Por Naresh Newar, UNICEF Nepal
Me encuentro con Rita Pyakhurel al lado de su colegio, totalmente en ruinas. Esta profesora de 56 años está preocupada por cómo reconstruir la escuela y sus alumnos le preguntan constantemente cuándo van a poder volver a clase.
Rita ha trabajado durante 20 años como directora de la escuela de secundaria de Shree Kalika. Todavía está intentando superar la muerte de cuatro jóvenes estudiantes del pueblo. Esta ha sido una de las zonas más afectadas del distrito de Nuwakot, donde el terremoto de 7,8 grados que ha sufrido Nepal ha impactado con fuerza.
En Nuwakot, unas 30.000 casas están completamente destruidas, 950 personas han muerto y 1.300 han resultado heridas, según el Ministerio del Interior de Nepal. Además, 140.700 personas se han visto afectadas por daños en sus hogares.
Un lugar que una vez fue próspero y tranquilo, ahora ha quedado reducido a los escombros de las casas que han quedado destruidas.
Los niños buscan sus cosas preferidas entre las ruinas, sobre todo sus libros, cuadernos, diarios y herramientas para hacer manualidades.
“Echo mucho de menos el colegio”, dice Samikshya Chalise, una niña de 12 años que está sentada con su hermano pequeño, Sanjog, en la que fue su clase, ahora destruida por el seísmo.
Sanjog tiene tantas ganas de ir al colegio que trae a su hermana al colegio sin parar. “Hemos perdido nuestra casa y nuestro colegio”, dice este niño de 8 años.

Rita Pyakhurel, de 56 años, frente a su escuela destruida junto a sus alumnos Shanti Pyakhurel, 13, Sanjog Chalise, 8, y Samikshya Chalise, 12. A Rita le preocupa cómo reconstruir la escuela y sus estudiantes no dejan de preguntar cuando podrán retomar sus clases. (@Kiran Panday/UNICEF)
LOS NIÑOS, EN RIESGO POR FALTA DE COLEGIOS
A un kilómetro de distancia, en otra aldea, los niños viven en un ambiente de destrucción todavía más impactante.
Pero la cuestión que más preocupa a la comunidad es la seguridad de sus niños. Mientras los padres están ocupados tratando de encontrar ayuda, los niños van constantemente a ver su colegio, que cada día está más derruido.
“Esta era mi clase”, me cuenta Melina, sentada en un montón de escombros. Lo que más echa de menos son sus libros, que están debajo de las ruinas. Todo lo que conserva es un lápiz.
“¿Puedes ayudarnos a reconstruir el colegio?”, me pregunta Melina, que vive en una tienda en un campamento y que está cansada de vivir ahí. Los diez miembros de su familia pasan el día sentados debajo de un árbol para protegerse del calor abrasador y apenas pueden dormir de noche por miedo de los leopardos de los bosques cercanos. Unos bosques que en los que hay incendios constantemente, desencadenados por los habitantes de la localidad, que persiguen a los animales salvajes. Pero esto solo ha empeorado la situación, ya que los leopardos han comenzado a entrar en el pueblo.
Al no ir a clase, los niños corren un riesgo mayor, ya que ellos no tienen miedo ni de las réplicas ni de los leopardos. Son los primeros voluntarios para alimentar a sus cabras, que están atadas a sus casas en ruinas.
Shanti Pyakhurel tiene 8 años y ningún miedo. “Nuestros padres siempre están asustados pero nosotros no tememos nada”. Y esto es algo de lo que los padres no están nada contentos.
Hay unos 300 niños solo en este pequeño barrio y, a menudo, sus padres luchan para protegerlos. Tienen muchas razones para tener miedo.
Mientras entrevistamos a los niños, vemos a un leopardo merodeando por la zona, y los niños, en grupo, comienzan a perseguirle, aterrorizando de nuevo a sus padres.
“Cuando no perseguimos a los leopardos, jugamos con nuestras gallinas”, dice Monica Chalise, que con 8 años ya tiene claro que quiere ser profesora cuando crezca.

Samikshya, Sanjog y Shanti en el interior de una clase destruida. Los estudiantes viven cerca yvienen con frecuencia porque echan de menos ir a la escuela. «Hemos perdido tanto nuestro hogar como el colegio», cuenta Sanjog. (@Kiran Panday/UNICEF).
LOS ADULTOS HACEN LO QUE PUEDEN POR ENTRETENER A LOS NIÑOS
A pesar de la situación que están atravesando, sin casa y con poca comida en sus tiendas de campaña, los padres luchan por proteger a los niños de cualquier tipo de estrés e inseguridad. “Intentamos contar historias a nuestros hijos para evitar que salgan corriendo por ahí”, me cuenta uno de los padres, Ram Pyakhurel, que explica además cómo el terremoto les hace estar pendientes de sus hijos para protegerlos.
Pero Ram está preocupado porque la falta de colegios está afectando su rutina, ya que la mayoría de los niños tienen muchas ganas de ir a clase y no dejan de preguntar a sus padres si alguna vez podrán volver a estudiar. “Queremos entretener a nuestros hijos pero cada vez están más inquietos y buscan maneras de pasar el tiempo”, dice Radhika, la mujer de Ram. Sin embargo, es consciente de que se le están acabando las opciones debido a la falta de materiales y profesores.
El mercado más cercano donde se pueden comprar materiales está a 12 horas a pie y la mayoría de los padres no tienen energía para viajar, además de no contar con ingresos para comprar herramientas a sus hijos.
“Echo de menos hacer los deberes, a mis profesores y el colegio”, me cuenta Shanti Pyakhurel, que estuvo a punto de morir cuando el terremoto le sorprendió junto a cuatro amigas mientras estudiaban. Afortunadamente, sobrevivieron porque se escondieron debajo de la cama. Una vez se detuvo el temblor, salieron al aire libre, justo a tiempo antes de que su casa se derrumbara.
Shanti está preocupada porque llevará algún tiempo reconstruir su colegio. Podría recibir clase al aire libre, pero sus profesores ya no están en el pueblo.

Melina Pyakhurel, de diez años, juega con un pollito junto a su hermana de ocho años Monica en Nuwakot, uno de los doce distritos más afectados por el primer terremoto. (@Naresh Newar/UNICEF)

Shanti permanece en pie ante su hogar destruido. Shanti casi muere junto a los cuatro amigos con los que hacía deberes, afortunadamente se escondieron bajo la cama y en cuanto el temblor se detuvo escaparon a un espacio abierto justo antes de que la casa colapsara. (@Kiran Panday/UNICEF)

La escuela de secundaria Shree Kalika en Nuwakot fue destruida por el terremoto del 25 de abril. Cuatro estudiantes murieron en sus hogares durante el temblor. (@Kiran Panday/UNICEF).

Una clase destrozada de la escuela de secundaria Shree localizada en Pipal Bhanjyang (distrito Sindhuli, uno de los 14 más dañados). (@Sundar Lama/UNICEF).
Nepaleses? puffff vaya palabro que te acabas de inventar jajajajaajajaja se dice nepalí, ignorante!
13 mayo 2015 | 12:48
Hecho de menos???!!!
13 mayo 2015 | 18:06