La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Mejor Bécquer que los Monster

Hoy es la fiesta católica de Todos los Santos, reconocidos y por reconocer, aunque nosotros la celebramos como la de los difuntos, que en puridad es mañana, visitando cementerios e inundándolos primero de flores y el resto del año de olvido.

Esta noche fue por lo tanto la norteamericana de Halloween (contracción anglosajona de «All hallow’s Eve» o «Víspera de Todos los Santos”), la del disfraz ridículo de los Monster, el truco o el trato, la calabaza iluminada. No sé ustedes, pero yo prefiero nuestra castiza noche de difuntos, recuerdo del final del año celta y por ello único día en que supuestamente las puertas de las tinieblas quedan entreabiertas permitiendo unas horas de unión entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Tiempo para leer las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y contar historias de miedo a los niños, mi especialidad.

Tiempo también de castañas, atávico alimento de los difuntos en su último viaje. Quizá por eso en media España se asan los oscuros frutos de la mano del Mangosto gallego, el Magüestu asturiano, la Magosta cántabra, el Gaztañarre vasco, la Chiquitía extremeña o la Castanyada catalana. Además de comer lo mismo que los muertos, esta noche en que las almas de los difuntos regresan a la tierra ha sido necesario encender velas y tocar campanas para guiarlas en su camino de regreso a su última morada, no se vayan a quedar por los caminos como almas en pena.

En realidad lo que celebramos, como hacían ya con pena los celtas, es la llegada del invierno. No el astronómico, pues ese no llega hasta el 21 de diciembre, pero si el real. “Por los Santos, el frío en los campos”. Con el cambio de hora, lo corto del día, las bajas temperaturas, la lluvia y este sol sin alegría ¿alguien duda de que ya estamos metidos de lleno en el invierno?

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