Unos familiares tienen unos vecinos con dos niños pequeños. Dos niños además aparentemente de buen carácter. El padre de esos niños, que es muy dado a los gritos, con frecuencia les dedica todo tipo de insultos. Mis familiares cuando lo oyen se ponen negros. Yo también cuando me lo cuentan.
A los niños no se les insulta. A los niños se les habla con cariño y respeto, incluso cuando tenemos que corregir un comportamiento.
No se les insulta porque no se lo merecen, porque debemos lograr que crezcan queriéndose a sí mismos que es el andamio para acabar siendo adultos equilibrados y felices y porque si les estamos insultando les estamos transmitiendo que eso es un comportamiento aceptable cuando crezcan. Tal vez les encontremos en el futuro insultándonos a nosotros y no tendremos autoridad para decir que no lo hagan.
Y educar creyendo que no se debe pegar ni insultar a un niño no es incompatible con educar con autoridad. Aquí no estoy hablando de que los padres sean colegas de sus hijos, sino de que los traten como seres humanos merecedores de un mínimo respeto.