Una de las enseñanzas fundamentales de Buda es que no existe un yo separado. Se denomina la doctrina del no-yo. Cuando Buda promulgó esta comprensión del ser humano hace más de dos mil años, sacudió los cimientos de las creencias del momento. Ahora, en plena cultura narcisista y egocéntrica esta verdad se me presenta como algo provocadoramente radical pero sobretodo necesario e inspirador.
El hecho que no exista un yo, no significa que no existas. Negar la existencia del yo – es decir del ego – no significa que lo que exista sea nada. El budismo no es una espiritualidad nihilista. De lo que Buda se dio cuenta es que suponer que existimos como ente separado y continuo en el tiempo es la fuente de sufrimiento por excelencia de los seres humanos.
¿Si no existes tú, qué es lo que existe?
Existe un sustrato básico del que todo emerge. Una sopa cósmica de potencial de la que nacen estados, formas, energías, fuerzas. Existen distintos estados egoicos que generan acciones y reacciones. Existes tú, un puñado de células que quieren vivir.
A una parte de ti le entra pánico, cuando se da cuenta del sustrato básico sobre el que no tiene control. El miedo nace de no querer ver la verdadera naturaleza de las cosas. El miedo contrae y separa, y así nace tu ego. Y con él la primera dualidad: todo lo que no eres tú. A partir de ahí, tu ego expande sus tentáculos en una madeja abominable, modela lo que percibes, cómo lo percibes, sesga tu consciencia y condiciona tus actos en una rueda sin fin.
Chögyam Trungpa Rinpoche lo asemeja a estar conduciendo un coche a gran velocidad. Lo estás conduciendo y todo va bien, pero de pronto, te acecha el pensamiento de que has estado yendo demasiado rápido sin darte cuenta. Te entra pánico, le das al freno bruscamente y probablemente tienes un accidente1. El ego es la tensión y todo lo que genera después, preocupaciones, racionalizaciones, acciones, interpretaciones. Y el accidente son todos los problemas en los que nos mete.
Más allá del lenguaje
El lenguaje insiste en separarnos los unos de los otros y por esa razón no nos ayuda a experimentar la verdadera naturaleza de las cosas. Thich Nhat Hanh2 lo describe exquisitamente cuando afirma que somos aquello que hacemos en cada momento. Tu eres el viaje y el viajero. Eres el coche y la carretera. Eres la avería y la puesta de sol.
Sí, la vida va a gran velocidad, pero no necesitas controlarla. Tal vez ya te hayas percatado de que intentarlo es una mala idea, por mucho que tu ego se empeñe. Te invito entonces a darte permiso para ser cada una de tus experiencias, sin apegarte a ninguna, ni tomarte demasiado en serio, pues al fin y al cabo…no existes 😉
(1) Del libro Glimpses of Abhidharma
(2) Del libro The sun. My heart
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Existo o no existo?
18 junio 2021 | 10:06 am
Existimos. Somos.
Aunque la vida en sí es un disparate, una barbaridad de evolución, de unión de partículas que se ataron químicamente a otras y por una misteriosa razón comenzaron a desarrollar sentidos, extremidades, cuerpo y, en nuestro caso, miles de millones de celulitas cerebrales que dotaron al cerebro de la capacidad de entender mejor el entorno. La Madre Natura es increíble. Los diseños creados a partir de nada son brutales. Ni siquiera el mayor genio humano es capaz de imitar la tremenda sinfonía de estructuras y sentidos desarrollados por ella. Ni siquiera somos capaces de entender el por qué ha evolucionado en nosotros un cerebro capaz de pensar racionalmente. Debe haber algún motivo, porque en la Natura nada es, o así lo parece, supérfluo como en el mundo artístico o creativo humano.
Ahora bien, nuestra existencia es tan limitada en el gigantesco tiempo que apenas somos nada. Pero en esa cadena evolutiva lo somos todo para nuestra propia especie. El desarrollo de las emociones, de las ideas, de las conductas y relaciones entre humanos, debe ser suficiente como para amar el pensamiento, la cultura abierta y con deseo de mejorar y evolucionar.
Es muy triste que, teniendo por evolución un cerebro que es capaz de desarrollar y crear, sigamos manteniendo la porquería ideológica de racismos, brutismos, elitismos absurdos y vanaglorias intrascendentes por lo poco que ayudan a crear verdadero y sabio camino.
El cerebro no lo creamos nosotros, Nos viene de fábrica. Deberíamos cultivarlo desterrando de él las ideas nocivas, tóxicas, contrarias a un planteamiento global, libre, positivo, de nuestra especie.
Un elefante jamás entenderá lo que es un bombillo, aunque ve luz todos los días en el ambiente. Al ser humano se le escapa sustancia debido a la limitación de nuestro cerebro evolutivo. Puede que algún día una poderosa máquina descubra algo más, aunque habría que pensar qué datos se le puede entregar a una máquina para que visualice otras realidades.
La evolución es una creación maravillosa. Si el hecho de vivir cualquier especie ya es increíble, siendo creadas desde cero y sin patrón ni modelo fijo a imitar, la creación del cerebro humano debería tener frutos más maravillosos en su planeta. Y no sucede eso. El cerebro ha dejado de formar parte de la Natura. El cuerpo queda marginado, avergonzado… y esa no es buena manera de ejercitar la imaginería que bien pudiera conectar de algún modo con el sustrato primigenio, aún siendo sensorialmente, con aquello de lo que formamos parte.
18 junio 2021 | 8:57 pm