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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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¿Árboles de Navidad naturales o de plástico?

En el cada año más espeluznante catálogo de adornos navideños, papasnoeles, muñecos colgados de los balcones, estrellas y guirnaldas, los sempiternos árboles se han travestido en un infinito muestrario kitsch de puro plástico “Made in China”. Con todos los colores, formas, tamaños y luces, dejan muy lejos el modelo original; ese pino que san Bonifacio, el evangelizador de Alemania, adornó allá por el siglo VIII con simbólicas manzanas y velas en recuerdo del pecado y la salvación.

El caso es que siempre por estas fechas nos hacemos la misma pregunta: ¿árbol natural o árbol artificial? El primero suele acabar después de Reyes seco y triste en un contenedor de basura, a no ser que lo cuidemos. Y el segundo ofrece la ventaja de poder usarlo año tras año, aunque bien es cierto que cada vez duran menos.

Como no podía ser de otra manera, los ingenieros de Montes defienden el consumo de árboles de Navidad naturales. Un producto 100 por 100 sostenible, de producción española, fácilmente reciclable, del que se venden más de 2 millones de ejemplares al año, que beneficia al medio ambiente y a la economía de muchos viveristas cada día más arrinconados por la crisis.

Exactamente lo contrario que el árbol artificial, cuya producción es muy contaminante, su transporte ambientalmente insostenible y su reciclaje prácticamente imposible.

Hay otras opciones mucho más alternativas, como aprovechar un viejo perchero o un árbol seco y adornarlo con toda la fuerza de nuestra imaginación. A algunos les puede parecer cutre, poco cool, pero están equivocados. Pregunten a los niños qué prefieren, ir a la tienda o pasar varias tardes en casa reiventando el espíritu navideño. Y es que con tanta obsesión consumista se nos olvida que las ilusiones ni se compran ni se venden, se comparten. Feliz Navidad a todas y a todos.

Os dejo aquí un vídeo donde te explican cómo hacer un original árbol de Navidad reutilizando botellas de agua. Fácil, bonito y divertido.

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Apadrina un árbol de Navidad

Me gusta la tradición del árbol de Navidad, ese pedazo de naturaleza que por unos días se cuela en nuestras casas. Su color verde, su intenso olor a resina, supone una bocanada de aire puro en unas fechas invernales de cielos grises y vida aletargada. Lejos queda su significación cristiana de eternidad, apenas un lejano reconocimiento a la riqueza obtenida por los bosques simbolizada con esos regalos depositados a sus pies.

Pero no me gustan los árboles cortados, muertos. Los prefiero en maceta, aunque ya se sabe, con las calefacciones y el olvido de regarlos la mayoría suele morir antes de Reyes, qué pena. Sin embargo, son muchos los supervivientes que acaban en la basura transcurridas las fiestas. ¿Por qué no los adoptamos en lugar de tirarlos?

No sería difícil buscar un lugar en el campo donde plantarlos y cuidarlos. Nuestro propio árbol, al que visitar periódicamente para comprobar con orgullo de padres adoptivos su progreso vital. Y que además ayudará a luchar contra el cambio climático, pues es durante su etapa juvenil cuando más rápidamente crece y fija en mayor cantidad el pernicioso CO2 de la atmósfera.

En Estados Unidos son más prosaicos (o emprendedores que se dice ahora) y han ideado un sistema de apadrinamiento temporal. Una original empresa (Living Christmas) te envía estos días un árbol seleccionado al que puedes bautizar con cualquier nombre tipo mascota. Pasadas las fiestas lo recogen y llevan a un vivero, donde lo podrás visitar siempre que quieras, pues está perfectamente identificado con un código de barras. En diciembre volverá a casa y lo engalaremos de nuevo durante dos semanas para luego regresarlo a su guardería.

La idea está teniendo mucho éxito en California, aunque no sé si aquí prosperaría algo parecido. Puestos a apadrinar un árbol, muchos elegirían un frutal tipo naranjo y así aprovechar sus frutos, pues con la crisis que está cayendo no será un recurso baladí.

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El Vaticano mata a un gigante

Tenía 120 años y con sus 33 metros de altura prácticamente tocaba el cielo. Vivía en una remota selva montañosa del municipio de Gutenstein, en el Valle de Piesting (Baja Austria), ajeno a nuestras guerras y miserias, tan sólo preocupado por aguantar el peso de la nieve sobre sus ramas, es verdad, cada año más escasa. Hasta que un día llegó el ingeniero forestal y se fijó en él.

−Sin duda es el mejor ejemplar, el más grande y hermoso −dijo con voz profunda, de experto.

Al oírlo, algunas de las acículas más bajas del viejo abeto se sonrojaron de vergüenza, mientras todo el árbol se pavoneó de orgullo aprovechando la llegada de una fría racha de viento. Seguro que los otros abetos de la vaguada se estaban muriendo de envidia.

Días más tarde volvió el ingeniero, pero esta vez acompañado por decenas de obreros y un gran camión grúa. Cuando los vio encender las terribles motosierras supo con certeza que su final había llegado.

−¿Pero no decían que era el más bello, alto y bien proporcionado del bosque? ¿Por qué entonces le querían matar?

−Amigo, tienes suerte −le explicó uno de los leñadores.

−Tu cadáver es el regalo de nuestro gran país, Austria, al país más pequeño del mundo, el Vaticano. Te clavaremos en medio de una hermosísima plaza, la de San Pedro, adornado con más de dos mil esferas, cientos de luces y una gran estrella en la punta. Un coro de niños de Altenburg te dará la bienvenida, aunque para entonces ya no te darás cuenta de nada porque estarás muerto. Allí se expondrá tu cadáver mes y medio, hasta el 2 de febrero, para mayor gloria austriaca. Serás símbolo del nacimiento de Cristo y de la vida eterna que tú ya no tendrás. Miles de personas se fotografiarán felices a tu lado.

−¿Y después? −preguntó el gigante.

−¿Después? Después te tirarán a un vertedero.

——

No es un cuento de Navidad. Es una triste realidad, mantenimiento de una idiota costumbre inaugurada por Juan Pablo II, así que en absoluto antigua y tradicional.

¿Tan difícil es para la curia vaticana dar ejemplo y salvar la vida a estos excepcionales abuelos vegetales? Mientras tanto, sobre sus conciencias caerá el pecado de ser cómplices del asesinato de nuestros más fabulosos gigantes, y del derroche energético de su traslado desde tan lejanos lugares por meros intereses estéticos.

Sirvan las siguientes imágenes de la llegada e instalación del cadáver de la última víctima inocente de nuestra insensibilidad forestal al Vaticano, como crítica a sus promotores y homenaje al gran abeto talado.