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«Yo no juzgo a alguien por su aspecto.» Sí, sí lo haces

«Qué más me da la ropa que lleve o su peinado, yo no me fijo en eso»… Imposible.

Lo he escuchado muchas veces y lo he leído repetidamente en los comentarios de este blog en los últimos análisis de comunicación no verbal sobre Pablo Iglesias por ejemplo, o anteriormente en otras entradas de políticos o personas públicas.

Podemos querer no hacerlo, pero es un acto involuntario de nuestro cerebro, que nos ha sido bastante útil, por cierto, para evolucionar e incluso para sobrevivir. Nuestro cerebro necesita constantemente realizar inferencias y predicciones sobre los que nos rodea, para ello toma los pocos datos de los que dispone visualmente cuando por primera vez tenemos delante a un desconocido.

Su postura, caminar, sus gestos, su expresión emocional en el rostro, nos da información válida para saber si una persona se presenta ante nosotros en estado hostil, afiliativo, convincente, seguro, tímido, agresivo y un largo etcétera, pero también su ropa, estilo, complementos, colores o su corte de pelo.

El cerebro también toma esas referencias para complementar su ‘prejuicio’ rápido hacia alguien todavía anónimo. Además, esa primera impresión formada en pocos segundos es difícil de cambiar, se graba a fuego en nuestra mente.

Sin que nos demos cuenta, con las prendas que llevamos estamos dando muchas señales sobre lo que nos gusta, lo que valoramos y la personalidad que tenemos. Investigadores de la Universidad de Princeton, por ejemplo, descubrieron incluso que se esperaba que las personas que usaban ropa «más pija» ​​fueran más competentes que las que se muestran con otro atuendo más informal o deportivo.

El juicio rápido da un nivel completamente nuevo de la importancia sobre la formación de primeras impresiones, pero este resultado va más allá de simplemente hacernos conscientes de nuestro propio impacto en una reunión o evento importante: también indica un sesgo implícito en nuestras opiniones sobre los demás.

«Para superar un sesgo, uno no solo debe ser consciente de ello, sino tener el tiempo, los recursos de atención y la motivación para contrarrestar el sesgo», escribieron los investigadores. «Conocer un sesgo es a menudo un buen primer paso», dijo Shafir, coautor de los estudios.

«Reconocer nuestros prejuicios es una parte importante del crecimiento personal, y esta investigación y otros estudios al respecto brindan otra área importante de prejuicios sociales casi inevitables a tener en cuenta en nuestras rutinas diarias.»

Y ojo con los cambios, es la palabra clave. Un cambio de actitud, de estilo, de comunicación, de vestimenta, es la llave que abre un entendimiento más profundo de esa persona, de sus estados, fases, evolución, creencias, aprendizajes, etc.

 

 

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La importancia de los gestos con nuestras manos

Tal y como apunta el experto Joe Navarro, nuestras manos humanas son únicas, las acciones que se pueden llevar a cabo con ellas son infinitas (pueden crear, pintar, escribir, tocar un instrumento, acariciar, golpear, sentir, sujetar…) todas son habilidades funcionales, vitales para nuestra vida diaria, pero nuestras manos también son extremadamente expresivas; pueden ‘hablar’ sin palabras para la gente con discapacidad auditiva, ayudar a contar una historia o revelar nuestros pensamientos más íntimos.

Tenemos fijación por las manos, en la comunicción, el contacto visual hacia las extremidades es mayor que hacia otras partes del cuerpo. A veces, incluso pueden convertirse en un símbolo, en una marca de identidad (evoquemos la imágen de Hitler, por ejemplo). Nuestros cerebros aún están programados para involucrar a las manos en la comunicación precisa de nuestras emociones, pensamientos y sentimientos. Por lo tanto, ya sea para las personas que hablen o no, los gestos con las manos merecen nuestra atención como una fuente rica de comportamiento no verbal para ayudarnos a comprender los pensamientos y sentimientos de los demás.

En el libro de Navarro: “Louder Than Words» se recogen algunos datos interesantes sobre qué pueden expresar nuestras manos y cómo podemos interpretarlo, os recomiendo su lectura, pero os adelanto aquí algunas de sus apreciaciones:

  • La forma en que tocamos a los demás está determinada por cómo nos sentimos con respecto a ellos. El contacto total con la palma de la mano es cálido y cariñoso, mientras que tocar con la punta de los dedos revela menos afecto.
  • Cuando estamos cómodos y contentos la sangre fluye hacia las manos, lo que las hace cálidas y flexibles. El estrés hace que nuestras manos se sientan más frías y rígidas.
  • Cuando te sientes fuerte y seguro, el espacio entre tus dedos crece haciendo que tus manos sean más territoriales y dominantes. Cuando te sientes inseguro, ese espacio desaparece, de hecho, es posible que te encuentres metiendo los pulgares debajo de los dedos cuando estás bajo mucho estrés.
  • El movimiento manual (gestos ilustradores) es importante para expresar su opinión y que está convencido de lo que está diciendo, es probablemente la muestra de confianza más poderosa que poseemos.
  • Cuando estés estresado habrá más frotamiento de las manos (auto masaje o “auto-pacificación”), lo que aumentará la frecuencia y la fuerza en proporción con el estrés.
  • La primera vez que tocamos a otros es generalmente a través de un apretón de manos. Puede parecer trivial, pero hazlo mal y dejarás una impresión negativa duradera. Hazlo bien y obtendrás puntos emocionales.
  • Debido a que cualquier contacto afecta nuestro centro emocional (ya sea de manera positiva o negativa), la forma en que tocamos o estrechamos las manos es muy importante.
  • Recuerde que en algunas culturas, un apretón de manos es un gesto de saludo secundario. Un abrazo o  incluso un beso puede ser lo correcto.

 

 

*Referencia: Psychology Today

Los gestos pueden revelar si nuestras emociones son positivas o negativas

Curiosamente los seres humanos somos los únicos diestros y zurdos; el resto de primates no tienen preferencia por una mano u otra al realizar cualquier tipo de tarea, las utilizan indistintamente. En comunicación no verbal se suele decir que los gestos con la izquierda significan ‘x’ y los de la derecha ‘y’, aunque en este blog siempre remarcamos que en ciencias del comportamiento no existen las ecuaciones matemáticas.

Hay investigaciones cuyos resultados apuntan a que sí que existe una relación entre emociones positivas/negativas y los gestos de lateralidad manual. En concreto, se ha demostrado que las personas tendemos a asociar nuestro lado dominante a una valencia emocional positiva y el lado no dominante a una valencia negativa, es decir, los diestros tienden a valorar positivamente la derecha y los zurdos la izquierda.

Los gestos que realizamos con las manos son bastante inconscientes, no solemos controlarlos, entonces, ¿cuándo hablamos, por ejemplo, de éxito u optimismo, un diestro realizará gestos ilustrativos con su brazo derecho? ¿y viceversa cuando hable del fracaso o la pérdida, por ejemplo? Para dar respuesta a estas hipótesis, el experimento político habla por sí solo…

Los autores Casasanto y Jasmin observaron los gestos que se realizaban durante discursos de políticos en debates finales de la campaña en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. En 2004 los dos candidatos que participaron eran diestros: John Kerry, demócrata, y George Bush, republicano. En cambio, en las elecciones de 2008 ambos eran zurdos: John McCain, republicano, y Barack Obama, demócrata.

Para el estudio analizaron el habla y los gestos de cada uno de ellos durante los debates presidenciales (concretamente fueron 3012 oraciones habladas y 1747 gestos). Se valoraron de forma independiente, por un lado, la valencia (positiva, negativa o neutra) de cada una de las cláusulas habladas y, por otro, cuando había un gesto simultáneo a la cláusula, si éste se realizaba con la mano derecha o la izquierda.

Los jueces que llevaron a cabo la tarea de valorar las cláusulas escucharon el discurso sin imagen y los que llevaron a cabo la tarea de contar los gestos y anotar qué mano se usaba vieron la imagen sin audio.

Los resultados mostraron que los candidatos diferían en la asociación entre gestos y habla. En ambos candidatos diestros, los gestos de la mano derecha aparecían con mayor frecuencia en cláusulas de valencia positiva y los gestos de la mano izquierda en cláusulas de valencia negativa. En ambos candidatos zurdos se encontró el patrón opuesto.

Por tanto, basándonos en esta muestra, cabe decir que hay una mayor probabilidad de asociar los mensajes positivos con gestos de la mano dominante y los mensajes negativos con gestos de la mano no dominante, revelando un vínculo oculto entre la acción y la emoción.

Este estudio revela que la asociación entre el lado dominante y la valencia emocional va más allá del laboratorio y se manifiesta de forma inconsciente en los gestos. De este modo, los gestos pueden revelar nuestra valoración emocional sobre lo que estamos hablando.

 

*Fuente: Ciencia cognitiva – ¿Lo aprecias o lo odias? Tus gestos al hablar pueden delatarte

El secreto de llamar a las personas por su nombre

Simple y sencillo, el pequeño detalle de llamar a las personas por su nombre produce un efecto psicológico muy positivo en las relaciones personales. Nos hace sentir escuchados, valorados e importantes; establece un puente de confianza y vuelve a las personas más receptivas. Conlleva un elevado impacto emocional.

Y es que realmente el nombre propio es nuestra seña de identidad. El hecho de que nos recuerden por nuestro nombre es algo que agradecemos con calidez, ya que despierta nuestra empatía de forma inmediata.

Cale Carnegie, exitoso empresario estadounidense y un apasionado del concepto de liderazgo, hablaba de este gesto tan simple: “Llame a los demás por su nombre, recuerde que para toda persona, su nombre es el sonido más dulce e importante en cualquier idioma”.

Exponía ejemplos muy interesantes: Theodore Roosevelt recordaba los nombres de cada uno de los empleados de la Casa Blanca, sus vidas, historias, familias y sus dolencias personales. No sólo eso, también lo hacía con cientos de electores, referentes políticos, nacionales e internacionales. Un hombre con gran liderazgo.

Según una revolucionaria investigación de la Universidad de Nueva Jersey (EE.UU.), cuando escuchamos nuestro propio nombre, el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro se activa con más esfuerzo que cuando oímos el nombre de otras personas. Concretamente, la actividad es mayor en las neuronas de la corteza frontal media y la corteza temporal.

Estos experimentos demuestran que reconocer que alguien nos nombra, pone en marcha zonas cerebrales específicas que permanecen en silencio el resto del tiempo”, concluían los autores en un artículo de la revista Brain Research.

No es difícil, habrá que ponerlo en práctica!

*Fuente de consulta: http://www.aden.org/business-magazine/

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¿Qué podemos descubrir a través de la Grafología?

manuscript-1072355_960_720La Grafología es una materia controvertida, no dudo de su utilidad y de un futuro prometedor, pero aun queda mucha investigación científica por delante para poder extraer conclusiones válidas al respecto. No obstante es una conducta personal e irremediablemnte debe filtrar ciertos patrones estables o anímicos de la persona. Por ello resulta muy interesante y la tratamos aquí hoy de la mano de un experto grafólogo como es César Martín.

Si partimos de la premisa de que todo lo que hacemos es una proyección de nosotros mismos, nuestra forma de andar, vestir o cómo damos la mano dan pista de nuestro carácter o de nuestras emociones. También nuestro estilo de escritura revelará rasgos de personalidad, así como otros factores de distinta relevancia. Hay personas que comparan la escritura de una persona con su huella digital, consideran que no hay exactamente dos iguales, porque no hay dos personas que sean exactamente idénticas.

Aunque la grafología viene de lejos, no fue hasta el año 1871 cuando Hippolyte Michón publicó su libro “Sythema de Graphologie” empezando a considerar la grafología como objeto de estudio propiamente dicho. Por ello a Michón se le conoce como 'el padre de la Grafología'.

Aunque la grafología viene de lejos, no fue hasta el año 1871 cuando Hippolyte Michón publicó su libro ‘Systeme de Graphologie’ empezando a considerar la grafología como objeto de estudio propiamente dicho. Por ello a Michón se le conoce como ‘el padre de la Grafología‘.

La Grafología podría definirse como el estudio de los rasgos y trazos de la escritura con el objeto de determinar aspectos de la persona relacionados con los planos afectuosos, volitivos, sociales e intelectuales. A través de un análisis grafológico, la persona entrenada y experta en la materia será capaz de identificar en la escritura manuscrita características inherentes a la personalidad y el modo en que éstas interactúan.

El suizo Max Pulver fue un importante representante de la grafología moderna. Habló sobre el simbolismo del espacio de la escritura en relación al papel. Consideraba la hoja como el mundo donde las personas nos movemos escribiendo. La hoja la dividía en partes, la Zona superior que reflejaba la parte espiritual, las ideas, la nobleza; la zona inferior donde se encontraría todo lo material, lo práctico, la zona media en donde se localizaban los afectos, la zona derecha en donde se situaría el futuro, la extroversión, el progreso y finalmente la zona izquierda en donde encontraríamos el pasado, los orígenes, la introversión.

Dentro de la escritura hay dos zonas muy marcadas donde se debe enfocar el análisis grafológico, el texto y la firma. El texto representa nuestra expresión hacia los otros y la imagen que ofrecemos ante los demás. La firma es un signo muy identitario de la persona, no hay reglas ni normas de cómo debe realizarse. Es por ello el gran valor que tiene, porque refleja nuestro ‘Yo personal’, nos individualiza frente al resto.  Es un reflejo gráfico de nuestros rasgos más íntimos y personales que puede ir acompañado de la rúbrica, un dibujo inconsciente que simboliza los mecanismos psicológicos de defensa de ese ‘Yo personal’. Es sumamente interesante la comparación entre la firma y el texto, pues podemos apreciar si existen diferencias entre nuestro yo social y nuestro yo personal, es decir, si nos comportamos de una manera con los demás aunque  no seamos así.

Cuando se realiza un estudio grafológico se enfoca la atención en lo que se denominó ‘géneros gráficos‘:

  • Orden. Donde se observa el equilibrio interno de la persona, la visión que tenemos de nuestro mundo y como nos desenvolvemos en él.
  • Tamaño o dimensión. Se alude a la autoestima y el autoconcepto, a aspectos de la inteligencia, a nuestra capacidad de concentración.
  • Forma. Se puede determinar la manera de comportarnos socialmente o nuestro nivel cultural.
  • Dirección. Marca las fluctuaciones del estado de ánimo, del humor y de la voluntad, así como nuestro estado de estabilidad y constancia en el carácter.
  • Presión. Expresa la energía vital y la fuerza de nuestro carácter, sentimientos e instintos.
  • Velocidad. Se aprecia el tiempo habitual de reacción, muy ligado a la actividad y a la agilidad mental que tenemos.
  • Cohesión o continuidad. Como nos adaptamos al entorno, si somos más instintivos o lógicos, así como los vínculos que establecemos con los demás.
  • Inclinación. Se aprecia la tendencia de los sujetos en el ámbito más afectivo, sentimental y pasional. Se observa la importancia que la persona otorga a objetos externos y las relaciones con las personas.

El análisis grafológico tiene múltiples aplicaciones, pero siempre partiendo que se trata de una técnica o herramienta con ciertas limitaciones.  Es útil como herramienta de conocimiento personal, pero también en áreas de recursos humanos como selección de personal. Se puede aplicar en compatibilidad de parejas o para ver tus puntos fuertes en relación de una orientación profesional o vocacional. Existen otras áreas que empieza a tener relevancia como el campo de la criminología, en la docencia o en la salud mediante la utilización de la grafopatología o grafoterapia entre otras.

«La escritura es el espejo encantado donde se refleja la faz misteriosa del alma» Matilde Ras.