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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Topillos, III. Matar por matar

Mi amigo Alberto es cazador en Zamora. Y no está muy contento con los resultados de esta media veda, donde un año más las codornices siguen sin dejarse ver demasiado, aunque ha disfrutado de buenos lances con su perro perdiguero. Para su sorpresa, algunos de los mejores sitios a donde acude todos los años han quedado carbonizados al haberse autorizado excepcionalmente la quema de rastrojos, y sólo es el comienzo de la temporada de la cerilla agrícola. Pero en el fondo le da lo mismo, porque su mujer no ha desplumado ni va a desplumar una sola pieza de las capturadas.

Como el resto de los cazadores de su cuadrilla, perdices, palomas, codornices y hasta conejos abatidos se han dejado pudriéndose en el campo, al albur de que cuervos o zorros den buena cuenta de sus restos.

“Con esto de los topillos los agricultores han llenado todo de veneno y yo no pienso comerme nada de lo que cace”, justifica convencido. Y eso que sabe que las codornices que mata, por ser migradoras, pueden ser francesas, pero prefiere no arriesgarse. Porque también sabe de compañeros que han abierto el buche a una paloma recién cazada y se lo han encontrado repleto de granos de cebada de un extraño color rojo fosforito. Es el veneno anticoagulante masivamente repartido por la Junta de Castilla y León para intentar acabar con el topillo campesino. Dicen que no es del todo peligroso, pero vaya usted a saber.

Topillos, II. Peligro, veneno

Por una vez, ecologistas, consumidores y cazadores van de la mano en un tema que, saben a ciencia cierta, está poniendo en peligro por igual a personas y animales, preocupados como están por la irracional actitud de quienes deberían ser garantes de nuestra salud y de la de nuestro entorno, pero actúan en irreflexivo sentido contrario.

La propia Junta de Castilla y León reconocía la pasada semana que no puede garantizar que el grano envenenado que se está distribuyendo masivamente por la región «no sea accesible a especies distintas de los topillos«. Entre esas especies también nos encontramos los humanos, por supuesto.

De esta manera, en un reciente comunicado los grupos conservacionistas españoles consideran

“totalmente inadmisible que distintos productos altamente tóxicos estén siendo distribuidos masivamente por el campo en más de 600 municipios de Castilla y León, sin el debido control ni la más mínima precaución. Se está produciendo un impacto masivo en el medio ambiente, además de numerosas actuaciones ilegales, y esperamos que el SEPRONA investigue y denuncie cualquier irregularidad e incumplimiento de la ley”.

¿Y a quién esperan que la Guardia Civil denuncie? ¿Al agricultor por envenenar el campo o a la Junta de Castilla y León por darles toda la ponzoña para que hagan con ella lo que quieran?

Encuentran envenenado a uno de los últimos alimoches de Canarias

En la tarde de ayer, miembros de la Estación Biológica de Doñana localizaron en las inmediaciones de Tiscamanita (Tuineje) el cadáver envenenado de un alimoche canario, allí conocido como Guirre.

Se trata de una subespecie de buitre endémica del Archipiélago, muy numerosa en todas las islas hace apenas 50 años y en la actualidad recluida en Fuerteventura. En total sobreviven 150 ejemplares en todo el mundo, apenas 30 parejas que este año tan sólo han logrado sacar adelante 19 pollos.

Antigua ave sagrada de los guanches, goza de la admiración y el respeto de los ganaderos majoreros. No así cuervos y ratoneros, a los que se acusa de atacar hasta la muerte a los cabritos. El guirre es víctima inocente de este injustificado odio, al igual que perros, gatos, erizos y todo ser vivo que, accidentalmente, consuma carne envenenada con pesticidas agrícolas.

Hace dos años la situación fue crítica. Aparecieron nada menos que 11 alimoches envenenados, situación que a punto estuvo de acabar con toda la población de este maravilloso pájaro.

En estos momentos está en marcha un Proyecto Life de Conservación que trata de sacar del atolladero al pobre animal, aunque lo tienen muy difícil. Además de las muertes por veneno, los choques y electrocuciones en tendidos eléctricos, la caza ilegal, las intoxicaciones por plumbismo (al comer animales con perdigones de plomo) y los problemas derivados de la consanguinidad, el urbanismo salvaje está destrozando los últimos espacios vírgenes de Fuerteventura.

Topillos, I. Nos toman por tontos

La plaga de los topillos se ha convertido en el culebrón informativo del verano. Eso para los medios de comunicación.

Para los agricultores castellanos se ha erigido en una plaga bíblica, empeñados en acabar con ellos a pisotones, en una actividad tan inútil como la visión agustina del niño tratando de meter todo el agua del mar en un hoyo de la playa.

Pero para los grupos conservacionistas y la mayoría de los expertos en Biología se trata, sin duda, de un hecho previsible, en nada nuevo, donde el remedio ha sido medioambientalmente más desastroso que la propia explosión demográfica de los indeseables micromamíferos.

Políticamente, y esto atañe directamente al Partido Popular, se le ve ya como el Prestige de Castilla y León. Donde los “hilitos de plastilina” de Rajoy se han transmutado en unos “ratoncitos” a los que los responsables del PP en la región pretenden combatir envenenando y quemando 400.000 hectáreas de cultivos.

Sabiendo, como saben, que únicamente la llegada de las heladas acabará con el problema, y que todo lo que proponen tan sólo pretende calmar ánimos al comienzo de una larga campaña preelectoral, me pregunto: ¿Nos toman por tontos o son unos inconscientes? Yo me inclino por ambas opciones.

Por cierto, la noticia acaban de hacerla público hoy los propios agricultores: España alcanzará una de las mejores cosechas de cereales de los últimos diez años, que se estima en 23,7 millones de toneladas. Sin comentarios.