La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

El litoral de Canarias se sigue privatizando a costa de nuestra costa

Hotel Bahia Real. jpg

Les da lo mismo. Antes porque eran tiempos de gozosa burbuja inmobiliaria y ahora porque la explosión de esa burbuja nos ha dado a todos en la cara y hay que salir de la crisis «sea como sea». El litoral español sigue siendo objeto de compraventa, a pesar de que ya desde época de los romanos la ribera del mar estaba considerada como res communes omnium, cosas comunes cuyo uso pertenece a todos los ciudadanos y no se puede ni vender ni comprar.

Un ejemplo lo estamos sufriendo en la isla de Fuerteventura. En el norte, en Corralejo, se levantó hace una década un descomunal centro hotelero de cinco estrellas, el Hotel Bahía Real. Erigido a pie de playa, sin dejar el mínimo espacio para los peatones, se ubica en una zona donde la rocosa rasa marina impide entrar en el agua sin destrozarse los pies. Un poco raro poner allí un hotel de lujo ¿verdad? Aunque no tanto, pues existía un Plan B. Dragar toda la zona, urbanizar la playa, instalar pasarelas y hasta poner un chiringuito. Como en los viejos tiempos.

Poco ha importado que existiera un informe de la Viceconsejería de Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias desfavorable al dragado. O que no cuente con la preceptiva tramitación ambiental.  Que el proyecto se sitúe en un Área de Importancia para las Aves, IBA Marina Estrecho de la Bocaina (ES401). Que linde con el límite del Parque Natural Dunas de Corralejo, espacio protegido y declarado Lugar de Importancia Comunitaria LIC y Zona de Especial Protección de Aves ZEPA dentro de Red Natura 2000. Que altere la integridad natural del dominio público. Que ocupe la línea de costa sin dar paso peatonal.

El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha autorizado a los propietarios del hotel a ocupar 1.976 metros cuadrados de terreno perteneciente al Dominio Público Marítimo-Terrestre. También a dragar la rasa rocosa intermareal en una zona de unos 1.853 metros cuadrados y a instalar en la playa un kiosko-bar y 450 hamacas. El canon que deberá pagar la empresa por disfrutar casi en exclusiva de una playa accesible desde sus instalaciones no puede ser más ventajoso: 43,84 euros por metro cuadrado y año.

Greenpeace, Adena WWF, SEO/ Bird Life y Agonane -Ben Magec/Ecologistas en Acción han presentado alegaciones a esta venta descarada de nuestro patrimonio común, pero hay pocas esperanzas. Aunque los jueces les den la razón, tardarán años en hacerlo. Y para entonces el dragado estará concluido y el chiringuito funcionando a rentable y pleno rendimiento.

Por si hubiera alguna duda del «interés general» de la operación, el ayuntamiento ha querido favorecer a este hotel y en varias ocasiones ha enviado su maquinaria pesada para tratar de modificar la playa. Sin éxito (y sin el permiso de Costas).

Hotel Bahia Real 2

Fotos: Agonane -Ben Magec/Ecologistas en Acción

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9 comentarios

  1. Dice ser Canarias libre

    El gobierno imperialista español vende Canarias a especuladores hoteleros y a Repsol con la colaboración necesaria de José Manuel Soria, el mayor traidor que ha dado estas islas en toda su historia. Algún día será juzgado y condenado por tan graves delitos contra su patria

    26 marzo 2013 | 00:31

  2. Dice ser Sicoloco del casting de Foolyou

    Van a destrozarlo todo por el dinero de mierda que no vale nada.el hombre destroza todo lo bueno para acumular dinero apestoso en los bancos (apestosos también y hediondos).un gran castigo les tendria que caer a todos en su HEDIONDA Y APESTOSA CABEZOTA DE DINERO.

    26 marzo 2013 | 00:58

  3. Dice ser pablo getafe

    Al de Canarias Libre le recordaré q los políticos q gobiernan las islas y los ayuntamientos canarios se bastan ellos solos para destrozar el litoral…

    26 marzo 2013 | 05:39

  4. Dice ser Toño

    Y se atreven a llamar terroristas a los que protestan pacíficamente. Un político bueno, un político muerto

    26 marzo 2013 | 07:09

  5. Dice ser Gato

    Es lo que quiere Canarias, no? Vivir únicamente del turismo, nada de explotar el petróleo o meter industria. Pues toma.

    26 marzo 2013 | 09:30

  6. Dice ser canarias no es españa

    politico corrupto del estado español,canarias no es españa

    26 marzo 2013 | 10:15

  7. Dice ser Dando caña

    Los chanchulllos de la ley de costas en Canarias. Documental ‘A Nuestra Costa’ (2011): http://vimeo.com/36731983

    26 marzo 2013 | 12:20

  8. Dice ser El eco de Manrique

    “¡No me puedo callar!”
    En el documental de Miguel García Morales (Taro. El eco de Manrique) hay muchísimo material de entonces, de cuando César Manrique le declaró la guerra a la especulación. Recorrió pueblos, convenció a campesinos, se peleó con políticos y con especuladores, consiguió el apoyo de arquitectos, paisajistas y urbanistas, y convirtió su lucha, una verdadera guerra, en una batalla personal que de pronto alcanzó los niveles de una verdadera revuelta popular. No se paró ahí César; le dio carácter internacional a su lucha, y no perdió ni un segundo de su vida de artista mientras tanto. Creó una abstracción basada en el uso de materiales naturales, alcanzó una teoría intuitiva de la comunicación a través de la pintura, y fue además un amigo alegre, comunicativo, abierto; su casa (la que hizo bajo la lava, donde está desde hace veinte años, los años de su muerte, precisamente) es un homenaje a la isla de Lanzarote y es ahora el imán que atrae a numerosos visitantes que, atraídos por el eco de Manrique, se interrogan por la naturaleza del milagro de Manrique. Ahora, ante el documental de García Morales, muchos sabrán en qué residía el milagro: en el trabajo, en la lucha, en la guerra. Hay una imagen de la televisión, recogida aquí por el documentalista, en la que Manrique grita a la cámara: “¡No me puedo callar!” Su eco llega hasta ahora. La guerra continúa.

    La actualidad.
    Manrique advirtió del desastre, lo puso de manifiesto mientras a su alrededor, en las islas, parecía que la fiesta empezaba. Los especuladores construían un mundo ficticio con la aquiescencia de la política y de la banca; desde su casa, y luego, por unos meses, desde la fundación que había creado para prolongar su batalla, en la calle, en los barrios de pescadores, en los campos, en las otras islas, en Madrid, en Alemania, en cualquier parte, ante los poderosos y ante los humildes ciudadanos que le escuchaban como se escucha a un visionario, con temor o indiferencia, Manrique repitió una jaculatoria: vamos hacia el desastre, tanta construcción, tanta autopista hacia la nada, tanto desprecio a la naturaleza, tendrá una respuesta de la vida, ya lo verán. En la película de García Morales se ven los dos elementos de la realidad: mientras lo decía César, cuando lo adivinaba con los datos de lo que se estaba haciendo, y ahora que sus adivinanzas se concretan en el desastre del que son testigos (en todas las islas) las cunetas en las que se refugian los desperdicios de los edificios que se quedaron a medio hacer cuando la crisis hizo su aparición y mandó a parar.

    El dedo en la luna.
    La especulación ha tenido efectos catastróficos y ahora ya es solo detritus lo que deja detrás. El paro es la consecuencia del espejismo. Mientras lo decía César, eran “cosas de César”. La batalla del artista era de amor por su tierra; en primer lugar, el amor a Lanzarote, y después la preocupación por cada una de las islas. Mientras lo dijo hubo de todo: incredulidad, burla, rechazo. Ahora conviene que se vuelva (y esta película es un motivo, la realidad de lo que pasa es otro material imprescindible) a lo que advirtió César Manrique. Se suele creer que los visionarios cuentan sus pesadillas para que la gente se fije en su dedo acusando. César fue un visionario, pero su dedo no señalaba la luna ni su propio dedo. Su dedo apuntaba a lo que ahora nos pasa. Quien no vea como actualidad lo que él dijo entonces sí que estará tapando la vida con un dedo.

    Haría.
    Estuve esta semana en Lanzarote. Quise ir a la playa donde se hizo César, Famara, donde corría, de niño, como si no hubiera final para su horizonte. La arena fue su página en blanco. Y fui a Haría, donde él pasó los dos últimos años de su vida interrumpida. El accidente ocurrió por fuera de la fundación, cuando él volvía a Haría. Allí, en Haría, ahora hay silencio y palmeras, la paz que él buscaba para descansar de tanta guerra. Y aunque haya ahora ese silencio, el eco de Manrique sigue, su guerra no acaba, no acabará mientras sea cierto lo que entonces parecía la manifestación insistente de una locura. No era una locura, era el grito (“¡No me puedo callar!”) de un artista que no tenía otra manera de explicar su miedo por lo que él creía que ya estaba pasando.

    Juan Cruz | 29 de septiembre de 2012

    31 marzo 2013 | 13:39

  9. vaya tela, vaya tela… así no saldremos de la crisis ni a tiros

    12 abril 2013 | 15:17

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