de diferencia. El shock por estas muertes me llega en forma recordatorio de mi muerte y la de todas las personas que me rodean.

Desaparecemos. Llega el día en que no estamos. La tierra sigue girando como si nada mientras los vivos quedamos perplejos. Dicen que el ser humano no está preparado para entender la muerte. Sin embargo cuando esta nos toca, no nos queda más remedio que lidiar con ella. El proceso de duelo después de la pérdida de una persona querida se divide en dos grandes fases1:

Fases del dueloDECONSTRUCCIÓN

En esta fase nuestra identidad de descompone frente a la pérdida. Transitamos de forma más o menos intensa un periodo de negación de la pérdida, confrontación de la misma, negociación y depresión. Al final de esta fase tocamos fondo.

RECONSTRUCCIÓN

En esta fase, viajamos desde el fondo de la máxima desolación, hacia un proceso de aceptación de la pérdida que reconfigura nuestra identidad y nos permite seguir adelante.

GESTIONAR EL SHOCK

Si hace poco has perdido a alguien cercano, tendrás el susto dentro. Cuando compartimos la vida con alguien nos amoldamos inconscientemente a esta persona y al desaparecer ella, nuestro cuerpo y almas se sienten desahuciadas. Si te encuentras en esta situación te invito a expresar lo que sientes, confusión, miedo, devastación,… durante los días que necesites. Hazlo con lágrimas, gritos, perdiéndote en el bosque, escribiendo o de cualquier otra forma. Si necesitas ayuda psicológica, acude a ella. En este sentido enfoques terapéuticos centrados en el cuerpo te pueden ser de gran ayuda.

Después del shock inicial, empieza una travesía en el desierto que puede durar de meses a años. Descubre en el próximo post porqué no puedes dejar de transitar este viaje.

(1) Adaptado de las cinco fases del duelo según Elisabeth Kübler-Ross

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¿Has hecho terapia y no te ha funcionado? Cinco pautas para darle al vuelta a través del focusing

En el artículo anterior te contaba de qué forma el focusing entró en mi vida y por qué. Hoy hablo del origen de esta potente metodología y te doy cinco pautas para probarla.

EUGENE GENDLIN

En los años cincuenta, el filósofo estadounidense Eugene Gendlin hizo un estudio sobre pacientes que acudían a terapia. La pregunta que se hizo es: ¿por qué algunas personas mejoran, superan sus traumas y se curan y otras no? Aprendió que las personas que mejoraban eran capaces de identificar una sensación en su cuerpo relacionada con el motivo de la terapia, describirla y estar en diálogo con ella. Gendlin bautizó esta práctica y empezó a enseñarla: había nacido el focusing.

Niña con ojos cerrados

(Richard Jaimes, UNSPLASH)

EL CONTACTO LIBERA LA TENSIÓN

Mientras que la tensión es la coraza a través de la cual se mantiene el ego y todos sus complejos – sombra incluida – es a través de recibir la tensión que el cuerpo relata sus vivencias y puede entonces integrarlas. El proceso asemeja a tocar la herida para poder sanarla. Sí, es imprescindible acercarte, ver, tocar esa herida psicológica a nivel de sensación para poder soltarla. Te comparto los pasos básicos para hacerlo:

1. DETECTA LA HERIDA PSICOLÓGICA

Busca aquello que te duele psicológicamente, en forma de la situación actual en la que ocurre.

Por ejemplo, en una sesión de coaching reciente Lucía relataba de qué forma se bloqueaba cuando su jefe perdía las formas y subía el tono de su voz.

2.LOCALÍZALA EN TU CUERPO Y NOTA SU FORMA

Pregúntate en qué lugar del cuerpo lo sientes. Date rienda suelta para hacerlo sin que tenga que “tener sentido”.  Por ejemplo puedes sentir una nube helada en el cuello, un ardor metálico en el pecho o una herida abierta en el esternón.

Al preguntarle a Lucía dónde lo sentía y por su forma, se dio cuenta que la sensación era un nudo en la garganta que la paralizaba.

3. PONLE NOMBRE

Encuentra un nombre, una etiqueta que capture de forma aproximada la esencia de lo que sientes al estilo del punto 2 anterior.

Invité a Lucía a poner nombre a la sensación. Ella dijo “nudo paralizante”.

4. RESUENA

Ahora se trata de viajar del nombre a la sensación de forma reiterada. Puedes poner tu mano en el lugar del cuerpo donde tengas la sensación, mientras repites el nombre y conectas de nuevo con la sensación, luego vuelves al nombre y vice-versa.

Para Lucía al decir internamente nudo paralizante y sentir la sensación en su cuerpo varias veces brotaron lágrimas. Le vino a la memoria la forma en cómo su padrastro solía gritarla de pequeña. La animé a quedarse con la sensación sin hacer nada. Al preguntarle cómo se sentía dijo que pequeña, vulnerable,…sentía que no valía nada.

5. RECIBE

Sea lo que sea que haya sido revelado, recíbelo dándole espacio sin hacer nada. Puede ser un pequeño cambio en la sensación. Cierta información. Emociones en forma de rabia, tristeza, desolación.

Me quedé a su lado. Hay una parte de ti que es testigo de este proceso. ¿Puedes conectar con ella? le dije. Al asentir, le invité a sostener a la parte tierna y dolorida desde ese testigo. Poco a poco fue encontrando la calma y terminamos esa parte de la sesión.

La efectividad del focusing radica en el hecho que libera sombra en forma bloqueos corporales, al tiempo que te ayuda a cultivar una relación de respeto y aceptación contigo mismo. Si has participado en procesos terapéuticos o de crecimiento personal sin éxito, incluir el focusing puede ayudarte a darle la vuelta, catalizando tu evolución personal.

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