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La doble “cuenta” de la invasión de Ucrania

Desde el día 24 de febrero estamos asistiendo horrorizados a uno de los episodios más tristes de la historia contemporánea que nos recuerda, por desgracia, a otros de épocas pasadas que pensábamos, ilusos de nosotros, que jamás se volverían a repetir.

Ya lo dijo Napoleón Bonaparte, “para hacer la guerra se necesitan tres cosas: dinero, dinero y más dinero”. Es decir, las guerras son caras, muy caras. Sabemos que Rusia, el país más grande del mundo, aunque con una densidad de población muy baja (9 habitantes por Km2), por la vasta extensión de su territorio, dispone de una de las mayores reservas de materias primas del mundo, (níquel, 28,2%, paladio, 20,7%, platino, 19%, trigo, 18,4%, entre otras), es el tercer productor de petróleo del mundo, prácticamente a la altura del segundo que es Arabia Saudita, y el segundo de gas natural, por detrás de EEUU. De hecho, en 2022 ocupa el primer puesto a nivel mundial en cuanto a reservas de gas natural, con aproximadamente 47.805 km3, por delante de Irán con 33.721 km3.  Es un país autosuficiente cuya economía late al son de las exportaciones.

Extracción petrolífera

El gas es el punto fuerte, pero también el más débil de Rusia en una situación como la actual. Si bien, por un lado la dependencia de la Unión Europa del gas ruso es muy alta, en torno al 40%, por otro, es el principal mercado para sus exportaciones ya que Rusia vende el 85% de sus reservas de gas a la UE. En 2021, vendió a Europa petróleo y gas por valor de unos 100.000 millones de dólares, según estimaciones de William Jackson, economista de Capital Economics. En el corto plazo, esta dependencia actual de la UE del gas ruso supone una fortaleza para Rusia, pero en el medio y largo plazo la apuesta por otras fuentes de energía como las renovables, la eficiencia energética y el abandono de los combustibles fósiles harán que esa fortaleza se debilite.

Europa lleva mucho tiempo llenando las amplias arcas rusas con los ingresos procedentes de las compras del gas, lo que ahora le permite financiar la invasión en Ucrania. Es más, Putin ha utilizado el grifo del gas a su antojo y propio beneficio desde septiembre de 2021, gas fósil que, además, es el causante de los disparatados y elevadísimos precios que estamos pagando por la electricidad desde el año pasado y que, con las perspectivas futuras, vamos a seguir pagando si la Comisión Europea no da luz verde a la desvinculación del gas del modelo de fijación de precios marginalista. En 2021, según los datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, España importó productos energéticos por valor de 46.575 M€, que supone un 3,9% de nuestro PIB.

Pero, es más, desde que comenzó la invasión en Ucrania el precio del gas no ha parado de incrementarse, así los futuros del gas en el mercado neerlandés, que es el referente europeo, crecieron un 79%, llegando a subir desde los 220 €/MWh hasta los 345 €/MWh, para situarse finalmente en los 229 €/MWh, por lo que, lejos de conseguir que esas arcas rusas se vean mermadas, ha sucedido lo contrario, las reservas de gas se están revalorizando.

Y respecto al petróleo, aunque se refugie en un segundo plano, ocurre más de lo mismo; hoy el barril de Brent se sitúa casi en los 104 dólares, debido en gran parte a que los países importadores (como ya ha anunciado el presidente Biden) están vetando las importaciones de petróleo de Rusia para no contribuir a financiar la guerra. Un ejemplo son las compañías GALP y Shell (ambas británicas que han seguido la dirección de EEUU), las últimas firmas que han anunciado que dejan de comprar productos petrolíferos rusos. Esta subida del precio del petróleo está suponiendo un incremento extraordinario en los precios de la gasolina en muchos países, alcanzado prácticamente los 2€ por litro. Y no debemos olvidarnos de que Rusia es el principal suministrador de uranio enriquecido de España con un 53,3%, uranio que utilizamos en las centrales nucleares y que, como ya propuso la Fundación Renovables en 2019, deberían estar programando su cierre para antes de 2024.

Por tanto, por un lado, desde occidente cada día seguimos comprando y empleando recursos rusos por cientos de millones, financiando indirectamente la invasión, al mismo tiempo que sufrimos, sobre todo, los hogares y las empresas, las consecuencias de esta. El sobrecoste en las facturas de gas y luz, que ya venían siendo muy altos en meses anteriores, está impactando directamente en los bolsillos de todas las familias y, por tanto, en el encarecimiento de los procesos productivos lo que provocará una subida del IPC (en diciembre de 2021 un 6,5%, del que 3,16 puntos se debe a la subida, un 72%, de la electricidad, el gas y los combustibles), el descenso en las previsiones del crecimiento del PIB, el deterioro de la confianza en los mercados y un decrecimiento de la economía. Todo esto teniendo en cuenta que aún no hemos salido del brutal shock económico provocado por la pandemia del Covid 19.

Desde la Fundación Renovables venimos reclamando desde hace tiempo la urgente revisión y reforma del modelo de fijación de los precios del mercado eléctrico, para que no sea el gas el que marque el precio final de la electricidad de todo el sistema, así como la necesidad de apostar claramente por el desarrollo de las renovables y la eficiencia energética para poder disminuir esa dependencia exterior. Ahora este relato se ha generalizado en la opinión pública, lo que es muy positivo, porque la presión social es necesaria también para cambiar la situación actual.

Lamentablemente, ha tenido que producirse un acto tan lamentable para que la Comisión Europea despierte de su letargo y se plantee una serie de medidas, muy necesarias, aunque sin una aplicación a corto plazo, a través del plan REPowerEU: acción europea conjunta por una energía más asequible, segura y sostenible, para dar solución a la dependencia del gas ruso antes de 2030 (por la inacción en este sentido de los últimos años) y a la escalada de precios que, en realidad, empezó mucho antes. En Versalles los líderes europeos han decidido tomar la sartén por el mango para llevar a cabo esa necesaria reforma de los mercados eléctricos para poder sacar el gas, pero habrá que esperar a finales de marzo y abril para que se materialice.

En palabras del vicepresidente ejecutivo para el Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans: “Ha llegado el momento de resolver nuestros puntos vulnerables y de ser más independientes en nuestras opciones energéticas. Pasemos a las energías renovables a la velocidad del rayo. Las energías renovables son una fuente de energía barata, limpia y potencialmente infinita y, en lugar de financiar la industria de los combustibles fósiles en otros lugares, crean empleo aquí. La guerra de Putin en Ucrania demuestra la urgencia de acelerar nuestra transición hacia una energía limpia”. Pero, el vicepresidente se olvida de que hace solo poco más de un mes, la Comisión Europea incluía en la taxonomía de inversiones sostenibles al gas natural. Necesitamos un poco más de rigor.

Ahora toca trabajar para conseguirlo, y no a la velocidad del rayo, sino a la que nuestras necesidades y experiencia nos aconsejan y que es mucho mayor de la que llevamos ahora.

Maribel Núñez – Gerente de la Fundación Renovables

La invasión de Ucrania dinamita la taxonomía “verde” de la Comisión Europea

Vaya por delante la oposición frontal y rotunda contra cualquier conflicto bélico, sea en Ucrania, en Yemen, en Siria o el genocidio étnico contra los Tigray en Etiopia. La distancia no es excusa para tachar de intolerable la pérdida de vidas humanas. La violación constante de los derechos humanos es una realidad en numerosos países, pero esta exaltación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos parece que solo se enarbola en tiempos de guerra y no de paz.

Centrándonos en Europa, lo cierto es que la taxonomía verde nació con respiración artificial, aquella que le proporcionaba tanto la nuclearizada Francia como el fuerte arraigo gasista alemán. Aguantó en el disparadero mediático en contra de una oposición con argumentos sobradamente razonables, pero ahora la han desconectado del respirador. La demencia de un maniaco como Putin al iniciar la invasión de Ucrania, totalmente injustificada y banalizando la propia vida humana, ha hecho saltar las débiles costuras de la propuesta de taxonomía verde que todavía debe ser aprobada por el Parlamento Europeo. Ya era evidente, y ahora lo es más, que era, es y será un error histórico para la ambición de Europa de liderar la lucha contra el cambio climático.

Las tensiones geopolíticas están demostrando la débil estructura de nuestro modelo energético actual. Las volátiles coyunturas internacionales juegan un papel decisivo en la política energética de cada país, en función de su dependencia energética, y las decisiones que se toman a miles de kilómetros tienen un impacto directo en los hogares, comercios, negocios e industrias de nuestro país.

Todos los factores, no lo olvidemos, se encuentran actualmente en un marco de grave emergencia climática y tenemos por delante el mayor reto de la sociedad: erradicar el uso de los combustibles fósiles y conseguir un desarrollo sostenible.

El conflicto tapa las conclusiones del IPCC

El lunes 28 de febrero saltaron las alarmas. Más allá de las antiaéreas en las ciudades ucranianas, también se escucharon las climáticas; aquellas que venimos desoyendo, incluso tapándonos los oídos, desde hace décadas. La emergencia climática es más urgente que nunca. El informe del 2º grupo de trabajo -de vulnerabilidad y adaptación- del sexto ciclo de revisión del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático fue publicado el pasado lunes 28 de febrero. Las conclusiones no son nada halagüeñas.

Ya estamos viviendo impactos irreversibles en todos los ecosistemas del globo, que van mucho más allá de su capacidad de adaptación, y con las políticas actuales, vamos camino de un aumento de la temperatura media global de entre 2,3 y 2,7 grados centígrados. De hecho, según el informe, la mitad de las especies analizadas han desplazado su distribución, mientras que una gran cantidad se han extinguido localmente y otras, por desgracia, nunca volverán a pisar o a volar en nuestro planeta. Como biólogo, este hecho me parece extraordinariamente preocupante, ya que tras millones de años de interacciones entre los genomas y la adaptación a un ambiente cambiante, habían dado lugar a especies únicas e irrepetibles que el ser humano ha condenado a la desaparición absoluta. Una catástrofe silente.

El informe también pone énfasis en que entre 3.300 y 3.600 millones de personas se encuentran en un contexto altamente vulnerable frente al cambio climático; esto es, a ojo de buen cubero, la mitad de la población. ¿Dónde se encuentran? La mayoría en África occidental, central y oriental, Asia meridional, América Central y del Sur y pequeños estados insulares y el Ártico. Además, incide en los problemas de salud mental que ya acarrean los efectos del cambio climático, así como en el marginalismo ante unas tendencias de colonización, por parte de los más ricos, de las áreas menos afectadas. Estamos a tiempo de pararlo, pero cada vez tenemos que correr a mayor velocidad en una carrera en la que la distancia se acorta.

¿Reanimar una taxonomía verde fútil?

En un contexto de urgencia extrema no podemos pegarnos tiros en ambos pies. Los necesitamos para caminar, por tanto, no debemos incluir la nuclear y el gas fósil, porque el camino a la descarbonización solo se construye con más y más renovables y más y más almacenamiento. Todo lo demás son presiones lobistas y cesiones de gobiernos sepulcrales ante ellas. Europa no puede perder el tiempo para, no solo cerrar el grifo a nuevas inversiones, sino desprenderse totalmente de toda dependencia del gas (sea de Rusia, Omán, Qatar o Trinidad y Tobago), así como de los reactores nucleares y los sueños mesiánicos de unos pocos defensores dogmáticos. 

Los combates, tanto en las cercanías como en el propio recinto de la central de Zaporiyia, han despertado esta noche el pánico nuclear en Europa y el mundo entero. Por suerte, el incendio no fue a más y las tropas rusas controlan ahora el 25% de la generación eléctrica de toda Ucrania, pero los videos de ametralladoras impactando y el reguero de los socavones ante el impacto de las bombas en las cercanías de un reactor hielan la sangre por la grave situación que se podría haber generado. Todo este desalentador panorama se une a la ya de por sí incongruente intención de invertir en reactores que, como se ha visto, supone una amalgama de retrasos en los plazos de construcción y unos sobrecostes desorbitados, no olvidemos, financiados con dinero público.

El otro pie es el del gas. Como ya sabíamos, pero ha destacado la Agencia Internacional de la Energía, un aumento rápido y masivo de energías renovables es la solución para disminuir la dependencia de este combustible fósil. Su plan de 10 puntos propone, entre otras medidas:

gravar los beneficios inesperados que obtendrán las compañías eléctricas por el aumento de los precios de la electricidad, acelerar la sustitución de las calderas de gas por bombas de calor y la renovación de edificios e intensificar los esfuerzos en el almacenamiento de baterías, la mejora de las redes y la eficiencia energética para apoyar la seguridad eléctrica.

¿Qué tienen de innovadoras? Nada, ya las hemos demandado constantemente desde organizaciones como la Fundación Renovables. Es decir, dejemos de invertir en nuevas explotaciones gasistas que aletarguen nuestra dependencia, sea de Rusia o de cualquier otro país con dudosos sistemas democráticos y vulneraciones de los derechos humanos. La taxonomía verde deja arrinconada a la nuclear y al gas, por lo que lo lógico y razonable es eliminarlos cuando tenga lugar la votación en el Parlamento Europeo.

“All in” a las renovables

España carece de combustibles fósiles y está expuesto a los vaivenes y decisiones de terceros países, en muchos de los cuales la democracia no existe o está devaluada. Además, ante el cierre del gaseoducto de Marruecos y el riesgo de que Rusia cierre el grifo, en enero hemos importado un 34,6% de GNL procedente de Estados Unidos para garantizar el suministro y las coberturas de nuestras necesidades energéticas. Cabe destacar, a pesar de que la Ley de Cambio Climático y Transición Energética (LCCyTE) prohíba las licencias para nuevas explotaciones de fracking en territorio español, que el shale gas que importamos procede del fracking, pero extraído en un suelo ajeno, por lo que parece que la venda medioambiental nos la ponemos solo cuando traspasamos nuestras fronteras.

No es descabellado, y así lo exigimos desde la Fundación Renovables, pedir un 90% de generación renovable para 2030, reduciendo las emisiones en un 55%, de cara a la revisión del PNIEC y la LCCyTE en 2023. Como tampoco lo es el simple hecho de incluir un objetivo de electrificación de la demanda de energía del 50% para aumentar la descarbonización de los consumos del transporte, residencial y sectores difusos.

La electrificación con renovables no solo significa una mejora de la calidad del aire de las ciudades, sino también avanzar en la consecución de un sistema eléctrico distribuido y descentralizado, que tenga la capacidad de aunar a nuevos actores y a la ciudadanía de manera activa.

Otro terreno de conflicto energético es el debate sobre las reglas del mercado eléctrico, reforma propuesta por España e ignorada por la Comisión Europea -aunque ahora parece que se lo están replanteando-. Y es que es una evidencia que el modelo marginalista no funciona al disponer de, aproximadamente, un 60% de tecnologías infra marginales, sustrayendo, de manera poco transparente con los costes reales de generación, rentas de los consumidores en momentos en los que la recuperación económica por el Covid 19 está todavía convaleciente.

La invasión de Ucrania es un límite que nos pone entre la espada y la pared, pero que deja invalidada la propuesta de la taxonomía verde de la Comisión Europea. Empecemos a aprovechar el potencial renovable del que disponemos sobre nuestros tejados y en nuestros montes, calentemos nuestros hogares con electricidad y pongamos como línea prioritaria la eficiencia energética. Es la mejor estrategia contra la tiranía energética que ahora mismo se impone en Europa. Tenemos la tecnología en la mano, solo falta que las decisiones sean coherentes y urgentes.  

 

Ismael Morales – Responsable de Comunicación de la Fundación Renovables