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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Las langostas llegan a Canarias

No es un plaga, todavía. Tan sólo se trata de una avanzadilla. Pero ya están aquí, en Fuerteventura, en la isla de Canarias más cercana al desierto. La primera langosta me la encontré hace unos días justo a la puerta de mi casa. Pero este fin de semana las he visto en numerosos lugares, tanto del interior como de la costa oriental. Incluso en un sitio tan agreste como los acantilados de La Entallada, un árido mundo de espectaculares risqueras elevadas casi 300 metros sobre el Atlántico.

Mientras media España se hiela por culpa de un frente frío de nieve, viento y lluvia, aquí en las Afortunadas estamos gozando de un tiempo veraniego, con un mar en calma que incita al baño. Tan sólo el suave viento del sureste, unido a la calima, ese polvo en suspensión llegado del Sahara, nos indica que estamos bajo la influencia del por nosotros conocido como «tiempo africano».

Algunas veces, con este viento nos llegan accidentalmente aves extrañas provenientes del vecino continente. Pero en esta ocasión han llegado las temidas langostas (Schistocerca gregaria).

Todavía no son rojas, así que aún no están en su etapa reproductiva, la más voraz de su ciclo. Las que se ven ahora por Fuerteventura son adultos solitarios, escapados de las fumigaciones salvajes con las que están combatiendo a la plaga en la vecina Mauritania.

La última vez que llegaron a la isla fue hace 5 años, también por estas mismas fechas, sólo que entonces su aparición fue masiva. Y espectacular. Más de dos millones de cigarrones o langostas africanas lo cubrieron todo de un movedizo manto púrpura.

Estos bichos son increíbles. Una nube de tamaño medio agrupa a 50 millones de individuos que cada día pueden merendarse 100 toneladas de materia vegetal. Un desastre. Aunque como en Fuerteventura el único cultivo rentable actual es el turismo, su aparición no nos preocupa demasiado mientras no devoren los jardines de las urbanizaciones y los complejos hoteleros.

Las de ahora son de momento inofensivas. Un toque africano en estas tierras desérticas donde vivo. Y una fuente extra de alimentación para muchas especies de aves, como el cernícalo o la hubara, quienes celebran su llegada como un maná caído del cielo, quizá no muy agradable a la vista, pero nutritivo a fin de cuentas.

En la primera imagen podéis ver la foto que le hice ayer por la mañana a una langosta en los acantilados de La Entallada, a donde fui para hacer un estudio faunístico.

Sobre estas líneas los cantiles ocupados por los insectos, un farallón gigantesco que mira hacia el Sahara. Desde aquí a Tarfaya hay menos de 100 kilómetros en línea recta.