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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Indignación contra el futbolista que mató a una lechuza de una patada

En Colombia está indignados. Durante el partido de liga celebrado en la localidad de Barranquilla entre los equipos de fútbol Junior y Deportivo Pereira, una lechuza apareció por el campo atraída por los focos que a esas horas iluminaban el campo de juego. Al contrario que en España, allí la gente considera a estas aves nocturnas emisarias de la buena suerte. Y en concreto en ese estadio, su aparición se tiene como símbolo y talismán contra las derrotas, pues aseguran que nunca han perdido un partido en el que se haya visto volando al estrigiforme.

El caso es que el pasado domingo apareció la benéfica rapaz por la zona pero, deslumbrada, cayó al césped. Y un apresurado jugador del equipo contrario, por nombre Luis «Lucho» Moreno, la sacó del campo de una patada como quien despeja un balón.

La bronca que se montó fue descomunal. El arbitró se vio obligado a detener el juego para tranquilizar a los jugadores y permitir que el animal fuera urgentemente evacuado a una clínica veterinaria. Pero de nada le valieron los auxilios y hasta el oxígeno administrado. Al final la lechuza ha muerto. Probablemente más por culpa del estrés motivado por tanto interés que por el patadón.

Para colmo de males, el pateador de lechuzas era panameño, y no son pocas las voces que se han levantado en Colombia pidiendo su expulsión del país. Las redes sociales echan chispas contra el maltratador de animales, que no sabe ya qué hacer para pedir perdón. El interfecto asegura haberlo hecho «con el fin de hacerla volar», pero se le fue la mano (la pierna). En declaraciones recogidas por el diario Marca, el jugador reconoce el error:

«Mi intención sólo era sacarla del campo. Tal vez no medí la fuerza de la patada».

No acaba aquí la historia. Muerto el pobre animal, un periodista deportivo defendió que la lechuza fuera disecada y colocada en una urna de cristal en el estadio:

“La lechuza, símbolo de sabiduría, se convertirá así en un recuerdo permanente de las consecuencias de la violencia, tanto contra los animales como contra los seres humanos”.

Desgraciadamente, los veterinarios le han practicado la necropsia al pájaro y su cadáver no podrá ser utilizado para tan loables fines.

Aquí os dejo el vídeo con la noticia de la agresión, tal y como fue emitido por una televisión colombiana.

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Los pájaros también se odian

¿Creías que el odio es un sentimiento exclusivo de los humanos? Estabas equivocado. Muchos animales, por encima de meras razones alimenticias o territoriales, demuestran tener un odio terrible hacia otras especies, sin que ni nosotros, ni seguramente ellos, sepamos exactamente a qué responde.

Ocurre especialmente con rapaces nocturnas como búhos, cárabos o lechuzas. Seres de la noche, cuando asoman su ganchudo pico por el día son recibidos con una inusitada violencia por las rapaces diurnas, e incluso y especialmente por los córvidos. Muchas veces el atacante es peligrosamente más pequeño que la víctima, pero les da igual, no lo pueden remediar.

Las fotos que os incluyo a continuación son una buena prueba de ello. Recogen la pelea encarnizada de dos cernícalos (Falco tinnunculus), empeñados en expulsar de la zona a una pobre lechuza común (Tyto alba), a la que el hambre de este invierno tan duro le había obligado a salir a cazar a pleno día por los campos de Lancashire. Las ha hecho hace unos días el fotógrafo Damian Waters, y han sido publicadas en los diarios británicos Metro y Daily Mail.

La historia no tiene nada de excepcional. Los pájaros de la noche siempre se han llevado muy mal con los del día. Tanto que durante siglos fueron utilizados como peculiar técnica cinegética, hoy por suerte prohibida.

En su libro El camino (1950), el genial Miguel Delibes relata de forma prodigiosa uno de estos viejos sistemas de captura de rapaces ¿Lo recuerdas? Cuando Dani el mochuelo acompaña a su padre a cazar con un búho real y, agazapados cerca, matan a un milano que se lanzó ciego de ira contra el Gran Duque. Y que al final el niño recibió accidentalmente un perdigonazo en la cara que puso punto final al lance.

Lo leí de pequeño y siempre que me encuentro en el campo alguno de estos ataques entre rapaces me acuerdo de la historia. ¿Por qué se llevarán tan mal? En mi opinión sólo hay una razón objetiva: se odian. Y ese odio, como el amor, es algo irrefrenable. Quizá por eso, cuando los veo perseguirse con saña, les miro con condescendencia. Sus debilidades los hacen más cercanos a nosotros, homínidos siempre tan impulsivos.