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¿El éxito te ha encerrado en una prisión? No seas tan previsible

A menudo vienen a mi práctica de coaching personas muy exitosas. Suelen ser personas de un desempeño singular, capaces de llevar una gran carga de forma efectiva en su esfera profesional y/o personal. Su entorno las celebra, las admira, les pide más de lo mismo. Sin embargo, frente a todo esto, hay algo en su interior que no va bien. Algo chirría, algo les hace sufrir y tiene que ver precisamente con su forma de ser.

Por ejemplo a Isaac le reconocen por ser confiable, le das un proyecto y puedes estar seguro que será un éxito. Estar con Fanny es diversión asegurada, es siempre un show estar con ella y anima todos allá donde va. Aina puede con todo en el trabajo, soluciona lo de su jefe y también los líos de su equipo: es imprescindible.

Lo que tienen en común estas personas es que se sienten atrapadas por el personaje que han creado. De forma consciente o inconsciente están prisioneras de su ego. Nuestro ego es siempre una prisión, pero cuando va acompañado del éxito, resulta especialmente difícil aflojar sus garras de acero. Una versión de este fenómeno elevada a la enésima potencia es el que sufren personas famosas, afectándoles su salud mental.

Esto es así porque las personas piensan: “si me ha ido bien así ¿Por qué tendría que cambiar?” Si éste es tu caso, indaga un poco y verás que debajo de este argumento de tinte práctico, residen todo tipo de miedos: miedo a defraudar, a decepcionar, a que no te quieran si te muestras tal y como eres, miedo a que te abandonen, miedo a que te echen del trabajo…

(Mahdi Dastmard, UNSPLASH)

Si conoces tu propia versión del miedo y la creencia que le subyace has dado un gran paso. Ahora toca lidiar con la creencia asociada al miedo. Vas a defraudar, ¿sí y qué? ¿Qué es lo peor que puede pasar? Crees que te van a abandonar. ¿Es cierto que te abandonarán? Te animo a preguntarlo. ¿Si hago esto o lo otro me vais a abandonar? Crees que no te querrán. Si las personas de tu entorno necesitan que seas de una forma determinada para amarte, ese amor no es incondicional, es un amor de segunda. ¿Crees que te van a echar del trabajo? Piénsalo bien. Tal vez sea verdad, tal vez no. Puede que sea a ti a quien le gustaría cambiar de trabajo. Una vez hayas examinado con lupa tus creencias, si todavía persiste el miedo, quédate con la emoción desnuda. Siéntelo, respíralo, y actúa a través de él.

Pero…¿Qué se supone que tienes que hacer?

Escucha bien: ¡NO SEAS TAN PREVISIBLE1!

Disfruta haciendo las cosas de forma distinta de como las haces normalmente. Empieza por un pequeño paso y observa. Luego otro. Y otro. Sorpréndete a ti mismo y a los otros. Sí, puede que se decepcionen, aunque no tiene porqué. Lo que es seguro es que estarás recalibrando la imagen que tienen de ti, con lo que realmente eres: un proceso inaudito. Y lo más probable es que con tu forma de actuar les des permiso a ellos para hacer lo mismo: aflojar las duras garras del ego para vivir en libertad la única vida que os ha sido dada.

Por mucho éxito que tengas, no seas tan previsible.

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(1) Eslogan de la práctica de entrenamiento mental de la tradición budista tibetana. Training in compassion. Zen teachings on the practice of Lojong. Norman Fischer.

Envejecer y no envejecer

En la sauna del club de natación, un cincuentón cachas lleno de tatuajes y una señora elegante de sesenta y muchos se saludan amistosamente. Después de intercambiar algunos comentarios ella dice, “qué rápido pasa el tiempo, no te das cuenta y mira yo ya tengo setenta…Hay que aprovechar pues todo se pierde.” “Bueno, dice el hombre”, – después alguien dice de él que es almirante de la marina – “a nivel físico, yo hago lo mismo que cuando tenía treinta… y la cabeza si uno la ejercita, las facultades no se pierden”. La señora medio asiente y afirma que ella “en la juventud lo pasó muy mal y esos años ya no se recuperan”.

Envejecer confirma una de las tres marcas budistas de la vida: la impermanencia. La única constante en la vida es el cambio. El proceso de envejecer es una campana que cada día redobla esta verdad a través de las mutaciones del cuerpo y la mente, propios y ajenos. Al igual que nadie nos prepara para las asignaturas más importantes de la vida: cuidar, amar, morir…tampoco se nos prepara para envejecer. Lo cual no nos libera de tomar responsabilidad en este proceso inevitable.

Algo que lleva años inspirándome es participar en espacios y actividades con personas de distintas edades. Uno de ellos es un grupo de escritoras locales en el que recientemente surgió la iniciativa de entrevistar a mujeres notables de la ciudad. Cuando propuse a una mujer a quien admiro, me respondió una de ellas con mirada de vaya por donde “¿ésta?”  “sí sería interesante, pero es demasiado joven tiene como yo, sesenta y algo, todavía trabaja y mucho.” Las otras asintieron. “Tenemos que entrevistar a mujeres de setenta en arriba.” dijo otra. Yo las miraba atónita y divertida. ¿Cómo había podido olvidar que ahora los sesenta son los nuevos cuarenta? En aquel instante, a mis cuarenta y seis me sentí una completa adolescente, extática por compartir el momento con mentes despiertas y afiladas como las suyas viviendo en cuerpos de cualquier edad.

Hombre mayor en una librería, riendo a carcajada

(Johann Walter, UNSPLASH)

“Muéstrame tu verdadera cara, la cara que tenías antes de que tus padres nacieran.” reza el koan zen. Sostenerlo me invita a reconocer la consciencia en mi y su sabor inconfundible, no importa cuántos años pasen. La consciencia de cuando tenía diez años morando por las calles vacías la ciudad bajo el sol de las tres de la tarde. La misma que a los veinte años agonizaba tras la ausencia del primer amor. La que a los treinta seguía alerta por las noches tras días sin poder dormir. La que ahora recibe el surgir de estas palabras, escritas para que otra consciencia, la tuya, que no es diferente de la que escribe, las lea.

Vivir es envejecer y no envejecer.

 

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Guerra, cambio climático, crisis económica… ¿Qué hacer antes de que el karma te atrape?

Los occidentales nos alzamos sobre las cenizas de la colonización. Somos herederos de la expoliación de pueblos, su opresión y exterminio. La herencia sobre la que caminamos toma forma de un karma colectivo cargado de negatividad. Existe el karma individual, que no es más que el efecto de nuestras propias acciones individuales y luego existe el karma colectivo, que es el resultado de las acciones tomadas por las organizaciones a las que pertenecemos y los políticos que nos representan.

Pensando en términos de nuestra pequeña vida, es fácil que al preguntarte ¿qué culpa tienes tú de qué Occidente cerrara los ojos a la opresión soviética de sus pueblos y al régimen que la sucedió durante tantos años? ¿Qué culpa tienes tú del exterminio de pueblos indígenas en el nuevo mundo? ¿Qué culpa tienes tú de que se siga explotando a minorías étnicas a través del neocolonialismo de grandes multinacionales españolas que contaminan regiones y enferman a las personas que viven allí?, respondas que tú no tienes nada que ver con todas estas injusticias.

(Saad Chaudhry, UNSPLASH)

Pero esto no es así. Por indeseable que sea la herencia, aunque no estemos de acuerdo, aunque hayan pasado muchos años, aunque nos parezca que no podemos hacer nada, estas injusticias sobre las que nos alzamos tienen todo que ver con nosotros. Alguien siempre acaba asumiendo la responsabilidad o dicho de otra forma, pagando el pato. Si no somos nosotros los responsables ¿quién va a ser?

La prueba de nuestra responsabilidad es que las consecuencias de nuestras acciones, individuales y colectivas siempre llegan. Tardarán más o menos pero se van a presentar y ya lo están haciendo. Lo hacen en forma de una guerra inesperada, de la subida de la luz, del cambio climático, de un ataque terrorista, de una crisis económica o de cualquier otro entramado de formas. Si no las recibimos nosotros, lo harán las generaciones futuras.

Y mientras tanto ¿qué puedes hacer con todas estas semillas de negatividad plantadas en nuestro espacio colectivo? Atención: puedes hacer MUCHO. ¡Puedes hacer tanto! Puedes convertirte en agente purificador de karma colectivo, liberándote y liberando a las generaciones venideras de su tóxica losa y ¡atención!: puedes disfrutar haciéndolo. Te doy algunas ideas:

  1. INFÓRMATE. Infórmate y deja que la información relativa a tu karma colectivo te afecte, no para encerrarte en tu cinismo, sino para hacerte más humano, abriéndote el corazón.  Pídele a Dios que el dolor no te sea indiferente. Ensancha así comprensión de tu entorno y del maldito fardo que cargas, que cargamos. Asúmelo como tuyo.
  2. SÉ CRÍTICO CON TUS GOBERNANTES. Por ejemplo El PSOE dijo en su último programa electoral que respetaría el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Pues mintió. Cuando algo así ocurra con cualquier partido político, pues expresa tu desacuerdo y no les vuelvas a votar. Si muestras neutralidad frente a injusticias, estás como decía Desmond Tutu, poniéndote al lado del opresor.
  3. NO TRABAJES PARA EL MAL. Si la organización por la que trabajas explota a seres humanos, contamina, destruye o genera cualquier tipo de mal, no lo dudes, cambia de trabajo.
  4. CONTRIBUYE con lo que puedas. Habla de ello con tu entorno. Solidarízate con la causa que más te mueva. Dedica tiempo, energía y dinero, el que puedas pues ¡todo suma!
  5. SIENTE LAS EMOCIONES. Cuando te acerques a las injusticias, reconócelas y siente lo que emerja. Aunque pueda sonar a poco no lo es. Recuerdo que en la etapa del camino de Santiago desde Pamplona a la cuesta del Perdón, me entraron unas repentinas ganas de llorar sin saber porqué. Dejé brotar las lágrimas durante un buen rato, y al reprender la marcha encontré un cartel indicando que en aquél lugar habían sido fusilados una veintena de personas durante la Guerra Civil. Este post no da para explicarlo, pero cada vez que sientes emociones que no pudieron ser expresadas por las personas que recibieron el trauma, estás liberando a la vida misma de las cadenas causadas por acciones negativas1.

Te animo a ser consciente del karma colectivo, para que cuando llegue y te ponga de rodillas2, no te sorprendas demasiado. Muy pronto vas a estar muerto, así que ponte las pilas y conviértete en un agente purificador de karma. Brillarás y puede que sea lo que más sentido dé a tu fulgurante vida.

(1) Para más información, te recomiendo el trabajo de Thomas Hübl.

(2) De la canción Instant Karma de John Lennon.

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El triple filtro que no usaron Johnny Deep ni Amber Heard y sin el que no puedes vivir

El juicio por difamación entre Johnny Deep y Amber Heard lleva unos días en los titulares exponiendo una relación que tristemente perdió las formas.

¿CÓMO PERDEMOS LAS FORMAS?

Lo que caracteriza al ex binomio Deep-Heard es que son guapos y famosos, sin embargo, igual o más imperfectos que el resto de mortales, al menos en lo que a relaciones se refiere. Lo que nos lleva a perder las formas y nos conduce a la degeneración de una relación se compone de múltiples factores: sentido de identidad, personalidad, creencias, hábitos de comunicación, relaciones previas…De todo ello, hoy me centro en la comunicación, es decir aquello que decimos y cómo lo decimos.

Amber Heard y Johnny Depp, durante el juicio por difamación que enfrenta al exmatrimonio, en la corte de en Fairfax (Virginia, EE UU). / Evelyn Hockstein (EFE)

LOS TRES FILTROS

Una persona a quien acompañé mediante el coaching se veía a menudo en apuros por su mordacidad, es decir su capacidad de lanzar comentarios hirientes en cualquier momento y hacia cualquier persona. Para familiarizarse con este rasgo de carácter, le propuse considerar los tres filtros o las tres puertas antes de expresar su comentario mordaz:

  1. ¿ES VERDAD? El primer filtro plantea la pregunta: ¿Estoy seguro de que lo que voy a decir es verdad? ¡La de veces que decimos algo sin estar seguros de su veracidad! Simplemente nos pasa por la cabeza, tiene pinta de interesante, y zas el pensamiento como guiado por una gravedad cuántica nos pesa y emerge de nuestra inconsciente boca. O bien lo escuchamos en boca de alguien y lo tomamos como verdadero. Usar este filtro, significa callar como una estatua si tenemos la más mínima duda de que lo que vamos a decir sea verdad.
  2. ¿ES ÚTIL Y BENEFICIOSO? El segundo filtro te invita a preguntarte: ¿Es útil y beneficioso para la persona que lo escucha? Este filtro nos invita a considerar nuestras intenciones versus el impacto de nuestra acción. Puedo tener muy buenas intenciones diciéndole a una amiga que tiene sobrepeso y que le convendría hacer dieta – pensando que la ayudará – sin embargo, este comentario la puede hundir si atraviesa un momento difícil y está de un humor bajo. Usar este filtro significa anticipar la utilidad de lo que vamos a decir para la persona que lo reciba, y en caso de ser nula, no soltar prenda.
  3. ¿ES EL MOMENTO ADECUADO? Y la tercera consiste en preguntarte: ¿Es el momento adecuado? Este filtro nos invita a recordar que formamos parte de sistemas con sus propias dinámicas, ritmos y culturas, configurando la receptividad de sus miembros. Usar este filtro tiene que ver con respirar el “tengo que decirlo o me muero”, dándote cuenta de que no te vas a morir, y que si tienes paciencia, emergerá un momento en el que tal vez sea propicio decirlo.

Te animo a probar los tres filtros. Con tu pareja, con tus amigos, en el bar con una desconocida, en el ascensor con tu vecino. Ponerlos en práctica nos permite hacernos conscientes del fenomenal poder de la palabra, nos facilita el respeto hacia el otro y la posibilidad -real- de amarlo. Y no, que no se lo pregunten a Deep-Heard, aunque nunca es tarde para ellos ni para ninguno de nosotros. Todavía estamos a tiempo de usar los tres filtros en este momento. Y en el siguiente. Y en el que vendrá.

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Por qué necesitas decantar la balanza hacia el ser

Hoy conversaba con una amiga a quién le han ocurrido un conjunto de despropósitos mayores uno detrás de otro, y todo en medio del covid. Hasta hace nada, la encantadora Veronica – le voy a llamar – solía ser una súper mujer, trabajando a tope y llegando a todas partes con gracia, tesón y a menudo… a punto del burnout. Ahora en las antípodas de su ritmo habitual, me decía, “después de todo lo ocurrido quiero contentarme con lo que tengo. No pienso en el mañana, me fijo en el día a día. Me alimentan las pequeñas alegrías cotidianas. Ir a comprar, preparar la cena, conversar como ahora estamos haciendo”. Le dije que mi impresión era que más allá de su situación, la crisis del covid había inclinado la balanza personal y colectiva hacia el ser. A lo que me leyó dos citas del monje vietnamita Thich Nhat Hanh, fallecido el mes pasado:

“Hacemos tanto, corremos tan rápido, la situación es difícil y mucha gente dice: ‘No te quedes ahí sentado, haz algo’. Pero hacer más cosas puede empeorar la situación. Así que deberías decir: «No hagas nada más, siéntate ahí». Siéntate ahí, detente, sé tú mismo primero y comienza desde allí”.

Flores

(Magda Barceló)

Jose a quién acompaño a través del coaching, estuvo a punto de morir dos veces. Su talante es directo, alegre y perspicaz. Tiene la inconfundible presencia desnuda del que estuvo a punto de irse y no lo hizo, transformando por completo su personalidad después de ello. “Le he visto las orejas al lobo y esto lo cambia todo”, me decía.

La enfermedad – la conozco bien – nos obliga a hacer cambios de carácter que no podríamos hacer de otro modo. Si la dejamos, suaviza las afiladas aristas de nuestros egos. También lo consiguen la tragedia y todo lo que nos rompe y que preferiríamos evitar. Lo indeseable te acerca brutalmente a lo extraordinario de simplemente ser. ¡Es tan jodidamente efectivo el mecanismo!

“Tenemos la tendencia a pensar en términos de hacer y no en términos de ser. Creemos que cuando no estamos haciendo nada, estamos perdiendo nuestro tiempo. Pero eso no es cierto. Nuestro tiempo es primero de todo para que nosotros seamos. ¿Para ser qué? Para estar vivo, para ser pacífico, para ser alegre, para ser amoroso. Y esto es lo que el mundo necesita más. Todos tenemos que entrenarnos a nosotros mismos en nuestra forma de ser, y ese es el terreno para toda acción. Nuestra calidad de ser determina nuestra calidad de hacer.”

Gracias por tanta sabiduría Thay, tu legado resuena en nosotros.

Y tú, ¿De qué forma te vas a entrenar en el ser? ¿Cómo vas a simplificar tu vida para hacerlo? ¿Qué vas a abrazar? ¿Qué superficialidad vas a soltar?

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No es la muerte, es el miedo. ¿Cómo segar el miedo a morir?

En el post anterior te invitaba a recordar tu muerte. Lo hacía argumentando que no es la muerte lo problemático, sino el miedo a ella. Y es precisamente ése miedo el que hay que afrontar si queremos evolucionar.

LA MUERTE DE SOSLAYO

Existen dos formas de relacionarse con la propia muerte. La primera y más habitual es mirar la muerte de soslayo, así como quien no quiere la cosa. Sabes que existe, que tendrá lugar pero prefieres no pensarla, no nombrarla, no considerarla. ¡Quien sabe, a lo mejor al final no te toca! El problema con este enfoque, a menudo inconsciente es que alimenta el miedo a la muerte y aumenta el apego a lo que tienes y a lo que eres. El miedo te contrae desconectándote del momento presente y el apego aumenta tu sufrimiento.

MIRAR LA MUERTE A LOS OJOS

La segunda y a la que te invito es la de mirar a la muerte de frente, llevándola a tu consciencia a menudo, sin obsesionarte con ella. Imagínate que estás dormido, te levantas y te das una ducha de agua fría. ¡Te despertarás en seguida! Pues llevar la consciencia de la muerte tiene el poder de desarticular el miedo a ella y despertarte a la vida. Una vez atravieses el portal del miedo a morir, te darás cuenta de cuán insustancial es y podrás paradojalmente volver a la vida. Disipado el miedo, puedes relajarte y orientarte hacia aquello realmente importante para ti. La conciencia de la muerte es un aniquilador rotundo de neuras sin importancia, procrastinación y otros patrones sin sentido.

Araña gigante y figura humana

(Vadim Bogulov, UNSPLASH)

DESARMAR EL MIEDO A MORIR EN DOS PASOS

Te presento dos formas para desarmar el miedo a morir.

1- LOS CINCO RECORDATORIOS

La primera es recitar los cinco recordatorios1 tres veces una vez al día durante ocho semanas. Luego observa lo que ocurre.

  1. Estoy hecho de la naturaleza del envejecer. No evitaré la vejez.
  2. Estoy hecho de la naturaleza del enfermar. No evitaré la enfermedad.
  3. Estoy hecho de la naturaleza del morir. No evitaré la muerte.
  4. Todo lo que me gusta y todos los que quiero están sujetos a la naturaleza del cambio. No evitaré separarme de ellos.
  5. Mis acciones son mis compañeras más cercanas. Soy el receptor de mis acciones. Mis acciones son el suelo sobre el que me planto.

2- HABLA DE TU MUERTE

Hablar de tu muerte no tiene por que ser algo morboso. Lo puedes hacer con candidez y naturalidad. Considera estas preguntas para abrir un diálogo sincero con personas cercanas sobre tu muerte: ¿Cómo imaginas tu muerte? ¿Cómo te gustaría? ¿Qué sientes al respecto? ¿Qué te da miedo? ¿De qué te gustaría estar orgulloso en el momento de morir?  ¿Cómo puedes incorporar estos aprendizajes en tu vida, ahora?

Una vea lo hagas, olvídate de ello.

Tu miedo a morir volverá crecer al igual que la maleza. Cuando lo haga, conocerás su naturaleza. Siégalo con estas prácticas u otras de tu cosecha y será tu aliado para vivir ;).

 

(1) Del Upajjhatthana Sutta

 

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Déjame atravesar la vida sin documentos. Oda al no apego

Hoy he perdido mis documentos. No sé si los extravié o me los levantaron. En cualquier caso el resultado es el mismo. Sin DNI, carnet de conducir, tarjeta de crédito,… me siento como desnuda,…o más bien desvalida. También inquieta. Pediré copias y ya, me digo. Sin embargo, mi interior se estremece por esta pérdida. Vamos Magda, no hay para tanto me digo. Esto no es nada, comparado con lo que vas a perder en la vida. Esto no es nada comparado con que vas a perder la vida.

Solo se puede perder aquello que poseemos. Y si lo vamos a perder de todas formas, significa que en realidad nunca lo poseímos. Fue una mera ilusión. Y sin embargo, allí está el apego. Esa maldita contracción a aferrarnos a personas, a cosas, a lugares. El apego con su cuerpo contraído, culo apretado e insensato miedo.

Árbol

(Khamkeo Vilaysin, UNSPLASH)

Déjame atravesar el viento sin documentos cantaba Andrés Calamaro. ¿Cómo sería atravesar la vida sin documentos? Con la mano abierta y confiada, en un gesto en el que dar y recibir se besan. Porque todo lo que no se da se pierde1 pero todo lo que no se recibe también. Cuando no queremos perder nada, estamos ciegos a aquello que la vida constantemente nos regala.

En post-meditación, sé un niño de ilusión reza el aforismo budista que me visita hoy. Es decir, si las cosas van bien, no te alegres demasiado, si las cosas van mal no te hundas demasiado. Ser un niño de ilusión significa dejar que el placer y el sufrimiento se encuentren como pasajeros en la estación de tren. Tú les observas sin dejar que ni el uno ni el otro te arrastren por el barranco del drama o del éxtasis. Porque atención: ambos son una ilusión.

Mientras termino de escribir estas líneas, me llaman del súper: han encontrado la cartera. Se me cayó al suelo durante la compra de anoche. Aunque suspiro aliviada y lo agradezco de corazón, no doy brincos de alegría.

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(1) Rabindranath Tagore

¿Eres reactivo o proactivo?

Este el tema del programa de radio “L’ofici de viure” – referente en temas de crecimiento personal– al que me han invitado. Empiezo hoy por explorar la primera mitad de la ecuación: la reactividad.

REACTIVIDAD

Cuando nos pasa algo y reaccionamos estamos siendo reactivos. Fíjate en los típicos experimentos en los que añades el «reactivo» a algo y zás, todo se transforma como por arte de magia. Reaccionar no es malo en sí mismo. Vas por el bosque y te encuentras a un animal salvaje, el impulso de echar a correr te puede salvar la vida.

Tubos de experimentación

(Alex Kondratiev, UNSPLASH)

En psicología el control del impulso es una de las características que caracteriza el proceso de maduración humano. Si reaccionas mucho, implica que no eres capaz de controlar tus impulsos, sino que los impulsos te dominan.

Según el Budismo, la reactividad entendida como impulsividad está vinculada a tu percepción sesgada. Llegas al mundo con un determinado tipo de ignorancia que distorsiona tu percepción de la realidad. Sin embargo la tomas como veraz y allí empieza un ciclo de causa y efecto que alimenta tu reactividad primordial y tus problemas.

UN EJEMPLO DE CELOS

Tomemos el ejemplo que estás con tu pareja en una fiesta y ella se encuentra con una ex pareja. Observas su comportamiento y te sobreviene un ataque de celos. Piensas que está siendo más amigable de la cuenta y que está fuera de lugar. También estás dolido pues hace unos días que la sientes distante, aunque no estás seguro de ello pues tu has estado absorbido por tu trabajo y quizás esto nuble tu percepción. Tus celos te invitan a decirle que es hora de irse, pero encuentras las fuerzas para no hacerlo.

Haces bien de dudar pues bajo un estado reactivo, la interpretación de los hechos tiende a confirmar la emoción que uno siente en base una percepción sesgada. En el otro extremo podrías decirte pues reprimo mi impulso y no hago nada. Sin embargo la emoción que sientes es real y contiene una inteligencia. ¿Cómo puedes escucharla sin dejarte llevar por ella?

CUESTIONA TU INTERPRETACIÓN DE LOS HECHOS

La vía para salir de la reactividad está en acercarte a ella con compasión y curiosidad. En lugar de poner el foco en los otros o en lo que sucede, pon el foco en ti mismo, en cómo te sientes. Desvela tu interpretación de los hechos y no te la creas. También puedes compartirla. En el caso del ejemplo podría ser algo como: “He visto cuan contenta estabas de encontarte con Juan y he sentido celos. Soy consciente que he estado ocupado estas semanas y que echo de menos tiempo para nosotros.”  Al compartir desde este espacio honras tu emoción sin dejarte llevar por ella ni asumir que tu versión de los hechos es correcta.

IMPULSO AMIGO

Dejarte llevar por tu reactividad asemeja a cuando entras en una habitación en cuyo suelo hay una cuerda enrollada, sin embargo, al estar poco iluminada tú ves una serpiente. Te entra miedo y te alejas. Sin embargo, al acercarte a tu reactividad, a tus impulsos, recibiendo la emoción, cuestionando tu interpretación de los hechos y tal vez compartiéndola, la luz de tu consciencia ilumina la situación. Y al hacerlo ves que no es una serpiente sino una cuerda. Se disipa tu miedo y puedes por fin actuar de acorde a lo que es.

¡Oh! vaya… no dije nada sobre la proactividad. Si te interesa conocerla y descubrir cómo desarrollar esta capacidad, te lo cuento en el próximo post 😉

Cómo (y por qué) deconstruir la isla de las tentaciones

Es necesario sentir profunda reverencia hacia nuestra situación kármica – es decir hacia todo lo que somos y nos pasa – rezan las escrituras budistas. En cristianismo consiste en dar las gracias por todo lo bueno y todo lo malo que nos pasa, ejemplificado por la aceptación radical de su muerte en la cruz por parte de Jesús.

Sin embargo hoy día, cuando llega el dolor, el sufrimiento por las cartas que nos ha dado la vida, lo más común culturalmente es revelarnos. Es revelarse, diciendo…¿Pero bueno, esto qué es? Te puede pasar con lo más pequeño: que se te estropee el lavaplatos, te salga una caries o con lo más grande: enfermar, perder a alguien querido,…

LA ISLA EN LA QUE TODO FUE DE MARAVILLA…

Vivimos en una época de vacío espiritual. Dios ha muerto y se ha llevado mucho de valor consigo. Se ha llevado la conciencia que en la vida el sufrimiento viene de serie. Date cuenta de ello. Lo es para ti y para todo el mundo. Incluso para los habitantes de la isla. No, no es la isla de las tentaciones aunque seguramente el programa se haya inspirado en ella. Se trata de La isla en la que todo fue de maravilla. Según la cultura popular, ciertas personas viven en esa isla – celebrities, ricos, influencers, maestros espirituales,…-  y si te esfuerzas lo bastante, conseguirás llegar a ella. Esa isla es particular por que cuando las personas llegan allí…¡consiguen (por fin) ser felices!

Bañistas al borde de un lago

(Jakob Owens, UNSPLASH)

…¡NO EXISTE!

Ahora voy a contarte un secreto, lee con atención: esa isla, no existe. En serio. Es un montaje como el del Show Truman. No solamente no existe, sino que las personas que aparentemente están allí, no son felices. O mejor dicho, no son más felices que cualquier persona de la calle. Tienen todos los males que el resto de los humanos y alguno más, si además tienen que gestionar éxito social: pierden a personas queridas, otros pillan cáncer, envejecen, tienen dolor, se deprimen, se separan, se arruinan…y mueren.

TÚ ELIGES

Si insistes en creer en la isla, refuerzas la ignorancia sobre tus circunstancias presentes, por jodidas que sean, mientras persigues una zanahoria imaginaria. Al hacerlo, cada vez estás más lejos de ti y de cualquier posibilidad de evolución.

En cambio, si decides romper el hechizo de la ilusoria isla, dejarás de buscar fuera como un fantasma hambriento y podrás por fin, hacerte amigo de tu circunstancia vital. Esto te situará en la verdad, en el momento presente: ese lugar dentro de ti, donde la vida que has venido a vivir te está esperando.

 

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No te tomes tan en serio porque… no existes

Una de las enseñanzas fundamentales de Buda es que no existe un yo separado. Se denomina la doctrina del no-yo. Cuando Buda promulgó esta comprensión del ser humano hace más de dos mil años, sacudió los cimientos de las creencias del momento. Ahora, en plena cultura narcisista y egocéntrica esta verdad se me presenta como algo provocadoramente radical pero sobretodo necesario e inspirador.

El hecho que no exista un yo, no significa que no existas. Negar la existencia del yo – es decir del ego – no significa que lo que exista sea nada. El budismo no es una espiritualidad nihilista. De lo que Buda se dio cuenta es que suponer que existimos como ente separado y continuo en el tiempo es la fuente de sufrimiento por excelencia de los seres humanos.

Mujer con círculo blanco

(Caroline, UNSPLASH)

¿Si no existes tú, qué es lo que existe?

Existe un sustrato básico del que todo emerge. Una sopa cósmica de potencial de la que nacen estados, formas, energías, fuerzas. Existen distintos estados egoicos que generan acciones y reacciones. Existes tú, un puñado de células que quieren vivir.

A una parte de ti le entra pánico, cuando se da cuenta del sustrato básico sobre el que no tiene control. El miedo nace de no querer ver la verdadera naturaleza de las cosas. El miedo contrae y separa, y así nace tu ego. Y con él la primera dualidad: todo lo que no eres tú. A partir de ahí, tu ego expande sus tentáculos en una madeja abominable, modela lo que percibes, cómo lo percibes, sesga tu consciencia y condiciona tus actos en una rueda sin fin.

Chögyam Trungpa Rinpoche lo asemeja a estar conduciendo un coche a gran velocidad. Lo estás conduciendo y todo va bien, pero de pronto, te acecha el pensamiento de que has estado yendo demasiado rápido sin darte cuenta. Te entra pánico, le das al freno bruscamente y probablemente tienes un accidente1. El ego es la tensión y todo lo que genera después, preocupaciones, racionalizaciones, acciones, interpretaciones. Y el accidente son todos los problemas en los que nos mete.

Más allá del lenguaje

El lenguaje insiste en separarnos los unos de los otros y por esa razón no nos ayuda a experimentar la verdadera naturaleza de las cosas. Thich Nhat Hanh2 lo describe exquisitamente cuando afirma que somos aquello que hacemos en cada momento. Tu eres el viaje y el viajero. Eres el coche y la carretera. Eres la avería y la puesta de sol.

Sí, la vida va a gran velocidad, pero no necesitas controlarla. Tal vez ya te hayas percatado de que intentarlo es una mala idea, por mucho que tu ego se empeñe. Te invito entonces a darte permiso para ser cada una de tus experiencias, sin apegarte a ninguna, ni tomarte demasiado en serio, pues al fin y al cabo…no existes 😉

 

(1) Del libro Glimpses of Abhidharma

(2) Del libro The sun. My heart

 

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