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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La Naturaleza, y no el veneno, acaba con la plaga de topillos

Ya es oficial: la plaga de los topillos está controlada.

Tras arrasar más de 1,5 millones de hectáreas de cultivos en la meseta norte del país y provocar pérdidas en la agricultura cercanas a los 20 millones de euros, los topillos han desaparecido.

Pero en contra de lo que puedan pensar, el éxito no ha sido debido ni a la distribución masiva de venenos, ni a la quema de rastrojos, ni al arado en profundidad de los campos de cultivo, ni a la limpieza de cunetas, ni a la contratación del flautista de Hamelín.

El mérito exclusivo es de la Naturaleza, la misma que permitió este descontrol y que ahora vuelve a controlarlo; como siempre ha hecho en estos casos durante los últimos miles de millones de años, de forma paciente y absolutamente natural.

Según la consejera de Agricultura de la Junta de Castilla y León, la comunidad más afectada por el espectacular crecimiento poblacional de este micromamífero,

«intentar atribuir la erradicación de la plaga a las circunstancias naturales es no mirar el trabajo y esfuerzo de la Junta, de las organizaciones agrarias y de los agricultores».

Es lógico. Después de gastarse 24 millones de euros, nadie es capaz de reconocer que no han servido para nada. Como tampoco nadie es capaz de reconocer que los científicos tenían razón, que como ha sido comprobado hasta la saciedad, las propias poblaciones se autorregulan sin necesidad de matanzas colaterales de numerosas especies protegidas.

Lo explica perfectamente el biólogo Alfonso Balmori:

Una vez que se producen las densidades más altas empiezan a actuar varios factores, endógenos y exógenos, que devuelven la plaga a su nivel poblacional de partida. Intervienen, entre otros, los parásitos internos y externos, el contagio de enfermedades bacterianas (como la tularemia), la depresión del sistema inmunológico, la desnutrición, el incremento del estrés fisiológico, la agresividad intraespecífica por las altas densidades y el confinamiento en el espacio, y el efecto «llamada» que ejerce la abundancia de presas sobre los depredadores de todo tipo (cigüeñas, garzas, comadrejas, lechuzas, zorros.).

Precisamente los menos evidentes, como parásitos y bacterias, suelen ser muy eficaces en su trabajo.

Estos factores naturales, que actúan sinérgicamente, son los auténticos protagonistas de la victoria contra la plaga, independientemente de que se haya utilizado veneno o no.

¿Quieren pruebas? Las tenemos.

Un equipo de especialistas del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC), del CSIC, y de la Universidad de Valladolid lo ha comprobado científicamente:

El final de la plaga de topillos ha sido igual de fulminante en las áreas llenas de veneno que en donde no se utilizó.

¿Magia o milagro? Ni lo uno ni lo otro, tan sólo lógica.

Aunque llegados a este extremo me asalta una terrible duda. Sin topillos en el campo, ¿qué haremos los ecologistas este verano, ahora que hemos dejado de criarlos y soltarlos desde helicópteros?

Se lo adelanto: después de una primavera tan lluviosa, este verano los ecologistas nos dedicaremos a soltar serpientes.

¿No se lo creen? Ya lo verán. Antes de un mes estarán acusándonos miles de dedos. Sólo espero que para entonces nuestros incultos políticos se queden tranquilos y no se pongan a fumigar el campo como hicieron esta semana con los tejados de un barrio de Motril. Aunque tampoco lo descarto.

Los cazadores piden más mano dura contra los furtivos

Los cazadores están dispuestos a acabar con el furtivismo de sus propios compañeros. Esta actividad ilegal les quita piezas y les da muy mala imagen. Si hay alguien que puede acabar con tal lacra medioambiental, no exenta de peligro para el resto de los que disfrutamos del campo, son sin duda ellos.

Resumo a continuación un interesante artículo (las negritas son mías) publicado esta semana en el periódico La Opinión de Zamora sobre el tema. Estoy completamente de acuerdo con ellos. ¿Estarán por fin cambiando las mentalidades en tan heterogéneo colectivo?

La Federación de Caza de Castilla y León expresa su malestar contra el furtivismo y se remite a la propia Ley de Caza de Castilla y León para remarcar que es cazador quien practica la caza reuniendo los requisitos legales para ello. «Los demás no son cazadores. Son matadores furtivos. Y esto no es nuevo. Se ha dicho desde siempre: «Venare non est occidere», «Cazar no es matar», y quien confunde ambos términos se equivoca».

(…)

La Federación de Caza se pregunta por los resultados. «¿Qué les pasa a estos «presuntos»?; ¿que les meten en la cárcel?; ¿que les sancionan con cifras astronómicas?; ¿que les retiran inmediatamente los permisos de armas o los documentos necesarios para la caza? Pues de todo esto nada de nada; en la mayoría de las ocasiones una multa, que a este tipo de personajes, que suelen ser o muy pudientes o insolventes, les importa un pimiento, y que además suelen estar por debajo del valor real de las especies en el mercado cinegético».

(…)

Para la Federación, «cuando se detiene al delincuente, habría que decomisarle en todos los casos todos los elementos que haya utilizado para la práctica furtiva, desde el vehículo hasta el arma, pasando por el GPS, tal y como se hace en las intervenciones por tráfico de drogas. De esta forma, tal vez a algunos no les compensaría tanto la práctica del furtivismo y además se podrían compensar en parte los daños con la subasta de los bienes incautados». Indican que «lo peor es que estos delincuentes suelen ser de sobra conocidos, tanto por las autoridades como por muchos cazadores deportivos».

(…)

Indican al respecto que «lo cierto es que los corzos se convierten estos días en presa fácil y están siendo abatidos con suma facilidad, y si no se controlan sus capturas ¿qué animal soporta una temporada de caza de 150 días?».

Para la Federación «no valen argumentos como el de que antes de que lo maten los furtivos lo cazamos nosotros. Ese no es el camino. Pero tampoco lo es el de la frustración por parte de las Autoridades y la Administración, que en su impotencia para atajar el problema del furtivismo o los envenenamientos muchas veces actúan de forma implacable contra aquellos a los que sí pueden controlar, a los sufridos contribuyentes con nómina que somos los cazadores de a pie».