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La clave para recibir ayuda en situaciones de emergencia

Según la ciencia, para recibir ayuda también hay que saber hacerlo bien, en este caso, gritar bien. Existen dos cuestiones de comportamiento importantes a tener en cuenta, la primera se relaciona con la comunicación no verbal:

Y es la de ser lo más precisos posible sobre nuestra necesidad de ayuda.

Licencia CCO

 

Los investigadores han demostrado que centrar la petición de auxilio en una sola persona, a través de un contacto visual directo, eligiendo pocas palabras, aumenta el compromiso y la responsabilidad social de ese testigo.

Si la petición es general, al aire, gritando sin solicitar el socorro de alguien en concreto, se produce un ‘efecto espectador‘ de ignorancia pluralista.

Es decir, cuantos más espectadores hay en una situación que requiere ofrecer ayuda, hay una menor probabilidad de cooperar, porque se diluye la responsabilidad y pensamos que ‘ya lo hará otro’, o que ‘si nadie actúa por algo será’, ‘quizás yo quede mal, me ponga en peligro o cometa un error’.

Para corregir estos efectos, hay que elegir a un testigo y pedirle ayuda directa.

La segunda clave se relaciona con el lenguaje, con escoger bien las palabras. Esto ocurre sobre todo en el caso en el que se produce una disputa entre un hombre y una mujer.

En esa situación, se genera incertidumbre en los testigos, ya que no saben discernir si el ataque y la urgencia es inminente o solo se trata de una discusión de pareja.

Los estudios han revelado que los espectadores se mostraban bastante menos dispuestos a ayudar a una mujer que gritaba algo así como: ¡No sé por qué me casé contigo!, porque pensaban que se trataba de un asunto privado y su intervención podría resultar inoportuna o incluso ridícula.

Sin embargo, si la víctima gritaba: ‘¡No te conozco!‘, se incrementaba la ayuda notablemente. ¿Por qué?

Con esas tres palabras (no te conozco) se eliminaba el grado de incertidumbre de los observadores y no desconfiaban de la emergencia, de este modo, sí sabían que el intento de agresión o acoso era grave y la petición de auxilio era urgente.

 

*Referencias:

José Luis Martín Ovejero

Robert B. Cialdini – Influencia: La psicología de la persuasión.

 

La agresión de Will Smith en los Oscar, ¿real o fingida?


Hay galas de los premios Oscar que pasan totalmente desapercibidas y otras que serán la historia, como la de este año 2022. Will Smith se ha convertido en el indudable protagonista de la noche y no precisamente por su carrera profesional.

El momento viral en redes sociales y medios de comunicación de todo el mundo ha sido la agresión que ha protagonizado el actor hacia el presentador y humorista Chris Rock, tras ‘bromear’ sobre la alopecia que sufre su mujer, Jada Pinkett Smith.

No sé qué publicará la organización al respecto, pero todo parece indicar que la violencia física ha sido totalmente real y que no formaba parte del guion para crear espectáculo.

¿Por qué?

Lo primero en lo que nos podemos fijar es el sonido, los micrófonos captan la sonora bofetada que le propina.

Si observamos el cuerpo de Will Smith, podemos apreciar la tensión muscular en los brazos y hasta como su torso se desequilibra por la fuerza ejercida.

Vemos hasta como su otro brazo se protege instintivamente y cabecea, una postura propia de la lucha en el cuerpo a cuerpo.

Si observamos a Chris Rock, su cabeza está girada completamente por el golpe y su rostro aparece desencajado, expresa dolor y cierta conmoción.

También en este fotograma vemos la mano completamente abierta de Will (no ha sido un puñetazo como algunos comentaban, sino un bofetón).

Pero desde luego, este es el vídeo definitivo, con un ángulo visible y a cámara lenta:

 

Comentaban que es impresionante y extraño cómo Rock encajaba el golpe y que es la reacción que menos congruente parecía para poder creer en la espontaneidad de este ataque, que casi no se inmuta, mantiene la compostura y ni se toca la zona golpeada.

En mi opinión, es porque tal y como muestra este ángulo no le llega a impactar con la mano completa, sino que solo acierta a golpearle con los dedos de la mano.

Tras el asalto, podemos detectar el rostro y postura de satisfacción y orgullo de Will Smith, que hasta sonríe levemente, satisfecho por su venganza en defensa de su mujer.

Ya de vuelta en su asiento, le grita al presentador para que no vuelva a nombrar a su mujer, aquí su comunicación no verbal es realmente impactante por el nivel de afectación e intensidad emocional.

En este instante, aflora el rostro de la ira intensa, llamativa por la intensidad de la mirada, la proyección de la mandíbula y la apertura de las fosas nasales, algo que ejecutamos de forma involuntaria y es difícil de simular (salvando la capacidad interpretativa de Will Smith).

Cuando esto ocurre es porque el cerebro envía la señal al organismo de dilatar las fosas nasales al experimentar una emoción ferviente de ira, de este modo obtiene una mayor cantidad de oxígeno, ya sea con el propósito de calmarnos o para ser capaces de atacar con más fuerza.

Estoy de acuerdo con que el momento es surrealista y difícil de creer… Pero todo parece indicar que sí que ha sido espontáneo. Veremos las sucesivas reacciones para tener más datos…

 

 

 

Análisis no verbal: las emociones que hay tras los gestos y palabras de Ayuso

Isabel Díaz Ayuso no improvisó, se prepara y lee su discurso, pero es cierto que levanta la mirada a cámara en momentos de alto impacto emocional para ella y deja entrever ciertos indicadores de la comunicación verbal y no verbal muy concretos.

Sobre todo, en la primera parte de su intervención, ya que empieza fuerte, por ejemplo, con las términos «cruel» e «injusto», dos conceptos muy sonoros emocionalmente hablando.

Con ello quiere dejar constancia de que no son simples palabras, habla de afectos, de sentimientos intensos que dirige directamente a sus interlocutores.

Demuestra así, estar dolida y afectada en lo personal, se trata de un arrebato pasional, puesto que en general, no ha ejecutado una justificación ‘políticamente correcta’, esta aparición no conviene a nadie (del partido), y menos con este lenguaje tan directo y tono acusador, pero le ha dado igual.

Continúa: «Las noticias (acusatorias contra ella) que provienen de Pablo Casado y que él no desmiente…», vuelve aquí a pausar y pronunciar con ímpetu cada concepto, paladea esa frase.

Podría caber aquí alguna evasiva, sin necesidad de manifestar nombres propios, pero ella elige nombrarlo, con una acusación directa, señala a su ahora oponente sin medias tintas, Pablo Casado.

El último enunciado escogido también es interesante: «Es muy doloroso que dirigentes de tu partido, en lugar de respaldarte, sean quienes te quieren destruir».

Y entrecierra los ojos levantando la mirada, este gesto suele ser una señal de valoración negativa y se vincula a la emoción de ira, se trata de un indicador retador de la comunicación, propio de comportamientos de ataque.

No hay estética ni decoro, parece que no habla desde la tristeza, no se pueden apreciar expresiones emocionales en el rostro que la describan como desolada.

Hay dureza en todo su discurso, arrebato y ataque directo, parece que está herida pero fuerte y preparada para la lucha.

La guerra, ahora pública, está servida.

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Fotografía de Ricardo Rubio (EUROPA PRESS)

‘La piel de gallina’ también comunica… ¿qué significa?

Es curioso que uno de los post más leídos de este blog haya sido el de ‘¿Qué es ese nudo en la garganta que sentimos al llorar?‘ Supongo que las reacciones incontrolables de nuestro cuerpo nos llaman la atención a todos y queremos saber más, sobre todo cuando se trata de la relación con nuestras emociones más profundas e intensas y que pertenecen a todo aquello que no podemos racionalizar, a nuestra parte más instintiva.

La ‘piloerección‘ se produce solo por dos motivos: el frío y las emociones extremas. Nos demuestra nuestro vestigio más animal. De hecho, muchos animales siguen compartiendo este rasgo con nosotros por estos dos motivos también.

Si tenéis perros o gatos habréis observado cómo se les eriza el pelo cuando se sienten amenazados, así, visualmente aumentan el tamaño de su cuerpo para mostrarse más fuertes y violentos, en posición de ataque. La adrenalina es la causante de esta reacción, que no viene sola, también hace que nos aumente el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y la sudoración. Es un mecanismo de defensa más.

El ser humano amplía esta emoción de miedo a otras más positivas, se nos pone el vello de punta cuando ciertos estímulos del entorno nos hacen reaccionar en un estado de activación más intensa de lo normal, por ejemplo, ante el contacto con otra persona, una caricia, la excitación sexual… con lo cuál nuestro cuerpo también comunica que estamos interesados y que nos sentimos bien con otra persona.

Pero también nos puede ocurrir cuando vemos una película, leemos un libro o escuchamos música. En este último caso, la Universidad de Harvard ha demostrado que aquellos que sienten esta respuesta fisiológica escuchando determinada música tienen un cerebro ‘especial’. Analizando los escáneres cerebrales de los sujetos que habían manifestado esta reacción física ante diferentes piezas musicales comprobó que su estructura cerebral era diferente a los que no habían tenido ninguna.

Tenían un volumen más denso de fibras que conectaban su corteza auditiva con áreas que procesan emociones, lo cual significa que logran vincularse con más facilidad, teniendo la capacidad de experimentar más emociones y más fuertes que el resto. 

Y a ti, ¿se te pone la piel de gallina?

 

 

El bloqueo en la víctima de La Manada tiene explicación

El juez que votó la absolución total de ‘La Manada’ aludió al lenguaje corporal de la víctima para justificar su resolución.

«No sintió disgusto, rechazo, asco, sufrimiento, dolor o descontento«. «No aprecio en los vídeos cosa distinta a una cruda y desinhibida relación sexual en un entorno sórdido». «No puedo interpretar en sus gestos, ni en sus palabras intención de burla, desprecio, humillación, mofa o jactancia de ninguna clase. Sí de una desinhibición total y explícitos actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo en todos ellos, y, ciertamente, menor actividad y expresividad en la denunciante. Y tampoco llego a adivinar en ninguna de las imágenes el deleite que describe la sentencia mayoritaria salvo que con el término se esté describiendo la pura y cruda excitación sexual». «La expresión de su rostro es en todo momento relajada y distendida y, precisamente por eso, incompatible a mi juicio con cualquier sentimiento de miedo, temor, rechazo o negativa«, añade.

Es interesante en este caso explicar la respuesta del miedo en términos de exprexión emocional y los mecanismos de bloqueo que a veces pueden surgir en situaciones de impacto emocional intenso. Efectivamente trabajamos con emociones esperadas-emociones presentadas. Pero el miedo es una emoción reactiva muy peculiar ya que tiene 3 respuestas posibles: lucha, huída o bloqueo (inmovilidad absoluta). Es un mecanismo de defensa que ocurre también en el mundo animal, cuya función es la autoprotección ante una amenaza o peligro inminente para nuestra supervivencia.

Nuestro cerebro es capaz de paralizarnos a nivel mental y muscular, hay regiones que actúan como un importante punto de convergencia para las diferentes redes de supervivencia con el fin de reaccionar ante una situación emocionalmente difícil, capaz de ralentizar la actividad cardíaca (bradicardia) y paralizar los movimientos, incluyendo la activación expresiva de los músculos de nuestro rostro.

El miedo funciona de forma autónoma, no podemos racionalizar cuál será nuestra respuesta hacia una amenaza, nuestro sistema nervioso autónomo (apenas genera reacciones conscientes) es el que evalúa por nosotros, en décimas de segundo, si tenemos posibilidades de sobrevivir luchando, si tenemos alguna vía de escape, o si la respuesta defensiva de inmovilidad y pasividad es la más adecuada en ese momento.

Por tanto, no podemos juzgar la parálisis como una respuesta incongruente asociada al terror que sufre una víctima de cualquier tipo de agresión sexual.

 

¿Cómo reaccionar en un ataque terrorista? La clave del comportamiento no verbal

Por desgracia, y a tenor de los últimos acontecimientos, no podemos dejar de preguntarnos cómo actuaríamos nosotros si nos viéramos envueltos en un ataque terrorista de las características, por ejemplo, de la última barbarie sucedida en Londres; en la que existen otras personas implicadas (víctimas y atacantes), tiempos de reacción, toma de decisiones y un abanico de emociones variopinto.

En este tipo de situaciones influyen diferentes factores que hacen que no haya fórmula matemática de predicción del comportamiento, todo depende del contexto, la personalidad, las experiencias previas, los recursos disponibles, principios, valores, educación y un largo etc… Mi colega de profesión, Ana de Puig Olano, ha tratado el tema desde un punto muy interesante, la relación directa que se establece entre la emoción primaria del momento y la conducta, es decir, por qué nuestra conducta será una u otra en función de la emoción.

Cuando aún no se había desarrollado el cerebro racional, cuando aún no existía el lenguaje verbal, las emociones nos permitieron sobrevivir. Al sentir una emoción como el miedo, por ejemplo al percibir un depredador, por un lado se ponía en marcha una reacción interna a varios niveles (noradrenalina, transpiración extra, flujo sanguíneo hacia las extremidades inferiores…) que favorecía físicamente la huída, y por otro lado, externamente, adoptábamos una expresión facial específica para esa situación que, unido al salir corriendo, comunicaba no verbalmente a los demás miembros del grupo que había un peligro. Las emociones no han evolucionado nada desde entonces, y seguimos sintiendo y respondiendo igual a como sucedía hace millones de años.

Con la emoción de ira, las respuestas interna y externa son diferentes, ya que nos predisponen para otro fin: el ataque ante algo que nos enfurece, que consideramos injusto, que supone una agresión a nuestros valores… Por eso la frecuencia cardíaca aumenta y la sangre se dirige a manos y pies: para favorecer físicamente el ataque (aunque sea para defender lo nuestro). ¿Qué sucede entonces con las situaciones como las de Londres? ¿Si vemos a alguien atacando con un cuchillo? La clave estará en cómo interpretemos en ese momento lo que percibimos: ¿es una situación peligrosa en la que nuestra vida corre peligro?, ¿es una situación que nos provoca una ira irrefrenable? Según cómo valoremos el escenario, en cuestión de una fracción de segundo, nuestro impulso será uno u otro, huida o ataque.

Si tomamos como ejemplo a Ignacio Echeverría, uno de los amigos que iban con él explicaba que vieron a una chica que era atacada por un hombre con un cuchillo. Es posible que Ignacio interpretara esa situación como una escena de violencia de un fuerte contra alguien más débil (armado vs sin arma), y que eso le pareciera terrible, injusto: por lo que en él se desencadenara la respuesta de la ira y le hiciera ir a atacar al agresor y golpearle con el único recurso a su alcance, su monopatín.

Sus amigos, al ver más tarde en cambio que había 3 hombres con cuchillos y una situación caótica, percibieron ese estímulo como una situación de peligro extremo y huyeron; conducta que resulta absolutamente natural, ya que cuando tememos por nuestra vida el cuerpo nos prepara para la huida. Sintiendo un miedo intenso, solo si no nos queda escapatoria podremos atacar: se trataría de luchar por la vida como último recurso. Esto es algo que vemos constantemente en los animales.

¿Sería posible “saltarse” el comportamiento no verbal asociado al miedo, y no dejar que nuestros pies nos lleven? No podremos controlar la emoción, pero sí la conducta. Si conseguimos aplacar esa emoción pasados los momentos iniciales, podremos recurrir al pensamiento racional y buscar soluciones para salvarnos o defender a los demás de una forma que sea efectiva (seguiremos sintiendo miedo, la respuesta interna).

Sin embargo, en situaciones extremas como un ataque terrorista, ya con armas en mano, las cosas suceden en cuestión de segundos y posiblemente haya poco margen para el pensamiento racional; cuando hay emociones tan intensas, el cuerpo dedica recursos energéticos a la respuesta emocional y no quedan energías para un pensamiento racional. Se requeriría tiempo para relajarnos y que la emoción baje poco a poco de intensidad, y poder así pensar y decidir.

 

*Referencia: Ana de Puig Olano – En clave no verbal