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Zuckerberg, su falta de responsabilidad y nuestros hijos

“Señor Zuckerberg, usted y las compañías aquí presentes, aunque esa no fuera su intención, tienen las manos manchadas de sangre. Tienen un producto que está matando a personas” son las palabras con las que el senador Dick Durbin del gobierno de los EEUU increpa a Zuckerberg de Meta junto a los ejecutivos de TikTok, Snap, X y Discord por no prevenir el abuso sexual de niños y jóvenes que tiene lugar en sus plataformas. La comparecencia es digna de atención por su contundencia y por revelar la limitada consciencia de los líderes de las citadas compañías. En el careo, los senadores exigen responsabilidades de las muertes y crímenes de violencia sexual que las tecnológicas han facilitado. Zuckerberg improvisa un discurso poco convincente frente a las familias presentes con fotos de sus hijos muertos. Cuando le preguntan a él y a sus homólogos sobre las normativas que se han puesto en marcha para prevenir los daños del uso de las tecnologías, las reconocen pero se niegan a acatarlas, mostrando al hacerlo su verdadera faz.

La comparecencia resulta familiar. Recuerda a los famosos juicios de las tabaqueras en las que los ejecutivos negaron una y otra vez que el tabaco fuese dañino para la salud. Resistieron y resistieron hasta que filtraron documentos del conocimiento de la industria sobre los efectos del tabaco. Y entonces tuvieron que admitirlo, pagar y acatar regulaciones. También evoca a los juicios de Dupont sobre los efectos sobre la salud de sus antiadherentes. El patrón es el mismo. Personas que dan forma a ciertas organizaciones hacen daño al prójimo ejerciendo una actividad altamente lucrativa. Frente a las múltiples acusaciones, ellos niegan cualquier responsabilidad una y otra vez, hasta que se demuestra lo contrario y tienen que asumir las consecuencias.

El director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg durante la audiencia en el Senado (José Luis Magana / LAPRESSE)

En el camino, el impacto de la irresponsabilidad empresarial es devastador. En el caso de las tecnológicas, niños son abducidos, traficados con fines pedófilos, otros para la prostitución, otros contraen enfermedades mentales que les llevan al suicidio, otros simplemente desaparecen.

Por si alguien tenía alguna duda sobre los efectos de las redes sociales y las pantallas en niños y jóvenes, esta comparecencia sube el volumen a la verdad: a las grandes tecnológicas les da igual el mal que están causando y no son capaces de regularse por sí mismas. Mientras llegan las regulaciones, a padres y familiares no nos queda otra que tomar nosotros las necesarias medidas preventivas.

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Las pantallas y tú. ¿Lo virtual te llena o te vacía?

La revolución digital está alterando nuestra forma de ser y relacionarnos de formas insospechadas, casi sin darnos cuenta de ello. Con la digitalización, a grosso modo existen dos fuerzas contrapuestas. La primera es la fuerza que nos aísla los unos de los otros, aumenta el ruido interior y erosiona nuestra capacidad colectiva a través de dispositivos de distracción masiva. Esta fuerza nos convierte en adictos a las pantallas y a sus comunicaciones despersonalizadas, como articula Byung-Chul Han en su brillante ensayo En el enjambre.

Por otra parte, la digitalización facilita conectar con otros, compartir información y organizarse en grupos con una intención compartida, como por ejemplo el recién emergido movimiento Adolescencia libre de móviles.

La pregunta, ¿Cuál de las dos fuerzas gana, la de la distracción y la fragmentación o la fuerza de la conexión con los otros y con uno mismo? Es una pregunta que cada uno debe responder y que varía en función del momento personal y ciertamente colectivo. Robert D. Putnam advertía hace ya más de dos décadas en su célebre estudio, la tendencia a la reducción de todas las formas de contacto personal en EEUU, algo que dañaba la movilización social necesaria para una democracia sana. La digitalización con su inherente disminución del contacto personal nos empuja aún más al empobrecimiento colectivo.

En este sentido, no es casualidad que en una gran mayoría de mis programas de coaching, cuando la persona lleva la luz de la consciencia a su vida, emerjan de forma espontánea ganas de reducir el tiempo a actividades virtuales: paso demasiado tiempo en twitter, esto me altera y quiero dejarlo; me gustaría retomar la lectura en lugar de ver series cada noche, etcétera, son expresiones que escucho a menudo y sobre las que animo a tomar cartas en el asunto.

El profundo impacto de lo virtual se explica mediante dos vectores. El primero es la calidad de lo que ingerimos a través de las pantallas. El segundo es que el tiempo que pasamos en ellas.

(Alexander Grey, UNSPLASH)

Lo consumido a través de pantallas asemeja a lo que comemos. Hay comida que nos sienta bien y otra que daña nuestro organismo. Y de igual forma, dependiendo de la cantidad consumida y del momento, tendrá un efecto u otro. No es lo mismo comerse un plato de fabada antes de ir a dormir que hacerlo un domingo para comer. Sustituye la fabada por una película de horror y aplica lo mismo. Sin embargo, a otro nivel que con la comida, los contenidos que consumimos a través de pantallas comparten una intención: hacernos consumir más. No es un secreto que lo virtual tenga en su ADN un programa diseñado por expertos en persuasión conductual para engancharnos a sus contenidos.

Por otro lado, el tiempo que pasamos en actividades virtuales nos resta tiempo para hacer otras cosas, casi siempre más saludables y enriquecedoras, como compartir tiempo con personas queridas, hacer deporte, aprender algo, practicar una afición…

Hacerse consciente del impacto de lo virtual en la vida de uno y en los que le rodean es una de las cuestiones que, parafraseando al poeta Martí Pol, tenemos que afrontar por ser del tiempo en el que nos ha tocado vivir. Una lucha que, orgullosos o cobardes, no podemos desertar, pues tu lugar, no puede ocuparlo nadie más que tú.

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Cuando en el mar virtual te abordan piratas: gestión emocional de un hackeo

Hace cosa de un mes recibí un mensaje de Instagram de una persona a quien acompañé como coach: Verás, no quiero molestarte, pero te quería pedir un favor, leo en la cajita de diálogo en un catalán perfecto. Claro, ¿qué necesitas? ¿Te llamo?, respondo yo. No, no hace falta…Verás me estoy presentando de influencer y quería pedirte que me votaras. Recibirás un enlace en tu móvil y solo tienes que copiarlo y pegarlo, me dice ella. Ah vale, le digo. Recibo el enlace y se lo mando por whatsapp. Ya lo tienes, te lo he mandado por whatsapp, le digo. No, mejor por aquí, me dice.

Sin pararme a pensar que aquello no cuadra, mis dedos corren más que mis pensamientos. Copio el enlace y lo pego en Instagram. Con un pequeño gesto he ayudado a alguien a quien aprecio, me siento bien.

A las horas, recibo un mensaje de Instagram: Has cambiado tu correo de acceso y contraseña. Entonces ato cabos y entro en pánico: ¡Eran hackers! ¡Han suplantado mi identidad a través del phising! ¡No tengo acceso a mi cuenta de Instagram! Presa por el miedo creo otra cuenta de Instagram, diciéndome que al menos podré ver lo qué hacen los piratas con mi cuenta. Pero hago algo mal y entonces Instagram me bloquea. Me dice que la cuenta nueva está suspendida por movimientos sospechosos. Esto es el colmo…¡ahora resulta que la pirata soy yo!

Empiezan a llegar mensajes de whats preguntándome por mis stories de criptomonedas. ¿Magda, eres tú quien pone eso? Empiezo a explicarme… ¡que vergüenza! En paralelo contacto a dos informáticos pidiéndoles ayuda. Al poco me dicen que no se puede hacer nada, más allá de reclamar a Instagram. Lo hago repetidamente, con pruebas de identidad, con facturas de publicidad de mis cursos, y lo que recibo por respuesta es: NADA.

Los piratas intentan hackear las cuentas de mis contactos y a raíz de eso me contactan muchas personas de quien no tengo noticias desde hace tiempo: compañeros del instituto, personas que leen mis artículos, amigos…Algo positivo de todo ello, me digo. Pasan los días y elijo seguir navegando esta patética situación de la siguiente forma:

(Prateek Katyal, UNSPLASH)

SIN DRAMA

Sí me han hackeado la cuenta de Instagram, un altavoz para compartir mis ideas y hacer visible mi profesión. Sin embargo, mi fuente de trabajo es el boca oreja y mi audiencia principal no pasa por este medio. En cualquier caso, no tiene demasiada importancia. No la tiene cuando el planeta se está calentando hasta límites insospechados. Cuando estamos de lleno en la sexta extinción masiva. Cuando con los próximos comicios del país está demasiado en juego. Cuando tú y yo nos vamos morir. De modo que, decido olvidarme y centrarme en terminar este artículo, ir a por el pan, hacer de madre.

SIN CULPA

Ayer hablaba con una persona a quien hackearon su cuenta a través de la mía. A tocar de los setenta años, me decía, vaya es que yo a mi edad, me he dejado engañar, estas cosas ya no son para mi…su voz estaba llena de culpa y remordimiento. Le pedí que por favor que no se culpara por ello. Los piratas se aprovechan de la buena fe. De la confianza que tenemos los unos en los otros. De nuestras ganas de ayudar. Y esto no es algo de lo que avergonzarse, al contrario, nos tendría que enorgullecer pues es lo que nos hace humanos. Por ello decido no culparme por haber caído en la trampa de personas con malas intenciones y sin principios. Si alguien tiene un problema y de graves consecuencias son los hackers.

CON RESPONSABILIDAD Y APRENDIENDO

Según Heidegger, cuando las cosas se rompen o no funcionan como esperábamos, es entonces cuando la realidad se muestra de verdad. Cuando yo decía que tenía una cuenta en Instagram, no era cierto. Era Instagram quien tenía mis datos y cuando personas malintencionadas han querido apropiárselos, pues lo han hecho sin dificultad. Por ello, a partir de ahora, además de andarme con sumo cuidado en el mundo virtual, no voy a abrir ninguna otra cuenta en Instagram.

Recibir la experiencia con el asombro de quien sale de la caverna y por fin ve la luz es el regalo de cualquier crisis, tropiezo o decepción. También ser el blanco de un hackeo en toda regla.

PS: Si quieres echarme un cable, puedes denunciar la cuenta a mi nombre pirateada en Instagram en este enlace. Cuantas más personas la denuncien, más pronto la cerrarán 😉 .

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¿Estás listo para la persuasión salvaje del mundo digital? Tres pautas + 1 para prepararte

Cualquier cosa que quieras saber, lo buscas en Google. Lo saben los niños. Lo saben los ancianos. Lo saben hasta las mascotas. Pero atención. Google, al contrario que Wikipedia, no es una enciclopedia. Google es una empresa. Su prioridad número uno no es la verdad, es el beneficio económico.

Si por ejemplo, querido lector, buscas algo en Google, la respuesta que el servidor te dará será distinta de la mía, aunque tecleemos las mismas palabras. Tus resultados se ajustarán a lo que Google sabe de ti – mucho-, buscando los resultados que más te agraden. Y lo mismo hará conmigo. Entonces, ¿dónde está la verdad? En Google desde luego que no. Ni en Facebook, ni Twitter, olvídate de Instagram, TikTok y demás redes sociales.

Cada vez los riesgos de las pantallas para niños y jóvenes son más conocidos. Personalmente, el mundo digital me ha pillado crecida y formada. Y aún así, me las he visto y me las veo para deshacerme de sus pegajosos tentáculos. Pasaba bastante de las redes hasta que publiqué mi primer libro. Entonces personas expertas me aconsejaron estar en las redes y alimentarlas. A lo que me di cuenta, ¡estaba trabajando para las redes! Me tenían pendiente del móvil, de lo que había dicho no sé quien, de responder, de colgar algo… Hasta que me harté, corté por lo sano y volví a lo que tenía sentido para mi: compartir algo, cuando tengo algo que decir y a olvidarme de ellas el resto del tiempo.

(Caspian Dahlstro, UNSPLASH)

Las redes sociales están diseñadas para captar algo profundamente sagrado de nosotros, algo esencial: nuestra atención. Una vez la tienen, nos ofrecen más y más ganchos para mantenernos mirando la pantalla, que es su agenda. El mundo digital activa en nosotros el circuito hormonal de la dopamina, exactamente el mismo que el de las drogas. Así ha nacido lo que se denomina la economía de la atención. Nuestra atención es captada mediante sofisticadas técnicas de un reducido número de ingenieros para mantenernos enganchados. Cuando lo consiguen, -y vaya si lo consiguen- entonces venden nuestra atención a otras empresas para que estas puedan vendernos cosas, opiniones, estilos de vida, votos, actitudes, mentiras…

Te puedes preguntar qué tiene eso de perverso, y decirte que al fin y al cabo, que puedas ver tu serie favorita en Netflix no tiene nada de malo, ni que pases horas en FB o en Instagram…Pues bien, aunque puedan parecer prácticas inocuas no lo son. Te apunto tres consecuencias negativas – de entre muchas:

  • Si estás enganchado a algo no eres libre, ni autónomo. Las fuentes y apps digitales que sutilmente controlan tu atención, te manipulan, seas consciente de ello o no. Crean una realidad para ti, con una intención determinada, que por definición no está alineada con lo que tu quieres o es bueno para ti.
  • Todo el tiempo que estás entregando tu atención a las pantallas, estás desperdiciando tu limitado tiempo en el mundo real: el de los amigos, de los abrazos, de estar con tus hijos o familiares, el de sentir tu vida plenamente…
  • Cada vez que el mundo digital a través del móvil u otros dispositivos te alerta de algo, se alteran tu sistema nervioso y estado de consciencia, a la vez que se interrumpe tu experiencia vital y relaciones.

Según Tristan Harris, fundador del Center for Humane Technology, apodado la consciencia de Silicon Valley, el mundo digital se volverá cada vez más y más persuasivo. Quien dice persuasivo, dice manipulador, generador de yonquis, alienador de seres humanos. Lo que representa una amenaza individual y colectiva. Hoy me quedo con la individual. La pregunta que te hago es: ¿Quieres empezar a tomar las riendas del mundo digital para manejarlo tú a él y no al revés? Bien, ahí van cuatro pautas:

  1. Quita las notificaciones de tu móvil. Practica ponerlo en modo avión y dejarlo en casa a menudo.
  2. Elimina la aplicación o canal en el que pases más horas (FB, IG, Twitter, Youtube, Netflix…)
  3. No sigas las recomendaciones de lo que te dicen que veas en FB, Youtube, Netflix, etcétera.
  4. Instala en tu navegador la aplicación Qwant que no rastrea, ni vende tus datos mientras navegas.

Si quieres tomarte la pastilla roja y ver cuán profunda es la madriguera de la mano de sus sagaces creadores, El dilema de las redes sociales te lo muestra.

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¿Eres consciente del mal? Caperucita roja gore y dos pautas para que te pille preparada

Después de dos semanas especialmente intensas, ayer no podía más. Tenía ganas de salir de mi mundo, las páginas de un libro no me servían y me fui a Disney+. Sí Disney+, pero no vi precisamente Blancanieves, ni nada por el estilo. Pensaba ver algo cómico y relajante. O una comedia romántica. Topé con Fresh y incauta de mi, no hice caso a la reseña en Rotten Tomatoes,  de “para algunos espectadores puede ser difícil de tragar (···) pero si estás de humor para un gore creativo e inteligente, te va a satisfacer”. La palabra “gore” simplemente no se registró en mi cerebro.

La película empieza rollo encuentro chico-chica con mucha química sexual, hasta ahí todo normal. Atención spoiler (¡no sigas leyendo si quieres ver la peli!): Llega la primera escapada romántica de la pareja y antes de cenar, el chico la somete químicamente. Ella despierta atada a una cadena al lado de una cama. Entonces con una sonrisa encantadora, él le confiesa que no se preocupe que no va a violarla, sino que la irá cortando a pedacitos y se irá comiendo su deliciosa carne, y puede que también la venda (!).

A menudo en mi práctica de coaching llegan personas cuya conciencia de la existencia del mal es nula. Son personas – en su mayoría mujeres – con una gran dosis de ingenuidad. Están desconectadas de su lado oscuro, es decir de su capacidad de dañar a otras personas y al interpretar los motivos de otros, ni se les pasa por la cabeza que puedan tener mala intención. Las personas de su entorno tienden a aprovecharse de ellas y van por la vida con un deje de víctimas. Ir por la vida con tal dosis de ingenuidad es altamente peligroso. Es por ello que el trabajo que realizo con ellas es doble: por una parte, las invito a abrir los ojos a la maldad que existe en el mundo, y en segundo lugar, practicamos el ponerse en contacto con su propia capacidad de hacer daño, o lo que es lo mismo, de defenderse y protegerse.


Fresh no deja de ser una versión de Caperucita roja, pero en los tiempos corrientes de ligues virtuales, Instagram, sumisión química y maldad patológica amplificada por la red. La cultura, fiel a su función, nos actualiza sobre la forma en cómo muta el mal en nuestros días y así podamos identificar sus nuevas caras.

Aunque la película termina (atención, de nuevo spoiler) con un ajuste de cuentas supremo con todo lujo de detalles gore, of course, en la vida real, demasiadas veces no es así. Por eso es fundamental recordar que la mayor desprotección frente al mal es pensar que no existe, porque es entonces cuando éste campa a sus anchas. Para reconocer el mal, no tienes que creer en demonios, en el infierno, ni tan siquiera en Dios. Tan solo tienes que mirar dentro de ti y a tu alrededor para ver de qué forma se manifiesta en ti en ciertos momentos y posee a determinadas personas y organizaciones. Abrir los ojos al mal es la mejor vacuna frente al mismo. Espero que no tardes en ponértela.

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Los tres roles que como padre o madre no puedes dejar de asumir (en relación al mundo digital y más allá)

Hace unos días, en una reunión de la escuela, un maestro comentaba que unos padres por no atreverse a pedir la contraseña del google classroom de su hijo, se la pedían a él. El maestro explicaba que si estos padres tenían problemas para pedirle la contraseña a su hijo ahora, todavía en la escuela, más adelante las cosas se podían complicar y mucho.

Esta anécdota encapsula algunas dinámicas que confluyen en la forma en cómo ejercemos la maternidad y paternidad actualmente. La primera es la de no querer hacer de padres/madres como lo hicieron con nosotros. A menudo, para contrarrestar el exceso de autoridad que vivimos algunos, hemos basculado hacia la permisividad o laxitud. La segunda es la corriente de la hiperpaternidad en la que los hijos se ponen en un altar, se les presiona para que encajen en nuestro ideal, generando elevados índices de frustración y ansiedad para ambas partes. La tercera, en relación al mundo digital e internet, es que a menudo, padres y madres nos sentimos torpes respecto al uso de nuevas tecnologías comparados con nuestros hijos, con lo que es fácil caer en la trampa de que esto no va con nosotros.

(Helena Lopes, UNSPLASH)

Como antídoto a todo ello, propongo recordar los tres roles fundamentales a desarrollar como padres o madres, que desde que los descubrí siguen siendo un potente faro en el sorprendente camino de la crianza. Los comparto a continuación, a la luz de lo que significa ejercerlos en relación al mundo digital:

1- EL PADRE / LA MADRE COMO GUÍA. Este rol consiste en actuar de interface entre el mundo y nuestro hijo. Asemeja al rol que hace un guía de viaje cuando lleva a un grupo de personas a un país lejano. El guía traduce por ellos, explica las costumbres de lugar y ayuda a los viajeros a actuar con respeto y consideración en ese nuevo país. Al igual que el guía, nosotros acompañamos a nuestros hijos a conocer y practicar las formas y usos sociales. Traducimos lo que es adecuado en cada situación y les acompañamos a aprender comportamientos sociales.

En el caso del mundo digital, ejercer este rol tiene que ver a estar con orientar a nuestros hijos a contenidos adecuados para su edad. Acompañarles cuando consumen contenidos digitales, por ejemplo viendo una serie con ellos, y comentándola juntos. Interesarse por los youtubers que siguen y por qué. Sin olvidar explicar los riesgos y precauciones que hay que tomar en el uso de las redes sociales y contenidos digitales. En este sentido, en lugar de avasallarlos con riesgos abstractos es mejor compartir historias reales de niños y jóvenes como ellos, que pongan de manifiesto los riesgos invisibles de estos espacios.

2- EL PADRE / LA MADRE CÓMO MODELO. En mi práctica de coaching es frecuente escuchar de la boca de las personas a quienes acompaño: “estoy preocupado porque mi hijo se está volviendo tan apático como yo y esto me duele, quiero evitarlo. ¿Qué puedo hacer?”. A lo que yo respondo que están en el lugar adecuado, porqué la respuesta está en su propia transformación y no en la de sus hijos. Esto es así porque nuestros hijos nos observan todo el rato. Al hacerlo absorben de forma inconsciente nuestras formas: todo aquello que hacemos y cómo lo hacemos. La crianza es uno de los motores de transformación personal más potentes que existen. ¿Quieres que tus hijos mejoren? Entonces esfuérzate tú para ser la mejor versión de ti mismo.

En el caso del mundo digital, ¿Quieres que tus hijos estén menos enganchados al móvil? Pues desengánchate tú, apárcalo durante más horas o déjatelo en casa cuando salís. ¿Quieres que tus hijos hagan otras cosas además de ver series? Ponte a leer, acude a un gimnasio, pinta, invítales a jugar juntos a juegos de sobremesa…

3- EL PADRE / LA MADRE CÓMO GUARDIÁN (gatekeeper). Esta función es una de las más erosionadas por las influencias mencionadas anteriormente. La palabra en inglés es mucho más visual: gatekeeper, guardián del portón. El guardián decide lo que entra y quién entra en la vida de nuestros hijos y lo que no. Así de poderoso es este rol. Y aunque no podemos poner puertas al campo, si que podemos y debemos marcar unas directrices y hacerlas valer.

En el caso de redes sociales y mundo digital, pues tiene que ver con reflexionar y decidir sobre la edad a partir de la cual tendrán móvil, cuántas horas se podrán conectar, a qué hora se apaga el wifi…También consiste en seleccionar los contenidos audiovisuales adaptados a su edad y en comentarlos con ellos. Explicar lo que les puede pasar si se exponen a contenidos que no son apropiados, ayudándoles a que poco a poco vayan desarrollando su capacidad de discernimiento y hábitos de “higiene digital”.

La forma en cómo desarrollamos cada una de estas funciones marcará la diferencia. Tomar conciencia de ellas y practicarlas son las claves para hacerlo cada vez con mayor gracia y fluidez. Por todo ello, te invito a considerar estas preguntas:

¿Con qué roles te sientes más cómodo? ¿Qué rol te resulta más difícil y puedes crecer practicándolo? ¿Cómo os habéis dividido los roles con tu pareja? ¿Qué apoyo necesitáis del otro para desarrollarlos de una mejor forma?

Recientemente Liliana Arroyo doctora en sociología y experta en redes sociales, explicaba que en una de sus charlas sobre los retos del mundo digital para niños y jóvenes, un padre declaraba al final de la misma: “esto de gestionar el mundo digital con los hijos es demasiado difícil, presento la dimisión”. A lo que ella le respondió, sonriendo pero en serio “lo siento pero no te la acepto”. Porque no, como madres y padres no podemos dimitir. Así de grande es el compromiso que hemos adquirido para con nuestros hijos. Tenemos que encarar o encarar, no nos queda otra.

 

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5 pautas + 1  para salir de Matrix y volver a la vida

Uno de los efectos secundarios de la crisis del covid es que nos ha virtualizado a todos todavía más. Al no poder salir a la calle, o de la ciudad, o a cenar, o al monte…nos hemos ido a internet. Es natural. Nuestra naturaleza curiosa, activa y deseosa de actividades que nos llenen, lo ha facilitado. Ahí está la red, a punto para saciarnos con todos sus contenidos y posibilidades. ¿Pero es realmente capaz de hacerlo?

En mi práctica de coaching muchas personas me comparten su malestar por estar enganchados a las redes sociales o a las series. Aunque lo sufren, no consiguen despegarse de sus tentáculos. La naturaleza adictiva de lo virtual, hace que pasemos enganchados más tiempo del que nos gustaría. Nuestra relación con lo virtual me recuerda al soma de Huxley, en un Mundo feliz y a la distopía de Matrix, en la que vivimos sin saberlo.

Pantalla de ordenador

(Markus Spiske, UNSPLASH)

Sin embargo, no hace falta que te conviertas en Neo o en Trinity para salir de Matrix. La clave está en no combatir lo virtual que tiene por supuesto aspectos positivos, sino en dar espacio a todo lo de afuera de Matrix, ignorando a las maquinitas cuanto más tiempo mejor. Te doy 5 pautas + 1 que te allanen el camino de vuelta:

  1. PRACTICA EL ARTE DE NO HACER NADA. Como afirma Eckhart Tölle somos “seres humanos”, no “hacedores humanos”. Por ello, necesitamos alternar periodos de acción con periodos de no hacer nada – ni siquiera pensar. Hay muchas formas de no hacer nada. Te invito a considerar la contemplación, entendida como la práctica de observar tu entorno (descuida, navegar por internet no vale): observa a una planta, a tu mascota, a tu hijo, al techo blanco,… sin ninguna intención. Relájate en este ver. Date cuenta de qué forma la consciencia que mira es la misma que la que recibe la mirada.
  2. REGOCÍJATE EN EL TACTO. La piel es el mayor órgano del cuerpo. Recorre sus autopistas de alta sensibilidad achuchando a tus seres queridos. Llenaos de arrumacos, mimos o pellizcos. Abraza a tu mascota, acaricia a tus plantas. Enloquece dando cosquillas o recibiéndolas. Date un masaje en el cuerpo y permite que este gesto sea una declaración de amor a ti mismo.
  3. VIVE DESDE LAS MANOS. Eres una persona a unas manos pegada. Si queremos, nuestras manos son el portal a experiencias que hunden nuestras raíces en la tierra: dibujar como cuando éramos niños, modelar barro sin que importe lo creado, cocinar y luego degustar, garabatear poemas, escribir chistes guarros, cultivar un pequeño huerto….
  4. CELEBRA TU CUERPO. Baila al son de tu música preferida, despierta a tus células con una ducha helada, haz el amor, sal a recorrer tu ciudad o pueblo…Siente lo maravilloso de tener dos piernas que, con suerte, todavía pueden caminar y no las des por sentadas, sentándolas a todas horas. Pregúntales qué quieren y simplemente sígueles. ¿Que quieren caminar? pues a caminar, ¿Que prefieren ir en bici? pues ya sabes.
  5. ENTRA EN CONVERSACIÓN con otra persona. Empieza por escuchar. Mientras lo haces, no mires al móvil, no cocines, no te pongas a planchar. Escucha con atención como si fuera lo más importante que está ocurriendo en tu vida, porque lo es. ¿Qué te genera curiosidad? Cuando lo encuentres pregunta. Deja espacio al silencio y date cuenta de cuán generosamente carga de energía el espacio entre vosotros.

+ 1 VIAJA A TRAVÉS DEL PAPEL. Lee libros de papel. Recorre sus páginas como harías con la piel de tu amante. Respira y encuéntrate en ellas. Trasládate a otra dimensión con una novela. Deja que te confundan, que pongan tus ideas patas arriba. Cuando te sorprendan o te provoquen, déjales tu huella escribiendo en sus páginas. Entabla una relación con cada libro. Recomiéndalos, y consigue así que ellos también viajen.

Seguramente volverás a Matrix, pero no te angusties, porque una vez tomes la pastilla roja, ya sabes,… no hay vuelta atrás 😉

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