El sexo no solo está en los cromosomas sexuales

Hay una razón biológica para que tengamos sexo, aunque todavía no estamos seguros de si la comprendemos en su totalidad. Imaginemos que pudiéramos tener descendencia a voluntad sin intervención de otra persona. Sin duda la vida sería mucho más aburrida, pero también nos evitaría innumerables quebraderos de cabeza y un inmenso gasto de energía.

Evidentemente, es difícil concebir cómo sería la vida sin el sexo; no sin practicarlo (que también), sino sin que existiera. Pero nosotros, los humanos, no hemos elegido que las cosas sean como son. Nos han venido dadas de esta manera, y lo único que podemos hacer es intentar comprender por qué. Bueno, por supuesto y mientras lo intentamos, también podemos disfrutar de los mecanismos que lo hacen posible.

Los organismos que se reproducen asexualmente tienen una gran ventaja sobre nosotros, y es que pueden aumentar sus poblaciones con mucha más facilidad y rapidez, evitando además el engorro y el coste energético de tener que encontrar una pareja adecuada. Queda claro que hablamos desde un punto de vista biológico, desde el cual nuestras células germinales –óvulos y espermatozoides– son tan importantes como nosotros, o incluso más; si tenemos en cuenta las generaciones celulares, entre nuestra generación y la de nuestros hijos hay otra más, la de nuestras células germinales. De hecho, nosotros no somos más que instrumentos al servicio de nuestros genitales para producir descendencia. No es una idea provocadora, simplemente es biología.

Parece claro que entonces, para que la reproducción sexual haya perdurado, debe aportar alguna ventaja a ciertos organismos –en realidad somos una minoría los que utilizamos esta estrategia reproductiva–. La más obvia es que nos confiere una mayor diversidad genética gracias a la mezcla de genes entre el padre y la madre; cada uno de nosotros solo legamos a nuestros hijos la mitad de nuestro genoma, y así fabricamos genomas híbridos que son completamente inéditos, nunca antes aparecidos en la historia de la humanidad.

Cromosomas humanos. Imagen de Public Domain Files.

Cromosomas humanos. Imagen de Public Domain Files.

Esta diversidad genética es el medio para conseguir fines prácticos: nos ayuda a diluir el efecto y la acumulación de mutaciones perjudiciales, que los seres asexuales se ven condenados a arrastrar generación tras generación. Y al haber genomas muy diversos en una población lo suficientemente grande, aumentan las posibilidades de supervivencia de la especie frente a las agresiones del entorno, cuando las condiciones ambientales cambian: si llega una glaciación, siempre hay quienes la soportarán.

Para que todo esto se produzca es necesario que existan dos sexos, con un dimorfismo sexual característico –lo que nos diferencia físicamente– que nos permite reconocernos mutuamente. Y según la norma más general, lo que genera esas disparidades entre los cuerpos de hombres y mujeres también determina otros parámetros, como nuestra identidad sexual (sentirnos hombres o mujeres) y nuestra orientación sexual (que nos atraigan los hombres o las mujeres).

En tiempos pasados, cuando aún no se comprendían los mecanismos responsables de todo esto –y, todo hay que decirlo, cuando los prejuicios sociales y religiosos eran mucho más prevalentes que hoy–, se interpretaba que la naturaleza humana era forzosamente binaria, valga la insistencia, por naturaleza: hombre y mujer, macho y hembra, sexo donador y sexo aceptor, cada uno atraído por el opuesto. Todo lo que se saliera de esta norma mayoritaria se consideraba anormal, y por lo tanto patológico. Para algunos, incluso satánico.

Naturalmente, hoy los criterios sociales han cambiado, y los religiosos ya no determinan el funcionamiento de la sociedad. Pero aunque sin duda esto debe agradecerse principalmente a todas las personas que han entregado sus mayores esfuerzos a esta causa, es esencial no olvidar algo: cuando el Papa Francisco, en sus recientes y decepcionantes declaraciones, atribuía la homosexualidad a una moda (o al menos su mayor visibilidad actual), está ignorando un siglo de conocimiento científico.

Está ignorando que, con independencia de las tendencias y los cambios en la realidad social y del empeño de quienes los han impulsado, el hecho biológico es que la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad, la intersexualidad y las discrepancias entre fenotipo e identidad u orientación sexual son situaciones completamente NATURALES, que forman parte de la distribución normal (en sentido matemático; es decir, campana de Gauss) de la variabilidad sexual humana.

Y el hecho de que ya no se consideren patologías ni siquiera se debe a la necesidad de crear una sociedad más inclusiva, como sí ocurre para el caso de ciertos trastornos mentales que hoy se pretende desestigmatizar; la variabilidad sexual no es patológica, sencillamente porque en esta categoría entran las condiciones que perturban gravemente a las propias personas o a las cercanas a ellas. Y el único motivo por el que la variabilidad sexual ha creado perturbaciones a tantas personas durante tantos siglos es por esos antiguos prejuicios sociales y religiosos, no por nada inherente a esas propias condiciones, que en sí misma son tan patológicas como el hecho de que dos padres rubios tengan un hijo moreno.

Como ilustración de todo esto, llega un nuevo estudio que descubre uno más de los factores genéticos involucrados en la determinación del fenotipo sexual humano. Desde hace años se conoce el gen SRY, presente en el cromosoma sexual masculino Y, cuya entrada en funcionamiento durante el desarrollo embrionario es fundamental para la aparición de los genitales masculinos. Como ya expliqué aquí y en contra de ese mito tan extendido, esto no implica que todos comencemos nuestro desarrollo como embriones femeninos; la ausencia del cromosoma Y con su gen SRY solo resulta en una diferenciación completa de la anatomía femenina cuando existen dos cromosomas X, no solo uno de ellos. Antes de la puesta en marcha del Y, el embrión no es femenino, sino un proyecto de hermafrodita.

Pero ¿cómo actúa SRY? Los genes en realidad no producen caracteres, sino solo proteínas. Muchas de estas proteínas a su vez estimulan la actividad de otros genes, cuyos productos activan otros genes, y así. Estas cadenas llevan en algún momento a la fabricación de proteínas que participan en rutas metabólicas de la célula, las cuales modifican la producción de otras moléculas involucradas en otras rutas o en la activación de otros genes… El proceso en conjunto podría asemejarse a esos inmensos montajes de fichas de dominó que hace unos años tanto parecían gustar a los japoneses, donde las líneas se ramificaban y se volvían a unir para al final disparar pirotecnia o hacer caer un coche. Los montajes de dominó de la célula pueden resultar finalmente en varios efectos diferentes y en apariencia no relacionados entre sí, como el color de la piel y el funcionamiento del páncreas.

El nuevo estudio, publicado en Nature Communications por investigadores del Instituto de Investigación Infantil Murdoch (Australia), ha identificado el mecanismo de uno de esos mediadores de la acción del gen SRY. Se trata del gen SOX9, activado por SRY y que produce un factor de transcripción, es decir, un estimulador de la expresión de otros genes. Así, SOX9 es un eslabón en una de esas cadenas, en concreto la que lleva al desarrollo de los genitales masculinos. Si se rompe ese eslabón, la cadena no funciona y los testículos no se desarrollan. Si por el contrario ese eslabón se multiplica, se favorece el desarrollo de los testículos cuando no debería ocurrir.

En concreto, toda la magia ocurre no en el propio gen SOX9, sino en una región del genoma adyacente a él. Cuando a comienzos de siglo se terminó de secuenciar el genoma humano, a los investigadores les sorprendió descubrir que solo una pequeña parte de él contiene genes; el resto se denominó ADN basura, pero fue un nombre desafortunado, ya que en realidad esta materia oscura del genoma (una denominación más adecuada) contiene secuencias esenciales para que los genes se activen. Esas partes que no producen proteínas albergan promotores y enhancers (potenciadores), segmentos de ADN a los que se unen esos factores de transcripción y otras proteínas reguladoras para ordenar a los genes que fabriquen proteínas. Son los semáforos de los genes: cuando están en rojo, el gen está inactivo; necesitan que una proteína reguladora se una a ellos y los ponga en verde para que el gen funcione.

Los investigadores australianos han descubierto que el gen SOX9 está bajo el control de tres semáforos, o enhancers, que dependen de SRY para ponerse en verde y dar paso a la producción de una proteína que actúa como eslabón crítico en la cadena que lleva al desarrollo de los testículos. Cuando estos enhancers aparecen en mayor número de lo habitual, el resultado es que se forman testículos, incluso cuando la persona tiene cromosomas XX, es decir, es genéticamente femenina. Y al contrario, cuando los enhancers de SOX9 son deficitarios, aparecen ovarios, incluso si la persona es XY, genéticamente masculina.

En resumen, las variaciones en el control de SOX9 por medio de sus enhancers explican muchos casos de intersexualidad: personas cromosómicamente femeninas que poseen testículos, o cromosómicamente masculinas que poseen ovarios. El gen SOX9 no se ubica en los cromosomas sexuales sino en el cromosoma 17. Por supuesto no es el primer caso conocido de control del sexo a través de genes situados en cromosomas que no son los sexuales, pero sirve para reforzar la idea de que el sexo no solo está en los cromosomas sexuales.

Y naturalmente, las variaciones en el control de los enhancers de SOX9 no son enfermedades. No son trastornos (aunque, por desgracia, la terminología todavía debe adaptarse a esta realidad). Y dado que los procesos genéticos y bioquímicos que controlan la definición de la identidad y la orientación sexual en el cerebro (es decir, si nos sentimos más hombres, más mujeres o ninguno de ambos en particular, o si nos atraen más los hombres, las mujeres o ambos) dependen de sus propias cadenas dentro esos inmensos montajes de dominó, puede ocurrir que las personas XX que son fenotípicamente hombres, o las XY que son fenotípicamente mujeres, se sientan hombres o mujeres, y les atraigan los hombres o las mujeres.

Son simplemente casos minoritarios, que caen en las partes más delgadas de la campana de Gauss de la variabilidad sexual humana. Pero no sufren ningún mal, salvo aquellos que la sociedad quiera cargar sobre ellos por el hecho de no haber caído en la parte más alta de la campana de Gauss.

6 comentarios

  1. Dice ser gorrión

    «Naturalmente, hoy los criterios sociales han cambiado»
    Eso de naturalmente habría que cambiarlo por «políticamente».

    «el hecho biológico es que la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad, la intersexualidad y las discrepancias entre fenotipo e identidad u orientación sexual son situaciones completamente NATURALES, que forman parte de la distribución normal»
    Está claro, para cualquiera que tenga ojos en la cara que todos esos «hechos biológicos» están en la parte residual de la campana. De NORMAL tiene muy poco. De natural lo tiene todo. Hasta los terneros que nacen con 2 cabezas son también criaturas NATURALES.

    «Cuando estos enhancers aparecen en mayor número de lo habitual, el resultado es que se forman testículos, incluso cuando la persona tiene cromosomas XX, es decir, es genéticamente femenina.»
    ¿En mayor número de lo habitual? Dicho así, parece algo que se sale de lo NORMAL, que se DESVÍA bastante de la media.

    Todos somos criaturas naturales, los que están más en el entorno de la media y los que están lejos también. Y todos merecemos RESPETO, aunque esto ya se sale de lo natural y está más cerca de la moral.
    Lo malo es cuando se utilizan políticamente a las minorías de la campana de Gauss como excusa para obligar a la mayoría a ver lo que no tiene delante, so pena de ser castigadas por DELITO DE ODIO. Igual que le hicieron a GALILEO. Porque lo que es falso solo se puede imponer por la fuerza.

    Interesante artículo de todos modos. Los que luchan por erradicar los 2 SEXOS y tratan de imponer por LEY lo de los más de 7000 millones de géneros sexuales (tantos como personas existen), lo verán extremadamente interesante.

    Algunos veganos obligan a gatos y a perros a ser veganos también. Otros veganos quieren hacer veganos a serpientes, escolopendras e incluso leones.

    ¿Son veganos también los leones y las serpientes, aunque sean una minoría en la campana de Gauss? ¿O son carnívoros forzados por algún tipo de constructo social misterioso etéreo y heteropatriarcal como el que oprime a los LGTBI?

    22 diciembre 2018 | 15:10

  2. Dice ser Yomesmo

    Claro, el sexo tambien está en el mismo nabo. No te jode

    22 diciembre 2018 | 16:29

  3. Dice ser Ali

    Me parece un articulo muy interesante, aunque el comentario de Gorrion me parece muy acertado. Todos somos unicos y precisamente por eso somos todos iguales. No se puede imponer, como esta pasando, la postura particular de una minoria, por que todos somos una minoria, asi que esta politica «correcta» no lo es; es la imposicion de algunas minorias sobre otras. Creo firmemente en el respeto mutuo en todos los ambitos de la vida, por lo cual no puedo aceptar que unos dirijan a los demas en lo que deben o no pensar.

    22 diciembre 2018 | 20:44

  4. Dice ser pepito pepe

    Las patologías sexuales existen, gusten o no al buenismo.

    El problema es que nuestra mentalidad actual está todavía ofuscada por una carga cultural intensa que nos inhabilita bastante a la hora de realizar el simple ejercicio de considerar la patología desde una perspectiva estrictamente biológica sin mezclarla con valoraciones morales del tipo «bueno/malo» o «culpable/inocente». Puede que socioculturalmente una persona «enferma» sea una persona «culpable» o «despreciable» o «malvada», pero biológicamente la «enfermedad» no tiene ninguna de esas connotaciones socioculturales, y aun así andamos con miedo a abordar la perspectiva patológica por miedo a que nos tachen de malistas.

    Nadie piensa que un adorable gatito es menos adorable porque le falte una patita.

    La homosexualidad es una enfermedad por la simple razón de que un hombre no puede producir descendencia con otro hombre, ni una mujer con otra mujer, y si todos fuéramos homosexuales la puñetera especie se extinguiría por falta de reproducción.

    Y digo que la homosexualidad es una enfermedad, no una «culpa» ni una «maldad» ni un «desmerecimiento».

    Otro claro ejemplo de patología sexual es la pedofilia. Y otra patología sexual, esta no directamente biológica sino sociocultural, es el voto de castidad.

    La homosexualidad es una enfermedad, o buscad otros sinónimos de enfermedad que os gusten más, como también lo son la diabetes, la obesidad, la calvicie, o el ser demasiado alto, demasiado fuerte, demasiado inteligente o demasiado guapo.

    Las patologías sexuales existen como también existen las patologías no sexuales.

    La diabetes o la calvicie o la obesidad o el síndrome de Down o la superdotación intelectual son todos también meras posiciones excéntricas en la campana de Gauss.

    Y TODOS somos o estamos o enfermos de una u otra cosa, porque NADIE ES PERFECTO; TODOS TENEMOS IMPERFECCIONES BIOLÓGICAS, ES DECIR, ENFERMEDADES.

    Así que si las enfermedades son «culpabilidades» socioculturales, entonces TODOS somos culpables y despreciables.

    Pero las patologías sexuales existen y son pura y simplemente PATOLOGÍAS.

    Grandes personajes homosexuales de la historia hicieron infinitamente más por el progreso de la humanidad que todos esos pedófilos ensotanados que andan culpabilizando la homosexualidad.

    22 diciembre 2018 | 21:37

  5. Dice ser Rod

    Cada juno puede sentirse atraido por el sexo quiera, y tiene que poder hacerlo sin interferencias de la ley o religión
    Pero sexos, hay 2. Es la definición de lo que es el sexo de una persona.
    Yo también puedo decir, yo tengo 4 brazos. Porque las piernas han evolucionado de blablba y blabla y en el fondo blabla y blabla y esto y lo otro y por ende, para mi las piernas son brazos y tengo 4 brazos. Vale, si, lo puedo interpretar como me de la gana. Pero brazos tengo 2.

    22 diciembre 2018 | 22:13

  6. Dice ser Jon

    Excelente artículo, las variaciones en ese gen ocurren de forma natural y normal y supongo que depende del número y el azar que pase. Aunque creo que también tiene que ver la plasticidad para aprender o adaptarse que tiene nuestro organismo, es decir, mientras más nos acostumbramos a un entorno, nuestros genes van aprendiendo y transmitiéndo de alguna manera esta información en nuestro interior. Está claro que por medio de todos esos incontables genes que tenemos.

    La biología de los organismos puede jugar malas pasadas a las establecidas mentalidades binarias ya que los movimientos de esos genes pueden tranquilamente acabar como los peces que han adaptado su biología para tener dos sexos y cambiar de sexo cuando lo necesiten. Nadie diría que esos peces no tienen total normalidad. ¿Cómo lo han hecho? Todo tiene un principio y los primeros peces que empezaron a notar cambios debieron ser exactamente como lo hacen esos genes, poco a poco, hasta ir hasta donde lo necesitaban.

    No entiendo que se sientan atacados algunos simplemente por recordar que también hay otras variables. Nadie debería sentirse mal por eso. Es irracional y sometido a prejuicio como dice el articulista.

    Hombre, alguien ha dicho algo que me ha hecho pensar y es obligar a un león o a una serpiente a ser vegano. No sé exactamente si la comida vegana admite algo de carne o no o si es posible que esos animales puedan comer voluntariamente alimentos vegetales. Lo cual creo que no. Yo no daría alimentos vegetales a un león si compromete su biología. Clarísimo. Y creo que pasaría eso.

    Y por esa misma razón no me metería con gente que siente necesidad natural de acostarse con quiera o cambiar de sexo si así lo siente porque es cambiar su biología que le sale natural.

    01 enero 2019 | 23:44

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