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Climatización de terrazas: una irresponsabilidad consentida

Si hay una práctica ineficiente, y totalmente absurda e irresponsable, es la calefacción de las terrazas en los emplazamientos de hostelería mediante la utilización de estufas que funcionan con bombonas de butano, algo muy habitual en muchas ciudades de España y, especialmente, en Madrid.

En 2011, la modificación de la Ley antitabaco, que prohibió fumar en los espacios cerrados de los establecimientos hosteleros, sentó las bases para la proliferación de las terrazas durante todo el año. La hostelería vio una oportunidad de extender su negocio más allá del local que regentaban y los ayuntamientos de ampliar su recaudación. Esta línea de crecimiento ha sido ampliamente utilizada en los últimos años como demuestran los datos en Madrid, donde, desde 2009, se han multiplicado por más de 3 el número de terrazas disponibles. Sin embargo, Madrid no es la excepción, ya que sucede lo mismo en muchas ciudades y capitales de provincias españolas.

La calefacción de los espacios habitables está regulada por el Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE), aprobado por Real Decreto 1027/2007, en el que específicamente se menciona:

La climatización de espacios abiertos sólo podrá realizarse mediante la utilización de energías renovables o residuales. No podrá utilizarse energía convencional para la generación de calor y frío destinado a la climatización de estos espacios”.

Hasta aquí todos podríamos pensar que calefactar espacios abiertos mediante la quema indiscriminada de gas butano está fuera de la legalidad, pero en el artículo 2 del mismo reglamento se señala que, a efectos de aplicación de este, “se considerarán como instalaciones térmicas las instalaciones fijas de climatización (calefacción, refrigeración y ventilación) y de producción de agua caliente sanitaria, destinadas a atender la demanda de bienestar térmico e higiene de las personas.” Es decir, que si los sistemas de calefacción no son fijos sino móviles no se les aplican las restricciones del reglamento, de modo que cualquier establecimiento hostelero puede libremente quemar combustibles al aire libre y contaminar sin ninguna restricción.

 

El gas butano, como combustible fósil, y al margen de componentes adicionales a efectos del cómputo de emisiones de CO2, emite aproximadamente 3 kg de CO2 por cada kg de gas quemado, es decir, por cada bombona utilizada en las terrazas se lanzan a la atmosfera 37 kg de CO2. Considerando que una estufa de estas características (modelo sombrerete) consume 0,8 kg/h de gas butano, podemos decir que, por cada hora de funcionamiento de la estufa en la terraza, estamos emitiendo 2,4 kg de CO2.

No se dispone del inventario del número de estufas que están en funcionamiento en Madrid, entre otras razones porque nadie va a declarar que dispone de algo que va en contra de las normas más básicas de comportamiento sostenible. Según el último censo, en Madrid hay más de 5.000 terrazas y, de ellas, más de 3.000 tienen uso anual ocupando una superficie superior a los 100.000 m2. Pues bien, con estos datos podemos empezar a discernir qué supone, a efectos de emisiones, la calefacción indiscriminada de estos espacios abiertos. De hecho, si hacemos una inferencia rápida y consideramos que la mayoría de las terrazas anuales están calefactadas con estufas y que se suele colocar, como mínimo, una por cada 20 m2; obtendremos un inventario en torno a las 5.000 estufas de butano que están potencialmente funcionando en Madrid, con una capacidad de emisiones a la atmósfera de 4.000 kg de CO2 por cada hora de funcionamiento.

Esto vendría a ser el equivalente a las emisiones de un coche que recorriese 35.000 km, que es dos veces la distancia, en línea recta, entre Madrid y Sídney o, para los que conocen Madrid, 1.000 coches recorriendo la M30 de principio a fin.

Pues bien, esto es lo que están emitiendo, cada hora, el conjunto de estufas que hay en las terrazas de Madrid. Para completar el cálculo debemos tener en cuenta también el número de horas que estas estufas están en funcionamiento al cabo del día. Siendo conservadores, podemos afirmar que son unas 5 horas diarias, por lo que cada día se emitirían el equivalente de las emisiones de un coche que recorriese unos 175.000 km, poco menos de la mitad de la distancia que hay entre la Tierra y la Luna.

Frente a la barbaridad que supone, ya de por sí, calentar un espacio abierto, si añadimos el agravante de que esto se está haciendo sin considerar unos requisitos mínimos en cuanto al aislamiento de su cerramiento (que en muchos casos ni existe) y con sistemas de climatización altamente ineficientes, debido a que la transmisión de calor no se hace por convección sino por radiación, podemos afirmar que mantener esta práctica de forma legal no solo es insostenible, sino que también es tremendamente irresponsable.

Que los sistemas de calefacción con estufas de butano sean una práctica no responsable, medioambiental y energéticamente; no debe hacernos olvidar que también lo son los sistemas de calefacción mediante resistencias eléctricas, pues, aunque no emitan CO2 in situ, siguen siendo una práctica energéticamente ineficiente sobre todo si consideramos la energía como un bien básico y de primera necesidad que no se puede despilfarrar.

La anterior corporación municipal de Madrid intentó regular, en 2017, en aras de la sostenibilidad energética, y después de muchas reclamaciones y exigencias, la colocación de calefactores de butano, pero la presión de los establecimientos hosteleros hizo que, como pasa siempre, se antepusiera el negocio a la salud, esto es, que se antepusiera el interés particular al interés general.

Recientemente, estamos viendo que, en ciudades de Europa como París o Rennes, se están tomando medidas para acotar el uso de esta práctica, situación que, en España, por desgracia, no se está considerando. Pensar en restricciones del tráfico motorizado privado, necesarias sin ninguna discusión, y permitir el uso indiscriminado de estufas de butano quemando combustible al aire libre; es una contradicción que debería ser revisada con la mayor urgencia.

Con el compromiso que nace del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) enviado a la Comisión Europea por el Gobierno español, en el que se apuesta por un pacto por la eficiencia y las renovables, liderado por el Ministerio para la Transición Ecológica, es importante adaptar las normativas hacia una realidad que refleje un comportamiento energético y medioambiental responsable. Por ello, consideramos fundamental la prohibición del uso de sistemas de calefacción en espacios abiertos, sea cual sea la fuente de origen, que no cumplan con unos mínimos requisitos de aislamiento de los cerramientos que separan dichos espacios del exterior.

El Gobierno que ahora nace debe legislar para que los comportamientos de consumo irresponsable sean prohibidos y erradicados, y la calefacción de espacios abiertos es claramente una práctica, no solo absurda e ineficiente, sino también irresponsable.

 

Fernando Ferrando – Presidente de la Fundación Renovables

Tsunami energético

En las próximas semanas y meses nos esperan un verdadero tsunami de acontecimientos y desarrollos de iniciativas energéticas, que tienen por objeto transformar nuestro actual modelo energético y dar respuesta a la situación de emergencia climática en la que ya estamos inmersos.

Al igual que los tsunamis –eventos complejos que involucran un grupo de olas de tamaño variable que desplaza verticalmente una gran masa de agua… –, estas actuaciones son de desigual naturaleza y alcance con el objetivo de desplazar un modelo que, hoy en día, se ha demostrado completamente obsoleto.

El próximo lunes,2 de diciembre, dará comienzo en Madrid la conferencia del clima, COP 25, que durante dos semanas reunirá en nuestro país a miles de científicos y representantes de todo el mundo para ultimar la entrada en vigor del Acuerdo de París en 2020.

 

Mientras que, desde un punto de vista científico, cada día es más evidente la urgencia de afrontar los retos de la agenda climática –cada año volvemos a batir los récords en emisiones globales de CO2 a la atmósfera–, desde el punto de vista de responsabilidad política, países como Estados Unidos, responsable del 15% de las emisiones a la atmósfera, dejan mucho que desear al haber formalizado su salida del Acuerdo. Este tipo de actitudes son las que nos deben hacer reaccionar, ya que lejos de desanimarnos deben reafirmarnos, al resto de países firmantes, en ser más contundentes si cabe a la hora de adoptar acciones tajantes para hacer frente a la emergencia climática en la que nos encontramos.

Y es en esta dirección en la que avanzamos en nuestro país, con la aprobación la pasada semana del Real Decreto Ley 17/2019 para impulsar una transición energética justa por el que se otorga, entre otras medidas, la necesaria certidumbre jurídica y económica que requieren las instalaciones renovables para su desarrollo, condición mínima indispensable para que se aborden los más de 100.000 millones de euros de inversión previstos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030.

También está previsto que a partir de enero de 2020 esté disponible el protocolo de actuación que permita a los autoconsumidores compensar sus excedentes vertiéndolos a la red, herramienta fundamental para subvertir el modelo energético actual, al hacer partícipe al consumidor de un proceso integral de generación y consumo, que le permite pasar de ser parte del problema a ser parte de la solución al otorgarle las herramientas necesarias.

Estas medidas, en el marco de una futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética, requieren de consensos políticos cada vez más difíciles de lograr según el sudoku político en el que estamos inmersos y es precisamente esta compleja situación la que nos lleva, desde la Fundación Renovables, a exigir cada día con mayor firmeza y urgencia un Pacto de Estado de la Energía, de tal manera que la necesaria transición energética deje de estar  supeditada a los vaivenes políticos, cuyas decisiones erróneas, según se ha demostrado en el último lustro, parecen estar exentas de responsabilidad para sus protagonistas.

Por Concha Cánovas – Patrona de Fundación Renovables

Una ciudad sostenible es posible: Copenhague, Málaga y Barcelona lo demuestran

Por Fundación Renovables

Bicicleta

Expertos de diferentes áreas relacionadas con el ámbito energético se dieron cita el pasado 26 de mayo en la Jornada “Ciudades sostenibles, ciudades con futuro” organizada por la Fundación Renovables, con la colaboración de ANPIER, para exponer a responsables municipales una hoja de ruta sobre cómo transformar las ciudades, principales focos de emisiones, en entornos más habitables y sostenibles.

Una cita en la que no solo se explicó cómo y por qué los espacios urbanos deben encaminarse necesariamente hacia un futuro libre de emisiones sino en la que los representantes de ciudades que ya se han erigido pioneras en el escenario del cambio, demostraron, a través de sus experiencias particulares, que además esta transformación es posible.

Es el caso de Copenhague, que se ha propuesto convertirse en la primera ciudad del mundo neutral en carbono en el año 2025, “un objetivo ambicioso pero factible” tal y como señala Mikkel Larsen, Agregado de Comunicación del Departamento Político de la Embajada de Dinamarca en España. Para lograrlo la capital danesa ha basado sus políticas en tres pilares: una apuesta decidida por las energías renovables; una mayor eficiencia energética y reducción del consumo de energía y, por último, una movilidad que destierre el uso de los combustibles fósiles. Todo ello, acompañado de planes de resiliencia al cambio climático, lo que repercute en una mejor vida de la ciudadanía.

Pero no es necesario salir de España para encontrar ejemplos de ciudades que ya dirigen sus actuaciones a impulsar la transición energética. Prueba de ello es la ciudad de Málaga donde, según explica Jaime Briales, del Área de Innovación y Nuevas Tecnologías del Ayuntamiento de la ciudad, en tal solo seis años se han registrado unos ahorros energéticos por encima del 20% así como una reducción de las emisiones del 18%.

También Barcelona, que tradicionalmente ha ejercido un liderazgo a la hora de poner en marcha políticas medioambientales transformadoras, ha querido ahora dar un nuevo impulso a sus políticas, como explica Janet Sanz, Tenienta de alcaldía de Ecología, Urbanismo y Movilidad de la Ciudad Condal, y situar en el centro de las mismas el “derecho a la ciudad” en el que la sostenibilidad y el cambio climático son ejes fundamentales a la hora de combatir la desigualdad social y conseguir una ciudad sostenible, socialmente responsable e inclusiva.

La ciudad de Madrid estuvo igualmente presente en la Jornada. Para Inés Sabanés, Delegada del Área de Gobierno de Medioambiente y Movilidad del Ayuntamiento de la ciudad, el momento de llevar a cabo la transición energética en las ciudades ha llegado ya que actualmente existe entre los ciudadanos una comprensión global y una percepción colectiva de la necesidad de llevar a cabo un cambio. Sabanés tomó también como una «muy buena noticia» el Manifiesto de la Fundación Renovables en el que se reclama un Madrid emisiones cero.

En el siguiente vídeo puedes ver las intervenciones completas de Mikkel Larsen, Jaime Briales y Janet Sanz en la Jornada.

Los círculos de la historia: Hacia un nuevo modelo de ciudad

Por Mariano Sidrach – Catedrático de la Universidad de Málaga

 

Puerta del Sol tras su reforma (1885)

Puerta del Sol tras su reforma (1885)

Recuerdo una infancia en Madrid, donde el tranvía y el metro eran mis medios de transporte. Es más, recuerdo cuando en la calle José del Hierro se instalaron las vías para la línea 48 que nos llevaba a Diego de León.

Aquellos tranvías que habían empezado a funcionar en Madrid en 1879 con tracción de vapor y que fueron electrificados en 1899, dejaron de funcionar definitivamente en Madrid en junio de 1972. Por cierto, también desaparecieron los trolebuses, antepasado ilustre del autobús eléctrico, eso sí, sin acumulación y que aprovechaba la líneas eléctricas aéreas para alimentarse, como hacían los tranvías.

Lo mismo ocurrió en muchas ciudades españolas. En Málaga, ciudad en la que ahora vivo, en el año 1923 funcionaban 6 líneas de tranvías con 37 unidades que dejaron de funcionar definitivamente en 1961. En todas las ciudades este transporte público fue sustituido por autobuses a motor. Los motores de combustión representaban en aquella época la innovación y el progreso tecnológico, que la sociedad abrazó gustosamente.

De esta forma, los automóviles invadieron las ciudades de modo masivo en la década de 1960, y se han adueñado de ellas, cada vez más, hasta hoy. Durante todos estos años, nuestras ciudades se han configurado a forma y capricho del automóvil, cuya poderosa industria, apoyada en perfecta simbiosis por la industria del petróleo ha influido y de qué manera, para que la configuración de la ciudad diera prioridad absoluta al rey coche y haciendo creer a los ciudadanos que su libertad aumentaba con el supuesto nuevo derecho a tener un automóvil, ir a cualquier sitio a cualquier hora, aparcarlo en cualquier lugar, contaminar el aire y disfrutar así de “esa sensación de libertad” que tan bien nos vende la industria del automóvil. Una configuración que provoca ruido, contaminación y usurpa espacios comunes a la ciudadanía. Un modelo y una forma de comportarse que todos hemos aceptado como bueno y por el que estamos pagando un alto precio.

Tenemos la responsabilidad de programar el futuro y mejorar así la calidad de vida de nuestras ciudades. Si no lo hacemos, alguien lo hará por nosotros. Las grandes empresas, corporaciones industriales e intereses económicos trabajan también para programar el futuro, pero con un objetivo bien distinto, garantizar sus inversiones y beneficios.  ¿O alguien piensa que la configuración actual de las ciudades es casual?

De forma que nos tenemos que preguntar sobre qué medidas tomar para mejorar la calidad de nuestro aire y hacer de las ciudades un lugar más saludable para vivir, cómo configurar ciudades para satisfacer nuestras necesidades básicas, encontrar bienes públicos esenciales y hacerlo con menores costes energéticos, respetando el medioambiente y, en definitiva, produciendo una huella ecológica más pequeña.

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Los ayuntamientos tienen la llave para la transición energética

Por Sergio de Otto – Periodista especializado en energía y sostenibilidad

 

El pasado miércoles, coincidiendo con el primer número de la nueva etapa de 20Minutos, tanto en versión papel como en digital, la Fundación Renovables presentaba un manifiesto dirigido a la Alcaldesa de Madrid instándola a llevar a cabo, con el apoyo de todas las fuerzas políticas representadas en el Ayuntamiento, una apuesta decidida para hacer de la capital de España una ciudad sostenible, una ciudad más habitable y comprometida con el futuro. Una iniciativa que la Fundación pretende extender a otras ciudades, y que obviamente deseamos para todas las de nuestro país, si bien consideramos importante que sea la ciudad más grande la que emprenda esa vía en la que otras urbes como Barcelona, Vitoria o Málaga le llevan ya cierta ventaja.

casa consistorial

Casa Consistorial (Iglesia en Valladolid)

Pedirle a la máxima responsable de este ayuntamiento y a los representantes de todos los partidos políticos con presencia en él que aborden medidas valientes, por ejemplo, en movilidad, rehabilitación energética de los edificios o en eficiencia y autoabastecimiento energético no es una ocurrencia puntual. Parte de nuestro convencimiento de que la ciudad va a ser el escenario del cambio de modelo energético, en primer lugar porque es donde vive en la actualidad más de la mitad de la población mundial y para el 2050 se espera que este porcentaje sea del 70%. Hoy en la Unión Europea ya se han alcanzado esos niveles y el 73% de la población vive en las ciudades, porcentaje que en España alcanza ni más ni menos que el 80%. La segunda razón es consecuencia de la primera: el consumo de energía en el ámbito urbano supone ya más del 75% del consumo de energía mundial y en una superficie útil que ocupa solamente el 2% del total.

Estos datos ya los ponía de relieve la Fundación Renovables en noviembre de 2014 cuando presentaba el documento “Ciudades con futuro. Necesidad y oportunidad de un sistema energético sostenible” con una nutrida batería de medidas para debate en la campaña electoral de las municipales de 2015 y guía para los responsables de los gobiernos locales que surgieran de las urnas. Una línea de trabajo primordial para la Fundación que esta misma semana (jueves 26) organiza la Jornada “Ciudades sostenibles, ciudades con futurodirigida a concejales y técnicos municipales implicados en este ámbito y cuyo programa aporta la experiencia de las ciudades que más recorrido han hecho ya como Copenhague, Barcelona o Málaga y las propuestas de actuación en campos como la movilidad, la pobreza  energética, el autoconsumo, la eficiencia, la rehabilitación o la implicación social por parte de expertos vinculados a la Fundación y que tendrá continuidad en los próximos meses en otras grandes ciudades.

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