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¿Y si tu mochila estuviese mucho más cargada de lo que crees?

Uno de mis maestros, el coach y practicante zen Rob McNamara, me dijo una vez que me hallaba en dificultades:  recuerda que siempre cargas con mucho más de lo que crees o sabes. Lo consciente, es decir lo que sabemos que nos pasa, es solo una pequeña parte de lo que realmente sucede, nos preocupa, nos angustia. También es así con lo que nos entusiasma, lo que queremos, lo que anhelamos. Lo consciente es como la parte exterior de un iceberg, mientras que la gran masa sumergida lo ocupan lo subconsciente y lo inconsciente.

Para conocer la parte sumergida del iceberg tienes que fijarte en el cuerpo.¿Qué síntomas te da el cuerpo? La semana pasada estuve con un dolor sin nombre en el lado derecho del cuerpo, seguido por una fuerte contractura en las cervicales. No recordaba haber hecho ningún mal gesto ni movimiento brusco. Simplemente mi mochila vital estaba hasta arriba y al no darme cuenta, mi cuerpo lo mostraba.

Otros síntomas de inconsciencia sobre lo que sostenemos son nuestras reacciones. Si notas que saltas a la mínima o que  respondes de forma más intensa que de costumbre, puede que estés cerca de fundir tus fusibles vitales. Para hacerte consciente de tu carga real puedes meditar, escribir flujo de consciencia, o practicar algún tipo de práctica contemplativa. Para ahondar en la importancia de la contemplación recomiendo la lectura de Vida contemplativa de Byung-Chul Han.

(UNSPLASH)

El simple hecho de tomar consciencia sobre nuestra situación, transforma nuestra relación con ella. Es el proceso de acercarnos al peso cargado que nos ayuda a aceptarlo. Sin embargo, aproximarse desde el rechazo a nuestra mochila con la intención de vaciarla es un acto agresivo y que no suele funcionar. En cambio, cuando nos acercamos con curiosidad, afabilidad y amabilidad hacia nuestra situación, la relación con nuestra circunstancia muta sutil o dramáticamente. Aunque nuestra carga no se pueda reducir, ni tampoco sea deseable – es precisamente la magnitud de lo que cargamos que nos fortalece y nos ayuda a crecer -, una vez integrada la situación emergerán opciones que antes se mantenían ocultas, tales como reajustar nuestra alineación respecto al peso, o soltar lastre de cosas innecesarias. Se manifiesta entonces que no hay nada que hacer, más allá de seguir estando presentes, con una actitud amable hacia todo lo que existe, empezando por uno mismo.

Inspírate con mi nuevo libro: Da vida a tus sueños. 12 caminos para crecer y despertar.

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Las pantallas y tú. ¿Lo virtual te llena o te vacía?

La revolución digital está alterando nuestra forma de ser y relacionarnos de formas insospechadas, casi sin darnos cuenta de ello. Con la digitalización, a grosso modo existen dos fuerzas contrapuestas. La primera es la fuerza que nos aísla los unos de los otros, aumenta el ruido interior y erosiona nuestra capacidad colectiva a través de dispositivos de distracción masiva. Esta fuerza nos convierte en adictos a las pantallas y a sus comunicaciones despersonalizadas, como articula Byung-Chul Han en su brillante ensayo En el enjambre.

Por otra parte, la digitalización facilita conectar con otros, compartir información y organizarse en grupos con una intención compartida, como por ejemplo el recién emergido movimiento Adolescencia libre de móviles.

La pregunta, ¿Cuál de las dos fuerzas gana, la de la distracción y la fragmentación o la fuerza de la conexión con los otros y con uno mismo? Es una pregunta que cada uno debe responder y que varía en función del momento personal y ciertamente colectivo. Robert D. Putnam advertía hace ya más de dos décadas en su célebre estudio, la tendencia a la reducción de todas las formas de contacto personal en EEUU, algo que dañaba la movilización social necesaria para una democracia sana. La digitalización con su inherente disminución del contacto personal nos empuja aún más al empobrecimiento colectivo.

En este sentido, no es casualidad que en una gran mayoría de mis programas de coaching, cuando la persona lleva la luz de la consciencia a su vida, emerjan de forma espontánea ganas de reducir el tiempo a actividades virtuales: paso demasiado tiempo en twitter, esto me altera y quiero dejarlo; me gustaría retomar la lectura en lugar de ver series cada noche, etcétera, son expresiones que escucho a menudo y sobre las que animo a tomar cartas en el asunto.

El profundo impacto de lo virtual se explica mediante dos vectores. El primero es la calidad de lo que ingerimos a través de las pantallas. El segundo es que el tiempo que pasamos en ellas.

(Alexander Grey, UNSPLASH)

Lo consumido a través de pantallas asemeja a lo que comemos. Hay comida que nos sienta bien y otra que daña nuestro organismo. Y de igual forma, dependiendo de la cantidad consumida y del momento, tendrá un efecto u otro. No es lo mismo comerse un plato de fabada antes de ir a dormir que hacerlo un domingo para comer. Sustituye la fabada por una película de horror y aplica lo mismo. Sin embargo, a otro nivel que con la comida, los contenidos que consumimos a través de pantallas comparten una intención: hacernos consumir más. No es un secreto que lo virtual tenga en su ADN un programa diseñado por expertos en persuasión conductual para engancharnos a sus contenidos.

Por otro lado, el tiempo que pasamos en actividades virtuales nos resta tiempo para hacer otras cosas, casi siempre más saludables y enriquecedoras, como compartir tiempo con personas queridas, hacer deporte, aprender algo, practicar una afición…

Hacerse consciente del impacto de lo virtual en la vida de uno y en los que le rodean es una de las cuestiones que, parafraseando al poeta Martí Pol, tenemos que afrontar por ser del tiempo en el que nos ha tocado vivir. Una lucha que, orgullosos o cobardes, no podemos desertar, pues tu lugar, no puede ocuparlo nadie más que tú.

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La sombra de Rubiales

Uno de los procesos que pongo en marcha en mis programas de coaching es el trabajo de la sombra. La sombra psicológica es todo aquello que nos saca de quicio en los otros por el hecho de que también lo encarnamos, aunque sin ser conscientes de ello.

Las redes sociales todavía humean a raíz del comportamiento de Luis Rubiales durante la estelar victoria de las futbolistas. Lo interesante desde mi punto de vista no es tanto las condenas que me parecen más que justas y razonables, sobretodo a estas alturas, sino la primera reacción del presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Las primeras reacciones son reveladoras porque nos muestran sin filtros lo que la persona piensa y cómo percibe. En una entrevista en El partidazo de COPE, dijo «Yo, con todo lo que he pasado, más gilipolleces y más tontos del culo no… Vamos a disfrutar de lo bueno y ni me comentéis cosas de pringados que no saben ver lo positivo».

Detalle del beso entre Rubiales y Hermoso que han captado las cámaras de TVE, RTVE

Según Rubiales el problema lo tienen los demás, porque son  «gilipollas, tontos del culo, pringados, personas que no saben ver lo positivo». Rubiales tiene un punto ciego, el punto ciego de muchos líderes que es la consciencia de sí mismos. Tienen un ego tan grande, están tan seguros de sí mismos, tan acostumbrados a tener la razón que se endiosan situándose por encima del bien y del mal. Entonces ante las críticas, se defienden proyectando su sombra, justamente lo que niegan en ellos. Sin embargo, cualquier tropiezo es una oportunidad de crecimiento también para Luis Rubiales.

No te engañes Luis, el problema no son los otros, el problema eres tú. El problema es el lugar desde el que lideras: tu ego. Para empezar a arrojar luz a tu punto ciego puedes probar a decir estas frases en primera persona: «Soy un gilipollas, un tonto del culo, un pringado, una persona que no sabe ver el impacto negativo que tiene en los otros» y dejar que estas verdades hagan mella en ti. A ver si tienes pelotas.

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¿Eres presa de la ecoansiedad? Algunos apuntes para gestionarla

Lorena recayó en una depresión, a raíz de obcecarse en pensamientos angustiosos sobre el futuro del planeta y el de sus hijos pequeños. Sofía, persona altamente sensible, tiene que andarse con mucho cuidado antes de exponerse a noticias similares, pues tiene comprobado que debilitan su estado de ánimo.

La ecoansiedad es cada día más un factor desestabilizante de la salud mental, como señalan estudios recientes y como constato a menudo en mi práctica de coaching. Una forma de entender la ecoansiedad es considerarla  una transferencia de poder personal a los problemas del mundo, con lo que estos consumen a la persona, generando síntomas (depresión, ansiedad, adicciones…) que la inhabilitan para precisamente hacerles frente y por descontado, vivir con normalidad.

Hace años que reflexiono sobre de qué forma el dolor por el planeta nos afecta, y cómo gestionarlo, no solamente para sobrevivir, sino para vivir una vida plena y vibrante.

NORMALIZAR EL DOLOR

Para empezar, es importante normalizar el dolor que sentimos cuando tomamos consciencia del estado de las cosas. Formamos parte de la vida, somos los órganos sintientes de la biosfera y estamos todos conectados. De modo que sentir el dolor por el daño que el planeta está sufriendo, la supervivencia propia y de la especie, el impacto de la sexta extinción masiva, la creciente contaminación, el calentamiento global, etcétera,  no es una señal de que algo está mal en nosotros, sino todo lo contrario, ¡estamos vivos y por esa misma razón sentimos!

Sin embargo, dar espacio a este sentimiento, a este dolor, no es tan sencillo puesto que nuestra sociedad fundamentada en la ciencia privilegia el pensamiento y margina a las emociones, diciéndonos que lo que sentimos no es importante. En este sentido, me resulta inspiradora la filosofía de Édouard Glissant a la que llama “pensamiento del temblor”. Según Glissant, el temblor es el terror de nuestra vulnerabilidad que sentimos por lo que ocurre y es precisamente este temblor lo que nos facilita la conexión con el otro. Al aunar pensamiento y emoción, Glissant rompe la falsa y dañina dicotomía del pensamiento occidental.

(Oscar Keys, UNSPLASH)

RECIBIR LA EMOCIÓN

La clave para afrontar la ecoansiedad es dar espacio al sentir subjetivo, a las emociones que nos invaden ¿De qué emociones se tratan? Terror, ansiedad, miedo, rabia…¿Dónde las sentimos? Detectar la parte del cuerpo en la que manifiestan nos permite entrar en diálogo con ellas. Contar con soportes para dar cauce a la emoción de forma creativa también nos puede ayudar.

Recibir el dolor es también una tarea que puede, y es muy recomendable, realizarse de forma colectiva, participando en algún movimiento en forma de voluntariado, activismo o creatividad en la esfera que más le interese a uno. El proceso deviene entonces una práctica cultural, entendida como un espacio participativo en el que expresar nuestra subjetividad (con ecoansiedad o sin ella)  metabolizando las emociones y aumentando nuestra vitalidad, en palabras del filósofo Andreas Weber.

ENTRE EL PESIMISMO Y EL OPTIMISMO

La expresión y participación no nos garantiza que los hechos que nos llevan a la ecoansiedad se solucionen. De hecho, nada se soluciona nunca. La vida es caótica y no tiene solución puesto que termina con la muerte. Sin embargo, lo prodigioso de la participación es que nos mantiene entre la utopía y la distopía. Nos aleja de la distopía a la que conduce instalarse en la ecoansiedad. Y también nos aparta de la utopía puesto que la propia mortalidad e inercia de los retos son imbatibles. Es el espacio, entre la utopía y la distopía, entre el optimismo y el pesimismo, donde es posible conectar con el momento presente del que brota la gratitud por la vida y por poder participar, como articula la activista medioambiental Joanna Macy en El trabajo que reconecta. La gratitud es el gran transmutador de la ecoansiedad en energía para la expresión y creatividad para la acción, a la vez que genera sentido personal y vivifica.

LA AUTOGESTIÓN Y LA CATÁSTROFE INEVITABLE

Si sabes que tienes tendencia a la ecoansiedad, como en mi caso, puedes tomar medidas al respecto. Por ejemplo puedes elegir conscientemente los momentos para bucear en la actualidad, aprender a modular tu estado de ánimo, a través de prácticas de consciencia y también puedes buscar apoyo cuando sientas que algo te ha desestabilizado seriamente.

En paralelo, mantenerse en contacto con la naturaleza catastrófica de la vida es un buen antídoto para la ecoansiedad. Consiste en llevar a la consciencia la muerte – propia y de todo lo que te rodea, el hecho que las cosas tienden a desintegrarse y que la única constante en la vida es el cambio.

La participación cultural y la práctica de la consciencia nos ayudan a navegar la ecoansiedad integrando las contradicciones de vivir, lo que en palabras de Glissant redunda en “un mundo en el que todos los seres humanos y los animales y los paisajes y las culturas y las espiritualidades se iluminan mutuamente”. Un mundo, un yo, un nosotros nunca resueltos, pero temblorosamente vivos y en constante evolución.

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Cada día es tiempo de elecciones

Apenas nos hemos recuperado de unas elecciones que nos lanzan otras. Con ellas la maquinaria informativa se revoluciona, corren ríos de opiniones, se difunden infinitos actos de propaganda y una miríada de acciones destinadas a captar votos en un sentido u otro hasta desembocar en el señalado día, el 23-J. Sin embargo, cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana, cada mes es tiempo de elecciones en en el ayuntamiento de tu casa, en la república interdependiente de tu ser. Lo es porque siempre estamos eligiendo, incluso cuando no elegimos.

Prepararse para votar a representantes públicos exige informarse, crearse una opinión propia sobre la gestión de gobierno de cada partido, sus programas electorales y buscar afinidad con los propios valores y visión. De la misma guisa, prepararse para elegir la vida que uno quiere vivir hace necesario considerar cómo hemos vivido hasta el momento.

Una vida sin examinar no merece ser vivida decía Sócrates, según Platón hace más de 2400 años. Por esta misma razón, la abstención de voto en la propia vida no es recomendable, pues nos llevará al final de la vida con el reproche más común de los moribundos – según B. Ware – : haber vivido según las expectativas de los otros, sean estos tus familiares, la sociedad o cualquier otra persona o ente. Una trampa de la mente que constato a menudo en mi práctica de coaching es decirte a ti mismo que no tienes tanto por elegir. Mas si piensas esto, te estás engañando pues siempre existe margen de maniobra para elegir por pequeño que sea: ¿Eliges perseguir tus sueños o hacer como si no los vieras? ¿Eliges el tipo de relaciones que deseas cultivar o te dejas llevar? ¿Eliges tener una buena relación con tus hijos o te resignas a las dinámicas existentes?

Manos y urna

(Arnaud Jaegers, UNSPLASH)

Lo bueno de las elecciones propias es que no tienes que estudiarte el programa, ni seguir la actualidad con atención, sino simplemente conectar con aquello que te da vida. Te comparto algunos casos reales:

  • Lorena decidió abrirse empezar a aceptar invitaciones de sus círculos sociales que hasta ahora había declinado por estar excesivamente centrada en su trabajo lo que la había llevado al borde del burnout.
  • Jesús, padre de cuatro hijos decidió por real decreto que las comidas en casa se harían en silencio. Esto transformó el habitual jaleo de la hora de la comida en un espacio de consciencia y apreciación por los alimentos que compartían.
  • Juan eligió dejar de fumar, se apuntó a un grupo de apoyo y empezó a hacer deporte, dando un giro positivo a su vitalidad y salud.
  • Luisa decidió tomarse cada cierto tiempo un fin de semana sin su familia para estar con ella misma.
  • Esteban se apuntó a una plataforma para la defensa del delta cercano a su localidad, sumando esfuerzos para proteger el valioso ecosistema amenazado por fuerzas mercantilistas.

En definitiva, tú tienes la capacidad legislativa – es decir la facultad de regular la materia de tu vida –  sobre lo que piensas, lo que sientes, tu propósito en la vida, las acciones que llevas a cabo, cómo las llevas a cabo, el tipo de relaciones que cultivas, como inviertes tus recursos de tiempo, dinero y en qué espacios te mueves. La buena noticia es que tienes las elecciones ganadas, porque escucha bien, por si no te habías dado cuenta…¡ya eres el presidente de tu vida! ¡Tú y nadie más! Y si lo haces fatal no pasa nada. No solamente no te van a echar, sino que puedes volver a presentarte. Ganarás seguro y con la práctica cada vez se te dará mejor.

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¿Cómo gestionar tu propia negatividad?

Según la espiritualidad celta1 cuando nacemos, además de nacer nuestro cuerpo y alma, también nace con ellos otra presencia: nuestra muerte. Esta presencia está con nosotros toda la vida y se muestra en los momentos en los que nos dejamos dominar por la negatividad.

Como constato cada día en mis programas de coaching, la negatividad aprovecha los momentos de mayor vulnerabilidad para mostrarse. Como coach no tengo una varita mágica para transformar la negatividad en sus múltiples formas: miedo, victimismo, enojo, agresión, crítica, remordimiento, preocupación…de las personas a quienes acompaño. Sin embargo, cuento con efectivas prácticas para desactivarla. Hoy te comparto cuatro pautas de base budista:

1-TOMAR CONSCIENCIA

Una práctica esencial consiste en tomar consciencia de que estamos presos de un estado negativo dominado por el pesimismo, pensamientos críticos, quejas, etcétera. Aunque parece evidente, en un gran número de casos no nos damos cuenta de lo que nos pasa. Estamos tan acostumbrados a hacernos la víctima, quejarnos, enfadarnos o lo que sea que nos domine, que nuestro cuerpo y mente son adictos a ese estado emocional y a la consciencia se le escapa.

2-ARREPENTIRSE

La negatividad nos daña, nos quita energía y nos enfoca en cosas improductivas como la culpabilidad cuando nos flagelamos a nosotros mismos por nuestros errores o en el deseo de venganza. Arrepentirse significa darnos cuenta del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos cuando nos dejamos llevar por la negatividad.

(Ben Hershey, UNSPLASH)

3-COMPASIÓN HACIA QUIENES HEMOS DAÑADO

La negatividad se cuela por cualquier rendija y cuando estamos presos de ella se manifiesta en una salida de tono, en una falta de respeto, en una actitud agresiva o de cualquier otra forma. Sentir compasión hacia los otros por el daño que les hemos hecho nos permite ampliar la consciencia sobre los efectos de la negatividad.

4-INTENCIÓN

Tomar la intención de no volver a caer en las redes de la negatividad consiste en decirse a uno mismo: “Magda, no volverás a caer en la queja y el victimismo”. Para afianzar cualquier intención aconsejo realizar un pequeño ritual o gesto que la refuerce como por ejemplo: escribirlo en tu diario, hacer un dibujo, encomendarse a la vida, a Dios o a una figura significativa para uno o cualquier otra forma creativa.

APRECIACIÓN Y GRATITUD

En paralelo al proceso anterior, la apreciación y la gratitud son prácticas fundamentales para transmutar la negatividad en vitalidad. Para el escritor, también de raíces celtas, David Whyte la gratitud consiste en: “comprender que muchos millones de cosas se unen, se mezclan y respiran juntas, para que nosotros podamos tomar una respiración más, que el regalo fundamental de estar vivo y haber encarnado como un ser humano vivo y participativo es el privilegio de milagrosamente formar parte de algo, en lugar de nada. Aunque ese algo sea temporalmente dolor o desesperanza, habitamos un mundo vivo, con caras de verdad, voces de verdad, risas, el color azul, el verde de los campos, la frescura de un viento frío, o el tono rojizo de un paisaje invernal2

Cuanto más practiques las pautas citadas, más del lado de tu alma vas a estar y menos del lado de tu muerte.

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(1) Anam Cara: el libro de la sabiduría celta, John O’Donohue.

(2) Consolations, David Whyte. Mi traducción.

Mujer no te engañes, el consentimiento no te protegerá de abusos sexuales

El documental El techo amarillo dirigido por Isabel Coixet arranca cuestionando la utilidad del consentimiento sexual de la voz de sus protagonistas. Mujeres ya adultas que se vieron atrapadas en la compleja telaraña del abuso por parte de su maestro Antonio Gómez en el Aula de Teatre de Lleida, cuando muchas de ellas apenas tenían quince años.

A ellas el consentimiento no solamente no les sirvió sino que fue totalmente irrelevante. En su caso, los abusos se enmarañaron en una relación de admiración hacia su manipulador maestro, aspiraciones de éxito, inexperiencia, desidia de las autoridades y un largo y complejo etcétera, como detallan la investigación de Albert Llimós y Núria Juanico y el mismo documental.

(Vincent Battault, UNSPLASH)

Aunque el consentimiento es una buena idea sobre el papel es una pésima idea para prevenir los abusos sexuales como demuestra aplastante, la realidad. Hacer creer a mujeres jóvenes y adultas que el consentimiento las protegerá es un engaño. Esto es así porque la cultura se come el consentimiento con la primera copa.

La cultura es el agua en la que nadamos, y que sin palabras nos dice cómo comportarnos, lo que se puede esperar, lo que se puede decir, lo que es adecuado…casi todo a nivel inconsciente. Y en el terreno del sexo, la cultura en la que estamos inmersos es la cultura heredada de la revolución sexual con su gran protagonista: el sexo informal. La cultura del sexo informal, amplificada por los medios y adoptada por el feminismo progresista, proclama que el sexo es algo como cualquier cosa, eructar o comerse una hamburguesa con patatas. Y cuando el sexo se convierte en algo banal culturalmente, los abusos sexuales campan a sus anchas.

En El techo amarillo, Míriam relata como el maestro la persuadió después de invitarla a cenar: “Cuando nos tocó volver a casa (···) me dijo, ¿quieres subir a mi casa, a ver una película? (···) realmente me creí que íbamos a ver una película.” Cuando subió a la casa y ocurrió el abuso, la cultura del sexo informal se había apropiado de la escena y el consentimiento no estaba por ninguna parte.

Como tantas, las valientes testigos de El techo amarillo demuestran que para prevenir los abusos sexuales el consentimiento es inútil y engañoso. En su lugar, necesitamos cuestionar ferozmente la cultura del sexo informal y plantearnos el sexo, un terreno en el que se conjugan la integridad de la persona y la generación de nueva vida, como algo a ser tomado en serio.

 

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Kintsugi relacional o cómo reparar el daño en tus relaciones

En mi último post hablaba de cómo a veces, y no me cansaré de remarcar que solamente a veces, es necesario olvidarse de las formas o pasarse de la raya. Cuando lo hacemos es posible lastimar algunas sensibilidades. Sin embargo, el hacer daño a otros no pasa solamente por perder las formas. Es la dinámica de las relaciones en sí misma, nuestros modelos mentales y diferencias que propician el inevitable y necesario rifi-rafe relacional.

Si eres una persona perfecta, que siempre está en lo justo y acertado y logra ir por la vida sin herir a nadie, no sigas leyendo este post. Si en cambio eres como la mayoría de la humanidad, un ser imperfecto, que ama, que siente y que de vez en cuando hiere a los demás, este post es para ti.

Quien bien te quiere, te hará sufrir, reza el refrán. Y por las mismas, si quieres bien a alguien, date por seguro que en algún momento le harás sufrir. Cuando esto ocurra no es preciso que te sientas la peor persona del mundo, ni tampoco que te ahogues en un mar de vergüenza, dolor y arrepentimiento, aunque si necesitas probar cualquiera de estas medicinas, adelante, puede que te hagan bien. En cualquier caso, si la persona y la relación te importan, no puedes quedarte ahí. Tienes que dar otro paso y este paso se llama REPARAR.

(Simon Lee, UNSPLASH)

Reparamos el coche, reparamos el lavaplatos, reparamos un jarrón. En cambio, cuando se trata de relaciones, parece que no existe lo de reparar. O todo va bien o rompemos. Falta un verbo cuando se trata de reparar relaciones, cuando se trata de reparar el daño emocional, de reparar la comunicación, de reparar el vínculo.

Reparar el daño que hemos hecho a otros asemeja a curar la relación. Existe una herida y necesita cuidados. Una vez te determines a dar el valiente paso de reparar, ahí van unos pasos no lineales, para orientarte en el proceso:

  • SIN DEFENSAS. Cuando te orientas a reparar una relación te acercas a un territorio devastado después de una guerra. Por ello te animo a disponerte al encuentro sin defensas ni expectativas. No esperas nada del otro, especialmente no esperas que comprenda tu punto de vista, ni que reciba tu intención de reparar. Si te llega alguna bala o estalla alguna granada olvidada en el campo de batalla, no te defiendas sino que recibe la metralla con toda la calma de que dispongas.
  • RECONOCE EL DAÑO. Un paso fundamental es reconocer en palabras que – al margen de nuestras intenciones – hemos hecho daño al otro, a la relación. Esta parte facilita que el otro se sienta visto en su dolor y le anima a compartirlo.
  • ESCUCHA lo que la otra persona tiene que decir. Este es el momento de abrirse a la magnitud de la herida del otro: lo que ha supuesto para él, cómo se siente, dónde lo siente…
  • RECIBE EL DOLOR del otro que viene de ser expresado. Cuando la otra persona expresa su dolor en palabras y gestos, es necesario parar y respirar. Sentir su dolor en nosotros como si fuese nuestro, porque de hecho lo es. A veces puede ser útil expresarlo con nuestras propias palabras, para asegurar que le hemos entendido, dejándonos corregir en caso contrario.
  • EXPRESA EL AMOR que sientes por el otro y pregúntale: ¿hay algo que pueda hacer para reparar lo ocurrido? Si la respuesta es factible, pues manos a la obra.
  • SIGUE ADELANTE. Sea cual sea el resultado de tu acción reparadora, sea un acercamiento y curación de la herida, un irreversible desangre, o cualquier situación entre ambas, tienes que seguir adelante. Seguir adelante significa desapegarte de lo ocurrido y centrar tu atención en el fluir de la vida.

El arte japonés del kintsugi consiste en aplicar pasta de oro en las grietas donde una pieza cerámica se rompió, volviéndola así más bella. Las relaciones no son distintas, y por eso, a través del delicado arte de repararlas, cada tropiezo, cada grieta, cada rotura de una relación es una oportunidad de oro para embellecerla, fortalecerla y despertar al valor de la misma.

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Propósito de año nuevo: ser

Si eres una persona de hacer propósitos de año nuevo seguro que ya tienes una lista. Y también seguro que lo que tienen en común los elementos de tu lista es que todos tienen que ver con hacer (o dejar de hacer) algo: empezar con una rutina de deporte, dejar de fumar, comer más sano…Sin embargo, es muy probable que en tu lista no figure espacio para simplemente ser.

Nuestra sociedad está orientada a la acción. Hacer, conseguir, ponerse metas, llegar, subir una montaña, luego otra. No hay nada malo en hacer. Sin embargo no somos hacedores humanos, somos seres humanos. Y cultivar el ser es imprescindible, si no queremos convertirnos en pollos sin cabeza que corren por la vida sin saber adónde van.

El ser tiene varios enemigos. Uno de ellos es que no está culturalmente valorado. A nadie le felicitan por estar varios días sin hacer nada. O por tomarse unos días para estar en soledad. O por dedicar el tiempo a escucharse interiormente. Internamente es fácil sentirse culpable, egoísta o simplemente vago cuando uno dedica tiempo a ser, sobre todo al principio. Sin embargo, con la práctica uno toma cuenta que cuanto más cerca del ser estemos, más buenas son nuestras relaciones y más sentido cobran nuestras acciones. El remedio a la nula reputación del ser está dentro de uno mismo. Consiste en darle valor al ser. Tenemos la capacidad de dar valor a lo que nos dé la gana y para hacerlo simplemente tienes que tomar la intención dentro de ti y posiblemente atravesar alguna resistencia.

(Katie Moum, UNSPLASH)

Otro de los enemigos del ser es que de no agendarlo, el hacer, como un río desbordado se come toda la cuenca vital, dejándonos sin espacios para simplemente ser. Por ello, ahora que el nuevo año está a punto de empezar, te propongo que agendes espacios (y tiempos) para el ser.

Primero plantéate ¿de qué forma te acercas al ser? Hay mil formas de hacerlo y la condición necesaria es que no tengas ningún objetivo más allá de simplemente ser. Cuando digo ninguno, es ninguno, ni tan siquiera el objetivo de pasarlo bien. Las prácticas pueden incluir: tiempo en soledad, journaling, meditación, tiempo en silencio, actividades creativas, paseos en la naturaleza, ciertas relaciones…

Una vez tengas claras tus prácticas, ya puedes planificar espacios y tiempos semanales, mensuales, trimestrales y anuales. Ahora llega el paso clave: blindarlos en tu agenda para que nada ni nadie puede sabotearlo. Hecho esto, olvídate de ello y deja que el nuevo año entre salvaje y descontrolado.

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