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¿Cómo se explica la conducta de grabar en lugar de ayudar en el atentado de Barcelona?

Parece que la sociedad abandera aquella famosa frase periodística de «No dejes que la realidad estropee un gran titular«. Y no solo ocurre en un atentado terrorista, hay precedentes de actuaciones similares en diferentes tipos de emergencias, testigos de asesinatos, robos, violaciones, etc, que no son capaces de mover un dedo por ayudar a las víctimas y sí de comentarlo con el vecino, sacar una foto o grabar en vídeo.

No es algo nuevo, tampoco debe ser del todo reprochable y suele ser más habitual de lo que pensamos. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué pasa por la mente de aquellos espectadores del terror más absoluto? Se unen varios fenómenos que pueden explicar este resultado.

Por un lado, cuando la situación es ambigua y extraña el cerebro se bloquea, no piensa de forma racional, básicamente se guía por impulsos ante el desconcierto, sólo un pequeño porcentaje de testigos es capaz de actuar de forma heroica en una emergencia o catástrofe. La parálisis suele ser la reacción más común producto del pánico inmovilizador.

Por otro lado, está la difusión de la responsabilidad o ‘efecto espectador‘, la ciencia nos demuestra que solemos prestar auxilio cuanto más solos nos encontremos en la escena, si depende sólo de nosotros ayudar a alguien lo haremos, si nos encontramos con mucha más gente esta responsabilidad se diluye en la masa, pensaremos «si no lo hago yo, ya lo hará otro«.

Además, se suma que la gente no sabe muy bien cómo puede ayudar, si no se tienen conocimientos sobre primeros auxilios preferimos no hacer nada para no empeorar el estado de los heridos o la situación en general. Pero, y ¿por qué entonces se nos ocurre grabar? Esta tendencia sí que es más novedosa, vivimos en una realidad en la que si algo no está registrado/compartido por redes sociales no existe. Tenemos la imperiosa necesidad de divulgar todo lo que nos pasa, por simple que sea, más aún si nos vemos envuelto en un suceso tan ‘importante’ como este.

Ignorancia pluralista. Será más probable que  ayudemos a la persona necesitada si presenciamos que otras personas la están ayudando, mientras que si vemos que nadie lo hace y por el contrario se dedican a sacar su teléfono móvil para filmar el momento se producirá el contagio en este sentido.

Hoy en día se produce en la mayoría una especie de ‘complejo periodista‘, y en lugar de contribuir a ayudar a las víctimas, se contribuye a difundir al mundo lo que allí está pasando, es una tendencia que sólo refleja el día a día de todos, la costumbre de compartir cada paso que damos, y en este caso, no fue muy diferente. ¿Cuestionable? No lo sé, no me atrevería a juzgar a quién se encuentre envuelto en ese horror y espero no saber nunca qué haría yo.

 

¿Pánico a hablar en público? Estos trucos (no tan típicos) pueden ayudarte

No nos entrenan para ello. Personalmente creo que ese es el problema. Al menos en España, no nos educan para aprender a hablar en público correctamente y como algo habitual. Esto está cambiando sutilmente en la actualidad, implementando ejercicios con breves exposiciones, historietas, etc, en las clases de los más pequeños.

Tradicionalmente ha sido un ejercicio que se ha obviado, y claro, llegamos a adultos y tenemos que enfrentarnos a ello casi en cualquier trabajo u ocasiones sociales varias, entonces aparecen la vergüenza, los nervios, la tensión, el miedo e incluso un terrible pánico que puede trasformarse en fobia a hablar en público.

Todos conocemos las pautas teóricas: imaginarnos a nuestra audiencia desnuda para quitarle hierro al asunto, llevar notas para no temer quedarnos en blanco, prepararse muy bien y ensayar muchísimas veces nuestra intervención… y sí, todo esto suma para superar la situación, pero lo que yo hoy os quería contar son 4 acciones muy sencillas y muy simples que, a mí particularmente, me ayudaron a sentirme más segura cuando con tan sólo 22 años tuve que enfrentarme a cantidades ingentes de personas que me atendían sedientos de información.

Una de las claves más productivas era la de hablar, previamente a mi charla, con los asistentes. Antes de entrar a la sala o ya una vez en ella mientras esperábamos al resto, me ayudaba muchísimo conocer poco a poco a los que iban llegando. Nos presentábamos, les preguntaba qué esperaban de la formación, les contaba mi trayectoria y les interrogaba por la suya, y bueno, un poco de lo que se me iba ocurriendo e iba surgiendo entre todos.

Lo que quiero decir con esto es: Intenta divertirte e iniciar tu intervención con ganas y buen ánimo, con buena sintonía con la gente que estará sentada expectante frente a ti. Es una forma ideal de conectar con la audiencia y de que te perdonen cualquier nerviosismo o alteración que pueda ocurrir a continuación. Las personas serán más benevolentes con quien ya ‘conocen’.

Los momentos iniciales son los más importantes. Otro de los ‘trucos’ que utilizaba en mis clases era el de empezar la ponencia sin tener que hablar yo. Al principio es cuando uno está más nervioso, por tanto, deberemos evitar, en la medida de lo posible, intervenir. ¡Deja que hablen ellos! Haz que se presenten, si tienes tiempo. O en mi caso, por ejemplo, solía siempre introducir mi clase con algún vídeo, ejercicio práctico, role playing, etc, que hiciera que todos nos soltáramos y rompiéramos la frialdad del momento inicial.

Seguimos. Lo ideal y lo bonito es mirar a todos los asistentes para conectar con cada uno de ellos, si bien es cierto que la realidad es que hay gente que te lo pone muy difícil, bien porque te miran fijamente con cara de póker, o porque tienen el ceño fruncido, o están distraídos, o con gesto aburrido. Esto siempre va a ser así en algún momento de la clase, es algo normal, no lo tomes como algo personal y, sobre todo, que no enturbie tu actitud. Engánchate a los rostros amables, también siempre habrá gente que te sonría, que escuche activamente con interés, que participe y que te lo haga fácil.

Por último, no te excuses continuamente, pase lo que pase sonríe y evita frases del tipo: «perdón, estoy muy nervioso», «lo siento, me he perdido», «ay, me he equivocado»… El mayor porcentaje de tu audiencia no va a notar si has cometido algún error, o te has olvidado de exponer una idea en una diapositiva, por tanto, ¡no te delates a ti mismo! 

 

 

 

¿Cómo reaccionar en un ataque terrorista? La clave del comportamiento no verbal

Por desgracia, y a tenor de los últimos acontecimientos, no podemos dejar de preguntarnos cómo actuaríamos nosotros si nos viéramos envueltos en un ataque terrorista de las características, por ejemplo, de la última barbarie sucedida en Londres; en la que existen otras personas implicadas (víctimas y atacantes), tiempos de reacción, toma de decisiones y un abanico de emociones variopinto.

En este tipo de situaciones influyen diferentes factores que hacen que no haya fórmula matemática de predicción del comportamiento, todo depende del contexto, la personalidad, las experiencias previas, los recursos disponibles, principios, valores, educación y un largo etc… Mi colega de profesión, Ana de Puig Olano, ha tratado el tema desde un punto muy interesante, la relación directa que se establece entre la emoción primaria del momento y la conducta, es decir, por qué nuestra conducta será una u otra en función de la emoción.

Cuando aún no se había desarrollado el cerebro racional, cuando aún no existía el lenguaje verbal, las emociones nos permitieron sobrevivir. Al sentir una emoción como el miedo, por ejemplo al percibir un depredador, por un lado se ponía en marcha una reacción interna a varios niveles (noradrenalina, transpiración extra, flujo sanguíneo hacia las extremidades inferiores…) que favorecía físicamente la huída, y por otro lado, externamente, adoptábamos una expresión facial específica para esa situación que, unido al salir corriendo, comunicaba no verbalmente a los demás miembros del grupo que había un peligro. Las emociones no han evolucionado nada desde entonces, y seguimos sintiendo y respondiendo igual a como sucedía hace millones de años.

Con la emoción de ira, las respuestas interna y externa son diferentes, ya que nos predisponen para otro fin: el ataque ante algo que nos enfurece, que consideramos injusto, que supone una agresión a nuestros valores… Por eso la frecuencia cardíaca aumenta y la sangre se dirige a manos y pies: para favorecer físicamente el ataque (aunque sea para defender lo nuestro). ¿Qué sucede entonces con las situaciones como las de Londres? ¿Si vemos a alguien atacando con un cuchillo? La clave estará en cómo interpretemos en ese momento lo que percibimos: ¿es una situación peligrosa en la que nuestra vida corre peligro?, ¿es una situación que nos provoca una ira irrefrenable? Según cómo valoremos el escenario, en cuestión de una fracción de segundo, nuestro impulso será uno u otro, huida o ataque.

Si tomamos como ejemplo a Ignacio Echeverría, uno de los amigos que iban con él explicaba que vieron a una chica que era atacada por un hombre con un cuchillo. Es posible que Ignacio interpretara esa situación como una escena de violencia de un fuerte contra alguien más débil (armado vs sin arma), y que eso le pareciera terrible, injusto: por lo que en él se desencadenara la respuesta de la ira y le hiciera ir a atacar al agresor y golpearle con el único recurso a su alcance, su monopatín.

Sus amigos, al ver más tarde en cambio que había 3 hombres con cuchillos y una situación caótica, percibieron ese estímulo como una situación de peligro extremo y huyeron; conducta que resulta absolutamente natural, ya que cuando tememos por nuestra vida el cuerpo nos prepara para la huida. Sintiendo un miedo intenso, solo si no nos queda escapatoria podremos atacar: se trataría de luchar por la vida como último recurso. Esto es algo que vemos constantemente en los animales.

¿Sería posible “saltarse” el comportamiento no verbal asociado al miedo, y no dejar que nuestros pies nos lleven? No podremos controlar la emoción, pero sí la conducta. Si conseguimos aplacar esa emoción pasados los momentos iniciales, podremos recurrir al pensamiento racional y buscar soluciones para salvarnos o defender a los demás de una forma que sea efectiva (seguiremos sintiendo miedo, la respuesta interna).

Sin embargo, en situaciones extremas como un ataque terrorista, ya con armas en mano, las cosas suceden en cuestión de segundos y posiblemente haya poco margen para el pensamiento racional; cuando hay emociones tan intensas, el cuerpo dedica recursos energéticos a la respuesta emocional y no quedan energías para un pensamiento racional. Se requeriría tiempo para relajarnos y que la emoción baje poco a poco de intensidad, y poder así pensar y decidir.

 

*Referencia: Ana de Puig Olano – En clave no verbal

Cuando el asco se convierte en enfermedad

El asco es una de las reacciones emocionales en las que las sensaciones fisiológicas son más intensas y visibles. Estas respuestas que produce la emoción de asco tienen muchas similitudes con las respuestas del miedo, ambas incluyen la evitación y/o escape, y no en pocas ocasiones las emociones de miedo y de asco suelen ir juntas (muchas fobias se caracterizan por reacciones tanto de miedo como de asco).

El sistema más basico del asco se originó de forma primitiva a los alimentos, productos corporales y ciertos animales transmisores de suciedad (comida en mal estado, restos orgánicos de desecho, saliva, heces, orina, sudor, ratas, gusanos, etc). Este poderoso sistema de repulsión se adaptó a otros tipos de entidades amenazantes derivando en otras manifestaciones del asco. Una de ellas viene dada por aquello que nos recuerda a nuestro origen y naturaleza animal, como el sexo, la muerte, la falta de higiene, o las violaciones de la envoltura corporal (vísceras, amputaciones, etc.).

Otro tipo es el asco interpersonal, o repugnancia hacia otras personas, como los extraños, los extranjeros, los mendigos, etc. Un tercer tipo adicional al asco esencial es el asco moral (por violaciones de las normas morales o de la divinidad). Si el asco actúa para prevenir la contaminación y la enfermedad, y si implica a entidades amenazantes tan dispares, incluidas las dimensiones interpersonal y moral, cabe pensar que el asco juega un papel importante en el origen y manifestación de diversos trastornos psicológicos.

Autores como Phillips no sólo sugerían que el asco jugaba un papel importante en psiquiatría, sino también que este papel podía afectar a diferentes trastornos mentales. En este sentido existen líneas de investigación muy interesantes. En primer lugar, se demostró la implicación del asco como causa y mantenimiento de las fobias a los animales habitualmente denominados «repugnantes» (arañas, ratas, gusanos, etc).

Una segunda línea fue propuesta por Page, al asociar el asco con el inicio de las fobias a la sangre-inyecciones-daño (SID) y al desmayo. Hoy sabemos que en los individuos con fobia SID, la exposición a la sangre, mutilaciones o heridas suele desencadenar intensas reacciones de náusea, aversión y asco, a veces en ausencia completa de reacciones de miedo.

Un tercer tipo de vinculación psicopatológica del asco ha sido con el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Diversas investigaciones recientes han constatado que ciertos tipos de pacientes con TOC (aquellos en los que predominan las obsesiones de limpieza y/o las compulsiones de lavado), suelen experimentar sentimientos de asco, más que sentimientos de miedo o ansiedad, asociados a los objetos «contaminantes». Las fobias y el TOC son los trastornos cuya relación con el asco ha sido claramente demostrada.

Otros trastornos mentales vinculados a emociones de asco son los trastornos alimentarios y las disfunciones sexuales. No es de extrañar que se sospeche de un papel importante del asco en los trastornos alimentarios, ya que en éstos son frecuentes los síntomas de asco hacia la comida y hacia el propio cuerpo.

Finalmente, algunos datos recientes indican que la sensibilidad al asco interfiere con el placer sexual y parece estar implicada en varias disfunciones sexuales relacionadas con el deseo sexual (deseo sexual hipoactivo, etc.), la excitación sexual y la aversión al sexo y el vaginismo.

El asco podría estar implicado en muchos otros trastornos mentales, aparte de los aquí indicados, nos encontramos ante una nueva frontera que afecta y podría revolucionar todo lo estudiado hasta el momento sobre Psicología Clínica y de la Salud, ya que si esto es así, deberían reinventarse los tratamientos y terapias orientadas a la superación de fobias, tradicionamente enfocadas en exclusiva a la emoción de miedo.

 

 

*Referencia:

Revista de Psicopatología y Psicología Clínica: Sandín, B., Chorot, P., Santed, M.A., Valiente, R.M., y Olmedo, M. (2008). Sensibilidad al asco: Concepto y relación con los miedos y los trastornos de ansiedad. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 13, 137-158.

¿Te imaginas vivir sin miedo? La rara enfermedad de Urbach-Wiethe

Detrás del cuento: ‘Juan sin miedo’, de los hermanos Grimm, se esconde una realidad nada idílica. El miedo es una de las emociones primarias o básicas (viene cargada en nuestro código genético) más intensas y desagradables, genera aprensión, desasosiego y malestar, preocupación, recelo por la propia seguridad o por la salud y sensación de pérdida de control.

Sin embargo, el miedo cumple una función fundamental: la supervivencia. No sentir miedo no es ninguna broma; diez personas en el mundo tienen un daño cerebral irreversible que les impide tener miedo a nada y les convierte en temerarios poniendo gravemente en riesgo sus vidas.

Concretamente, la lesión se encuentra en la amígdala. Hace tiempo que los expertos saben lo importante que es esta zona del cerebro en el procesamiento de las emociones, aunque aún no tienen demasiados datos sobre cómo funciona. De hecho, en este caso, el único sentimiento que se ve interrumpido es el miedo.

El resto de la paleta emocional de estas personas se mantiene intacta. Sin embargo, sí se han detectado comportamientos inusuales en otros temas regulados por la amígdala. Por ejemplo, cualquiera de nosotros reacciona cuando otra persona invade los límites de nuestro espacio personal.

En pruebas realizadas a pacientes con la enfermedad de Urbach-Wiethe, este límite se reduce a más de la mitad. Por último, los afectados también tiene problemas para leer señales, precisamente de miedo, en las expresiones faciales de los demás.

¿Qué emoción predice mejor el éxito financiero?

James Cicon, profesor de finanzas de la University of Central Missouri, ha diseñado un software para analizar los rostros de 200 ejecutivos pertenecientes a la lista ‘Fortune 500′ en búsqueda de emociones primarias, como la alegría, la sorpresa, la ira o el asco que se relacionen con este éxito laboral.

ibhsnlwvw91h7tLa emoción resultante tenía una correlación significativa con ganancias, rendimiento de activo, movimientos de acciones y otros indicadores de desempeño de sus compañías respectivas. Y esta emoción era, sorprendentemente, la de miedo; y en menor medida, la ira y el asco.

Aunque el miedo, la rabia y la repugnancia son emociones negativas, el Dr. Cicon descubrió que se relacionaban con un desempeño financiero positivo. Quienes demostraban repugnancia o miedo en una entrevista, anticipaban un aumento en las ganancias de su organización de casi 9% en los meses siguientes, o saltos de 4% en las acciones a las pocas semanas.

La posible explicación es que el miedo es reconocido como un poderoso motivador, así que no es difícil creer que un director ejecutivo que demuestre esta emoción durante un interrogatorio, esté a su vez trabajando duro para incrementar el valor de su compañía.

 

 

 

 

*Fuente: lenguajecorporal.org

#Halloween: ¿Por qué nos gusta el miedo?

halloween-illustrationLa emoción primaria de miedo es una reacción afectiva innata y universal, es decir, nacemos con ella (no es aprendida) y está presente en todos los seres humanos del mundo independientemente de la cultura a la que pertenezcan. El miedo y la ansiedad quizá sean las emociones que han generado mayor cantidad de investigación y, curiosamente, nos encontramos ante una de las emociones que produce mayor cantidad de trastornos mentales.

La distinción entre ansiedad y miedo podría concretarse en que la reacción de miedo se produce ante un peligro real y la reacción es proporcionada a éste, mientras que la ansiedad es desproporcionadamente intensa ante la supuesta peligrosidad del estímulo. El miedo es una de las emociones más intensas y desagradables, genera aprensión, desasosiego y malestar; preocupación, recelo por la propia seguridad o por la salud y sensación de pérdida de control. Entonces… ¿por qué nos atrae tanto?

La expresión y la reacción corporal del miedo, recogida en martinovejero.com

La expresión y la reacción corporal del miedo, recogida en martinovejero.com

Buscamos actividades que nos despierten esa sensación de terror/ansiedad: novelas y películas de miedo, la creación de personajes espeluznantes, atracciones del pánico, videojuegos que quitan la respiración, interés por sucesos escabrosos, la práctica de deportes de alto riesgo… Una de las explicaciones más citadas tiene que ver con la hiperactivación física. Aludiendo a que quienes disfrutan de tales sensaciones solo experimentan una descarga de adrenalina, no un miedo de verdad. Esta reacción conlleva una liberación de adrenalina y dopamina, responsables de la sensación de euforia que experimentamos tras pasar un mal rato.

En este sentido, algunos investigadores han sugerido que las historias vistas y leídas favorecen la empatía, el ponerse en la piel del otro, y así, actuarían como un simulador del mundo real donde las personas aprenden comportamientos que nunca han vivido, pero eso sí, sin sufrir las consecuencias físicas o emocionales que tendrían en la realidad. Por tanto, la ficción sería como un campo de juego donde explorar los miedos propios.

En palabras de la socióloga, experta en la emoción de miedo, Margee Kerr, «Los humanos se han estado asustando a sí mismos desde el nacimiento de la especie, a través de todo tipo de métodos, como contar historias, saltar desde acantilados, o saliendo de lugares oscuros para asustar a otros. Hemos hecho esto durante todo este tiempo por diferentes razones: como darle unidad a los grupos, preparar a los niños para la vida en el peligroso mundo y, por supuesto, para controlar nuestro comportamiento. Pero realmente solo ha sido en los últimos siglos cuando hemos empezado a asustarnos a nosotros mismos por diversión (y beneficio), y esto se ha convertido en una experiencia tan cotizada».

Cuando sí que lo experimentamos en una situación vívida o real, también nos quedará posteriormente una sensación positiva intensa que contrarrestará a la anterior. Superar una situación estresante nos deja una sensación de autoconfianza (¡Yo sobreviví!) que nunca viene mal.

Así que si eres adicto al terror no te preocupes, eres evolutivamente muy normal… 🙂

 

Melania Trump plagia el discurso de Michelle Obama pero con diferencias no verbales

michelle_melaniaLa flamante esposa de Donald Trump, Melania Trump, copió, en la convención republicana, parte del discurso pronunciado en la convención demócrata de 2008 por la actual primera dama de EE UU, Michelle Obama (pincha aquí para ver esta noticia). Sin embargo, hay una parte del mitin que no puede plagiarse. El lenguaje corporal es una conducta que expresa nuestro sello personal, puede imitarse, pero esta réplica no se percibirá como genuina y finalmente se filtrarán pequeños detalles que harán posible detectar la naturalidad o no de nuestros gestos.

Viendo el vídeo cualquiera puede apreciar que efectivamente las palabras pronunciadas por ambas mujeres son idénticas pero también podremos advertir que no transmiten lo mismo. ¿Cuáles son las claves para argumentar esta sensación que todos percibimos?

En primer lugar, los gestos ilustradores: estos movimientos de la parte superior del cuerpo (sobre todo de brazos, manos y cabeza) acompañan, y aportan información de refuerzo, al mensaje pronunciado; indican sinceridad, convicción en lo que uno dice, se ejecutan en perfecta sintonía y concordancia con la idea que se expone. Estos movimientos los podemos registrar significativamente en la conferencia de Michelle, por contra, vemos como Melania habla con su cuerpo totalmente inmovilizado.

Esto último suele relacionarse con la falta de honestidad, parece que no se siente cómoda al reforzar con gestos sus argumentos, de este modo transmite artificialidad o incongruencia, puesto que no existe apoyo no verbal para el contenido de su discurso, en este caso además, de un índole elevado de emocionalidad. La falta de ademanes o pocos gestos demostrativos evocan nerviosismo, inseguridad, duda, preocupación, o angustia.

Así mismo, podemos encontrar en Trump otros elementos que dan más peso a la premisa anteriormente planteada, por ejemplo en su prosodia emocional: en este caso, se detecta un uso de la comunicación no verbal forzada, cautelosa y lenta. El ritmo de la exposición resulta demasiado teatral, la alternación de la velocidad y las pausas no entran dentro de los límites de lo cotidiano. Pareciera que lee un telepronter, dicha conducta no apunta a una interiorización real del mensaje ni de las emociones que conlleva.

Por último, un elemento diferencial clave nos lo ofrece la expresión facial: Podemos contemplar cómo Michelle Obama afronta sus declaraciones con una sonrisa que podemos apreciar ligeramente en sus labios con cada pausa y en sus ojos continuamente, arqueando también sus cejas en algunas ocasiones para enfatizar su mensaje, esforzándose así por transmitir y darle fuerza a sus ideas. Aunque Melania Trump quiera divulgar el mismo discurso con idénticas palabras, lo que nos comunica con su gesto facial es miedo.

Expresión facial de miedo de Melania Trump

Expresión facial de miedo de Melania Trump

Tiene un rostro de auténtico terror, hay tensión muscular y los ojos salen de sus órbitas, la ansiedad del momento es notable, está obnubilada, siente una amenaza subjetiva (en este caso podría ser el hecho de hablar en público, anticipar posibles críticas o repercusiones…) y lo más importante, no se ve provista de las estrategias de afrontamiento adecuadas, por ello, se paraliza y se reduce la eficacia de los procesos cognitivos (pensamiento), de ahí también la ralentización del ritmo en sus palabras y movimiento corporal.

Con este ejemplo, se pone de manifiesto de nuevo que a veces no es tan importante qué decimos sino cómo lo expresamos para poder comunicar una idea u otra totalmente opuesta a nuestra intención original, aun pronunciando exactamente las mismas palabras.

 

 

La mirada también habla: el recelo de Sophia Loren con el escote de Jayne Mansfield

Sophia Loren mira el escote de Jayne Manfield. La fotografía fue tomada en al año 1957 en un fiesta en honor de la actriz italiana.

Sophia Loren mira el escote de Jayne Manfield. La fotografía fue tomada en al año 1957 en un fiesta en honor de la actriz italiana. Autor: Joe Shere.

La oculésica, o el comportamiento visual, es uno de los elementos más atractivos de la comunicación no verbal, hasta tal punto que el establecer o no contacto ocular y de qué forma lo hacemos puede marcar o modificar por completo el significado de una situación. A través de la mirada se comunican actitudes interpersonales, sentimientos o incluso ciertos rasgos de personalidad.

El posible análisis que hagamos sobre una mirada debe tener en cuenta otros elementos de la expresión facial, como la posición de las cejas o los labios. Así, una mirada de reojo puede significar cosas distintas, según vaya acompañada de un movimiento de cejas hacia abajo (entrecejo fruncido) y de la comisura de los labios también hacia abajo (indicadores de una actitud hostil, sospechosa o crítica); o por el contrario, se combine con unas cejas ligeramente elevadas y comisura de los labios hacia arriba (indicadores de interés o, en interacciones con el otro sexo como señal de cortejo).

La propia Sophia Loren ha realizado múltiples explicaciones sobre esta épica instantánea: «Paramount había organizado una fiesta para mí. Todo el mundo del cine estaba allí, fue increíble. Y entonces aparece Jayne Mansfield, la última en llegar. Vino directamente a mi mesa, sabía que todos la estaban mirando. Mira la fotografía. ¿Dónde están mis ojos? Estoy mirando fijamente sus pezones porque tengo miedo de que vayan a caer en mi plato. En mi rostro puedes ver el miedo. Tengo mucho miedo de que todo en aquel vestido vaya a caer (¡boom!) y derramarse sobre la mesa» rememoraba la actriz.

Y no, no es miedo lo que hay en su rostro (siento contradecir a la gran Loren). En este caso se produce algo muy característico, la elevación unilateral (sutil) de la comisura labial derecha mientras observa de reojo a su competencia rubia. Mis lectores más fieles ya sabrán qué significa ¿verdad? Eso es, desprecio. Realmente lo que sentía en aquel momento era un profundo rechazo y repulsa por el atuendo de Jayne, considerando un daño moral el modo en el que se presentó su rival, eclipsando (o intentándolo) su belleza y protagonismo. La definición de daño moral en este contexto no podría ser más acertada: deterioro a la persona en su íntegra armonía psíquica, emocional, afectiva o bien en su reputación y/o en su buena fama, su autoestima o su heteroestima. Ahí lo tenemos.

Esta foto ha sido recreada por numerosas actrices, modelos, series, películas, etc. Pero me quedo con la reproducción que realizan dos de sus protagonistas (Gloria y Claire) en la fantástica serie de Modern Family. Como podemos comprobar la imitación no es sencilla, nunca tendrán igual valor las emociones espontáneas que las posadas, es digno de mención el fotógrafo que capturó un momento como este, simplemente genial.

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Ekman y El Dalai Lama crean un fascinante atlas de las emociones

El Dalai Lama junto a Paul Ekman. Fotografía de la web paulekman.com

El Dalai Lama junto a Paul Ekman. Fotografía de la web paulekman.com

Y yo he alucinado con este mapa emocional, no solo por su contenido, que me parece de una calidad y sencillez brillantes, también por su diseño de indudable belleza. El origen de la creación de este atlas se produce por unos encuentros a lo largo de varios años entre el psicólogo experto en emociones y expresión facial, Paul Ekman, y el maestro budista, Dalai Lama, en dichas reuniones ambos comparten su sabiduría y su forma de entender la conducta humana, llegando a la conclusión de que es fundamental para todo ser humano la auto-observación y conocimiento de nuestros estados emocionales para poder aprender a gestionar las consecuencias de lo que nos perturba en el día a día.

Fue El Dalai Lama quién le pidió a Ekman crear un mapa emocional, algo esquemático y asequible, que permitiera a todo el mundo tener experiencias emocionales más constructivas. «Cuando queríamos llegar al nuevo mundo, necesitamos un mapa para llegar allí. Si queremos llegar a un estado de calma mental lo que necesitamos es un mapa de la emoción.» dijo el maestro. Explorando este atlas aumentamos la comprensión de lo que son las emociones y sus efectos sobre nosotros, su objetivo es ayudar a la gente a tomar conciencia del impulso, para pensar antes de actuar, y si es así, cómo hacerlo.

Diagrama del Atlas de las Emociones. Paul Ekman

Diagrama del Atlas de las Emociones. Paul Ekman

¿Y dónde encontramos ese Atlas de las emociones? (puedes pinchar aquí para descubrirlo) la páginaweb está en inglés (atlas of emotions) pero si activamos el traductor del navegador automático se entiende todo a la perfección. Para elaborarlo Paul Ekman realizó una encuesta entre 140 científicos, que provenían de ámbitos como la psicología o la neurología, para llegar a un consenso del funcionamiento del proceso emocional. En la página de inicio nos encontramos ‘los cincos continentes de la emoción‘, ya que llegaron a la conclusión de que había cinco grandes categorías de emociones: ira, miedo, asco, tristeza y disfrute, y que cada una tenía un subconjunto de estados emocionales, disparadores, acciones y estados de ánimo propios, que también podemos descubrir pinchando en cada uno de los continentes emocionales.

Espero vuestros comentarios para ver qué os ha parecido, ¡para mí ha sido un verdadero descubrimiento! Todo lo que sea la divulgación científica a través de un formato sencillo será bienvenido y creo que lo han conseguido, eso sí, por un módico precio, (un secreto) El Dalai Lama pagó al Dr. Ekman al menos 750.000 dólares para que desarrollara el proyecto.