Hugo Morán – Exdiputado
A punto de cumplirse una década de crisis, las instituciones que se encargan de las gobernanzas política y económica siguen dando tumbos, ora diciendo una cosa, ora predicando la contraria. De la política expansiva a la austeridad monacal, de la reinvención del capitalismo como modelo al cuestionamiento del Estado del Bienestar.
Gatopardismo de gallináceo vuelo: que todo cambie para que todo siga igual; pero con un límite sacrosanto: aquél que viene fijado por los mercados del dinero y por el precio que ha de pagarse para disponer de un cierto margen de endeudamiento. El plan de los grandes visionarios de la geopolítica y de la geo-economía pasa por salir de la recesión aplicando como solución las mismas prácticas que estuvieron en su origen, insuflando crédito a las mismas estructuras productivas que son causa de esta crisis, igual que lo fueron de las anteriores.
Y es que quienes deberían ocuparse de las personas, se dedican a contar billetes, y quienes deberían preocuparse por el bienestar de la sociedad, anteponen a ello la rentabilidad de las empresas, con el agravante de que nos venden que es prioritario tener un sistema financiero saneado para poder atender luego (si acaso) al desarrollo humano. Conceptos abstractos que liberan a quienes los manejan de dar mayores explicaciones a la desconcertada ciudadanía. Y por estos derroteros deambula una noqueada Unión Europea que balbucea respuestas cuando se le reclaman explicaciones por la estafa masiva de los bancos, por los trucos de prestidigitación con paraísos fiscales y paraísos legales, respecto a compromisos climáticos que no son sino humo cuando se trata de controlar los tubos de escape, o que se escabulle de forma vergonzosa cuando se estrella con las consecuencias de las últimas guerras del petróleo.
Pues ya puestos, ¿por qué no atacar el problema de raíz, dedicando toda esta movilización de recursos a transitar de la Europa de la crudo-dependencia a la sociedad de la electro-suficiencia?
Daríamos pie a un renovado modelo productivo que propiciaría a su vez ciertos cambios que quizás nos suenen: la irrupción de una nueva industria como vector contra el cambio climático; el relevo de los óleo-conflictos por la electro-diplomacia, con lo que ello implica a su vez en relación con crisis humanitarias relacionadas con las guerras del petróleo en el norte de África y el Medio Oriente; la aparición de un nuevo escenario económico a todos los niveles desvinculado del patrón barril; la incorporación del más relevante avance científico en materia de salud, en la lucha contra las enfermedades y muertes prematuras provocadas por la contaminación atmosférica en las ciudades; la anticipación a conflictos migratorios de enorme envergadura de orden climático… Y es que el problema no es tanto de dinero como de inteligencia.
- Imagen: EFE/Archivo
No es un problema de inteligencia,es que aún no se ha creado una superempresa dedicada a las renovables que pueda repartir puestos en los consejos de administración.
12 abril 2016 | 08:58
De todas formas las renovables ahora mismo tampoco son para tirar cohetes. Hasta que no se extienda el uso del grafeno para fabricar mejores baterías y paneles solares lo tenemos «crudo».
12 abril 2016 | 10:30