En el confín del mundo, en el punto más septentrional de Canarias, en medio del Atlántico y frente al desierto del Sahara, crece un árbol único, el más solitario y agreste de todos, el de la isla de Alegranza. Hoy voy a visitarlo de nuevo. Impresiona.
Es un tarajal o taray (Tamarix canariensis), una dura especie capaz de subsistir en suelos casi salados y sudar todas las mañanas el exceso de sal extraída por las raíces gracias a unas pequeñas glándulas secretoras que tiene entre las aciculadas hojas. Este recurso igualmente le ayuda a evitar la alta deshidratación provocada por las elevadas temperaturas.
Retorcido árbol no muy alto, es el único ejemplar arbóreo que existe en todo este árido islote desértico. Su resistencia a la alta salinidad y fuertes vientos del entorno, pero también proximidad a un aljibe, la única fuente permanente de agua dulce de toda la ínsula, explican el milagro de su presencia en este paisaje lunar. Lee el resto de la entrada »