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La pesadilla de Gaudí

Vivir en Valencia era algo que gozaba, sin embargo nada se comparaba con su Barcelona natal. Recordaba con cariño y cierta añoranza los primeros años de trabajo en un despacho de arquitectos en la misma Pedrera. Cuando llegaba, le daba la sensación de entrar en una fortaleza con vida propia. Las vidrieras del portón de la entrada eran un umbral al mundo mágico que albergaba. La escalinata tornasolada parecía conducir a las historias de los hermanos Grimm. Cuando tomaba el ascensor tallado en madera del siglo pasado fantaseaba con que en cualquier momento podía entrar un señor com sombrero de copa. Ya en el despacho, se dejaba envolver por las paredes sin rincones ni esquinas. Los espacios fluían versátiles juntándose y separándose por puertas sigilosas, según las necesidades de la ocasión. Los balcones de forja ondulada eran los párpados del edificio que entreabiertos, dejaban entrar la luz a raudales. El pasillo que ondeaba con vistas al colorido patio interior subían el ánimo de cualquiera que lo transitara, algo inevitable una vez dentro.

Mientras recordaba todo esto, el aforismo budista: Contémplalo todo como si fuese un sueño, llegaba a ella con la voz de su maestro zen. Los recuerdos eran una suerte de sueños y aquellos le reconfortaban. Sin embargo, el doloroso divorcio que acababa de transitar le parecía demasiado real para considerarlo un sueño. Para darse una tregua, siguió el impulso de pasar unos días con los mellizos en casa de sus padres, en Barcelona, a la vez que recorrían algunos de sus lugares favoritos que los niños todavía no conocían.

Eran las siete y algo de la tarde, estaban en la cola para entrar en la casa Batlló, una de las joyas modernistas de la cuidad, cuando se empezó a sentir mareada. El rebaño de su grupo hizo entrada, siguiendo las indicaciones de un guía que dio entrada sin apenas mirarles. Les entregaron las audioguías con pantallas y les hicieron pasar. Estaban en un túnel rodante repleto de información sobre la casa y el universo de Gaudí. La audioguía había empezado a narrar, algo de la familia que encargó la casa y sus primeras vivencias. El mareo aumentaba, pero se sentía con fuerzas de continuar. Siguieron por unas escaleras en las que se proyectaba el mar y se escuchaba el ruido del agua que corría, sonidos que se solapaban con la narración de la audioguía. Entraron en la primera estancia, la sala de estar de la casa, mira mamá si enfocas con el móvil se ve como era la casa antes, con alfombras, las personas…está muy chulo. En efecto, todas las personas andaban mirando la pantalla del móvil como si echaran fotos. Fueron visitando las distintas estancias hasta llegar a la azotea.

Vista de ángulo bajo de la arquitectura del edificio Casa Batlló por Antoni Gaudí en Barcelona / Eloi_Omella (iStock)

La audioguía decía algo sobre un espacio prohibido al que los niños les gustaba escaparse. El mareo se había convertido en una versión de vértigo, y todo a su alrededor empezaba a rodar. Chicos, me siento aquí un rato. Seguían embebidos por las imágenes de la audioguía. Mientras se le calmaba el mareo, vio una silueta familiar. Aguzó la vista y se dijo para sí que no podía ser. Era el mismo Antoni Gaudí, sentado a unos pocos metros de ella. Se acercó al no dar crédito de lo que veían sus ojos, pensando que seguramente sería un actor preparado para hacer una performance. Cuando iba a preguntarle se dio cuenta de la transparencia que tenía el cuerpo del arquitecto, su tez de semblante serio, ensimismado en sus pensamientos.

¿Antoni Gaudí le preguntó ella? El hombre se compuso, sí, señora.

¡Qué sorpresa verle aquí! Parece usted preocupado…Mhh, sí en efecto, lo estoy. Esto es una profanación, una obscenidad. Han convertido mi obra en un triste carnaval enmascarando todo lo que tiene de bello. Además todos estos individuos con sus catalejos, parecen muertos vivientes deambulando sin rumbo. ¿Es que no saben mirar a las cosas con el ojo desnudo? Tampoco entiendo las imágenes en la escalera, ni tanto ruido por todas partes. ¿Qué tipo de seres humanos elegirían ésto?

Envuelta en perplejidad, abrió la boca y dijo: gracias por todo lo que ha creado. Ha sido la persona que más ha influido en mi vida, yo también soy arquitecta. Y sí, estoy de acuerdo con lo que dice, con tanto envoltorio es difícil percibir la belleza. Y sin embargo, estos son los tiempos que corren. Muchas personas andan tan saturadas de impactos que necesitan muchos estímulos para sentir. Algunas ya solo perciben a través de pantallas que se han convertido en una forma de droga, algo que las fuerzas económicas aprovechan… las relaciones también lo acusan, creo que esto ha sido uno de los motivos que ha hundido mi matrimonio…Rompió a llorar. Tenga señora, le dio un pañuelo de tela con el que secarse las lágrimas. Mientras se recomponía, el preludio de la suite para chelo número uno en sol mayor de Bach empezó a sonar. ¿Bailaría conmigo señora?, le preguntó cortésmente. Lo haría encantada.

Bailaron bajo un cielo sin luna, rodeados de turistas absortos en sus pantallas. Ahora eran ellos los que parecían transparentes y en cambio las manos del arquitecto eran sólidas, guiándola suavemente con la gravedad amable que emanaba de su ser. Viajaban al compás de las notas en un momento fuera del tiempo.

 ¿Mamá, mamá, estás bien? Abrió los ojos, seguía sentada en la escalera. Había sido una suerte de alucinación. Al volver en sí, mientras bajaban por la escalera repleta de cortinas de cadenas metálicas, le entró hambre. ¿Chicos, vamos a comer unas súper hamburguesas? Síííí, respondieron los mellizos al unísono. Mientras buscaba el móvil en el bolsillo de su abrigo para llamar al restaurante encontró algo de ropa. Sin dar crédito a sus ojos, lo tomó en sus manos ¡era el mismo pañuelo tela! Con una sonrisa en los labios se dijo a sí misma: Contémplalo todo como si fuese un sueño.

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(1) See everything as a dream. Fischer, Norman.(2012) Training in Compassion. Zen teachings on the practice of Lojong.

Karma emocional: ¿Y si enfadarte o ponerte triste fuese un hábito?

Cuando pensamos en hábitos, solemos pensar en cosas tipo hacer deporte, comer sano, descansar lo necesario…Sin embargo, absolutamente todo en nuestras vidas se puede entender como un hábito. Para el budismo los hábitos son una de las mayores fuentes de karma en nuestras vidas, es decir de lo que hay actualmente – sus causas – y lo que vendrá – sus efectos. El karma además de referirse a nuestras acciones, incluye también nuestros hábitos emocionales y mentales.

Después de un día agotador, tengo poca paciencia y cuando las cosas no van como quisiera uno de mis hábitos emocionales es enfadarme. Es un hábito porque se repite cuando se dan las citadas circunstancias. Si no identifico mi reacción como un hábito emocional, caigo presa de convincentes justificaciones sobre porqué tengo razón en enfadarme. Esta interpretación, por acertada que sea, me libra de tomar responsabilidad sobre mi hábito y transformarlo.

Uno de los aforismos de entrenamiento de la mente – Lojong – del budismo tibetano que aprendí de Pema Chödrön es Entrénate en las tres dificultades:

1. IDENTIFICAR EL IMPULSO. Cuando me noto cansada, impaciente,…unos segundos antes de enfadarme, el impulso ya está ahí. Darse cuenta de ello en el momento es una capacidad avanzada. Un paso previo consiste en revivir una situación pasada en la que la emoción nos dominó. Al hacerlo nos familiarizamos con las sensaciones físicas del momento, los pensamientos y lo que nos mueve, para que la próxima vez lo podamos identificar antes de que sea demasiado tarde.

(NIK, UNSPLASH)

2. SOLTAR EL IMPULSO. Reconocer el impulso a enfadarme y soltarlo es un paso de gran dificultad. Lo es porque llevamos años practicando nuestros hábitos emocionales y están afianzados en estructuras neuronales con gran capacidad de activación. Una metáfora sería como ir en un tren que lleva siempre a la misma estación, es decir, a cierto estado emocional y acciones. Soltar el impulso implica nada más y nada menos que ¡saltar del tren! Algo que me ayuda a hacerlo es reconocer que el tren se dirige a un lugar al que no quiero ir: un paisaje en llamas o un sitio de destrucción. Si no lo he conseguido en la situación misma, vuelvo a ella en un segundo momento y me imagino saltando de este tren, lo que a nivel práctico significa respirar, callar y tal vez irme a otro sitio – ¡todos hábitos nuevos!. Hacerlo me prepara para cuando una situación similar se vuelva a reproducir, lo que ocurrirá con toda probabilidad.

3. CONVERTIR LO ANTERIOR EN UNA FORMA DE VIDA. Algo maravilloso de las enseñanzas budistas es la claridad de sus instrucciones fruto del conocimiento profundo de la mente. Transformar la mente es lidiar con la poderosísima energía hábito codificada en nuestras estructuras neuronales, por lo que fracasar repetidamente es inevitable, como reconoce el maestro Zen Norman Fischer. Sin embargo, el fracaso no nos tiene que disuadir de perseverar, sino todo lo contrario. Es por esa razón que el tercer paso del aforismo consiste en practicar el punto uno y el punto dos una y otra vez. Poner en práctica las tres dificultades a pesar de lo arduo que resulta hacerlo, es lo que poco a poco irá desactivando nuestros hábitos emocionales – tristeza, apatía, rechazo, envidia…- dando lugar una mayor libertad interior.

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¿El éxito te ha encerrado en una prisión? No seas tan previsible

A menudo vienen a mi práctica de coaching personas muy exitosas. Suelen ser personas de un desempeño singular, capaces de llevar una gran carga de forma efectiva en su esfera profesional y/o personal. Su entorno las celebra, las admira, les pide más de lo mismo. Sin embargo, frente a todo esto, hay algo en su interior que no va bien. Algo chirría, algo les hace sufrir y tiene que ver precisamente con su forma de ser.

Por ejemplo a Isaac le reconocen por ser confiable, le das un proyecto y puedes estar seguro que será un éxito. Estar con Fanny es diversión asegurada, es siempre un show estar con ella y anima todos allá donde va. Aina puede con todo en el trabajo, soluciona lo de su jefe y también los líos de su equipo: es imprescindible.

Lo que tienen en común estas personas es que se sienten atrapadas por el personaje que han creado. De forma consciente o inconsciente están prisioneras de su ego. Nuestro ego es siempre una prisión, pero cuando va acompañado del éxito, resulta especialmente difícil aflojar sus garras de acero. Una versión de este fenómeno elevada a la enésima potencia es el que sufren personas famosas, afectándoles su salud mental.

Esto es así porque las personas piensan: “si me ha ido bien así ¿Por qué tendría que cambiar?” Si éste es tu caso, indaga un poco y verás que debajo de este argumento de tinte práctico, residen todo tipo de miedos: miedo a defraudar, a decepcionar, a que no te quieran si te muestras tal y como eres, miedo a que te abandonen, miedo a que te echen del trabajo…

(Mahdi Dastmard, UNSPLASH)

Si conoces tu propia versión del miedo y la creencia que le subyace has dado un gran paso. Ahora toca lidiar con la creencia asociada al miedo. Vas a defraudar, ¿sí y qué? ¿Qué es lo peor que puede pasar? Crees que te van a abandonar. ¿Es cierto que te abandonarán? Te animo a preguntarlo. ¿Si hago esto o lo otro me vais a abandonar? Crees que no te querrán. Si las personas de tu entorno necesitan que seas de una forma determinada para amarte, ese amor no es incondicional, es un amor de segunda. ¿Crees que te van a echar del trabajo? Piénsalo bien. Tal vez sea verdad, tal vez no. Puede que sea a ti a quien le gustaría cambiar de trabajo. Una vez hayas examinado con lupa tus creencias, si todavía persiste el miedo, quédate con la emoción desnuda. Siéntelo, respíralo, y actúa a través de él.

Pero…¿Qué se supone que tienes que hacer?

Escucha bien: ¡NO SEAS TAN PREVISIBLE1!

Disfruta haciendo las cosas de forma distinta de como las haces normalmente. Empieza por un pequeño paso y observa. Luego otro. Y otro. Sorpréndete a ti mismo y a los otros. Sí, puede que se decepcionen, aunque no tiene porqué. Lo que es seguro es que estarás recalibrando la imagen que tienen de ti, con lo que realmente eres: un proceso inaudito. Y lo más probable es que con tu forma de actuar les des permiso a ellos para hacer lo mismo: aflojar las duras garras del ego para vivir en libertad la única vida que os ha sido dada.

Por mucho éxito que tengas, no seas tan previsible.

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(1) Eslogan de la práctica de entrenamiento mental de la tradición budista tibetana. Training in compassion. Zen teachings on the practice of Lojong. Norman Fischer.