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Darwin mató al hombre lobo

Nuestro hombre lobo, el lobishome gallego, el lobizón argentino, no murió por el disparo de una bala de plata, elemento mágico de esa luna llena que todos los meses le transformaba en fiera. Murió asesinado por Charles Darwin en 1859, año en el que la publicación de su revolucionario libro El origen de las especies hirió de muerte al legendario licántropo.

Según ratifica una interesante información publicada por el Servicio de Información de Noticias Científicas (SINC), la aceptación de la Teoría de la Evolución y su general conocimiento entre la población echó por tierra la posibilidad de que pueda existir un hombre mitad lobo. Porque como todo el mundo sabe, es algo evolutivamente imposible.

En su lugar, nuestro mundo de leyendas ha buscado y encontrado otros monstruos más darwinianos, menos imposibles: el Yeti o Bigfoot, un hombre mono, eslabón perdido de nuestro pasado primate.

Esta original teoría es defendida en charlas y conferencias por Brian Regal, profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad Kean de Nueva Jersey (EE. UU.).

Según recoge SINC del propio Regal,

“La difusión de la idea de la evolución ayudó a acabar con el hombre lobo porque un híbrido entre humanos y canes no tiene sentido desde el punto de vista evolutivo”.

Y añade, en defensa del Yeti como entelequia pseudocientífica legendaria:

“El híbrido entre hombre y primate, sin embargo, no sólo es aceptable desde un punto de vista evolutivo, sino que es la base de la evolución humana”.

La pesadilla de Darwin es un pez

De la misma manera que las Galápagos tienen sus extraordinarios pinzones, el Lago Victoria, donde nace el río Nilo, posee la más asombrosa riqueza de peces exclusivos del mundo, cerca de 500 especies diferentes de cíclidos. Todos distintos y perfectamente adaptados a diferentes maneras de alimentación o supervivencia, y todos descendientes de un mismo ancestro común llegado allí hace no más de 12.500 años.

No existe por lo tanto en el mundo un laboratorio natural más fascinante donde poder estudiar el origen de las especies, un sueño para Darwin que últimamente se ha tornado en pesadilla, pues está en grave peligro. Y la culpa la tiene un pez, la perca del Nilo (Lates niloticus), tan habitual en nuestras pescaderías en forma de limpio fileteado.

Conocido con el sobrenombre de «el elefante acuático«, debido a la gran talla que alcanza, en realidad es un insaciable tigre acuático. Su introducción en Victoria para cría y venta posterior en Europa fue recibida con júbilo por la población, como una fuente importante de desarrollo económico de la región. Pero sin lograr mejorar la economía de los países ribereños (todo se exporta, y quienes lo pescan no lo pueden consumir debido a su alto precio), su voracidad ha provocado un auténtico desastre ecológico: la extinción de más 200 de especies de peces endémicos, situando al resto al borde de la desaparición.

Según la asociación No te comas el mundo, 2 millones de personas del mundo rico comen diariamente perca del Nilo. Esta cantidad cubriría las necesidades básicas de una tercera parte de la población desnutrida alrededor del lago Victoria (15 millones de personas), pero tan sólo les deja los desechos.

Cuando la perca llega a nuestros mercados nos la venden muchas veces como mero fresco. Nos estafan, es cierto, pero mucho peor es la complicidad involuntaria en la que caemos consumiéndolo. Son las miserias de la globalización.

Si os interesa el tema os recomiendo vivamente el documental La pesadilla de Darwin (2004), del director Hubert Sauper, que se puede visionar íntegro en You Tube.

Después de verlo no os quedaréis indiferentes y seguramente apoyaréis las diferentes iniciativas de boicot a este pescado que tan terrible desarreglo social, económico y ecológico está provocando a millones de personas de Uganda, Tanzania y Kenia.