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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Mercenarios: la intentona golpista en Guinea Ecuatorial ¿tuvo España algo que ver?

Anteúltima entrega sobre la trama articulada en 2004 por el mercenario británico Simon Mann para tomar el poder en Guinea Ecuatorial y controlar así sus fuentes de petróleo. ¿Qué salió mal? ¿Por qué terminó en la cárcel junto a sus hombres? Y una pregunta que algunos periodistas hicieron en su momento: ¿tuvo España algo que ver en el intento de derrocamiento de Teodoro Obiang?

El caballo de Troya

El plan supuestamente impulsado por el magnate libanés Eli Calil, con financiación, entre otros, de Mark Thatcher, para hacerse con el gobierno de Guinera Ecuatorial, consistía en sacar a Teodoro Obiang de su palacio y llevarlo al aeropuerto junto a su guardia marroquí. Entonces los mercenarios lo detendrían para mandarlo al exilio.

Según señala Robert Young Pelton en su libro License to Kill, el señuelo era una serie de coches de lujo que enviarían como regalo en un avión. Una suerte de caballo de Troya junto al que viajarían también hombres armados.

El encargado de seducir al dictador en Malabo era Nick du Toit, mercenario de largo y oscuro historial, relacionado con la represión del régimen del Apartheid, que trabajaba en Guinea Ecuatorial bajo la tapadera de su empresa: Triple Options Trading.

Compañía a la que Simon Mann comenzó a transferir fondos en junio de 2003, y de la que formaba parte Armengol Ondo Nguema, medio hermano de Obiang y encargado de su seguridad, que pasó una breve temporada en prisión después de que se descubriera el intento de golpe.

Una estrategia complicada

Simon Mann contrató a dos hermanos, Neil y Crause Steyl, para que pilotearan los aviones. Según el documento que salió a la luz durante el proceso judicial, bajo el título Assisted Remige Change, estos hombres recibirían un millón de dólares cada uno por hacerse cargo de la logística del plan. Los integrantes del equipo en Guinea se llevarían 50 mil dólares cada uno, y los 75 mercenarios que volarían desde Sudáfrica, unos 5 mil dólares.

Para sí mismo, Simon Mann, que presumiblemente figura en el escrito como “Capitán F”, se reservaría 15 millones de dólares, además de la nacionalidad guineana, el puesto como jefe de las fuerzas de seguridad de Severo Moto, además de un porcentaje sustancioso de los beneficios del petróleo.

La logística del plan original resultaba sumamente precavida y minuciosa. Dos aviones se emplearían para llevar las armas y los hombres a Guinea Ecuatorial. Partirían desde la base de Pomfret, en Sudáfrica, donde los mercenarios se estaban entrenando. Desde allí irían a Zambia y luego al Congo. La idea era no dar indicio de sus intenciones. Se suponía que se trataba de una misión de seguridad para las minas congoleñas. Desde allí una de las aeronaves haría un breve desplazamiento Zimbabwe para recoger las armas, y ya todos saldrían hacia Malabo.

Simultáneamente, el otro hermano aviador, Crause Steyl, llevaría a Severo Moto en la aeronave particular de Simon Mann a Canarias, y luego a Mali, para aterrizar en Malabo una vez que el golpe hubiese concluido. En el vuelo también iría Greg Wales, que en teoría se había encargado de la labor de lobby en Washington para vender a Severo Moto como un hombre probo, que inauguraría una fase democrática y respetuosa de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial.

Un error mayúsculo: las prisas

Las cosas se empezaron a torcer en febrero de 2004, cuando uno de los aviones armenios encargados de llevar a los mercenarios se llevó por delante un ave quedando inservible. Simon Mann, que había viajado a Zimbabwe junto a Niek du Toit para pagar las armas (100 RPG, dos morteros, 10 pistolas Browning, 61 fusiles AK47 y 20 ametralladoras PKM, con más de 50 mil municiones, por un coste de 180 mil dólares) regresó a Sudáfrica. Enfadado, acusó a Crause Steyl – que sería el principal testigo en el juicio posterior – de haber estructurado un plan demasiado enrevesado.

En su lugar colocó a otro mercenario, Ivan Pienaar, al que pidió que se dejara de coches de lujos y escalas, y pusiera camino en un solo avión rumbo a Zimbabwe primero y después a Guinea Ecuatorial, sin escalas ni maniobras de distracción. Para la misión Ivan Pienaar compró por 400 mil dólares un viejo boeing 727 a la compañía de EEUU Dodson Aviation.

El 7 de marzo el avión, pintado de blanco, llegó a Sudáfrica. Robert Young Pelton señala que Simon Mann no sabía que, tres días antes, alguien había dado el soplo del plan al presidente angoleño: Eduardo do Santos, que a su vez llamó a Luanda urgentemente a Manuel Nguema, Ministro del Interior guineano. Otros periodistas apuntan a que fueron las autoridades sudafricanas las que dieron el aviso a Zimbabue.

Acusaciones a España

En cuestión de horas, todos los hombres implicados directamente en la misión terminarían tras las rejas. Severo Moto, al enterarase del fracaso del plan, regresaría a Canarias, donde sería retenido durante un corto lapso de tiempo en el aeropuerto.

Y entonces la sombra del golpe fallido empezaría a involucrar a empresarios y políticos de las más altas esferas. En la ONU el gobierno de Obiang acusaría a España de haber apoyado el golpe. Lo mismo haría Crause Steyl frente a los tribunales sudafricanos.

Continúa…