¿Te sientes desamparado frente a la pandemia? ¿Te sientes oprimido por simpatizar con cierto color político? ¿Te sientes sometido por situaciones injustas? Cada día tropezamos con mil invitaciones a convertirnos en víctimas.
Que tu vida sexual no sea lo que te gustaría. Lo agobiante de tener que llevar mascarilla. Haber perdido el trabajo fruto de la crisis. Que no podamos reunirnos más de seis personas. El 155 en Cataluña. No poder salir de Madrid. Pillar el coronavirus.
Todo esto son formas de sentirnos víctimas. Lo compartimos con muchas personas. Y este complejo viene agudizado por la opinión pública. Aunque pueda parecerte natural y justificado, participar en el victimismo siempre es un problema.
Una vez mordida la manzana, respiramos inevitablemente una nube emocional tóxica, compuesta de resentimiento, rabia, pena, defensividad y argumentos que transmitimos captando más y más víctimas.

(GTRES)
La mayor parte de veces no tomamos la decisión de participar en el victimismo. Simplemente ocurre. Por proximidad a las personas con las que vivimos, por los medios de comunicación que consumimos. Por hábitos que practicamos durante años.
En este baile cuya música no elegimos, danzan la víctima, desvalida y sin poder; el perpetrador malo y poderoso; y el rescatador bueno y con recursos. ¡Y sí, perdemos nuestro poder! Así de trágico es este cuento.
Libérate de la etiqueta de víctima. Recupera tu poder rechazando la moto victimista que te vendieron. Acepta que la vida no es un camino de rosas. Haz inventario de recursos internos y externos para afrontar la situación. Si lo consigues, ganarás espacio. Espacio para ser, para actuar, para liderar.
Con este primer artículo inauguro este blog. Mi intención es desafiar el sentir común con perspectivas que faciliten nuevas posibilidades en ti. Quién sabe, puede que hasta exista un final feliz 😉 Te animo a compartir tus reacciones al pie de cada artículo.
¡Bienvenid@ a Sin perdices!