Lanzagranadas RPG, fusiles AK 47 y rápidas embarcaciones ligeras con las que se acercan a sus víctimas. Los piratas de hoy ya no llevan pata de palo, pistolón y loro en el hombro.

Ni tampoco buscan apoderarse de las mercancías que transportan los barcos que asaltan. Su objetivo es pedir rescates por devolver las embarcaciones con las que se pierden en las vastas aguas de los océanos. Rescates cuya cuantía oscila entre los 50 mil y el millón de dólares.

El año con mayor número de ataques piratas fue 2003, con 445 secuestros. En 2006, la cifra descendió a 239. Y el año pasado volvió a subir hasta 249.

El reciente secuestro del Ponant en las costas de Somalia, un crucero de lujo francés que se dirigía de las islas Seychelles al Mar Mediterráneo con 32 tripulantes a bordo, ha devuelto a los titulares el problema de la inseguridad en el mar. (Hace unas horas saltaba a los cables de prensa que el Ejecutivo de París ha enviado a un grupo de elite para intervenir en caso de que fallen las negociaciones.)

Si tomamos en cuenta que el 90% de las mercancías que recorren el mundo, lo hacen por vía marítima, un problema nada desdeñable. Y un negocio arriesgado, pero suculento, que tiene como epicentro las costas del anárquico Estado somalí y las aguas del mar Arábigo.

Hoy comienzo una serie de entradas sobre el universo de los piratas contemporáneos. ¿Quiénes son? ¿Cómo actúan? ¿Qué se está haciendo para combatirlos?