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Clínicas móviles en helicópteros para zonas remotas de Nepal

Por Emma Pedley, enfermera de Médicos Sin Fronteras en Nepal

Equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) visitan una aldea en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

Equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) visitan una aldea en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

El tiempo disponible para escribir durante los últimos días ha sido escaso. Los expatriados que formamos el equipo de enfermería hemos estado rotando durante estas jornadas en las salidas en helicóptero, que nos permiten realizar misiones exploratorias a zonas que aún no han sido exploradas tras el terremoto, e interviniendo en clínicas móviles en áreas remotas.

Los días que pasamos fuera, en los pueblos de montaña, han sido, por un lado muy estimulantes (no en vano era la primera que subía a un helicóptero) pero, al mismo tiempo, han supuesto una experiencia muy triste y aleccionadora. Muchos pueblos de la zona noreste de Katmandú han colapsado completamente, las casas de piedra y los refugios para animales están destruidos, las tiendas en las que se almacenaban la comida y las cosechas de esta gente están enterradas bajo los escombros.

A pesar de las dificultades a las que se enfrentan, en cada pueblo en el que hemos aterrizado nos ha recibido con abrumadora amabilidad y generosidad, sonriendo y dándonos la bienvenida, “Namasté”, ofreciéndonos sus escasas reservas, durante el tiempo que permanecemos allí con nuestras clínicas. En algunas aldeas al norte, cerca de la frontera tibetana y donde las tradiciones budistas son mayoritarias, nos regalan pañuelos de seda blancos tejidos con mantras, llamados Khata, como señal de respeto y bendición.

Angelo, integrante de uno de los equipos móviles de MSF, saluda y recibe una bufanda denominada “khada” empleada para la oración por parte del líder de la aldea como agradecimiento por la distribución de materiales para reconstruir tejados en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

Angelo, integrante de uno de los equipos móviles de MSF, saluda y recibe una bufanda denominada “khada” empleada para la oración por parte del líder de la aldea como agradecimiento por la distribución de materiales para reconstruir tejados en el distrito de Gorkha. © Brian Sokol/Panos

 Durante las últimas semanas he estado en unas 25 aldeas donde he escuchado algunas historias que no me puedo quitar de la cabeza: Un muchacho delgado, de unos 18 años, nos contó cómo, durante tres horas y a través de caminos destrozados y laderas cubiertas por deslaves, había llevado a una mujer gravemente herida desde su aldea hasta llegar a una carretera accesible para poder llevarla a un hospital

Un niño pequeño que me contó, en un sencillo inglés, con los ojos muy abiertos y mientras movía sus brazos cómo había visto las casas y los árboles balancearse “de un lado a otro” durante el terremoto. Me explicó que su casa se había derrumbado y que ahora dormía con otras 20 personas en un pequeño refugio de lona.

Una tímida enfermera de ojos brillantes cuyo puesto de salud había quedado aplastado por rocas y tierra que se habían tragado los medicamentos se mostró muy contenta cuando le dimos un kit completo de fármacos esenciales y apósitos.

Un anciano con el rostro surcado de arrugas se arrodilló y colocó sus manos nudosas y delgadas sobre el suelo gritando “Ram, Ram, Ram” (“Dios, Dios, Dios”) cuando se sintió una fuerte réplica. Y así se quedó, en esa posición, durante varios minutos. Estaba profundamente traumatizado por haber revivido el terremoto inicial.

El equipo de Anne, otra de las enfermeras, llegó a un pequeño pueblo cercenado a causa de tremendos deslizamientos de tierra. En la aldea pensaban que eran los únicos que han sufrido el terremoto y se pusieron a llorar horrorizados al conocer que muchas otras áreas estaban igualmente destruidas.

Es complicado gestionar una clínica móvil en un helicóptero. Hurgas entre las cajas de medicamentos, escuchas la traducción que realiza nuestro médico nepalí sobre las enfermedades y los síntomas de los pacientes, tratas controlar a la multitud… Se trata de un trabajo intenso.

Los vuelos entre las aldeas tampoco distraen de la realidad. A pesar de haber visitado Nepal dos veces antes de este seísmo, nunca había tenido el privilegio de verlo desde el aire hasta ahora. Es un país que, desde esta perspectiva, impresiona y deja sin respiración. La época del monzón se acerca y las nubes oscurecen los picos más altos. Algunos todavía se dejan ver y muestran sus cumbres blanquísimas apuntando al cielo.

En primer plano, justo debajo de nosotros, podemos ver terrazas esculpidas en las laderas, campos de arroz y maíz con sus paredes que siguen el contorno de las colinas fielmente, con más precisión que si una mano lo dibujara en un mapa. Allí donde el agua está más cerca, los campos muestran un verde aterciopelado y cuanto más ascendemos vemos cosechas que aún no han madurado. Desde el helicóptero los valles y laderas aparecen como un espacio muy delicado y frágil, especialmente donde han sido desgarrados por las cicatrices grises que han dejado los deslizamientos de tierra; cicatrices en más de un sentido.  

Además de materiales para reconstruir techos, los equipos de MSF también proporcionan mantas, utensilios de higiene y kits de cocina a través de helicópteros a las aldeas más remotas. © Brian Sokol / Panos

Además de materiales para reconstruir techos, los equipos de MSF también proporcionan mantas, utensilios de higiene y kits de cocina a través de helicópteros a las aldeas más remotas. © Brian Sokol / Panos

Los derrumbamientos han inutilizado los escasos caminos que unen estas aldeas tan remotas; los deslizamientos han destrozado campos de cultivo suponían los medios de vida y la seguridad de los habitantes de estas zonas. Hablamos de lugares donde la agricultura de subsistencia sigue siendo la norma y no una excepción.

Las dos prioridades más urgentes que tienen en mente las comunidades que hemos visitado son el refugio y el alimento, en ese orden. Está lloviendo y, a finales de mayo, las lluvias serán diarias y las condiciones climatológicas harán que volar de manera regular sea casi imposible. Nuestro objetivo es analizar las necesidades tantas comunidades como sea posible antes de que esto suceda.

Nuestro equipo de logística está trabaja sin descanso para poder seguir el ritmo de las exploraciones que hacemos los equipos médicos, con el fin de poder distribuir mantas, kits de refugio, kits de higiene y raciones de alimentos altamente calóricos antes de que llegue el cambio de estación. Mi único deseo es que podamos llegar a tiempo.