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Sentido de identidad: una de las tres encrucijadas clave para ser feliz

Cuando de niño le preguntaban a John Lennon qué quería ser de mayor, contestaba “feliz”. Entiendo la felicidad como plenitud vital siempre en transformación. Pero como demuestran estudios de desarrollo humano, la plenitud vital no se obtiene buscándola directamente, sino enfocándonos en dimensiones que de forma indirecta conducen a ella, con su particular sabor en cada etapa vital.

En mi artículo anterior exploraba dos formas contrapuestas de llegar a madurez y más allá: siendo generativo, es decir “invirtiendo los propios esfuerzos en formas de vida y trabajo que sobrevivirán a uno”. O bien estancado, con una vida pequeña, limitada y motivación casi nula. El camino que lleva a uno u otro destino, está marcado por tres encrucijadas clave: sentido de identidad, intimidad, consolidación del trabajo.

SENTIDO DE IDENTIDAD

El sentido de identidad es la respuesta a la pregunta: ¿Quién eres? ¿Qué valores, preferencias políticas, gustos musicales y pasiones encarnas? El sentido de identidad es importante porque nos permite relacionarnos con el otro y con el mundo sin fundirnos en él. Como yo sé quien soy, me puedo compartir y me puedo acercar a ti sin miedo y con curiosidad.

Como constato cada día en mi práctica de coaching el desarrollo adulto no es lineal y cuenta con múltiples barreras. Tener un carácter excesivamente complaciente, empezar a vivir en pareja de muy joven, vivir con los padres demasiados años y otras circunstancias nos pueden llevar a cometer dos de los errores más comunes que impiden el sentido de identidad propio. El primero es adoptar el plan de vida que tus padres han diseñado por ti, el que te ha vendido la sociedad, o el que ha marcado tu pareja. El segundo error es adoptar el sentido de identidad de tus padres o pareja, es decir sus valores, gustos, preferencias políticas, hábitos…sin cuestionarlos.

(Noah Silliman, UNSPLASH)

Lo fascinante del desarrollo adulto es que si queremos, y encontramos una buena guía, podemos recuperar hasta cierto punto, el eslabón perdido de nuestra evolución. En el caso del sentido de identidad, ¿Cómo se puede conseguir? Pues con la distancia. La separación es crucial porque nos permite distinguir lo que somos del resto. Cuando hablo de separación hablo de separación sostenida del sustento económico, residencial, ideológico y social de tu familia de origen. Si todavía vives con tus padres, puedes (y tienes) que independizarte para saber quién eres. Aunque pierdas en nivel de vida, esto no es nada comparado con lo que vas a perder si no lo haces: tu propio sentido de identidad, la fuerza de tu unicidad.

Si tu identidad está fundida a la de tu pareja, una práctica para remediarlo es preguntándote a menudo, ella piensa así, pero ¿Cuál es mi opinión, deseo o preferencia? En situaciones de convivencia como la anterior, tomar distancia física ayuda. Cambiar de habitación o irse a dar un paseo para literalmente aclarar las ideas propias. Otra práctica que recomiendo a las personas que acompaño que están desarrollando su sentido de identidad y su pareja tiene una personalidad arrolladora es practicar el acercarse al otro y expresar la forma distinta que uno tiene de percibir o de comprender cierto asunto. Al hacerlo vamos desarrollando el músculo de sentirnos cómodos en la diferencia.

El proceso de generar un sentido de identidad propio no es cómodo, ni divertido. Tampoco tiene porque ser terrible. Sin embargo requiere un esfuerzo. En cualquier caso es imprescindible para crecer y evolucionar como personas y dar con la felicidad a la que aludía Lennon: la plenitud vital que tú, como cualquier otro ser, también anhelas.

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¿Evitas el compromiso al estilo Shakira – Piqué? Tal vez no sea una buena idea

Después de la ruptura de Gerard Piqué y Shakira, leo las declaraciones de Shakira en la entrevista en 60 Minutes, las razones por las que no había pasado por el altar: “Para decirte la verdad, el matrimonio me asusta un montón. (···) No quiero que me vea como su mujer. Prefiero que me vea como su chica». Por otro lado, Piqué compartía la visión de su ex en relación al matrimonio. Sea por la razón que sea, los patrimonios de ambos, su diferencia de edad, los miedos de cada uno… Shakira y Piqué no se casaron. No dieron el paso con uno de los mayores compromisos que pueden darse con otro ser humano.

No es posible saber si de haberse casado, se hubieran separado o no. Sin embargo, no comprometerse al cien por cien no ayuda a que las cosas funcionen y menos una relación de pareja con hijos – hablo por experiencia -, por mucho amor que haya por medio.

El futbolista Gerard Piqué y la cantante Shakira, en una imagen de 2016. / GTRES

Como cada día atestiguo en mi práctica de coaching, las personas evitan de mil formas el compromiso de pareja y lo hacen justificándose de distintas formas: “nuestro amor no necesita papeles”, “prefiero que se sienta libre”, “el casarse no cambia nada”…

Sin embargo, en lo profundo, cada uno sabe las razones por las que decide no comprometerse a través de una unión formal. Algunas de ellas, aunque cueste reconocerlas tienen que ver con estos términos de relación:

  • Estoy contigo pero si encuentro algo mejor te dejo
  • Estoy contigo solamente para pasar un buen rato y si las cosas se ponen mal, me largo
  • Como tú no estás al 100% en la relación, pues yo tampoco
  • Estoy contigo pero mantengo mis reservas (emocionales, financieras, de relaciones,…) por si las moscas
  • Con toda la oferta de relaciones que hay en redes sociales y más, no me voy a mojar

Da igual que no reconozcas los motivos que te mueven a evitar comprometerte. Estos motivos u otros similares están allí y modelan vuestra relación: las cosas que os decís y las que no, lo que esperáis el uno del otro, lo que podéis construir juntos,…y sobretodo, la resiliencia de la relación frente a los retos más difíciles.

Los retos llegan siempre: enfermedad, pérdida, crisis…Y es entonces cuando el compromiso marca la diferencia. Estar en una relación sin comprometerte es como navegar en una balsa de troncos, con las primeras olas bravas, la relación se va a pique. En cambio, con compromiso, el casco de la nave es fuerte y al igual que un velero en plena tempestad resiste los embates del viento y el mar, agitándose fuertemente pero sin volcar. Es en estos momentos que el compromiso te recuerda la promesa que hicisteis y el amor que os movió. Es el compromiso el que contiene a la pareja a través de las dificultades y del sufrimiento. No, el compromiso no te libra de la posibilidad de naufragar, pero la minimiza. Porque un buen compromiso facilita que cuando las cosas se pongan feas, lo primero que se te pase por la cabeza no sea marcharte, sino luchar para capear el temporal. Esta orientación sitúa a las parejas comprometidas y a las que no lo están en dos universos completamente distintos.

Cualquier relación de pareja madura es una olla a presión que saca a relucir todo aquello de tu carácter que necesita ser transformado para crecer y evolucionar. Y es el compromiso el que te facilita soportar las altas temperaturas, mientras las aristas caducas de tu forma de ser se funden, forjando a los dos en una alianza más fuerte.

Para comprometerse de verdad hay que estar dispuesto a reconocerse vulnerable. Abrir el corazón a otra persona sabiendo que puede lastimarlo. Significa mostrarse tal y como uno es y apostar por algo más allá de uno mismo. Al hacerlo uno se libra a una dura epopeya y también a una experiencia de profundo sentido existencial. Por ello, si prefieres conformarte con una relación o relaciones superficiales, no quieres evolucionar y tienes miedo a que te hagan daño, olvídalo, el compromiso no es para ti. El compromiso es sólo para los valientes que quieran una relación de verdad y tengan agallas para darse a ella.

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El triple filtro que no usaron Johnny Deep ni Amber Heard y sin el que no puedes vivir

El juicio por difamación entre Johnny Deep y Amber Heard lleva unos días en los titulares exponiendo una relación que tristemente perdió las formas.

¿CÓMO PERDEMOS LAS FORMAS?

Lo que caracteriza al ex binomio Deep-Heard es que son guapos y famosos, sin embargo, igual o más imperfectos que el resto de mortales, al menos en lo que a relaciones se refiere. Lo que nos lleva a perder las formas y nos conduce a la degeneración de una relación se compone de múltiples factores: sentido de identidad, personalidad, creencias, hábitos de comunicación, relaciones previas…De todo ello, hoy me centro en la comunicación, es decir aquello que decimos y cómo lo decimos.

Amber Heard y Johnny Depp, durante el juicio por difamación que enfrenta al exmatrimonio, en la corte de en Fairfax (Virginia, EE UU). / Evelyn Hockstein (EFE)

LOS TRES FILTROS

Una persona a quien acompañé mediante el coaching se veía a menudo en apuros por su mordacidad, es decir su capacidad de lanzar comentarios hirientes en cualquier momento y hacia cualquier persona. Para familiarizarse con este rasgo de carácter, le propuse considerar los tres filtros o las tres puertas antes de expresar su comentario mordaz:

  1. ¿ES VERDAD? El primer filtro plantea la pregunta: ¿Estoy seguro de que lo que voy a decir es verdad? ¡La de veces que decimos algo sin estar seguros de su veracidad! Simplemente nos pasa por la cabeza, tiene pinta de interesante, y zas el pensamiento como guiado por una gravedad cuántica nos pesa y emerge de nuestra inconsciente boca. O bien lo escuchamos en boca de alguien y lo tomamos como verdadero. Usar este filtro, significa callar como una estatua si tenemos la más mínima duda de que lo que vamos a decir sea verdad.
  2. ¿ES ÚTIL Y BENEFICIOSO? El segundo filtro te invita a preguntarte: ¿Es útil y beneficioso para la persona que lo escucha? Este filtro nos invita a considerar nuestras intenciones versus el impacto de nuestra acción. Puedo tener muy buenas intenciones diciéndole a una amiga que tiene sobrepeso y que le convendría hacer dieta – pensando que la ayudará – sin embargo, este comentario la puede hundir si atraviesa un momento difícil y está de un humor bajo. Usar este filtro significa anticipar la utilidad de lo que vamos a decir para la persona que lo reciba, y en caso de ser nula, no soltar prenda.
  3. ¿ES EL MOMENTO ADECUADO? Y la tercera consiste en preguntarte: ¿Es el momento adecuado? Este filtro nos invita a recordar que formamos parte de sistemas con sus propias dinámicas, ritmos y culturas, configurando la receptividad de sus miembros. Usar este filtro tiene que ver con respirar el “tengo que decirlo o me muero”, dándote cuenta de que no te vas a morir, y que si tienes paciencia, emergerá un momento en el que tal vez sea propicio decirlo.

Te animo a probar los tres filtros. Con tu pareja, con tus amigos, en el bar con una desconocida, en el ascensor con tu vecino. Ponerlos en práctica nos permite hacernos conscientes del fenomenal poder de la palabra, nos facilita el respeto hacia el otro y la posibilidad -real- de amarlo. Y no, que no se lo pregunten a Deep-Heard, aunque nunca es tarde para ellos ni para ninguno de nosotros. Todavía estamos a tiempo de usar los tres filtros en este momento. Y en el siguiente. Y en el que vendrá.

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