Los científicos, ¿tan malvados como para hacerle eso a un pollo?

Aquí va una que llenará de alborozo a los anti-ciencia: un estudio revela que los científicos son percibidos como más propensos que la población general a fornicar con el pollo muerto que después se comerán para cenar. Tal cual. Pero si realmente les interesa saber de qué diablos estoy hablando y no quedarse solo en la anécdota, sigan leyendo.

Una de las posibles salidas profesionales del doctorado. Imagen de Marvel Comics.

Una de las posibles salidas profesionales del doctorado. Imagen de Marvel Comics.

Los psicólogos Bastiaan Rutjens y Steven Heine, respectivamente de las Universidades de Ámsterdam (Países Bajos) y Columbia Británica (Canadá), estaban interesados en indagar en la percepción social de los científicos, sobre todo en lo referente a sus principios morales. Pese a la creciente implicación de la ciencia y la tecnología en todos los aspectos de la vida diaria, es evidente que la visión percibida sobre los científicos es ambivalente, y en muchos casos tiende a dos extremos tan estereotipados como falsos: o santos laicos (boquiabierto me dejaron algunos tuits en el último cumpleaños de Isaac Newton) o lunáticos y amorales (el daño que hace el tópico del científico loco).

Para calibrar qué visión tiene la sociedad sobre la moralidad de los científicos, Rutjens y Heine lanzaron una amplia investigación sociológica compuesta por una serie de encuestas basadas en un paradigma llamado falacia de conjunción. Y explico. Imaginemos que tenemos un rebaño de cabras y ovejas, y que de ambas las hay blancas y negras. Supongamos la probabilidad de elegir una oveja; es evidente entonces que la probabilidad de elegir una oveja negra es menor, ya que hay menos ovejas negras que ovejas.

Apliquemos esto ahora a los rasgos que definen a una persona a la que asociamos un determinado comportamiento. Si por ejemplo preguntáramos qué tipo de perfil veríamos con más probabilidad en una manifestación por la igualdad de las mujeres, una cajera de banco o una cajera de banco con una activa participación en movimientos feministas, lo lógico parecería elegir a la segunda, ¿no?

Pues bien, los psicólogos razonan que esto es un error lógico, ya que la segunda población (cajera + feminista) es más pequeña y restringida que la primera (cajera). De ahí el nombre de falacia de conjunción: asociamos una mayor probabilidad a la conjunción de dos condiciones, a pesar de que la probabilidad es mayor para cada una de ellas por separado. Dicho en términos más llanos, tendemos a formar estereotipos de las personas a partir de algún dato suelto: si lleva coleta, votante de Podemos; pelo corto y gomina, del PP. Y sin embargo, sabemos que los estereotipos se equivocan; de ahí la falacia.

Este error es una fuente de revelación para los psicólogos: cuando caemos en la falacia, es debido a que estamos guiándonos por una fuerte convicción estereotipada que tal vez no manifestaríamos si se nos preguntara directamente. En el caso del estudio que vengo a contar, Rutjens y Heine propusieron una primera condición, por ejemplo aficionado a los deportes, y una segunda escogida de entre varias: científico, ateo, musulmán, cristiano, hispano, nativo americano, gay, psicólogo, profesor o abogado.

A los voluntarios se les presentaron diversos escenarios: un asesino en serie que ha matado a cinco personas sin techo, un hombre que se ha acostado con su hermana con consentimiento mutuo, el ya citado fornicador de pollos, un tipo que recibe un favor de un compañero de trabajo pero luego se escabulle de devolverlo y además hace trampas jugando a las cartas, otro que se burla de una mujer obesa y patea a un perro, y finalmente un sujeto que decide cenarse a su perro atropellado por un coche. No, no es que Rutjens y Heine diseñaran el experimento en uno de los famosos Coffee Shops de Ámsterdam (o quizá sí, no lo sé), sino que estos escenarios han sido previamente utilizados en otros estudios sobre moralidad.

Pues con todo esto, a encuestar, y a ver qué pasa. Y los resultados del estudio, publicado en la revista PLOS One, son para bebérselos: los participantes asocian de forma aplastante las conductas de todos los escenarios a los ateos, siempre muy por encima de los grupos de control. Los científicos ganan a los controles en incesto y asesinato en serie, pero se mantienen muy por debajo de los ateos. En cambio, y por razones que vaya usted a saber, los científicos ganan por paliza a los ateos (64,2% frente a 42,9%) en su probabilidad, a juicio de los encuestados, de mantener un encuentro amatorio con el pollo antes de meterlo en el horno; eso sí, usando un condón y lavándolo bien después, según describe el escenario del estudio.

Imagen de bigdogLHR / Flickr / Creative Commons.

Imagen de bigdogLHR / Flickr / Creative Commons.

Curiosamente, en cambio, los participantes en el estudio no ven a los científicos haciendo trampas a las cartas o maltratando a señoras o perros; en esto quedan al nivel de los grupos de control; y una vez más, muy por debajo de los ateos, que quedan retratados por los encuestados como la personificación absoluta del mal en la Tierra. El motivo de los autores para elegir esta población como comparación es que otros estudios previos ya habían revelado diferencias en la población general en cuanto a la percepción de los criterios morales sostenidos por personas religiosas y ateas. De hecho, uno de los terrenos en los que pica el estudio es el debate sobre la ciencia como nuevo sustrato de la moralidad.

En resumen, el estudio viene a sugerir que la gente percibe a los científicos como seres capaces de barbaridades, y no tanto de pequeñas infamias. «Mientras que los científicos gustan e inspiran amplia confianza, también son percibidos como un poco inhumanos y suficientemente obsesionados con la búsqueda del conocimiento como para ser capaces de conductas inmorales y potencialmente peligrosas», escriben Rutjens y Heine.

Los autores afirman que no se ve a los científicos como intrínsecamente malvados, sino como personas tan entregadas a un fin que llegan a justificar cualquier medio para alcanzarlo (¿el clásico villano de los cómics de superhéroes?). Como resultado, la percepción que existe de ellos es «una compleja mezcla de estereotipos y asociaciones positivas y negativas», y esto, concluyen los dos psicólogos, «ofrece nuevas pistas sobre el rechazo ideológico y la desconfianza en la ciencia y en sus descubrimientos por parte de muchos». Ahora, a ver cómo se arregla esto.

2 comentarios

  1. Dice ser el cuerpo, ese gran enigma... enemigo y todo eso...

    Los humanos son tan malvados consigo mismos…
    Es incomprensible entender por qué censuran su propia naturaleza. Contemplando serenamente la realidad del mundo humano hay conceptos morales que se tienen por eternos inamovibles y apenas duran un suspiro si se contempla desde un punto de vista más libre. Sucedió con su visión antropocéntrica del Universo y sucede con su cosmografía interior aún poco razonada.
    https://vimeo.com/75668138

    25 abril 2016 | 23:36

  2. Dice ser Rompecercas

    La peor valoración es para los ateos.¿Y que no es un ateo sino un escéptico o alguien que no tiene dogma ni fe? O sea lo que de verdad molesta a la gente son los escépticos…Ahí tenemos que lo más valioso para la gente son sus dogmas, y el peor enemigo es el que amenaza esos dogmas…y la ciencia está llena de resistencias, inercias y dogmas.

    Por otro lado, una cosa son las personas concretas, que tienen poco que ver en el grado de bondad de una disciplina; por eso este estudio solo sirve para hacer una caricatura. Tratamos más bien con poderes, instituciones, prácticas… que están por encima de las personas, y está claro que el poder tecnocientífico es el máximo peligro al que nos enfrentamos tanto las personas concretas como la humanidad entera, un poder que tiende a anular al ser humano y destruir el planeta, a todo trapo.

    26 abril 2016 | 00:54

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