La semana pasada, una persona a quien acompaño a través del coaching en un programa online, se sentía al borde de sus posibilidades. “Tengo ganas de mandarlo todo a la mierda” me decía. Recibí su deseo y le pregunté por cómo se sentía: triste y enfadado a la vez. Tenía un nudo en el estomago. Su respiración era superficial, casi entrecortada. Decía no poder más, ni saber por dónde tirar. Se sentía con ganas de llorar pero se contenía. Le animé a no retenerse. Le recordé que expresar su tristeza era legítimo y que no se preocupara por mi, que tenía la capacidad de recibirla sin desbordarme. A mis palabras respiró hondo, y aflojo su contención. Brotaron lágrimas durante un buen rato, su respiración se hizo profunda…algo o muchas cosas fueron soltadas. Al final de la sesión parecía que se había quitado un enorme peso de encima. A la semana hablé con él en nuestra llamada de seguimiento y seguía centrado y de buen tono.
Esta semana yo también me sentí al límite. Al límite emocional por distintos motivos. En este estado, mi mente me presentaba una y otra vez una golosa posibilidad: la de marcharme lejos de mi entorno cotidiano por un par de días. Aunque estar en soledad varios días cada ciertos meses es una práctica que entretengo, nunca me mueve la urgencia. En cambio, esta semana, la urgencia de largarme estaba teñida de rechazo. Rechazo a mi estado interior por ser incómodo, desagradable y fuera de lugar. Decidí soltar el impulso y rendirme. Rendirme a la situación y entregarme a ella. No iría a ninguna parte. Al hacerlo, al igual que con mi cliente, la tensión se disipó y me encontré en un sitio distinto.
De pronto mi situación no era tan difícil. Se abrieron espacios aquí y allá en los que pude descansar y también dejarme acompañar. Mi interior se ordenó y desaparecieron los dolores musculares por estrés que me habían azotado hasta justo antes de ceder.
The way forward is through.
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Después de años de vida tortuosa, de incomprensiones, de intentos de irme al otro mundo, a día de hoy me siento muy a gusto conmigo mismo. Me gusto un poco más cuando me reconozco en lo que he hecho por los demás. El estrés continuado y el sometimiento a estados emocionales de presión contina durante meses, años… no te permite valorarte lo más mínimo. Estoy empezando a verme como soy, sin las vendas que me apartaban de mi autoconocimiento. Me estoy valorando un poco más, como me comentan e incluso exigen quienes mejor me conocen.
Ser uno mismo y disfrutar siéndolo, después de tantos años, qué dicha. Los tiempos de confinamiento que parecían ahogar las vidas de muchas personas era una simple anécdota sin sentido para mí. No diré que nunca abandoné, porque hubo intentos en el límite de dejarlo todo. Hoy comienzo a ver las sensaciones que despierto y he dejado en los demás y disfruto viéndolos serenos y felices.
No tengo receta, sólo dese s de que nadie caiga donde yo caí.
Fíjate tú que ya ni el CAPTCHA me saca de quicio…
05 julio 2022 | 12:22 am