Por Mariana Palabra, UNICEF Nepal
Ganga Nepali se peina el pelo en medio del centro del campamento de personas desplazadas en Charikot, en el distrito de Dolakha. Esta niña de nueve años mira hacia el suelo tímidamente. Es la mayor de tres hermanos.
“Tengo una hermana muy especial. Pero yo soy la mayor”, dice. Por especial, se refiere a que su hermana es también su gemela.
“Es verdad. Nació solo unos segundos antes que yo. En realidad ella es la mayor, pero yo cuido de todos”, dice con mucha confianza Jamuna, la hermana de Ganga.
De hecho, Jamuna estaba en casa con sus hermanos y con su madre cuando el primer terremoto sacudió Nepal la mañana del 25 de abril. Jamuna mantuvo la situación bajo control. “Les dije que no se preocuparan y que, en cuanto la tierra dejara de temblar, salieran de casa”, recuerda.
Menos de tres semanas más tarde se produjo un segundo terremoto, cuyo centro se situó a tan solo 15 kilómetros de distancia de Charikot, donde se encontraba Jamuna, en casa de una amiga. “Tenía tanto miedo… Pensaba que la casa se me caía encima”, dice. Recuerda que pensaba: “No estoy con mis padres y voy a morir”.
Jamuna encontró a su madre, su gemela y su hermano pequeño sanos y salvos, pero no localizaban a su padre. “Cuando finalmente apareció, siete horas después, sentí una felicidad enorme”, dice con una gran sonrisa en la cara. “¡Pasaban tantas emociones por mi cabeza que ni siquiera podía hablar!”
Esa noche la pasó a la intemperie, en uno de los campamentos de la ciudad. Fue una noche interminable según lo que cuenta Ganga. “Tenía tanto miedo que no podía comer ni dormir”, dice. “No solté la mano de mi hermana en toda la noche, aterrorizadas con cada réplica”.
Desde entonces, Ganga y Jamuna viven en una tienda de campaña y asisten a uno de los espacios amigos de la infancia de UNICEF. Uno de los voluntarios que trabajan en este espacio es Kuisang Rumba, un famoso actor que aparece en videoclips nepalíes. A veces enseña a los niños sus mejores coreografías, mientras crea música con sus labios. Los extraños sonidos y sus movimientos consiguen que los niños se rían a carcajadas.
Jamuna es de las primeras en unirse para repetir los pasos del baile. Ganga solo les mira y sonríe tímidamente.
“En su primer día, muchos de estos niños eran tímidos, estaban asustados y mostraban bastante pasividad”, explica Kuisang. “Sin embargo, después de tres o cuatro sesiones de teatro y danza, la mayoría de ellos empiezan a participar, interactuar y unirse a mis bailes”.
Ganga disfruta el tiempo que pasa cada día en el espacio amigo de la infancia, pero quiere volver a su antigua vida. “Echo de menos mi colegio y a mi mejor amiga. Pero ahora no sé dónde está. No sé nada de ella desde el segundo terremoto”.
Jamuna está preocupada por el impacto emocional que el terremoto está teniendo en su hermana. Está cuidando de ella, de su hermano de cuatro años y de su madre, que tiene problemas con el alcohol y a la que hay que recordar constantemente que gaste el dinero en comida en lugar de en vino de arroz.
Jamuna tiene tantos sueños por cumplir… Tiene muchas ganas de volver al colegio. “Me encanta cantar, bailar y jugar en los espacios reservados para los niños, pero empiezo a aburrirme. Quiero leer y escribir. Echo de menos el pasado”, dice. “He escuchado que ser científico es algo bueno. Así que quiero estudiar duro y llegar a serlo en el futuro. Por favor, ayudadnos a volver al colegio”.