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El deseo, su fuerza y tus riendas

Durante un programa de desarrollo personal, los participantes tenían que realizar un plan de vida, es decir escribir en un papel aquello que quería para los próximos cinco años, para los próximos diez y los quince que seguirían. Después lo compartían con compañeros y mentores. Cuando le tocó el turno a María y compartió lo que deseaba, Luisa su mentora dijo “vaya María deseas muchas cosas”. María se quedó perpleja. ¿Sí tenía razón, pero qué había de malo en desear? María deseaba un nuevo espacio de trabajo. Deseaba ser madre. Deseaba una relación de pareja apasionada. Deseaba viajar y muchas cosas más.

El deseo entendido como desear a algo o a alguien tiene connotaciones ambivalentes. Desde el Cristianismo está mal desear lo de los otros, a la pareja de otro, envidiar. Además el discurso católico ha teñido de egoísmo al deseo. Para el Budismo, el deseo está en la raíz del sufrimiento humano, pues por su naturaleza, no se extingue con haber conseguido lo deseado, sino que sigue palpitando de múltiples formas, encadenándonos a la samsárica rueda de la causa y efecto.

Caballos

(Annika Treial, UNSPLASH)

El origen del deseo es un misterio. Algunos deseos se introducen en nosotros mediante el entorno social y otros laten genuinamente dentro de cada uno. Para discernir qué tipo de deseo se trata es fundamental recibirlo. Recibir nuestro deseo es darle espacio en nuestro interior, haciéndolo pasar a la sala de estar de nuestro ser para escucharlo bien. Lo contrario es reprimirlo, criticarlo, ignorarlo, desconfiar de él. Si de pequeño tus deseos eran criticados o incomprendidos, es probable que la relación con tu deseo esté llena de contrariedad. Sabes lo que quieres pero te sientes mal por quererlo, das más peso a lo que los otros desean por ti y quizás te llenas de justificaciones para satisfacer tus deseos.

Sin embargo, cuando el deseo es genuino estamos lidiando con la misma fuerza que expande el universo. Se trata del Eros de Whitehead o del Espíritu en acción de Wilber.¿Qué podría haber de más sagrado y honorable que el alma de la evolución palpitando a través nuestro?

Una vez recibido el deseo, es necesario tomar una intención más o menos consciente que tenga en cuenta nuestra ética, nuestra situación actual y la ecuación bueno para uno y bueno para los otros al mismo tiempo. El deseo es un caballo con toda su fuerza y nuestra intención son las riendas que nos permiten dirigir su potencia. Por ejemplo, puedo desear tener un perro pero si mi organización vital lo hace imposible, puedo darle un curso distinto, como apadrinar a un perro y visitarlo en el refugio canino periódicamente. A menudo la vía de concreción de un deseo no está clara y está bien que así sea, pues la creatividad de la vida ofrece formas inimaginables para darles curso.

En cualquier caso, durante el proceso de desear y manifestar nuestros deseos existen dos orientaciones distintas. Desear como si nos fuera la vida en ello, aunque raramente es así, lo que nos traerá sufrimiento durante el proceso y tal vez después. O desear de forma desapegada, confiando en la vida y agradeciendo lo que ya es, sabiendo que tanto si nuestros deseos se cumplen como si no, todo es transitorio, pasa y se transforma.

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Déjame atravesar la vida sin documentos. Oda al no apego

Hoy he perdido mis documentos. No sé si los extravié o me los levantaron. En cualquier caso el resultado es el mismo. Sin DNI, carnet de conducir, tarjeta de crédito,… me siento como desnuda,…o más bien desvalida. También inquieta. Pediré copias y ya, me digo. Sin embargo, mi interior se estremece por esta pérdida. Vamos Magda, no hay para tanto me digo. Esto no es nada, comparado con lo que vas a perder en la vida. Esto no es nada comparado con que vas a perder la vida.

Solo se puede perder aquello que poseemos. Y si lo vamos a perder de todas formas, significa que en realidad nunca lo poseímos. Fue una mera ilusión. Y sin embargo, allí está el apego. Esa maldita contracción a aferrarnos a personas, a cosas, a lugares. El apego con su cuerpo contraído, culo apretado e insensato miedo.

Árbol

(Khamkeo Vilaysin, UNSPLASH)

Déjame atravesar el viento sin documentos cantaba Andrés Calamaro. ¿Cómo sería atravesar la vida sin documentos? Con la mano abierta y confiada, en un gesto en el que dar y recibir se besan. Porque todo lo que no se da se pierde1 pero todo lo que no se recibe también. Cuando no queremos perder nada, estamos ciegos a aquello que la vida constantemente nos regala.

En post-meditación, sé un niño de ilusión reza el aforismo budista que me visita hoy. Es decir, si las cosas van bien, no te alegres demasiado, si las cosas van mal no te hundas demasiado. Ser un niño de ilusión significa dejar que el placer y el sufrimiento se encuentren como pasajeros en la estación de tren. Tú les observas sin dejar que ni el uno ni el otro te arrastren por el barranco del drama o del éxtasis. Porque atención: ambos son una ilusión.

Mientras termino de escribir estas líneas, me llaman del súper: han encontrado la cartera. Se me cayó al suelo durante la compra de anoche. Aunque suspiro aliviada y lo agradezco de corazón, no doy brincos de alegría.

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(1) Rabindranath Tagore