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Cuando en el mar virtual te abordan piratas: gestión emocional de un hackeo

Hace cosa de un mes recibí un mensaje de Instagram de una persona a quien acompañé como coach: Verás, no quiero molestarte, pero te quería pedir un favor, leo en la cajita de diálogo en un catalán perfecto. Claro, ¿qué necesitas? ¿Te llamo?, respondo yo. No, no hace falta…Verás me estoy presentando de influencer y quería pedirte que me votaras. Recibirás un enlace en tu móvil y solo tienes que copiarlo y pegarlo, me dice ella. Ah vale, le digo. Recibo el enlace y se lo mando por whatsapp. Ya lo tienes, te lo he mandado por whatsapp, le digo. No, mejor por aquí, me dice.

Sin pararme a pensar que aquello no cuadra, mis dedos corren más que mis pensamientos. Copio el enlace y lo pego en Instagram. Con un pequeño gesto he ayudado a alguien a quien aprecio, me siento bien.

A las horas, recibo un mensaje de Instagram: Has cambiado tu correo de acceso y contraseña. Entonces ato cabos y entro en pánico: ¡Eran hackers! ¡Han suplantado mi identidad a través del phising! ¡No tengo acceso a mi cuenta de Instagram! Presa por el miedo creo otra cuenta de Instagram, diciéndome que al menos podré ver lo qué hacen los piratas con mi cuenta. Pero hago algo mal y entonces Instagram me bloquea. Me dice que la cuenta nueva está suspendida por movimientos sospechosos. Esto es el colmo…¡ahora resulta que la pirata soy yo!

Empiezan a llegar mensajes de whats preguntándome por mis stories de criptomonedas. ¿Magda, eres tú quien pone eso? Empiezo a explicarme… ¡que vergüenza! En paralelo contacto a dos informáticos pidiéndoles ayuda. Al poco me dicen que no se puede hacer nada, más allá de reclamar a Instagram. Lo hago repetidamente, con pruebas de identidad, con facturas de publicidad de mis cursos, y lo que recibo por respuesta es: NADA.

Los piratas intentan hackear las cuentas de mis contactos y a raíz de eso me contactan muchas personas de quien no tengo noticias desde hace tiempo: compañeros del instituto, personas que leen mis artículos, amigos…Algo positivo de todo ello, me digo. Pasan los días y elijo seguir navegando esta patética situación de la siguiente forma:

(Prateek Katyal, UNSPLASH)

SIN DRAMA

Sí me han hackeado la cuenta de Instagram, un altavoz para compartir mis ideas y hacer visible mi profesión. Sin embargo, mi fuente de trabajo es el boca oreja y mi audiencia principal no pasa por este medio. En cualquier caso, no tiene demasiada importancia. No la tiene cuando el planeta se está calentando hasta límites insospechados. Cuando estamos de lleno en la sexta extinción masiva. Cuando con los próximos comicios del país está demasiado en juego. Cuando tú y yo nos vamos morir. De modo que, decido olvidarme y centrarme en terminar este artículo, ir a por el pan, hacer de madre.

SIN CULPA

Ayer hablaba con una persona a quien hackearon su cuenta a través de la mía. A tocar de los setenta años, me decía, vaya es que yo a mi edad, me he dejado engañar, estas cosas ya no son para mi…su voz estaba llena de culpa y remordimiento. Le pedí que por favor que no se culpara por ello. Los piratas se aprovechan de la buena fe. De la confianza que tenemos los unos en los otros. De nuestras ganas de ayudar. Y esto no es algo de lo que avergonzarse, al contrario, nos tendría que enorgullecer pues es lo que nos hace humanos. Por ello decido no culparme por haber caído en la trampa de personas con malas intenciones y sin principios. Si alguien tiene un problema y de graves consecuencias son los hackers.

CON RESPONSABILIDAD Y APRENDIENDO

Según Heidegger, cuando las cosas se rompen o no funcionan como esperábamos, es entonces cuando la realidad se muestra de verdad. Cuando yo decía que tenía una cuenta en Instagram, no era cierto. Era Instagram quien tenía mis datos y cuando personas malintencionadas han querido apropiárselos, pues lo han hecho sin dificultad. Por ello, a partir de ahora, además de andarme con sumo cuidado en el mundo virtual, no voy a abrir ninguna otra cuenta en Instagram.

Recibir la experiencia con el asombro de quien sale de la caverna y por fin ve la luz es el regalo de cualquier crisis, tropiezo o decepción. También ser el blanco de un hackeo en toda regla.

PS: Si quieres echarme un cable, puedes denunciar la cuenta a mi nombre pirateada en Instagram en este enlace. Cuantas más personas la denuncien, más pronto la cerrarán 😉 .

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¿Cómo afrontar la tormenta imperfecta de las vacaciones? La paciencia como aliada

En conversación con Ana, una amiga que justo había regresado de un viaje de un mes con su pareja en Australia, me decía, verás, durante el año, somos como dos barcos que navegan cada uno por sus aguas. Nos encontramos en el puerto de las comidas, las cenas y alguna actividad. El resto del tiempo, vamos a nuestro aire. De modo que este viaje podría haber sido un infierno, ya nos conoces…sin embargo, estuvo genial, decía sorprendida, como si juntos hubiesen batido un record olímpico.

¿Cómo te explicas que fuera tan bien? le pregunté. Bueno, pues creo que tiene que ver con el trabajo introspectivo y la meditación. Me han ayudado a a desarrollar la paciencia y esto lo cambia todo.

Al igual que para Ana, para algunos de nosotros se avecinan días de vacaciones y con ellos la tormenta imperfecta de los conflictos familiares. ¿Y si la paciencia fuese una aliada? La paciencia como cualidad humana suena anticuada y aburrida. ¿Quién quiere ser paciente en tiempos líquidos, en tiempos de fast and furious, en tiempos de lo quiero, lo tengo? Una interpretación superficial y equivocada de la paciencia, es tomarla como la virtud de los débiles, de los sumisos, de los pasivos. En contraste, en su libro Paciencia, Gabriella Caramore traza los vínculos entre la paciencia, el coraje y la esperanza desvelando dimensiones activas y poderosas de la misma.

LA PACIENCIA NO SE TIENE, SE CULTIVA

En el caso de la paciencia el lenguaje no ayuda, pues parece que o bien uno nace con paciencia, o no hay remedio que valga. Siempre me había dicho a mi misma que no tenía paciencia. Hasta que con la maternidad me di cuenta que más me valía desarrollarla por mi bien y el de todos. Entonces sustituí el “no tengo paciencia” por el “bebo de un pozo de paciencia infinita”. A la semana, mi pareja lo notó, vaya, veo que tienes mucha más paciencia con la niña. ¡Funcionaba! De modo que un primer paso para empezar a cultivar la presencia es cambiar la narrativa que tienes respecto a ella. Si has vivido bajo la maldición de decirte que eres impaciente, puedes romper el hechizo dando la vuelta a esa creencia, sustituyéndola por una que te anime a practicar esta estoica virtud.

NO VA SOBRE TI

Al examinar escritos clásicos y textos sagrados, Caramore pone de relieve que es el arduo cultivo de la paciencia lo que tienen en común Ulises, Moisés, Abraham, Job, Krishna y por supuesto Jesús. La paciencia de cada uno de ellos se forja en las circunstancias más difíciles: a las puertas de la muerte, a punto de entrar en el campo de batalla, en medio de la enfermedad, en plena traición de quienes se hacían llamar amigos… y tiene un motor común: se enfoca en el bien superior por encima de las propias preferencias.

PACIENCIA Y SUFRIMIENTO

Es ése sentido expandido del yo lo que nos conecta a las necesidades del otro o del sistema, en contraste con lo que a uno le viene en gana, lo que nos da la motivación, el temple y la fuerza para ser pacientes. Sin embargo, la paciencia no es un rendirse a las necesidades del bien común o del otro de forma ciega. Las palabras de Shantideva sobre la paciencia – kshanti en sánscrito -, una de las seis paramitas o perfecciones budistas apuntan más allá:

No debo ser impaciente,

con el calor y el frío, el viento y la lluvia,

la enfermedad, el cautiverio y las palizas;

ya que si lo soy, el daño que me causan aumentará.

Según Shantideva la impaciencia aumenta el daño de las condiciones que causan sufrimiento. Esto es así porque en la impaciencia hay un resistir, un rechazo a lo que es. En cambio en la paciencia habita la confianza de que todo lo que sucede, todo lo que nos ocurre puede ser recibido y aceptado.

(Adam Kring, UNSPLASH)

PACIENCIA BAJO LA TORMENTA

La paciencia es la actitud que permite según Rilke1 “llevar algo dentro hasta su conclusión y luego darlo a luz; dejar que cualquier impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio entendimiento, hasta quedar perfectamente acabado”. Aunque Rilke habla del proceso creativo, su enfoque se puede aplicar a cualquier experiencia: a la relación con un hijo, a una crisis de pareja, a una enfermedad, a una transición profesional… En estos casos no se trata tanto de hacer o no hacer, sino de poner en práctica una actitud de escucha curiosa pero sin agenda que nos permita intimar con la situación recibiéndola con amabilidad. Recibiéndola con amabilidad “como el árbol que no apremia a su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca llegue otro verano. A pesar de todo el verano llega, pero solo para quienes saben tener paciencia y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad”.

 

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(1) Cartas a un joven poeta. Rainer María Rilke

¿Te cuestan ciertos eventos sociales? 5 claves para navegarlos con arte

Ayer en el Laboratorio del ser, un espacio relacional que facilito semanalmente, surgió el tema de la pesadez o el incordio mayúsculo de algunos compromisos sociales.

Independientemente de nuestro grado de fluidez social, existen actos y actos. Y algunos actos son un tostón. ¿Es eso verdad? ¿Existen actos que son objetivamente un tostón? Mi argumento es que no. No existen actos que sean objetivamente aburridos. Cuando nos enfocamos en el acto diciéndonos que es un tostón y no en nuestra capacidad de actuar, estamos relegando la responsabilidad sobre nuestra vida a los guiones sociales preestablecidos y eso se llama echar pelotas fuera. Eso se llama hacerse la víctima. Aunque los guiones sociales y normas culturales tengan mucha fuerza, siempre, absolutamente siempre tenemos margen de maniobra para ser fieles a nosotros mismos.

(Antenna, UNSPLASH)

Existen miles de ejemplos en los que las personas hacen uso de este margen de maniobra en las más adversas circunstancias.

Un caso extremo es el del grupo de intelectuales que se estaban a punto de morir en el gulag, un atroz campo de trabajo soviético, según la crónica de Aleksandr Solzhenitsyn en El archipiélago gulag. En lugar de lamentarse o caer en el sentimentalismo, lo que decidieron hacer fue darse clases de su especialidad por turnos, mientras sus vidas se iban apagando.

Otro caso parecido es el de los músicos del Titanic. Mientras el transatlántico se estaba hundiendo, en lugar de caer presos del pánico, decidieron seguir tocando para calmar a los pasajeros. No cesaron de tocar hasta que el barco les sumergió mar adentro.

Testimonios como estos en circunstancias límite, ponen de relieve el siempre existente margen de maniobra en nuestra vida. Frente a ellos, navegar con gracia un evento social indeseable debería ser pan comido. Si todavía no lo ves claro, te dejo unas pautas que te ayuden a ello:

  1. CONSIDERA NO IR. Esta opción puede parecer cobarde, pero no tiene porque serlo. Para dilucidar si un no es la mejor opción, plantéate las razones por las que no quieres ir. Luego imagina las consecuencias a corto, medio y largo plazo. Si te sientes en paz con ello, adelante, excúsate del encuentro. Si después de valorar lo anterior, decides ir, te animo a seguir leyendo.
  2. OLVÍDATE DE QUE “TIENES QUE PASÁRTELO BIEN”. Esta idea no está fundamentada. En la vida hay momentos en los que uno se lo pasa bien y otros en los que no. Creer que te mereces ser feliz o disfrutar es un problema. Si vas a los encuentros sociales con la presión de pasártelo bien, esta jugará en tu contra, pues sin querer, estarás pendiente de esta infundada expectativa.
  3. MANTENTE CONECTADO CONTIGO MISMO. A menudo, los eventos sociales nos diezman cuando nos dejamos llevar por el guión social de lo que se supone que debemos hacer. El antídoto consiste en mantenerte en todo momento conectado contigo mismo, respondiendo internamente a estas preguntas: ¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué me apetece? ¿Qué opciones tengo en este momento? Se trata de mantenerte conectado a tu estado interior, para que de este modo puedas actuar en consecuencia, en la medida de lo posible.
  4. SIGUE TU CURIOSIDAD. La curiosidad es uno de los motores de la vida. ¿Quién te genera curiosidad? ¿Qué te genera curiosidad de la persona de al lado? ¿Qué te gustaría conocer? Tira del hilo de la curiosidad y entrarás en el terreno de la presencia.
  5. MUÉSTRATE. En mi consulta de coaching he constatado que cuando pensamos en ser auténticos tendemos a irnos a los extremos: O sigo las normas sociales al pie de la letra o les mando a todos al carajo. Este enfoque no ayuda. El crecimiento pasa por seguir el camino del medio, sosteniendo la tensión de ser auténticos y respetar en lo posible los códigos sociales. En la tensión está el crecimiento personal. Y en la tensión, también está la transformación social, porque al tensar las normas sociales, también las transformamos.

Como tantas cosas en la vida, aplicar estas pautas no es algo que se hace una vez y ya. La recomendación es convertirlas en una práctica. Con ella serás cada vez más auténtico y fiel a ti mismo. Participar así en la vida es extraordinario.

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Sobrevivir a las celebraciones familiares y de cualquier tipo

En plena celebración familiar sobreviene a Antonia una tristeza sin nombre. De pronto se siente fuera de lugar, como si no perteneciera. Extraña al esfuerzo de todos por estar alegres, el comentario burlón de su cuñada la pilla desprevenida y reacciona con toda su mordacidad. La otra se rebota y se empiezan a gritar. Antonia se va tras dar un sonoro y doloroso portazo que impacta a todos, a ella la primera, arruinando la celebración.

De forma similar, a las pocas horas de una celebración familiar, Fina se siente incómoda. La matriarca de la familia ha mandando cantar villancicos. Ella siente un profundo rechazo hacia el tono de la invitación, pues suena más a obligación que a otra cosa. Sin embargo, como practicamos en sesión, Fina no mira hacia a su suegra sino hacia adentro. Entonces aprovecha para buscar cierta soledad, busca una excusa, sacar al perro. Ahí conecta con su pena y la respira. Se da una tregua. Vuelve a casa y siguen cantando. Le apetece otra cosa. Toma unas cartas e invita a sus sobrinos a jugar. Ha sorteado el bache respetándose a sí misma y creando un espacio en el que ella y una parte de su familia se divierten.

Pasado el gordo de las fiestas navideñas todavía quedan algunos coletazos significativos. Todavía pueden saltar chispas. La sangre puede llegar al río. Todavía podemos vivir una celebración más como si nos tragásemos una amarga píldora. O podemos capearlas como expertos navegantes, disfrutando al hacerlo.

Las fiestas navideñas, como cualquier reunión familiar contienen algunos de los ingredientes que favorecen el conflicto: más tiempo de convivencia; la idea de que “tenemos que pasarlo bien”, lo que añade tensión y facilita que reprimamos emociones que contradicen la alegría; y tradiciones que de mantenerse inflexibles pueden resultar opresivas.

(Nicole Michalou, PEXELS)

Una forma de navegar las fiestas o cualquier encuentro social con soltura es mantenerse conectado con uno mismo. Darte cuenta de lo que sientes y lo que necesitas en cada momento no solo para que la reactividad no te juegue una mala pasada, sino para que el autoconocimiento y la curiosidad te guíen allá donde está tu energía vital y la de los demás.

Una barrera a escucharte internamente es dejarte dominar por la presión inconsciente a conformarte al grupo. Es el miedo atávico a ser abandonado por la tribu, lo que comprometía nuestra supervivencia. Ahora ya no. Así que cuando lo sientas, no te dejes dominar por él y sigue tu intuición de acorde a lo que necesitas, desde el respeto y con amabilidad hacia todos.

Cuando damos espacio a lo que necesitamos desde el respeto hacia nosotros mismos y el sistema en el que nos encontramos, fluimos socialmente con gracia. La mayoría de las veces. Y cuando no sea así, allí aplican los versos del poeta y su inexcusable apelación: “cualquier cosa o persona que no te haga sentir vivo es demasiado pequeño para ti1”.

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(1) “Anything or anyone that does not bring you alive, is too small for you.” David Whyte del poema Sweet Darkness.

Que no te importe sentirte despechá o por qué agradecer el rechazo

En un taller para emprendedores al que me refería en un artículo anterior, una de las cuestiones que interesaba a los asistentes era cómo gestionar el no, o el rechazo a una propuesta de colaboración o comercial.

«Pide y se te dará» rezan las escrituras. Bien sabemos que demasiado a menudo no es así. Cuando pides y te dicen que no, puede doler. Ofreces algo que tú creías valioso y es rechazado. Propones algo y te cierran la puerta. Nos pasa como emprendedores, nos pasa como trabajadores, como esposos, como madres…Sino cada día, lo suficientemente a menudo como para que aprendamos a orientarnos a ello de forma sabia y sin drama.

Hace poco recibí un par de noes que me dolieron. Uno especialmente, ya que primero fue un sí y después se convirtió en un no. El segundo era de anticipar. Juntando a ambos una parte de mi se sintió…despechá. Cuando nos convertimos en adultos se supone que tenemos que endurecernos y dejar atrás aquellas formas de ser vulnerables, sensibles, receptivas, sin embargo no es así, algunas de estas partes – por fortuna – siguen viviendo dentro de nosotros y muestran su dolor en momentos como por ejemplo, de rechazo.

Cuando uno entiende que todas las emociones tienen su razón de ser y que merecen su espacio, es posible tomar el gusto a experimentarlas todas. En este caso, me di un día entero para sentir la tristeza – haciendo todo normalmente- por las oportunidades que se cerraban. Después de la tristeza vino calma. Afloró la consciencia de que ambos noes materializaban una realidad, o mejor dicho, una verdad. La verdad del otro, que ahora resplandecía ante mi de forma prístina. Y la verdad sobre mi propuesta que ahora podía ver bajo una nueva luz y tal vez ajustarla o tal vez no.

Señal de no

(Jakayla Toney, UNSPLASH)

Un rechazo es un punto en la prosa de la vida. A veces es un punto y seguido. A veces es un punto y aparte. En ambos casos el punto nos invita a la pausa. Nos invita a escuchar. A reflexionar sobre cómo estamos haciendo lo que hacemos; sobre nuestras intenciones; sobre las personas con quienes lo hacemos y sobre los sistemas que empleamos. Si has recibido un rechazo en forma de no, una vez superada la respuesta emocional, te invito a reflexionar:

  • ¿De qué forma estás haciendo lo que haces?
  • ¿Cuál es tu intención al hacerlo?
  • ¿De qué otras formas podrías hacerlo?
  • ¿Qué otras personas te podrían ayudar en este empeño?
  • ¿Qué sistemas necesitas para llevarlo a cabo?

Si te quedas con estas preguntas, nacerán respuestas que te permitirán reescribir tu empeño. Al hacerlo una nueva luz inundará la página de tu vida. Entonces te sentirás agradecido por el rechazo, sabiendo que era exactamente lo que necesitabas para crecer.

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Cuando para ayudar, tienes que olvidarte de ayudar

Ayer en sesión de coaching la persona a quien acompaño me explicaba su experiencia como mentor de un chico de etnia bereber, a raíz de un programa de voluntariado en el que se ha embarcado. Me explicaba de qué forma le resultaba un reto esta relación, puesto que veía muchas cosas que podía hacer para ayudarle pero que a menudo, las reacciones del joven le desconcertaban. A lo que le pregunté ¿Cómo sabes que le estás ayudando? Buena pregunta me dijo, no lo sé. Le compartí mi experiencia de este verano de acoger a una niña saharaui de ocho años, en el marco del programa Vacaciones en Paz. Al encontrarnos con otras familias de acogida, nos sorprendió que a algunos les había movido la voluntad de ayudar. No fue la nuestra.

Querer ayudar a otra persona es uno de los impulsos más nobles del ser humano. Sin embargo, ayudar es una tarea delicada, y el mero hecho de querer ayudar puede erigirse como una barrera. ¿Por qué? Pues porque nos sitúa sin querer en una posición de superioridad frente al ayudado. Nosotros tenemos algo, o cierta experiencia o capacidades que la otra persona no. Desde este punto de vista, ayudar sería como algo meramente transaccional. Uno entrega al otro lo que necesita y ya.

En la práctica, la verdadera ayuda no funciona así. Además, aunque nos dé la impresión de que este tipo de ayuda funciona, puede tener un efecto perverso. El de desempoderar a la persona que “recibe” la ayuda, alienándolo de su propio poder y capacidades, convirtiéndole en dependiente de nuestra “ayuda”.

En cambio, la verdadera ayuda nunca va en un solo sentido. Las dos partes implicadas reciben los frutos de una relación, en la que los papeles de ayudado y ayudador se difuminan.

Dos manos cogidas

(Tabitha Turner, UNSPLASH)

Los primeros días de la llegada de Maia – un nombre ficticio – fueron complicados. De casi ocho años, Maia no hablaba nada de español, a penas podía comunicarse y extrañaba a horrores de su familia. Queríamos ayudarla, pero no podíamos, por mucho que nos esforzásemos en animarla con juegos, preparando platos de comida que le gustaban y películas de dibujos, entre otras cosas. Realmente, lo único que podíamos hacer era acompañarla en su pena estando a su lado cuando se ponía triste, facilitarle que hablase con su familia y seguir con el día a día del verano. Pasaron los días y aunque nada parecía cambiar, todo estaba cambiando. Maya seguía llorando a ratos y también riéndose a otros. En paralelo a todo eso eso, de forma invisible algo se estaba tejiendo: nuestro vínculo.

Una de las metáforas visuales del vínculo que más me impactaron, apareció en la película Avatar, el clásico de James Cameron. La escena en la que Jake y la nativa Neytiri se disponen a montar a un Ikran – una especie de dragón volador bastante feroz. Después de varios intentos, el protagonista ha conseguido montar a uno, entonces Neytiri le grita: «¡rápido crea el vínculo!», lo que consiste en conectar la antena del dragon con la propia trenza del jinete. Cuando esto ocurre, los dos extremos se unen. Porque siguiendo esta imagen – dejando a parte la violencia de la escena-, vincularse es crear un cordón energético entre dos personas. Este cordón es el sustrato de la relación que determinará lo que puede darse en ella. Los vínculos fértiles, al igual que la tierra, requieren dos cosas: interacciones y tiempo. Cada interacción revela nuestras intenciones hacia la otra persona, que en nuestro caso no era más que acoger a la niña en el seno de nuestra familia desde el respeto y apertura. Y cuantas más interacciones se dan, más se revelan nuestras intenciones que de coincidir, van tejiendo un vínculo sano.


Vincularse es una danza cuyo primer paso es la curiosidad genuina. Esta curiosidad nace del no saber. De no conocer a la otra persona, desconocer lo que necesita, lo que le gusta, sus formas de ser y hacer. Cuando me relacionaba con Maia desde esta curiosidad a menudo me sentía vulnerable y a veces incómoda. Lo contrario a esta curiosidad es proyectar lo que uno cree en el otro. Pero proyectar en el otro es un gesto agresivo, que nos sitúa en la ilusión de falsa superioridad. En cambio, en la vulnerabilidad del no saber, uno se muestra al otro de forma auténtica. La otra persona puede entonces tener el coraje de mostrarse también. Y tal vez a continuación aceptar una invitación a la danza.

Cada vínculo es la música de una danza que nunca antes has bailado. Y en el baile de la cual, aunque al principio te sientas torpe e inadecuado, puedes redescubrirte y redescubrir al otro sin precedentes. Vuestro baile plantará semillas en la relación. Lo que germine será la prueba de vuestra ayuda mutua. Y entonces tal vez, olvidándote de ayudar, habrás ayudado.

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¿Has hecho terapia y no te ha funcionado? Cinco pautas para darle al vuelta a través del focusing

En el artículo anterior te contaba de qué forma el focusing entró en mi vida y por qué. Hoy hablo del origen de esta potente metodología y te doy cinco pautas para probarla.

EUGENE GENDLIN

En los años cincuenta, el filósofo estadounidense Eugene Gendlin hizo un estudio sobre pacientes que acudían a terapia. La pregunta que se hizo es: ¿por qué algunas personas mejoran, superan sus traumas y se curan y otras no? Aprendió que las personas que mejoraban eran capaces de identificar una sensación en su cuerpo relacionada con el motivo de la terapia, describirla y estar en diálogo con ella. Gendlin bautizó esta práctica y empezó a enseñarla: había nacido el focusing.

Niña con ojos cerrados

(Richard Jaimes, UNSPLASH)

EL CONTACTO LIBERA LA TENSIÓN

Mientras que la tensión es la coraza a través de la cual se mantiene el ego y todos sus complejos – sombra incluida – es a través de recibir la tensión que el cuerpo relata sus vivencias y puede entonces integrarlas. El proceso asemeja a tocar la herida para poder sanarla. Sí, es imprescindible acercarte, ver, tocar esa herida psicológica a nivel de sensación para poder soltarla. Te comparto los pasos básicos para hacerlo:

1. DETECTA LA HERIDA PSICOLÓGICA

Busca aquello que te duele psicológicamente, en forma de la situación actual en la que ocurre.

Por ejemplo, en una sesión de coaching reciente Lucía relataba de qué forma se bloqueaba cuando su jefe perdía las formas y subía el tono de su voz.

2.LOCALÍZALA EN TU CUERPO Y NOTA SU FORMA

Pregúntate en qué lugar del cuerpo lo sientes. Date rienda suelta para hacerlo sin que tenga que “tener sentido”.  Por ejemplo puedes sentir una nube helada en el cuello, un ardor metálico en el pecho o una herida abierta en el esternón.

Al preguntarle a Lucía dónde lo sentía y por su forma, se dio cuenta que la sensación era un nudo en la garganta que la paralizaba.

3. PONLE NOMBRE

Encuentra un nombre, una etiqueta que capture de forma aproximada la esencia de lo que sientes al estilo del punto 2 anterior.

Invité a Lucía a poner nombre a la sensación. Ella dijo “nudo paralizante”.

4. RESUENA

Ahora se trata de viajar del nombre a la sensación de forma reiterada. Puedes poner tu mano en el lugar del cuerpo donde tengas la sensación, mientras repites el nombre y conectas de nuevo con la sensación, luego vuelves al nombre y vice-versa.

Para Lucía al decir internamente nudo paralizante y sentir la sensación en su cuerpo varias veces brotaron lágrimas. Le vino a la memoria la forma en cómo su padrastro solía gritarla de pequeña. La animé a quedarse con la sensación sin hacer nada. Al preguntarle cómo se sentía dijo que pequeña, vulnerable,…sentía que no valía nada.

5. RECIBE

Sea lo que sea que haya sido revelado, recíbelo dándole espacio sin hacer nada. Puede ser un pequeño cambio en la sensación. Cierta información. Emociones en forma de rabia, tristeza, desolación.

Me quedé a su lado. Hay una parte de ti que es testigo de este proceso. ¿Puedes conectar con ella? le dije. Al asentir, le invité a sostener a la parte tierna y dolorida desde ese testigo. Poco a poco fue encontrando la calma y terminamos esa parte de la sesión.

La efectividad del focusing radica en el hecho que libera sombra en forma bloqueos corporales, al tiempo que te ayuda a cultivar una relación de respeto y aceptación contigo mismo. Si has participado en procesos terapéuticos o de crecimiento personal sin éxito, incluir el focusing puede ayudarte a darle la vuelta, catalizando tu evolución personal.

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No, no estás mal de la cabeza por hablarle a tu cintura. Estás haciendo focusing

El ejercicio o la relajación no son las únicas prácticas para dialogar con la sombra psicológica que almacenas en tu cuerpo y mente. Como en cualquier conversación que valga la pena empezamos por escuchar. Pero ¿Cómo diantre escuchar a tu cuerpo? Pues bien: prestando atención a la tensión.

CÓMO DESCUBRÍ EL FOCUSING

Febrero de 2014 en el Centro Integral de Boulder, Colorado. Hola, vine al taller de focusing(1) ¿es aquí? Sí, bienvenida adelante. Nos sentamos en círculo, unas seis personas. Nos presentamos y el facilitador nos invita por turnos a completar la frase: algo sorprendente que me ha pasado hoy ha sido…Observo al resto del grupo. Edad media entre veinticinco y cuarenta y pocos, soy la única mujer. Me siento intimidada y curiosa a la vez. ¿Quién quiere ser el centro de atención durante esta sesión?, pregunta el facilitador. Una voz sale de mi, diciendo yo. Otra parte de mi se rebela, insultándome internamente por ello. ¿Bah, qué es lo peor que puede pasar? dice la parte temeraria.

Par de manos

(Sincerely media, UNSPLASH)

ATENCIÓN A LA TENSIÓN

Entonces, diez pares de ojos ponen su atención en mi. De forma ordenada y respetuosa van compartiendo como se sienten al hacerlo y lo que intuyen de mi experiencia y forma de ser. Cuando lo hacen, buscan mi acuerdo o lo que en focusing se denomina “realidad compartida”. Bajo tal intensidad afloran diferentes tipos de tensiones, actitudes, formas de ser, a las que yo estoy tan acostumbrada que ni veo. Partes de mi sombra se vuelven conscientes. En concreto una tensión circular alrededor de mi cintura que comprime mi respiración.

Termina la sesión grupal y me voy a casa. Me siento indignada. ¿Cómo puede ser que lleve ese cinturón invisible durante toda mi vida… ¡¿sin tan siquiera darme cuenta?! ¿De donde viene? ¿Por qué está allí?…vienen algunas respuestas pero ninguna me satisface. Me invade entonces una gran tristeza por el impacto del cinturón en mi forma de ser: asegurar que me mantengo pequeña, comedida, buena niña.

Pasan los días y tras estar en conversación con el cinturón invisible y su compresión, desaparecen progresivamente de mi cintura. Siguen más y más sesiones de focusing en el Centro Integral. Luego me certifico y empiezo a aplicarlo en mis sesiones de coaching de forma radicalmente transformadora hasta…el día de hoy.

Pero…¿Por qué el focusing funciona y cómo ponerlo en práctica? Te lo cuento en el próximo post.

 

(1) La variante del focusing que practiqué y de la que estoy certificada se denomina Integral circling.

 

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Escucha la historia que tu cuerpo te quiere contar. Cómo integrar tu sombra a través del él

La mirada. La postura. La forma de hablar o callar. Nuestro cuerpo revela aquello de lo que nos avergonzamos, aquello que nos hizo daño, aquello que queremos olvidar. Sólo observando, una persona con la mirada entrenada podría describir lo que nos ha pasado en la vida. El cuerpo muestra a los otros, mientras calla para nosotros, aspectos que expulsamos de nuestra consciencia: nuestra sombra.

En artículos anteriores he explorado distintas facetas de sombra humana: el problema de creernos que somos lo que queremos ser; cómo detectar la sombra psicológica; pautas para un primer nivel de integración; una pauta para procesar la culpa y la vergüenza y cómo detectar tu sombra dorada. Siguiendo con este tema, hoy exploro su relación con el cuerpo y formas de integrarla desde esta dimensión.

EL VÍNCULO ENTRE SOMBRA Y CUERPO

Cuando nacemos las emociones atraviesan nuestro cuerpo de forma total, y con ellas su energía. A medida que crecemos, nuestra personalidad se modela conforme nos negamos a recibir ciertas experiencias. El rechazo toma forma de rasgos de personalidad y de un cuerpo determinado.

La experiencia rechazada, se deposita en nuestro cuerpo en forma de sombra a través de tensión. Por esta razón el repositorio por excelencia del inconsciente es el cuerpo.

Cuello y parte de tórax

(Ramez E. Nassif, UNSPLASH)

PROCESO BIDIRECCIONAL

Sin embargo este proceso no es unidireccional. En la medida en que la experiencia modela el cuerpo (y la psique), también a través del cuerpo podemos remodelar la psique y abrirnos a aspectos de nuestra experiencia que antes rechazábamos.

Cuando las personas a las que acompaño a través del coaching empiezan a ejercitar su cuerpo por primera vez o de formas diferentes a cómo venían haciéndolo hasta el momento, su experiencia de estar vivos cambia, a menudo radicalmente.

EJERCICIO TRANSFORMADOR

Para María ceramista, empezar a hacer yoga supuso un cambio de tono emocional y mayor facilidad para recibir todo tipo de emociones. Para Luis las salidas de varias horas en su bici de montaña empezaron a fortalecerle a medida que soltaba algunos quilos físicos y psicológicos, de la pesada mochila de su pasado.

El ejercicio es un portal para integrar aspectos de tu sombra, a la vez que flexibilizas la estructura de tu cuerpo: postura, tejidos, articulaciones… Su práctica te ayudará a percibir cada vez más la realidad tal como es, en lugar de hacerlo a través de engañosos filtros, por muy encarnados que estén. 

SINTONIZAR CON TIERRA DE NADIE

Practicar el ejercicio adecuado es un primer paso para empezar a habitar tu cuerpo y sus territorios más desalmados. Con el avanzar de este proceso podrás empezar a sintonizar con la historia de esas tierras de nadie. En el próximo post, te comparto una metodología para hacerlo y así despertar ésas células, que cual exasperadas prisioneras, ansían ser liberadas y incluidas en el seno de tu encarnación.

 

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