¿De verdad se ha descubierto una nueva especie humana?

Cuando hace unos días leí la noticia de que se ha descubierto una nueva especie humana, Homo luzonensis, que vivió hace al menos 67.000 años y cuyos restos se han hallado en una cueva de Filipinas, me vinieron a la cabeza dos pensamientos. En concreto, dos nombres: denisovanos y Darren Curnoe.

Dientes del Homo luzonensis. Imagen de Callao Cave Archaeology Project (Florent Détroit).

Dientes del Homo luzonensis. Imagen de Callao Cave Archaeology Project (Florent Détroit).

Los denisovanos son los eternos aspirantes a nueva especie humana que nunca terminan de conseguir este estatus; algo así como el príncipe Carlos de la paleoantropología. Su primer resto se desenterró en una cueva de Siberia en 2008, un fragmento de hueso de un dedo meñique de un niño o niña. En 2010 se publicó y se nos presentó a los medios como «mujer X», no porque los investigadores supieran que se trataba de una niña, sino porque el estudio analizó la secuencia de su genoma mitocondrial, que se transmite por línea materna.

Aquel estudio marcaba un nuevo hito en la paleoantropología: por primera vez se presentaba un humano antiguo solo por una secuencia de ADN; de hecho, el único resto, aquel trozo de dedo, fue destruido para obtener el genoma mitocondrial. De este ADN se obtuvo mucha información; la suficiente para saber que aquel individuo, contemporáneo de humanos modernos y neandertales, era diferente de estos.

Sin embargo, no se le podía dar el estatus de nueva especie porque no había suficientes restos para establecer un holotipo, el espécimen al que se refieren los estudios posteriores. La paleoantropología tiene sus normas, y en una ciencia en la que tradicionalmente se ha estimado el volumen cerebral de los fósiles llenando el cráneo con semillas, los denisovanos quedaban como algo parecido a una especie virtual, sin un sustrato físico tangible.

Pero con el paso del tiempo se han desenterrado más restos: piezas dentales y fragmentos de hueso de extremidades, de un total de cuatro individuos. Posteriormente se ha podido también secuenciar el genoma nuclear de los denisovanos, y el pasado febrero se informó por fin del hallazgo de dos pedazos de hueso parietal de un quinto individuo. Los fragmentos de cráneo son como la regla de oro de los paleoantropólogos. Cuando por fin se publiquen formalmente estos resultados, ¿entrarán por fin los denisovanos en la categoría de nueva especie? ¿O deberán seguir esperando… hasta cuándo?

Por el contrario, el Homo luzonensis se ha publicado como nueva especie con todas las bendiciones de Nature, a pesar de que no existen fragmentos de cráneo, sino solo algunos dientes y pedazos de extremidades. Evidentemente, corresponde a los expertos decidir si estos restos son suficientes como para admitir la denominación de nueva especie, y parece que así ha sido. Pero se me ocurrió que tal vez no todos estarían de acuerdo. Y fue así como me vino a la memoria el segundo nombre, Darren Curnoe.

Curnoe es un paleoantropólogo australiano que en 2012 describió un intrigante hallazgo, un cráneo parcial descubierto en una cueva de China, datado en menos de 15.000 años y que presentaba una mezcla de rasgos arcaicos y modernos, como si fuera un híbrido entre sapiens y otra especie humana más primitiva. Respecto a la posible identidad de esta última, las posteriores excavaciones de Curnoe dieron sus frutos: en 2015 publicaba el descubrimiento de un fémur de hace 14.000 años que perteneció a un tipo de humano más parecido a especies arcaicas como el Homo habilis o el Homo erectus que a nosotros.

Cráneo del pueblo de la cueva del ciervo rojo. Imagen de Curnoe, D.; Xueping, J.; Herries, A. I. R.; Kanning, B.; Taçon, P. S. C.; Zhende, B.; Fink, D.; Yunsheng, Z. / Wikipedia.

Cráneo del pueblo de la cueva del ciervo rojo. Imagen de Curnoe, D.; Xueping, J.; Herries, A. I. R.; Kanning, B.; Taçon, P. S. C.; Zhende, B.; Fink, D.; Yunsheng, Z. / Wikipedia.

Curnoe llamó a estos humanos el pueblo de la cueva del ciervo rojo. A pesar de tratarse de los humanos arcaicos más recientes que se conocen, el paleoantropólogo se ha mostrado muy prudente a la hora de asignarles una identidad: podrían ser denisovanos, o un cruce entre estos y los humanos modernos, o una especie totalmente nueva, o simplemente sapiens con una anatomía peculiar. Curnoe piensa que aún es pronto para saberlo, y por ello ha preferido mantener una postura discreta.

Pero frente a esta extrema prudencia del australiano, llama la atención cómo los descubridores del Homo luzonensis se han lanzado directamente a la audaz hipótesis de proponer una nueva especie con restos tan relativamente escasos. Y se me ocurrió que tal vez Curnoe tendría algo que decir al respecto.

Y en efecto, así es. En un artículo publicado en The Conversation, Curnoe deja clara su postura desde el título, en forma de pregunta: «¿Cuántas pruebas son suficientes para declarar una nueva especie humana de una cueva de Filipinas?». El investigador aclara que se sitúa en un término medio entre quienes «saludan la publicación [del Homo luzonensis] con entusiasmo» y quienes «aúllan furiosamente, opinando que la declaración va demasiado lejos con muy pocas pruebas».

«Debemos mantener la cabeza fría, porque la designación de una nueva especie todavía es una hipótesis científica, de obligada comprobación y lejos de estar inscrita en piedra, incluso si se publica en las apreciadas páginas de una revista como Nature«, escribe Curnoe. El investigador objeta que el holotipo está representado solo por unos pocos dientes de la mandíbula superior, «todos los cuales están fuertemente desgastados o rotos». «No hay mucha anatomía conservada aquí, y esto me deja con la sensación de que el caso para nombrar una nueva especie es un poco endeble», dice.

«Creo que preferiría dejar el fósil en lo que el arqueólogo y antropólogo keniano Louis Leakey solía llamar la cuenta del suspense hasta que tengamos muchas más pruebas», concluye Curnoe. Porque, y esto no lo dice él pero lo sabe cualquier científico, mucho peor que no publicar jamás un Nature es publicarlo y luego tener que retractarse.

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