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¿Te cuestan ciertos eventos sociales? 5 claves para navegarlos con arte

Ayer en el Laboratorio del ser, un espacio relacional que facilito semanalmente, surgió el tema de la pesadez o el incordio mayúsculo de algunos compromisos sociales.

Independientemente de nuestro grado de fluidez social, existen actos y actos. Y algunos actos son un tostón. ¿Es eso verdad? ¿Existen actos que son objetivamente un tostón? Mi argumento es que no. No existen actos que sean objetivamente aburridos. Cuando nos enfocamos en el acto diciéndonos que es un tostón y no en nuestra capacidad de actuar, estamos relegando la responsabilidad sobre nuestra vida a los guiones sociales preestablecidos y eso se llama echar pelotas fuera. Eso se llama hacerse la víctima. Aunque los guiones sociales y normas culturales tengan mucha fuerza, siempre, absolutamente siempre tenemos margen de maniobra para ser fieles a nosotros mismos.

(Antenna, UNSPLASH)

Existen miles de ejemplos en los que las personas hacen uso de este margen de maniobra en las más adversas circunstancias.

Un caso extremo es el del grupo de intelectuales que se estaban a punto de morir en el gulag, un atroz campo de trabajo soviético, según la crónica de Aleksandr Solzhenitsyn en El archipiélago gulag. En lugar de lamentarse o caer en el sentimentalismo, lo que decidieron hacer fue darse clases de su especialidad por turnos, mientras sus vidas se iban apagando.

Otro caso parecido es el de los músicos del Titanic. Mientras el transatlántico se estaba hundiendo, en lugar de caer presos del pánico, decidieron seguir tocando para calmar a los pasajeros. No cesaron de tocar hasta que el barco les sumergió mar adentro.

Testimonios como estos en circunstancias límite, ponen de relieve el siempre existente margen de maniobra en nuestra vida. Frente a ellos, navegar con gracia un evento social indeseable debería ser pan comido. Si todavía no lo ves claro, te dejo unas pautas que te ayuden a ello:

  1. CONSIDERA NO IR. Esta opción puede parecer cobarde, pero no tiene porque serlo. Para dilucidar si un no es la mejor opción, plantéate las razones por las que no quieres ir. Luego imagina las consecuencias a corto, medio y largo plazo. Si te sientes en paz con ello, adelante, excúsate del encuentro. Si después de valorar lo anterior, decides ir, te animo a seguir leyendo.
  2. OLVÍDATE DE QUE “TIENES QUE PASÁRTELO BIEN”. Esta idea no está fundamentada. En la vida hay momentos en los que uno se lo pasa bien y otros en los que no. Creer que te mereces ser feliz o disfrutar es un problema. Si vas a los encuentros sociales con la presión de pasártelo bien, esta jugará en tu contra, pues sin querer, estarás pendiente de esta infundada expectativa.
  3. MANTENTE CONECTADO CONTIGO MISMO. A menudo, los eventos sociales nos diezman cuando nos dejamos llevar por el guión social de lo que se supone que debemos hacer. El antídoto consiste en mantenerte en todo momento conectado contigo mismo, respondiendo internamente a estas preguntas: ¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué me apetece? ¿Qué opciones tengo en este momento? Se trata de mantenerte conectado a tu estado interior, para que de este modo puedas actuar en consecuencia, en la medida de lo posible.
  4. SIGUE TU CURIOSIDAD. La curiosidad es uno de los motores de la vida. ¿Quién te genera curiosidad? ¿Qué te genera curiosidad de la persona de al lado? ¿Qué te gustaría conocer? Tira del hilo de la curiosidad y entrarás en el terreno de la presencia.
  5. MUÉSTRATE. En mi consulta de coaching he constatado que cuando pensamos en ser auténticos tendemos a irnos a los extremos: O sigo las normas sociales al pie de la letra o les mando a todos al carajo. Este enfoque no ayuda. El crecimiento pasa por seguir el camino del medio, sosteniendo la tensión de ser auténticos y respetar en lo posible los códigos sociales. En la tensión está el crecimiento personal. Y en la tensión, también está la transformación social, porque al tensar las normas sociales, también las transformamos.

Como tantas cosas en la vida, aplicar estas pautas no es algo que se hace una vez y ya. La recomendación es convertirlas en una práctica. Con ella serás cada vez más auténtico y fiel a ti mismo. Participar así en la vida es extraordinario.

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Sobrevivir a las celebraciones familiares y de cualquier tipo

En plena celebración familiar sobreviene a Antonia una tristeza sin nombre. De pronto se siente fuera de lugar, como si no perteneciera. Extraña al esfuerzo de todos por estar alegres, el comentario burlón de su cuñada la pilla desprevenida y reacciona con toda su mordacidad. La otra se rebota y se empiezan a gritar. Antonia se va tras dar un sonoro y doloroso portazo que impacta a todos, a ella la primera, arruinando la celebración.

De forma similar, a las pocas horas de una celebración familiar, Fina se siente incómoda. La matriarca de la familia ha mandando cantar villancicos. Ella siente un profundo rechazo hacia el tono de la invitación, pues suena más a obligación que a otra cosa. Sin embargo, como practicamos en sesión, Fina no mira hacia a su suegra sino hacia adentro. Entonces aprovecha para buscar cierta soledad, busca una excusa, sacar al perro. Ahí conecta con su pena y la respira. Se da una tregua. Vuelve a casa y siguen cantando. Le apetece otra cosa. Toma unas cartas e invita a sus sobrinos a jugar. Ha sorteado el bache respetándose a sí misma y creando un espacio en el que ella y una parte de su familia se divierten.

Pasado el gordo de las fiestas navideñas todavía quedan algunos coletazos significativos. Todavía pueden saltar chispas. La sangre puede llegar al río. Todavía podemos vivir una celebración más como si nos tragásemos una amarga píldora. O podemos capearlas como expertos navegantes, disfrutando al hacerlo.

Las fiestas navideñas, como cualquier reunión familiar contienen algunos de los ingredientes que favorecen el conflicto: más tiempo de convivencia; la idea de que “tenemos que pasarlo bien”, lo que añade tensión y facilita que reprimamos emociones que contradicen la alegría; y tradiciones que de mantenerse inflexibles pueden resultar opresivas.

(Nicole Michalou, PEXELS)

Una forma de navegar las fiestas o cualquier encuentro social con soltura es mantenerse conectado con uno mismo. Darte cuenta de lo que sientes y lo que necesitas en cada momento no solo para que la reactividad no te juegue una mala pasada, sino para que el autoconocimiento y la curiosidad te guíen allá donde está tu energía vital y la de los demás.

Una barrera a escucharte internamente es dejarte dominar por la presión inconsciente a conformarte al grupo. Es el miedo atávico a ser abandonado por la tribu, lo que comprometía nuestra supervivencia. Ahora ya no. Así que cuando lo sientas, no te dejes dominar por él y sigue tu intuición de acorde a lo que necesitas, desde el respeto y con amabilidad hacia todos.

Cuando damos espacio a lo que necesitamos desde el respeto hacia nosotros mismos y el sistema en el que nos encontramos, fluimos socialmente con gracia. La mayoría de las veces. Y cuando no sea así, allí aplican los versos del poeta y su inexcusable apelación: “cualquier cosa o persona que no te haga sentir vivo es demasiado pequeño para ti1”.

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(1) “Anything or anyone that does not bring you alive, is too small for you.” David Whyte del poema Sweet Darkness.

¿Criticas o perdonas? La pasta de la que estás hecho según el covid        

  • Vaya, en el trabajo se han contagiado el grupito de las tres. Esas a las que no les gustaba ventilar. Pues toma, ya les está bien. Aquí todos cuidándonos, y ellas poniendo en riesgo al personal.
  • Pues para vernos así, con toda esta parafernalia, pendientes de que los niños no se acerquen demasiado… mejor no nos vemos. Paso de estar todo el rato en tensión.
  • Estoy harta de estos fumadores que todo el día van sin mascarilla. Además el humo es lo que más contagia. ¿Cómo se puede ser tan egoísta?
  • Hoy iremos al bosque aunque no se pueda salir. Allí es imposible contagiarnos. Todas estas medidas me parecen una exageración.
  • Esos se han pasado por el forro el confinamiento perimetral para ir a tocar nieve y encima lo ponen en Facebook. Serán…

TODOS LO HACEMOS

 ¿Alguno de estos comentarios te suena? Yo he mascullado a varios en distintas ocasiones. Algunos al principio de la pandemia y otros en los momentos actuales. Criticar al otro nos sitúa en posición de superioridad y nos separa de él, preparando el terreno para el conflicto. Todos lo hacen te puedes decir. Sí pero no te engañes, las críticas no son inocuas, sino todo lo contrario.

ACOSO LABORAL POR CONTRAER EL COVID

Ayer, en una sesión de coaching la persona a quien acompaño me compartía que se están dando casos de hostigamiento laboral por el covid. En concreto, situaciones de criticar y culpar a compañeros de trabajo por el hecho de haberse contagiado. Vivimos momentos de tensión y hastío por cómo se está alargando la crisis. Sin embargo, criticarnos los unos a difícilmente solucionará nada.

Mujer puño alzado

(Timothy Eberly, UNSPLASH)

LA PASTA DE LA QUE ESTÁS HECHO

Todas las situaciones extremas nos invitan a enfrentarnos a nuestra verdadera naturaleza. Es fácil pensar que uno es buena persona, sin haberse enfrentado a ellas. Los que han vivido guerras, campos de concentración y otras circunstancias atroces explican que solo en éstas se revela la verdadera pasta de la que estamos hechos. Para algunos, tal vez la circunstancia adversa en la que demostrar quienes somos, sea tener que enfrentarnos a esta crisis. En ella hemos de plantearnos cómo decidimos ser. Qué semillas internas decidimos regar, las de la separación, rencor y miedo o las de la confianza, ayuda mutua y prudencia.

LOS LÍMITES DE LA EMPATÍA

En cuanto sientas que surge en ti la crítica al otro, es momento de ponerse en guardia. Para neutralizarla, la empatía nos invita a ponernos en los zapatos del otro. Sin embargo, no siempre es posible empatizar, por el mero hecho de que no tenemos toda la información. Me puede parecer que mi colega de trabajo se híper protege del covid, sin embargo, desconozco que su pareja es de alto riesgo por estar en tratamiento por cáncer. En este caso y en muchos, la empatía se queda corta.

LA VÍA DEL PERDÓN

Existe una capacidad que desmonta la crítica y que no necesita que conozcamos todos los detalles del otro. Se trata del perdón. Ojo, no me refiero al perdón rápido y superficial al que de pequeños nos forzaban nuestros padres cuando nos peleábamos entre hermanos o primos. El perdón del que hablo es el de sabernos seres con la capacidad garantizada de meter la pata. Es el perdón de dar por sentados los miedos, bajezas, imprudencias y excesos propios y ajenos y dejarlos ir, una y otra vez, como un pesado saco de piedras en un tumultuoso río.

PERDONAR ANTES Y DESPUÉS

Mi amigo Peter que tanto me inspiró, al tiempo que luchaba contra la enfermedad que terminaría con su vida, me compartió algo que llevaba años practicando: perdonar a alguien antes siquiera de haberlo conocido. Está en nuestras manos perdonarnos a todos de antemano, por los errores que hemos cometido y los que cometeremos. Además de tomar las precauciones necesarias, tal vez sea éste el único modo de superar esta crisis y que haya merecido la pena.