Archivo de mayo, 2023

Volver al cuerpo después del susto

Sergio, el hijo pequeño de Luisa había tenido fiebre el domingo. Diligentemente, el lunes lo llevó al médico. Un caso claro de escarlatina dijo el pediatra, diez días de antibióticos y listos, con de dos a tres días de reposo en casa. Eso la calmó pues había estado preocupada por los síntomas de Sergio, manos hinchadas, piel rojizas, palpitaciones y cansancio que le daban un aire de muñeco sin pilas. Ahora le tocaba lidiar con la logística. Su pareja estaría fuera toda la semana, el hijo mayor estaba de exámenes finales y de un humor horrible, la gata estaba a punto parir y los padres de Luisa cuya ayuda era oxígeno para la familia, esta vez no estaban disponibles.

Luisa se sentía abrumada, me comentaba durante la sesión de coaching. Es como si de golpe, me han quitado el guión de mi vida de las manos y me han dicho, ¡ahora, a cuidar! Una parte de mi lo hace a gusto, pues sé que es importante y por el amor a Sergio. Otra parte de mi se rebela y dice que lo mandaría todo a paseo, que lo que quiere es seguir con sus creaciones y proyectos gráficos, y por supuesto, recuperar mi rutina de deporte, profesión, ocio…Trabajar en casa aunque lo intento, me resulta imposible, y termino sintiéndome mala madre y mala profesional.

Ojo humano

(Jose A.Thompson, UNSPLASH)

Háblame de tu preocupación antes del diagnóstico, le propuse. Bien, pues la noche del domingo dormí mal. Siempre tiendo a pensar lo peor. Luego después de la visita al pediatra, me calmé. Entonces tuve la certeza que el velar por estas dos vidas, esta preocupación por su supervivencia, va a estar siempre conmigo – dijo con gravedad. ¿En qué parte del cuerpo sientes esta preocupación? Le pregunté. En la boca del estómago, es como un nudo y de hecho he tenido unas digestiones horribles, me contestó.

Entonces la guié a explorar las sensaciones en el estómago. Con los ojos cerrados y la mano en la zona del estómago, me dijo pues es como si mi estómago estuviese prieto en un puño, sin espacio. Estómago en un puño, dije. Sí, eso mismo, respondió. Bien, ahora quiero que repitas interiormente “estómago en un puño” a la vez que sientes la sensación corporal, le dije. Y si van emergiendo ideas o sensaciones me las comentas. De acuerdo – dijo- pues surge miedo….Miedo a que les pase algo a mis hijos y no pueda soportarlo. Miedo a que mis hijos mueran. Bien, sigue ‘pendulando’ de la sensación a la noción: estómago en un puño y sensaciones corporales. ¿Cómo es la sensación, ha variado de alguna forma? Sí, parece que el puño se ha aflojado un poco o mucho. Ahora ya no hay miedo, hay como cansancio, el cansancio que emerge después de mantener una gran tensión.

Luisa había dado espacio a la vivencia del cuerpo que había quedado congelada en ella, tras el susto de la enfermedad de su hijo. Con el proceso juntas, a través de la atención había liberado aquella tensión. Seguía con todas las dificultades y condicionantes de su momento vital, sin embargo se había desbloqueado internamente y esto le brindaba más espacio y energía para afrontarlos.

Te puede interesar:

Encuéntrame en FacebookInstagram y Twitter.

El deseo, su fuerza y tus riendas

Durante un programa de desarrollo personal, los participantes tenían que realizar un plan de vida, es decir escribir en un papel aquello que quería para los próximos cinco años, para los próximos diez y los quince que seguirían. Después lo compartían con compañeros y mentores. Cuando le tocó el turno a María y compartió lo que deseaba, Luisa su mentora dijo “vaya María deseas muchas cosas”. María se quedó perpleja. ¿Sí tenía razón, pero qué había de malo en desear? María deseaba un nuevo espacio de trabajo. Deseaba ser madre. Deseaba una relación de pareja apasionada. Deseaba viajar y muchas cosas más.

El deseo entendido como desear a algo o a alguien tiene connotaciones ambivalentes. Desde el Cristianismo está mal desear lo de los otros, a la pareja de otro, envidiar. Además el discurso católico ha teñido de egoísmo al deseo. Para el Budismo, el deseo está en la raíz del sufrimiento humano, pues por su naturaleza, no se extingue con haber conseguido lo deseado, sino que sigue palpitando de múltiples formas, encadenándonos a la samsárica rueda de la causa y efecto.

Caballos

(Annika Treial, UNSPLASH)

El origen del deseo es un misterio. Algunos deseos se introducen en nosotros mediante el entorno social y otros laten genuinamente dentro de cada uno. Para discernir qué tipo de deseo se trata es fundamental recibirlo. Recibir nuestro deseo es darle espacio en nuestro interior, haciéndolo pasar a la sala de estar de nuestro ser para escucharlo bien. Lo contrario es reprimirlo, criticarlo, ignorarlo, desconfiar de él. Si de pequeño tus deseos eran criticados o incomprendidos, es probable que la relación con tu deseo esté llena de contrariedad. Sabes lo que quieres pero te sientes mal por quererlo, das más peso a lo que los otros desean por ti y quizás te llenas de justificaciones para satisfacer tus deseos.

Sin embargo, cuando el deseo es genuino estamos lidiando con la misma fuerza que expande el universo. Se trata del Eros de Whitehead o del Espíritu en acción de Wilber.¿Qué podría haber de más sagrado y honorable que el alma de la evolución palpitando a través nuestro?

Una vez recibido el deseo, es necesario tomar una intención más o menos consciente que tenga en cuenta nuestra ética, nuestra situación actual y la ecuación bueno para uno y bueno para los otros al mismo tiempo. El deseo es un caballo con toda su fuerza y nuestra intención son las riendas que nos permiten dirigir su potencia. Por ejemplo, puedo desear tener un perro pero si mi organización vital lo hace imposible, puedo darle un curso distinto, como apadrinar a un perro y visitarlo en el refugio canino periódicamente. A menudo la vía de concreción de un deseo no está clara y está bien que así sea, pues la creatividad de la vida ofrece formas inimaginables para darles curso.

En cualquier caso, durante el proceso de desear y manifestar nuestros deseos existen dos orientaciones distintas. Desear como si nos fuera la vida en ello, aunque raramente es así, lo que nos traerá sufrimiento durante el proceso y tal vez después. O desear de forma desapegada, confiando en la vida y agradeciendo lo que ya es, sabiendo que tanto si nuestros deseos se cumplen como si no, todo es transitorio, pasa y se transforma.

Te puede interesar:

Encuéntrame en FacebookInstagram y Twitter.

Intimar con el final para no forzarlo

Al grupo de poesía del que formo parte, a menudo nos solicitan actuaciones variopintas. La última fue el encargo de una performance sobre el suicidio.

El suicidio en España sigue una preocupante tendencia al alza durante los últimos cuarenta años: 4003 personas se quitaron la vida en 2021, comparadas con las 1652 de 1980. En este periodo, la tasa de suicidio se ha casi doblado, estando los adolescentes entre los grupos de más en riesgo. Estos datos alarmantes convierten al suicidio en un problema de salud pública al que hacer frente desde múltiples ámbitos, en nuestro caso, desde el arte y la cultura.

Hace un par de días nos reunimos para terminar de dar forma al acto. Aunque ninguno de nosotros tenía un familiar o amigo directo que se hubiese suicidado, todos habíamos experimentado la muerte por suicidio de personas cercanas. Compartimos la forma en como el suicidio es el fin del sufrimiento para quien lo realiza y muy a menudo un calvario para los que siguen vivos, pues sus ondas de pena reverberan a lo largo y ancho de generaciones.

(Paola Chaaya, UNSPLASH)

La muerte de un poeta por suicidio que más me impactó fue la de Patricia Heras, que conocí por la prensa y por el documental Ciutat Morta, sobre los escalofriantes hechos del caso 4F. Mas el suicidio no es un fenómeno raro entre poetas, como muestran las vidas de Alejandra Pizarnik, Marina Tsvetàieva, Serguéi Yesenin, Silvia Plath entre muchas otras.

La carta del suicidio se esconde en el laberinto físico-mental de una persona para quien la muerte se conceptualiza como una salida, una escapatoria, un punto final al sufrimiento insoportable de la vida. Esta visión cohabita con otra visión dominante en la sociedad que teme a la muerte y la evita todo lo que puede. Son dos extremos que se tocan: no la quiero ni ver, o me escapo a través suyo. Pero existen otras formas de relacionarse con la muerte. Una que esbocé en mi post anterior procede de la tradición celta y contempla la muerte como una presencia clave a la que conocer de cerca. Hacerse amigo de la muerte es necesario para justamente poder vivir la propia vida con plenitud y sin forzar el inevitable final. El poema – bendición Para la muerte de John O’Donohue desarrolla bellamente esta idea:

 

Desde el momento en que naciste,

tu muerte ha caminado a tu lado.

Aunque raramente muestra su cara,

todavía sientes su tacto vacío

cuando el miedo invade tu vida,

o aquello que amas se pierde

o te lastimas por dentro.

 

Más cuando el destino te lleva

hacia estos espacios de pobreza,

y tu corazón se mantiene generoso

hasta que alguna puerta se abre a la luz,

estás serenamente haciéndote amigo de tu muerte;

de forma que no tendrás que temer

cuando llegue tu momento de dar media vuelta y partir.

 

Que la presencia silenciosa de tu muerte

lleve atención a tu vida,

te despierte a cuán escaso es tu tiempo

y a la urgencia de hacerte libre

así como a la llamada de tu destino.

 

Que tomes posesión de ti mismo

y decidas con cuidado

cómo puedes vivir ahora

la vida que amarías

contemplar

desde tu lecho de muerte.

 

¿Cómo te relacionas con tu muerte? ¿Es para ti una amiga, una enemiga o algo que no quieres ni pensar? ¿Cómo puedes vivir ahora la vida que amarías contemplar desde tu lecho de muerte?

 

Te puede interesar:

 

Encuéntrame en FacebookInstagram y Twitter.

¿Cómo gestionar tu propia negatividad?

Según la espiritualidad celta1 cuando nacemos, además de nacer nuestro cuerpo y alma, también nace con ellos otra presencia: nuestra muerte. Esta presencia está con nosotros toda la vida y se muestra en los momentos en los que nos dejamos dominar por la negatividad.

Como constato cada día en mis programas de coaching, la negatividad aprovecha los momentos de mayor vulnerabilidad para mostrarse. Como coach no tengo una varita mágica para transformar la negatividad en sus múltiples formas: miedo, victimismo, enojo, agresión, crítica, remordimiento, preocupación…de las personas a quienes acompaño. Sin embargo, cuento con efectivas prácticas para desactivarla. Hoy te comparto cuatro pautas de base budista:

1-TOMAR CONSCIENCIA

Una práctica esencial consiste en tomar consciencia de que estamos presos de un estado negativo dominado por el pesimismo, pensamientos críticos, quejas, etcétera. Aunque parece evidente, en un gran número de casos no nos damos cuenta de lo que nos pasa. Estamos tan acostumbrados a hacernos la víctima, quejarnos, enfadarnos o lo que sea que nos domine, que nuestro cuerpo y mente son adictos a ese estado emocional y a la consciencia se le escapa.

2-ARREPENTIRSE

La negatividad nos daña, nos quita energía y nos enfoca en cosas improductivas como la culpabilidad cuando nos flagelamos a nosotros mismos por nuestros errores o en el deseo de venganza. Arrepentirse significa darnos cuenta del daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos cuando nos dejamos llevar por la negatividad.

(Ben Hershey, UNSPLASH)

3-COMPASIÓN HACIA QUIENES HEMOS DAÑADO

La negatividad se cuela por cualquier rendija y cuando estamos presos de ella se manifiesta en una salida de tono, en una falta de respeto, en una actitud agresiva o de cualquier otra forma. Sentir compasión hacia los otros por el daño que les hemos hecho nos permite ampliar la consciencia sobre los efectos de la negatividad.

4-INTENCIÓN

Tomar la intención de no volver a caer en las redes de la negatividad consiste en decirse a uno mismo: “Magda, no volverás a caer en la queja y el victimismo”. Para afianzar cualquier intención aconsejo realizar un pequeño ritual o gesto que la refuerce como por ejemplo: escribirlo en tu diario, hacer un dibujo, encomendarse a la vida, a Dios o a una figura significativa para uno o cualquier otra forma creativa.

APRECIACIÓN Y GRATITUD

En paralelo al proceso anterior, la apreciación y la gratitud son prácticas fundamentales para transmutar la negatividad en vitalidad. Para el escritor, también de raíces celtas, David Whyte la gratitud consiste en: “comprender que muchos millones de cosas se unen, se mezclan y respiran juntas, para que nosotros podamos tomar una respiración más, que el regalo fundamental de estar vivo y haber encarnado como un ser humano vivo y participativo es el privilegio de milagrosamente formar parte de algo, en lugar de nada. Aunque ese algo sea temporalmente dolor o desesperanza, habitamos un mundo vivo, con caras de verdad, voces de verdad, risas, el color azul, el verde de los campos, la frescura de un viento frío, o el tono rojizo de un paisaje invernal2

Cuanto más practiques las pautas citadas, más del lado de tu alma vas a estar y menos del lado de tu muerte.

Te puede interesar:

 

Encuéntrame en FacebookInstagram y Twitter.

 

(1) Anam Cara: el libro de la sabiduría celta, John O’Donohue.

(2) Consolations, David Whyte. Mi traducción.