El Princesa de Asturias de ciencia acierta este año, pero tiene una deuda pendiente

Ayer las gaitas sonaron en Oviedo un año más para acoger la entrega anual de los premios Princesa de Asturias. Los que hemos crecido con media pata en el Principado envidiamos profundamente a los galardonados, no por el premio, sino porque a diferencia de nosotros anoche cenaron allí, y a gastos pagados. Pero en fin; en el culín de sidra meramente simbólico que le toca beberse a este blog figuran tres nombres propios y un inmenso colectivo de cerebros: los físicos Rainer Weiss, Kip Thorne y Barry Barish, junto con los más de mil integrantes de la Colaboración Científica LIGO, han recibido el premio de Investigación Científica y Técnica 2017.

El físico Rainer Weiss recibe el premio Princesa de Asturias 2017 de Investigación Científica y Técnica de manos del rey Felipe. Imagen de EFE/Chema Moya.

El físico Rainer Weiss recibe el premio Princesa de Asturias 2017 de Investigación Científica y Técnica de manos del rey Felipe. Imagen de EFE/Chema Moya.

Cada año se establece una comparación interesante entre los Nobel y nuestra propia versión, que obviamente no alcanza la misma repercusión internacional que los premios suecos, al menos en ciencia. El paralelismo es relativo, porque los Nobel distinguen tres categorías científicas, mientras que en los nuestros todo entra en un mismo saco.

A pesar de esto, los Princesa de Asturias no tienen una capacidad más limitada para premiar a los científicos, sino todo lo contrario: hay muchas disciplinas científicas que no tienen cabida en los Nobel, mientras que la categoría más amplia de los Princesa permite incluir a los paleoantropólogos, biólogos evolutivos, matemáticos, ingenieros de computación, ecólogos, científicos planetarios o climatólogos, por citar solo algunos ejemplos.

En este blog ya respondí a la clásica pregunta de por qué no hay un Nobel de matemáticas, pero aclarando que la respuesta más bien explica por qué estos premios solo contemplan un espectro muy estrecho de ciencias, dejando fuera a todas las demás. Algunas de las que he mencionado aún no existían en tiempos de Alfred Nobel, pero sí otras. Y la verdadera pregunta debería ser por qué no hay Nobel de invención o tecnología, el campo al que el inventor de la dinamita dedicó toda su vida.

Pero salvando las diferencias entre ambos premios, es interesante comparar dónde ponen el foco cada año dos jurados formados por un puñado de reconocidas personalidades de la ciencia y adláteres. Y dado que los Princesa se anuncian en junio y los Nobel en septiembre, los premios españoles sirven como antesala, recurriendo al tópico y sin que suponga ningún demérito abrir el camino hacia la máxima distinción científica del único planeta habitado conocido (por nosotros, claro).

Lo cierto es que este año los jurados lo tenían fácil. Tanto el Princesa como el Nobel de Física han reconocido lo que muchos han llamado el hallazgo del siglo, la confirmación de las ondas gravitacionales que Einstein predijo hace cien años y que se anunció por primera vez en febrero de 2016.

A diferencia de los Nobel, los Princesa no limitan la concesión a un máximo de tres nombres. El jurado de los premios españoles escogió a los mismos tres responsables de la detección de ondas gravitacionales que aún viven (uno de ellos murió este mismo año) y que este mes han sido agraciados también con el Nobel: el impulsor de todo ello, Rainer Weiss; el teórico, Kip Thorne; y el que lo hizo realidad, Barry Barish.

Pero además, el Princesa ha incluido también de forma más simbólica a todo el equipo que participa en el experimento LIGO, la máquina que permitió llevar a cabo el hallazgo. Como ya conté aquí, más de mil investigadores firmaron el estudio que describió la primera detección de ondas gravitacionales.

Como en el caso de los Nobel, se echa de menos un reconocimiento para los responsables y los integrantes del experimento Virgo, el homólogo europeo del estadounidense LIGO. Virgo no es una sucursal, sino que ambos comenzaron su andadura de forma independiente, para luego entablar una colaboración que ya estaba consolidada antes de que LIGO consiguiera cazar por primera vez las arrugas espaciotemporales. Aquella primera detección no cayó en las redes de Virgo, pero no por ello su contribución a este titánico esfuerzo colectivo e internacional debería quedar sin premio.

En resumen, aunque en este caso los Princesa han acertado al marcar la senda que luego han seguido los Nobel, y además reparten la distinción de una manera más ajustada al formato cooperativo de la investigación científica actual, siempre se olvida a alguien.

En el caso de los Princesa, sin duda el error más imperdonable en la historia de estos galardones se cometió en 2015, cuando se premió a las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por el desarrollo de la herramienta de edición genómica CRISPR, dejando fuera al descubridor del sistema; que para más escarnio es español, el alicantino Francis Mojica. Una deuda aún pendiente, y una mancha que debe borrarse cuanto antes: ¿hará falta que Mojica reciba el Nobel para que el jurado del Princesa deje de mirar para otro lado?

5 comentarios

  1. Dice ser Joseph Turner

    That was really shocking to know about the debt.Hope they clear it as early as possible so that the image of The princess of Asturia is not at stake.
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    22 octubre 2017 | 05:04

  2. Dice ser coolmann

    Como eres, lo mas lógico que a los galardonados les dieran el almuerzo o la comida, el resto es reunión de trabajo , supongo que te abra dado dietas tu jefe.

    22 octubre 2017 | 09:57

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    24 octubre 2017 | 09:15

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    Consistently there is an intriguing correlation between the Nobel and our own variant, which clearly does not accomplish an indistinguishable global effect from the Swedish honors, at any rate in science.

    27 octubre 2017 | 15:29

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    The parallelism is relative, in light of the fact that the Nobel recognize three logical classifications, while in our own beginning and end goes in a similar sack.

    02 noviembre 2017 | 07:20

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